Expulsión de los Jesuitas 1767

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Expulsión de los Jesuitas 1767



Sobrevino la expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios de España, decretada por una Pragmática Sanción firmada por el rey don Carlos III el 2 de abril. Hay que advertir que una vez más España actuó por requisitos de fuera, pues la Compañía fue expulsada de Portugal en 1759, uniéndose en 1763 el rey Luis XV de Francia y por presión de estos se llevó a cabo en España.

Esta Pragmática resulto un descerebrado problema posteriormente, pues si bien en la Península se les incauto todos sus bienes, incluidas las bibliotecas resultando algunos muy beneficiados, en cambio supuso un grave retraso en su trabajo de educación en el resto de nuestros virreinatos americanos, que solo se notó (como siempre) pasado un tiempo, pues gran parte de la población tanto indígena, como criolla y peninsulares perdieron una excelente formación, la cual sólo se podía recuperar en parte, viajando a la Península he ingresando en otros colegios.

A las doce en punto de la noche del 31 de marzo, los alcaldes de Corte vestidos con togas y acompañados de fuerte escolta de miembros de la Justicia, se dirigieron a las seis casas diferentes de los padres de la Compañía de Jesús, donde entraron y les obligaron a salir, siendo subidos a carruajes preparados para ello a los que daban escolta fuerzas de caballería siendo entregados todos al Comisario Regio conde de Aranda, quien se puso camino de Cartagena para ser embarcados en los buques Monarca y San Nicolás, la fragata Santa Rosalía y el jabeque Garzota, al mando de don Francisco de Vera; de Mallorca al mando de don Antonio Barceló zarparon los jabeques Atrevido, Catalán y Cuervo; de Cádiz y Málaga, al mando de don José Manuel Lombardón el navío Princesa.

De San Sebastián, Bilbao, Santander, Gijón y Ferrol, don Diego de Argote al mando de los navíos San Genaro y Juan Nepomuceno, la fragata Victoria, los paquebotes: San Miguel, San Joaquín y San José, mas los mercantes: dos fragatas suecas y una urca holandesa, para transportar al exilio a doscientos jesuitas siendo desembarcados en el puerto de Civitavecchia; en la derrota sufrieron un temporal que separó los buques, consiguiendo arribar al puerto de San Esteban de Orbítelo el 14 de julio seguido, con algunos de los componentes del convoy. Otro de los convoyes zarpó el 19 de junio y arribó al de San Lorenzo el 27, volvió a zarpar de éste el 14 de julio y arribó a Calvi en la misma fecha, dio la vela desde este puerto el 24 y arribó a Génova el 3 de agosto, zarpando de aquí el 9 para arribar al de Cartagena el 22 seguido. Todo este movimiento vino impuesto, por no ser admitidos en su totalidad en ninguno de los puertos visitados, por ello tuvo que navegar de uno a otro hasta desembarcarlos a todos sanos y salvos.

Poco después para transportar a los enfermos y algún rezagado, se dispuso del navío Santa Isabel, al mando de don Antonio de Arce, siendo desembarcados unos en la isla de Córcega en su puerto de Bastiz y otros directamente en Roma en su puerto de Civitavecchia.

En 1768 al ser conocida la R. O. de expulsión de los P.P. Jesuitas, se nombró a don Juan Manuel de Lombardón Comandante del navío Princesa, zarpando dando escolta a los mercantes transportando a los expulsados desde la bahía de Cádiz el 4 de mayo, con rumbo al puerto de Málaga donde debía reunirse con otros transportes con el mismo objeto, entre todos llevaban quinientos noventa y cuatro P.P. de la Orden, arribando a Civitavecchia el 30 siguiente, pero tuvo que desplazarse a Algayola donde arribó el 13 de julio, desembarcando parte de los P.P. volviendo a zarpar y al día siguiente desembarcando el resto en Calvi, regresando a la bahía de Cádiz, permaneciendo en esta comisión setenta y tres días.

En octubre de 1767 siguiente llegó la noticia al virreinato del Perú, cumpliéndose la real orden, para ello fueron acudiendo a la orden del Virrey todos los pertenecientes a la Compañía, siendo el 28 siguiente, cuando zarpó del Callao una división naval al mando de don Juan Bautista Bonet, quien regresaba a la Península con unos caudales de 6.588.367 de reales amonedados, por ello se aprovechó el viaje y fueron transportados el centenar de miembros de la Compañía que allí se encontraban, arribando en la primavera siguiente a la bahía de Cádiz.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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