Bazán y Guzmán, Álvaro de7

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Pero don Álvaro no estaba quieto un segundo, lo que demuestra una carta que escribió a don Felipe II, con la propuesta de armamento de una gran Armada contra Inglaterra, principio de lo que por desgracia e ignorancia o intereses de "otros" pasaría a ser conocida como la «Armada Invencible» por unas apuestas realizadas en la Corte del reino de Francia, trastocando y confundiendo a la opinión y conocimiento público que ha llegado a nuestros días, dando a entender que de Invencible no tenía nada. Don Felipe II siempre y en toda la correspondencia respecto a ella, la llamó la «Jornada de Inglaterra» y en alguno, como «La gran armada contra Inglaterra» A pesar de ser el Rey más poderoso que ha existido, nunca fue precisamente jactancioso, puesto que en la humildad está la grandeza.

«S. C. R. M. — Las victorias tan cumplidas como ha sido Dios servido dar á V. M. en estas islas, suelen animar á los principios á otras empresas, y pues nuestro Señor hizo á V. M. tan gran Rey, justo es que siga agora esta victoria mandando prevenir lo necesario para el al año de que viene se haga la de Inglaterra, pues será tan en servicio de nuestro Señor y gloria y autoridad de V. M. y pues se halla tan armado y con ejercito tan victorioso, no pierda V. M. esta ocasión y crea que tengo animo para hacerle Rey de aquel reino, y aun de otros, de allí se podrán tener muy ciertas esperanzas de allanar lo de Flandes, y no hallandose V. M. en el mundo, viva y reine una mujer hereje que tanto mal ha causado en aquel reino, y siendo V. M. servido de tratar desto, puede mandar luego á los Vireyes de Nápoles y Sicilia envíen alguna cantidad de bizcocho, advirtiendoles lo traigan en buenas naos artilladas y bien aparejadas, y que pasen de tres mil salmas, que son 600 toneladas de España, que previniéndolas desde luego se hallaran, y que en España tambien se compre mucho trigo á esta cosecha porque con mucha comodidad se hallara, y que tambien se compre buena cantidad de vinos a la vendimia en el Andalucia y Villacarlon, y aceites que en esta ocasión se hallaran todo muy barato, y que los galeones que hace la corte de Portugal se traigan luego á Lisboa y se acaben, y se funda artillería para ellos y que á las naos del asiento de Vizcaya, se de priesa á que las hagan y pongan en orden, y á los nueve galeones de V. M. que se fabrican en Santander y para los demás, dándome nuestro Señor victoria en Alarache, como ya puesto en orden lo de allí y encaminando lo de la fortificacion, podre ir á besar las manos á V. M. á V. M. y á concertar lo demas para la jornada, y la infantería deste ejercito estará muy bien este invierno en Alarache si se toma y en Arcila y Tanger á donde se mantendrá bien ejercitandose sin deshacerse.
Bien se que no faltara quien represente á V. M. muchas dificultades, asi de socorros de Francia como de Flandes, y falta de dinero: á esto digo que los franceses has perdido conmigo mucha reputación, y los demás miraran bien á esto, y si se pone la mira á dificultades nada se hara. V. M. la ponga en Dios, ya que la causa es tan justa y suya, que de esta manera tendra el buen fin que se puede desear, y á los príncipes tan grandes como V. M. no les puede faltar dinero, y mas para cosa tan en servicio de dios y bien publico.
Torno á suplicar á V. M. se anime y emprenda esta jornada que yo espero en Dios salir della, como de las demas que he hecho en servicio de V. M.
De Manuel Silva he entendido, aunque yo no lo vi, que aquella Reina tiene gran miedo que ha de enviar V. M. sobre ella su Ejercito y Armada y que hay muchos católicos y con todo esto ningunas prevenciones hace mas de tenerse. Hame parecido advertir á Vuestra Majestad desto y ofrecerle mi persona y vida para esta jornada, como lo pondre alegremente en todo lo que conviene á su servicio.
Guarde nuestro Señor la S. C. R. persona de V. M. — Don Alvaro de Bazan.— De la ciudad de Angla en la isla Tercera á 9 de Agosto de 1583 años.»

(Como queda reflejado, solo al terminar la conquista de las islas Azores, ya estaba pensando en la próxima jornada. Lo que demuestra, que si don Felipe le hubiera hecho caso, la empresa se hubiera adelantado cuatro años y al mando del marqués de Santa Cruz, que a buen seguro la suerte de la Armada hubiera sido muy distinta, ya que pensamos queda patente, que no solo era un buen marino y buen militar, sino que improvisaba sobre la marcha y eso siempre ha sido muestra de anticipación al enemigo, consiguiendo incluso romper sus tácticas, significando la diferencia entre la victoria o la derrota)

Aquí es conveniente añadir una carta de don Álvaro a S. M. que el Rey le pidió en secreto, para saber mejor que fuerza consideraba que era necesario para realizar la jornada de Inglaterra, en la parte que más nos importa (por resumir) dice: «…Se necesitaran ciento cincuenta naves, cuarenta urcas de carga, trescientas veinte embarcaciones de cincuenta a ochenta toneladas, cuarenta galeras, seis galeazas, con un total de velas de quinientas cincuenta y seis, sin contar cuarenta fragatas y falúas, y doscientas barcas destinadas al desembarco, con una tripulación de treinta mil trescientos treinta y dos hombres y el ejército debe de estar compuesto por sesenta y tres mil ochocientos noventa hombres y mil seiscientos caballos, siendo el total de la expedición noventa y cuatro mil doscientas veintidós bocas…» Este documento es larguísimo, ya que describe pormenorizadamente todos los detalles uno por uno de toda la composición de la escuadra y hombres. Así como se llevó la empresa a cabo, teniendo que coordinar el ejército de Flandes con la escuadra, lo que en sí fue parte importante del fracaso, don Álvaro lo transporta en su numerosa escuadra, un "pequeño" detalle de las posibilidades de éxito de ésta con la que se realizó.

El Rey le escribe otra carta (ya que a pesar de las comunicaciones de la época parecen casi diarias) en la que le dice:

«El Rey. — Marqués, pariente. — En llegado don Pedro Ponce, vuestro sobrino, que me dio vuestras cartas de 9 y 10 de agosto, se dieron á nuestro Señor las debidas gracias por la victoria que fue servido darnos, de la isla Tercera, y aunque á vos os las tengo dadas, lo he querido aquí renovar, pues las teneis tan merecidas, habiéndome servido tan bien y tan á mi satisfacción, de que tendré á su tiempo la cuenta y memoria que es razon, y tambien os agradezco mucho lo que me decis en la carta de vuestra mano ofreciendoos á nueva empresa y cual la porponeis para otro año. Cosas son en que no se puede hablar con seguridad desde agora, pues depende del tiempo y ocasiones que han de dar la regla después. Mas por sí ó por no, mando hacer la provision de bizcocho que venga de Italia, y dar la prisa que se puede á la fabrica de galeones y al asiento de las naos de Vizcaya y a lo demás que os parece necesario para lo que se pueda ofrecer, y aun el enviar gente a Flándes es ponerla mas á la mano para lo mismo que decis.
Madrid á 23 de septiembre de 1583.
Con letra del Rey, añade: Aunque aquí se os dan las gracias por el servicio que me habeis hecho, no he querido dejar de darolas Yo aquí de mi mano. — Yo el Rey»

En las largas conversaciones con don Felipe II, también se toco el tema del recién conquistado Portugal, llegando los dos al convencimiento de que lo mejor era unificar el mando de todas las tropas que en él se encontraban, de esta forma, el Rey firmó un Real Título con fecha del 23 de junio de 1584, por el que se nombra a don Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz; Capitán general del mar Océano y de la Gente, de a pie y a caballo del reino de Portugal.

Pero don Felipe no quería exponer más fondos a pesar de las garantías de don Álvaro en la victoria, pues en estos momentos Inglaterra no estaba preparada para combatir a la escuadra dicha por el Marqués, le faltaban buques, artillería y gente de mar y guerra preparada para poderse enfrentar a España. Por eso S. M. se puso en contacto con la Reina Isabel I, la cual a pesar de todo lo que seguía ocurriendo, le continuaba afirmando que ella y su país no estaban en guerra, que las acciones que se le atribuían eran realizadas por marinos que no tenían nada que ver con la corona y que era posible que incluso imitaran su lengua para enfrentar a los dos países. Así entretuvo a don Felipe el tiempo suficiente para ella estar en situación de poder defenderse, la historia nos ha demostrado que le salió a la perfección.

Don Álvaro con fecha del 15 de noviembre de 1584, declara un acrecentamiento de sus bienes para ser incluidos en su mayorazgo. Entre ellos se añaden los ganados en las islas Azores y los de otros combates anteriores, diciendo: «…estandarte real de damasco carmesí con las armas reales y la figura del apóstol Santiago que llevaba en la popa del galeón San Martín el día de la batalla naval de la isla de San Miguel; las armas y rodela fuerte de Felipe Strozzi; el estandarte de Mr. De Chaste; 60 banderas de infantería francesa y portuguesa; dos binables de Mr. De Chaste y Mr. De Garamba; el bastón de Capitán general del Conde de Torre Vedras; cuatro fanales, de la Capitana del rey de Francia, de la Capitana de Portugal, de la de Hassán Bajá y de la de Hassán Chiribi; las cajas, atambores y pífanos; 200 mosquetes, 200 arcabuces y 200 picas, que se las separó de entre las armas rendidas, y otros muchos objetos, arneses y espadas de su persona, tapices, muebles ricos, etc., etc.»

El 15 de septiembre de 1585, zarpaba Drake de Plymounth, con una escuadra de veintitrés buques, poniendo rumbo a Bayona de Galicia donde pensaba terminar de cargar sus buques de alimentos, sobre todo reses y aves; se presentó ante el puerto y avisado el gobernador don Diego Sarmiento de Acuña, movilizó todo los disponible incluso las milicias gallegas, consiguiendo después de unos enfrentamientos devolver a los ingleses a sus buques, pero en vez de mantenerse alerta dio la orden de que abandonaran sus habitantes las poblaciones marineras, prosiguiendo su rapiña en algunas poblaciones del norte de Portugal, de forma que al final el pirata consiguió parte de lo que quería.

Posteriormente pasó (según Drake, por la capital de Lisboa, llamando al combate a los marinos españoles y estos no salieron de su refugio. Pero él tampoco entró) avisado don Álvaro que pocos días después arribó a Lisboa, volvió zarpar en su búsqueda, pero Drake se había alejado de la costa y con rumbo a las islas Afortunadas, donde pensaba cargar el vino que tanta falta le hacía, arribando a la isla de Palma, donde desembarcaron pero las tropas y vecinos unidos los devolvieron a sus barcos, decidiendo acercarse a la isla de Gomera, donde de nuevo intentó previo desembarco tomar prestado el vino, de nuevo las tropas y los vecinos los devolvieron a sus buques, esto le convenció que ya no podría conseguirlo en islas tan bien protegidas, poniendo rumbo a las de Cabo Verde donde al parecer sí que lo logró, embarcando y continuó su viaje con rumbo a las Antillas, donde también le cupo la suerte de apresar a un mercante, que se lo encontró de viaje entre la Guayra a la Habana cargado con plata del Virreinato del Perú.

Estos ataques y las confidencias del embajador español en Londres, convencieron al Rey que ya no quedaba más posibilidades de paz, pues la desvergüenza de la Reina era ya palpable, por los agradecimientos que le hizo a Drake cuando regresó a su país. Pero lo que ya le terminó de convencer, fue una carta de don Álvaro fechada en Lisboa el 13 de enero de 1586, cuando a ésta capital después de comprobar in situ los desafueros que había cometido el pirata inglés en la ciudad de Cádiz y villas cercanas.

La carta es muy extensa, pero en síntesis le viene a recordar, que ya en 1583 él le había indicado hacer la jornada, que hubiera sido menos onerosa que la que ahora era necesaria, además sus marinos no estaban tan preparados y menos aún las villas, ciudades y puertos de la isla hereje, que estaba enviando refuerzos y fortaleciendo su ejército con envío de socorros a Zelanda y Olanda, le recordaba el daño en la Coruña y en Cádiz, así como las depredaciones en las Antillas, lo perjudicial por inseguro de la protección de nuestro tráfico marítimo, terminando:

«…y porque estos inconveniente y muchos mas suceden á los principes con las guerras defensivas, como si esta para adelante el tiempo lo mostrara, me ha parecido que no cumplia con la obligación que tengo de criado y vasallo de V. M. si no dijese mi parecer con tanta libertad como aquí lo hago, certificando á V.M. que no me mueve á esto desear jornadas, ni nuevas victorias, ni otro ningun fin, sino solo el servicio de Dios y de V. M. á que tengo tanta obligación. Guarde nuestro Señor, etc. — De Lisboa á 13 de Enero de 1586 años.»

El Rey le envía otra carta por medio de su Secretario don Juan Idiáquez, en respuesta a la anterior y le dice:

«La carta de V. S. de 13 de este recibi, y luego di á su Magestad la que con ella vino; leyóla toda y mandome que de su parte esribiese á V. S. y que le agradece el cuidado y deseo de su servicio, con que le propone lo que se contiene en aquella carta, en que hay muchas cosas bien consideradas, y que será bien que Vuestra Ilustrisima envie un papel del modo con que le parece que aquello se podría ejecutar, dando lugar á ello las cosas; pero advierte que este papel que se pide se haga allá con sumo secreto y venga acá en lo mismo; porque en estas cosas importa no menos que el todo que le haya. V. S. lo mandara hacer así y que sea con brevedad. Fecha en Gandia á 24 de Enero de 1586.»

El Rey le envía una carta en la que le ordena, la composición de una escuadra para la vigilancia de las costas Atlánticas. Al mismo tiempo le pide con detalle máximo la composición de la escuadra para la Jornada de Inglaterra, ya que está decidido a llevarla a buen término, pero quiere saber todo respecto a ella y lo que será necesario para ir preparándolo con el tiempo suficiente, terminado la extensa carta: «…con resolución que hecho esto, después os ire avisando de las otras cosas que se fuese ofreciendo y convendrá proveer, para que no quede cosa por prevenir.— De Valencia á 26 de Enero de 1586. — Yo el Rey. — Por mandato de S. M. Antonio de Eraso.»

Don Álvaro se pone a trabajar y remite una extensísima relación de todo lo necesario para la Jornada de Inglaterra, dando comienzo la carta:

«S. C. R. M. — Don Juan de Idiaquez me escribio que Vuestra Magestad se había tenido por servido de lo que escribi á los 13 de Enero y que yo envie á V. M. un papel del modo con que me parece se podria ejecutar dando lugar las cosas, de que he recibido mucha merced y contentamiento, y que V. M. entienda la voluntad y cuidado que tengo de las cosas de su servicio; helo hecho y va con este ordinario lo mas particular que he podido; Vuestra Magestad se debe disponer á ello con la brevedad que requiere negocio que tanto conviene al servicio de Dios y de V. M. y bien de sus reinos, y sucediendo prosperamente, como será Dios servido, pues la causa es suya, sera tambien ocasion que con mucha mas facilidad se allane lo de Flándes, y si se ofrecieren cosas que diviertan esto, tengo por muy necesario y conveniente al servicio de V. M: hallarse armado. Guarde nuestro Señor, etc. — Lisboa á 22 de Marzo de 1586»

El documento que le sigue solo tiene sesenta y una páginas, por lo que pensamos que por sí solo el número de ellas habla más que transcribirlo, pero muy, muy extractado, se dice en él:

«…la Armada debe de estar compuesta de quinientas diez velas, con un tonelaje en total de ciento diez mil setecientas cincuenta toneladas, tripuladas por dieciséis mil seiscientos doce hombre (obsérvese la exactitud) con un ejército de cincuenta y cinco mil hombres, con mil doscientos caballos, para poder atacar más rápido. Explica que el bizcocho debe de ser de Cartagena, Nápoles y Andalucía; el tocino, de Extremadura y Sevilla; el queso, de Portugal, Mallorca y Sevilla; los atunes de las almadrabas de Cádiz y Conil, la carne salada, de Entre-Duero, Asturias y Galicia; el arroz, de Valencia y la relación continua; . .llevará a bordo de los buques un total de noventa y cuatro mil doscientos veinte y dos hombre de almirante a galeote; incluyendo los sueldos y hasta calculando las bajas, con las posibles indemnizaciones por mutilación y muerte. El gasto de la expedición en su total ascenderá a mil cuatrocientos veinticinco millones cuatrocientas ochenta y tres mil doscientos noventa y ocho maravedíes, o lo que es igual, a tres millones cuatrocientos un mil doscientos y ocho ducados castellanos.»

El extraordinario trabajo realizado por don Álvaro, nos da una muestra palpable, de que si el Rey era meticuloso en sus datos, el vasallo su Capitán General no le andaba a la zaga. (Pensamos que de por sí el documento debe de figurar en lugar a parte, para quien tenga la paciencia de leerlo saboreando el trabajo bien hecho de un hombre de armas) que casi a buen seguro fue lo que convenció a don Felipe de realizar la Jornada, pensando por simple sentido común, que si era capaz de dar todo es tipo de datos, que no haría con solo quinientos diez buques, a todas luces más fáciles de manejar que tanta cifra para alguien que no era un experto en ellas.

Don Álvaro se encontraba en Lisboa en el apresto de los buques de la Jornada de Inglaterra y en la revista casi diaria a los astilleros, así como a los lugares donde se preparaban los hombres del ejército, preocupándose de que nada se le fuera de las manos. Cuando recibe una carta de don Felipe II, informándole de las tropelías cometidas por Drake en la isla de Puerto Rico y Santo Domingo, con una escuadra de veintiséis velas y cinco mil hombres, por la que le pide que aliste una escuadra lo antes posible y zarpe con rumbo a las Antillas para darle una lección al pirata, pues lo mismo daba que llevara bandera negra que roja lo que no le eximía de serlo. El documento es muy largo, ya que como siempre S. M. no dejaba nada al azar, por lo que solo transcribiremos lo más importante:

«El Rey. — Marques de Santa Cruz, primo, mi Capitán General del Océano. No dudo que con el zelo que teneis á mi servicio, y costumbre de no sufrir semejante atrevimiento, os habrá dolido mucho el daño que la armada inglesa ha hecho en las islas de San Juan de Puerto Rico y Santo Domingo: yo por la experiencia que tengo de vuestro valor en lo pasado y confianza de los que sabreis hacer en los porvenir, queriendo remediar aquellos daños y los que no se atajando podria hacer mas el enemigo, pues estan las costas de las Indias tan mal apercibidas y armadas, la primera cosa que he hecho es poner los ojos en vos, para que, juntando la armada que apercibe en ese río con la de los galeones que esta en Sevilla, os embarqueis en persona y vais á deshacer el enemigo y reparar todo lo que él hubiere damnificado. Cierto estoy que os dispondreis á ello como siempre la habeis hecho y conforme á los que vuestro cargo y mi confianza os obliga, de que, y del suceso que espero con el favor de Nuestro Señor, me tendré por tan servido como os dira de mi sobrino á quien me remito»

Da como siempre muchas previsiones y concluye con este punto:

«Esto es lo que agora se ofrece, remitiendo lo que mas ocurriere á otros despachos. A este responderéis luego con los que se os ofreciere, que holgare de ser informado de quien se que también lo entiende; y sobre todo os encargo la presteza y brevedad de la salida de la Armada, pues recibire en ello servicio de tanta cualidad como otros que me habeis hecho. De San Lorenzo á 2 de Abril de 1586.
De propia mano del Rey: Muy cierto estoy de vos que me servireis en esto como lo habeis hecho siempre en todo lo que se ha ofrecido. — Yo el Rey.»

Recibiendo una segunda carta del mismo Secretario, que dice:

«Ilmo. Señor. — S. M. responde á la carta de V. S. I. de 22 del pasado, y escribe otra en la nueva materia con la confianza que V. S. I. sera: no creo que es alejarse esto, aunque en alguna manera lo parezca, de la otra platica movida, pues placera á Dios que acabe V. S. I. este año lo que agora se le escribe, tan presto y bien, que pueda después acudir á lo otro, e ir eslabonando victorias. Asi plega á Nuestro Señor, y porque hago sin razon á mis ojos en ir esta de mi mano, la acabo con que debe mucho V. S. á S. M., por lo que de su brazo se promete, aunque él hace lo que tiene tan probado y experimentado. Guarde Nuestro Señor etc. De San Lorenzo á 2 de Abril de 1586. — Besa las manos á V. S. I. su mayor servidor. Don Juan de Idiaquez.»

A su vez el Presidente del Consejo de Indias don Hernando de Vega, le escribe dándole pormenores de los daños causados por el pirata inglés, terminando su carta de este tenor: «No puede cierto, Señor, tener buen remedio nada que no pase por la mano de V. S. I., que tan poderosa, experimentada y útil es para todo.»

Con fecha del 9 de abril, le escribe el Marqués al Rey, en la que le da las gracias por las deferencias, y añade, las necesidades de la Armada para mejor asegura la victoria, pero otra vez vuelve don Álvaro a escribir dando incluso el coste de esta nueva empresa, añadiendo más datos sobre la que lleva entre manos contra Inglaterra.

Como muestra de la aceptación de todo por parte de don Felipe II, le escribe el Secretario de S. M., diciendo:

«Ilmo. Señor. — Con muy gran satisfacción recibio Su Magestad las cartas de V. S. I. de 9 deste, y el entender á cuyo cargo queda el remediar lo de las Indias, ha henchido de buenas esperanzas y de contentamiento á todos; y cierto que en esta parte debe V. S. mucho al mundo. S. M. responde agora á dos puntos de prisa del despacho; á los demás se satisfara luego con otro correo, y lo que yo pudiere servir á V. S. I. no lo ofrezco, pues lo debo, y esta ya tan ofrecido.
Las relaciones que envio antes V. S. I. parecieron extremadamente (digo en la otra materia) y un dia de estos escribire mas largo sobre aquello mismo, que agora, por la prisa deste correo, no digo mas que guarde y acreciente Nuestro Señor la Ilma. Persona y estado á V. S. como deseo. — De Madrid á 16 de abril de 1586. — Ilmo. Sr. — Besa las manos á V. S. I. su m. c. servidor. — Don Juan de Idiaquez.»

Estando a punto de zarpar la escuadra rumbo a las Antillas, recibe una carta del Rey en la que le notifica que el pirata Drake ha hecho su entrada en el Támesis, por lo que ya no es conveniente ir tras él. Por la misma le dice que le entregue el mando de una pequeña escuadra a don Álvaro Flores Valdés, para que viaje allí y quede de guarda de aquellas costas. Al mismo tiempo se le informa de la llegada a Cádiz de una flota de Indias, que aprovechando la salida del pirata inglés, zarpó casi detrás de él a rumbos divergentes, de forma que les pudo burlar y era de gran interés que así lo hiciera, pues en ella venían los fondos para terminar de preparar la Jornada contra Inglaterra.

Por otro cruce de cartas entre don Felipe II y don Álvaro de Bazán, éste le convence que no queda más solución que invadir la isla, así el Rey envía cartas orden a los diversos jefes del ejército para que vayan concentrándose en la ciudad de Lisboa, así como a los generales de mar que deben de incorporarse al mismo lugar con sus escuadras respectivas, añadiendo en todas ellas que es nombrado General en Jefe de Mar y Tierra, el mismo Marqués de Santa Cruz.

Pero esto levantó ampollas, ya que los cortesanos comenzaron a influir en el Monarca con su particular forma de ver la empresa, pero sin darse cuenta que don Álvaro se estaba dejando la vida en ello. Uno de los más intrigantes fue don Sancho de Leyva, que junto a otros marearon a S. M. de tal forma que ni él supo cómo salir, pues uno le decía que: «…ningún enemigo se podía temer en aquellos mares, tanto como el invierno; pero si había cosa cierta en la entrega, de algún puerto, podrían aprovecharse las brisas de enero, que eran más navegables en aquellos mares…por ser seguros sus vientos del Sur o del Suroeste…» Mientras otro le indica con bastante saña y envidia: «…que se mirase con atención cómo se echaba a la mar una armada en que habían de navegar las fuerzas más poderosas del Imperio español…»

Esto nos lleva al desenlace de toda intriga palaciega. Para no influir en el lector, sólo transcribimos los documentos inherentes al caso y el que termine de leer lo que sigue saque sus propias conclusiones.

Carta de don Felipe II al Marqués de Santa Cruz.

«Por los avisos de Inglaterra que se os embiaron tres días avreys visto la necesidad que ay de la breve salida dessa armada y por que por alli pareçe que el enemigo se aprovecha del tiempo que se ha ydo dando tan fuera de mi deseo, no solo aperçebir su defensa, mas tambien para intentar de ofender y embaraçarnos por aca que seria y verguença intolerable.
Os encargo y mando expressamente que luego sin perder hora hagays poner a punto toda la armada que teneys en esse rio, añadiendo a los galeones y naves que hasta aqui se ha platicado las dos galeaçaz que despues se han adreçado y el galeón de Florençia y los demas navios vtiles, de los que ay estuvieron que no causaren dilaçion y alçando la mano de todos los que la pudieren causar, por que mi voluntad es que con todo lo desse puerto sin esperar cosa de fuera (lo qual despues os seguira) salgays a la mar en persona como ya os tengo aperçebido luego que reçivays otro despacho que se queda ya haciendo, en que yra la resolución de todo lo que aveys de hazer que espero lo sabrys executar conforme a la confiança y pruebas que tengo de Vos.
Estos pocos días aprovechad y tened la gente recogida de manera que en llegando la dicha resolución no quede cosa que hazer, sino embarcar y partir en nombre de Nro. S.º — De Madrid a 18 de enero 1588»

(Conociendo un poco el carácter de don Álvaro, esta carta seguro que la recibió y leyó, pero no está en su previsión como bien demuestra su biografía, que fuera hombre que dejara para mañana lo que se pudiera hacer hoy, razón de peso para que no le sentará nada bien leerla y como se apunta en algunas biografías, fue el comienzo de su enfermedad) No obstante, el Marqués le devuelve el correo diciéndole:

«Señor:
1. — He recibido la carta de V. M.d. de los 18 deste y por lo que tres días ha don Juan de Idiaquez en rrespuesta de su carta con que em imbio los avisos de Inglaterra havra V. Md. Entendido el estado del armada y como havia señalado por dia de la partida a primero de hebrero y ordenado a don Pedro de Valdes que con las naos de su cargo vaxasse a Belen y que lo mismo fuesen haciendo las demas, y assi están avajo catorçe naos y las demas van vajando. El galeón de Florencia y las dos naos levantiscas an salido ya de carena y se dan priessa a rreçivir la vitualla; las dos galeaçaz saldran de carena la semana que viene y yran en el armada todas quatro.
2. — Ya he escrito a V. Md. La falta que ay de dinero para pagar la gente de mar y guerra y navios, y pues V. Md. Tiene la rrealçion y sabe lo que esto importa, le supplico lo mande proveer y assi mismo alguna buena partida para llevar de rrespeto con la brevedad que conviene están la armada tan adelantada; y de partida y tambien me ha dicho Franco Duarte que para todo lo que tiene que proveer solo se hallan con quatroçientos mil maravedís que aun para pagar varcaxes es poco.
Suplico a V. Md. Mande proveer luego; pues conviene que nada nos detenga, mayormente habiendo de yr toda el armada junta como va; pues lo que podra quedar aqui solo seran las urcas a quien les faltare marineros que presupongo como he escrito a V. Md. Que las doze los ternan armandose de todas y para algunas de las que no los tuvieren se tomaran de las urcas que aquí an venido aunque son pocas.
Dios guarde la C. persona de V. Md. — De Lisboa 23 de henero 1588. — El Marqués de Sta. Cruz. (Rubricado)»

(En esta, le sigue pidiendo dinero que nunca llegaba, por lo que sus deseos como Jefe de la Armada, se veían truncados por no poder atender a todos los gastos que ésta provocaba, pero el Rey muy —Prudente — no le enviaba ni un maravedí)

Insiste el Marqués y le envía una nueva carta:

«Señor:
Estando la armada para partir como lo estará a primeros del que viene y yo lo he escrito a V. Md. Conviene proveer dinero para la paga de la gente, navios y para algunas vituallas de que a dado señal Frncº Duarte con los 20 mil escudos que V. Md. Le mando proveer y assi mismo lo que se ha de llevar de respeto como lo escrivo por Consejo de Guerra que, aunque por el dicho Consejo me ha escrito V. Md. Que mandava proveer luego de dinero no e tenido aviso hasta ahora de que venga.
Las dos galeazças que estaban en carena saldran della a los treinta deste y luego envarçaran sus vituallas y aguada, y a fin desta semana acavara de bajar toda la armada a Belen para quando V. Md. Lo ordenare se embarque la infantería y me haga a la vela.
Dios guarde la C. persona de V. Md. — En Lisboa a 27 de henero 1588. — El Marques de Sta. Cruz. (Rubricado)»

Pero se cruza la correspondencia, y la carta que recibe don Álvaro, ya es el mazazo final.

«Mucho he holgado de entender que pensays tener a punto la armada por todo este mes y, aunque de vuestro cuydado y zelo con que tratays mi serviçio estoy çierto que lo cumplireys y que lo executareys todo con la fineza que soleys, todavia me ha parecido embiar alla al Conde de Fuentes para entender a su vuelta la buena orden en que vays y también para que os diga lo que del entendereys y assi le dad entero credito en lo que de mi parte os dixiere mientras ay estuviere, y con esto me remito a él.
Madrid 23 de henero de 1588»

(Así que mucho confía en él, pero le envía a un emisario Real, (que dicho sea de paso nunca estuvo embarcado, ni conocía los entresijos de la mar con sus múltiples complicaciones) para que le vigile y encima don Álvaro a sus órdenes, para que S. M. esté tranquilo y enterado de la verdad. Luego tacha de mentiroso a don Álvaro, le ordena hacer caso al Conde y en definitiva era una muestra total de que nada se fiaba el Rey de su persona. Lo que para el carácter del Marqués de Santa Cruz, era a todas luces insoportable, no hay duda de que esto fue su puntilla. Eso sí, con mucho halago y circunspección)

Pero don Álvaro a pesar de estar ya enfermo, le devuelve el último correo que recibió don Felipe II del mejor marino que jamás le sirvió y al que trató despiadadamente en esta ocasión a nuestro entender. Aunque tanta presión, luego no sirvió para nada, pues todos sabemos que la escuadra lista a primeros de febrero, por la falta de un jefe adecuado se volvió a retrasar y zarpó, cuando ya no debía hacerlo, por lo avanzado del otoño y en manos de alguien, que no es que fuera inexperto, es que él mismo lo reconoce negándole al Rey aceptar el cargo en varias ocasiones, por «…no estar seguro de Servir bien a V. M.»

Lápida en recuerdo de don Álvaro de Bazán y Guzmán, que se encuentra en Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando. Cortesía del Museo Naval de Madrid.
«Señor:
Mucha merced me ha hecho V. Md. En imbiar al Conde de Fuentes para que entienda el estado de la armada y pueda informar a V. Md. particularmente a su vuelta de en la orden que va, la qual está tan a punto como he escrito; y assi quando llegue la orde de V. Md. Y el dinero me podré luego hazer a la vela.
Dios guarde la C. persona de V. Md. — De Lisboa 30 de henero 1588. — El Marqués de Sta. Cruz (Rubricado)»

(Obsérvese, el punto en que el Marqués le dice, que le —informará cuando vuelva— es una forma muy correcta de indicar, que mientras él esté al mando no habrá línea que escriba que no la supervise don Álvaro, pero al final vuelve a decirle que le falta dinero y cuando lo tenga se hará a la vela. Es curioso ver que a falta de escasos ocho días para dejar este mundo, siga empeñado como el primer día en servir al Rey, pero ahora ya con ciertas reticencias e ironías)

Don Álvaro ya encamado por su incapacidad de poderse mantener en pie, le sobrevino el fallecimiento el 9 de febrero de 1588, contando con sesenta y un años, y cincuenta y nueve días, de los que estuvo a las órdenes del Rey cuarenta y cinco años.

Para no dar nuestra opinión, transcribimos el último punto y aparte de la obra de don Ángel de Altolaguirre, publicada con ocasión del tercer centenario del fallecimiento del Marqués en 1888.

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