Capaz Rendon y de Leon, Dionisio Biografia

De Todoavante.es

Saltar a navegación, buscar



Dionisio Capaz Rendón y de León Biografía


Óleo de don Dionisio Capaz Rendón y de León. XXIII Capitán general de la Real Armada. Gran Cruz de Real y Muy distinguida Orden Española de Carlos III.
Dionisio Capaz Rendón y de León.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


XXIII Capitán general de la Real Armada.

Gran Cruz de Real y Muy distinguida Orden Española de Carlos III.

Orígenes

Vino al mundo en la villa del Puerto de Santa María en 1780, siendo sus padres, don Dionisio Capaz Rendón y Flora, y doña Antonia de León y Martínez.

Hoja de Servicios

Solicitó y concedió carta orden de ingreso en el cuerpo general, sentando plaza de guardiamarina en la Compañía del mismo Departamento de Cádiz el 11 de junio de 1798. Expediente. N.º 2.121. Pasó los exámenes con muy buenas notas, pues ya venía preparado por la educación y estudios previos realizados, valiéndole para sólo cinco días después pasar el examen de los temas teóricos, ser destinado a realizar sus estudios prácticos en el navío Conquistador, cuyo comandante a la sazón era el insigne capitán de navío don Cosme Damián de Churruca y Elorza.

El buque estaba incorporado en la escuadra del general don José de Mazarredo y en esos momentos se encontraba bloqueada por la escuadra británica, pasando a formar parte de las fuerzas de lanchas cañoneras que protegían el apostadero de la Caleta, participando también en los ataques que éstas efectuaban aprovechando los días de calma y por la noche, no cejando un día oportuno en castigar a la escuadra bloqueadora.

En el mismo buque y formando parte de la escuadra del general Mazarredo, zarpó el 13 de mayo de 1799 con rumbo al Mediterráneo, pero en la noche del 16 se desató un temporal, del cual su buque se encontró en las costas de África y completamente desarbolado, consiguiendo arribar al puerto de Cartagena en bandolas cuatro días después. Pasó a reparar el navío, donde arribó la escuadra francesa al mando del almirante Eustache Bruix, pasando a incorporarse el buque a su escuadra y zarpando de Cartagena con rumbo al Estrecho, arribando de nuevo a la bahía de Cádiz donde se completaron los armamentos, víveres y pertrechos de guerra, zarpando de nuevo rumbo al Atlántico para fondear en el Arsenal francés de Brest el 8 de agosto siguiente.

Se encontraba en este Arsenal, cuando le llegó la Real orden del 9 de junio de 1800 comunicándole su ascenso al primer grado de oficial, alférez de fragata. El 2 de diciembre de 1801 se le ordenó trasbordar a la fragata Soledad, zarpando el 14 seguido con una división compuesta de cinco navíos una fragata (la suya) y un bergantín, al mando del general don Federico Gravina en apoyo de la escuadra francesa del mando del almirante Villarret, dando protección a un convoy con tropas del ejército al mando del general Leclerc, destinadas a combatir la insurrección de los negros en la isla de Santo Domingo.

Al arribar su buque con un navío más otra fragata francesa fue destinado a atacar el puerto de Bahiajá, lo que se consiguió no sin esfuerzo, al pacificar la isla fue destinado para arribar a la Habana, desde donde se le envío a la isla de Puerto Rico, para trasbordar los caudales que había transportado la fragata Juno, a la suya, zarpando de nuevo con rumbo a la península arribando sin novedad a la bahía de Cádiz el 30 de mayo de 1802. El 23 de junio siguiente su buque fue destinado al Departamento de Cartagena, donde al arribar recibió la orden de desembarcar pasando destinado a los Batallones de la Infantería de Marina.

Poco le duró el desembarco, porque quince días después recibió la orden de embarcar en el navío Bahama, perteneciente a la escuadra del general marqués del Socorro, con la misión de zarpar rumbo a Nápoles, lo que efectuó el 1 de agosto a su arribada embarcó la futura Princesa de Asturias y al Príncipe heredero del Reino de las Dos Sicilias, arribando a la ciudad Condal donde desembarcaron los egregios viajeros, en la misma ciudad contrajeron matrimonio el Príncipe de las Dos Sicilias, con la Infanta doña María Isabel de Borbón, verificado el ceremonial de la boda, como el nuevo matrimonio debía regresar a sus estados embarcaron de nuevo y el 9 de octubre siguiente se hicieron a la mar, arribando al puerto de Nápoles donde desembarcaron; como agradecimiento del Rey de las Dos Sicilias, condecoró a don José Solano con la Gran Cruz de San Genero, poco después zarpó la escuadra fondeando en el puerto de Cartagena el 4 de diciembre seguido.

No le dejaron regresar a España. En el puerto de Nápoles se encontraba la fragata Soledad y a su mando el brigadier don Dionisio Alcalá Galiano, quien lo eligió para acompañarle en la comisión que debía cumplir, la cual era levantar los planos del archipiélago de Grecia, el canal de los Dardanelos entrar en el mar Negro verificando sus costas, regresar al Mediterráneo para seguir con su trabajo en las costas de Siria y Egipto, al terminar con todos ellos se arrumbó al Arsenal de Cartagena, donde fondearon mediado octubre de 1803, habiendo salido de Nápoles en igual fecha del año anterior. Al regresar de esta comisión científica, el 6 de noviembre de 1803 arribó a la bahía de Cádiz en el navío Bahama, procedente del puerto de Cartagena a donde había quedado desembarcado por desarme de la fragata.

Pero fue vuelto a elegir por el mismo brigadier, para en unión del también alférez de fragata don José Varela, le ayudaran a componer y ordenar todos los datos para su presentación al Rey, presentándose en esta nueva comisión el 16 de diciembre siguiente, estando en ello hasta el 24 de septiembre de 1804. El 3 de diciembre siguiente se le destinó a verificar el armamento del navío Santísima Trinidad, estando en esta comisión el 23 de febrero de 1805, se le otorgó el mando del cañonero nº 107, saliendo varias veces como escolta de los buques que zarpaban de la bahía de Cádiz con rumbo a Tierra Firme.

Permaneció en esa comisión hasta el 2 de septiembre de 1805, cuando curiosamente sobre la media noche de éste día se le entregó el mando del falucho número 111, con la misión de zarpar inmediatamente con rumbo al Arsenal de Cartagena para llevar unos pliegos urgentes, al Comandante General de la escuadra en ese Departamento el teniente general don José Justo Salcedo y Arauco. Quiso la mala suerte que fuera avistado por un corsario enemigo de mucha mayor fuerza, viéndose obligado a embarrancar su buque y pegarle fuego en Cala Sardina, para evitar que los documentos cayeran en manos no debidas, consiguiendo presentarse de nuevo en su Departamento el 23 siguiente con todos sus hombres y documentos.

Como es Ley se le formó Consejo de Guerra por la pérdida del buque, pero por ser de pequeño tonelaje solo lo estudió el Mayor General de la escuadra, a la sazón el jefe de escuadra don Antonio de Escaño, quien escuchado el relato de los hecho y leído el informe elevado por Capaz, la sentencia fue absolutoria por completo y en todas sus partes. El 17 de octubre se le ordenó embarcar en el navío Bahama del mando del brigadier don Dionisio Alcalá Galiano, perteneciente a la escuadra española del general don Federico Gravina, coaligada con la francesa del almirante Villeneuve, comenzando a zarpar el 20 de octubre de la bahía de Cádiz, para entrar en combate al día siguiente 21 contra la escuadra británica del almirante Nelson, teniendo lugar el combate naval del cabo de Trafalgar.

En este encuentro su buque iba en la segunda división de la escuadra de observación al mando del contralmirante francés Magón y las dos divisiones que la formaban al mando del teniente general don Federico Gravina, pero al dar la orden de virar en redondo a un tiempo el almirante de la combinada quedaron los buques también invertidos, aún siendo la escuadra que mejor formó de nuevo la línea, fue atacada por la columna del almirante británico Collingwood, por ello rápidamente se generalizó el fuego, el Bahama aguantó hasta que las bajas le impidieron realizar un disparo de cañón, siendo capturado y Capaz hecho prisionero. El buen trato que se gestó en este combate con los heridos y apresados en él por ambos combatientes, le permitió retornar al Departamento de Cádiz el 26 en noviembre siguiente, se presentó a sus superiores y estos le ordenaron embarcar el mismo día en el navío Santa Ana, para el 7 de diciembre trasbordar a la fragata Flora, habiendo recibido su ascenso al grado de alférez de navío por Real orden de la promoción general del 9 de noviembre próximo pasado.

Estuvo a bordo de la fragata realizando alguna salida de instrucción, hasta serle otorgó el mando del falucho número 108, realizando protección de varios convoyes con rumbo a las costas de Tierra Firme, su buque estaba incorporado a una división de los de su tipo, estando ésta al mando del teniente de navío don Juan Varona, quienes mantuvieron un combate contra una fragata británica en aguas de Regla. Habiendo cambiado el mando de la división y estando a las órdenes de teniente de navío don Andrés Caballero, volvieron a combatir contra una fragata y un bergantín enemigos, a los que tras duro combate consiguieron desarbolarlos, teniendo lugar este encuentro en la boca de la barra del puerto de Huelva. Aún volvieron a combatir contra otra fragata en aguas de Punta Candor, viéndose obligada a abandonar el combate. Lo más importante es que en ningún momento el enemigo consiguió llevarse un sólo buque de los escoltados, se mantuvo en estos servicios hasta recibir la Real orden del 23 de enero de 1808, otorgándole el mando del bergantín correo Santo Cristo del Grao.

Tomó el mando de su buque, con la orden de llevar pliegos a Buenos Aires, pero la bahía de Cádiz estaba siendo bloqueada por los británicos, así esperó a que anocheciera y sobre la medía noche del 14 de mayo seguido zarpó, cruzó con gran pericia marinera entre los buques enemigos consiguiendo burlarlos, pero tuvo la mala fortuna que al día siguiente se desató un fuerte temporal quedando desarbolado de todos sus palos, viéndose forzado a regresar en bandolas a Ayamonte. Entre la entrega del mando y la salida, se le había nombrado para desempeñar cargos políticos, por ello a su arribada tuvo que entregar el mando del bergantín a su segundo el alférez de fragata don José Varela, pasando a ser vocal de la Junta en la misma villa de Ayamonte.

El 24 de julio recibió de la Junta de Sevilla la notificación para pasar a ésta ciudad, pues había sido nombrado secretario de ella, habiéndose establecido en ella la Junta Suprema de España. Permaneció en este puesto hasta el 7 de enero de 1809, por pasar destinado a los Batallones del Real Cuerpo de Infantería de Marina, pero no llegó casi ni a estar, pues por otra Real orden de la Junta del 28 siguiente, se le otorgaba el mando del pailebote Centinela, el cual tomó efectivo el 7 de febrero siguiente.

Por Real orden del 23 seguido se le notifica su ascenso al grado de teniente de fragata y por otra del 22 de marzo continuo, se le ordena desembarcar y tomar el mando de las lanchas cañoneras que estaban empeñadas en la defensa de la Isla de León. Al disminuir la presión de los invasores napoleónicos, pasó a las órdenes del brigadier de ingenieros don Fernando Casado, para acompañarle en el levantamiento de planos y sondas del río Guadalete, comisión en la que permaneció hasta el 16 de octubre siguiente.

Reincorporado al Departamento, se le otorgó el mando de la goleta correo Tigre, zarpando el 2 de noviembre con rumbo a la Cartagena de Indias, Veracruz, la Habana y Puerto Rico, con pliegos de la Junta de Cádiz, después de estar un tiempo repartiendo correspondencia entre todos estos puertos, zarpó con rumbo a la bahía de Cádiz donde arribó en mayo de 1810. Volviendo a dar la vela el 2 de julio siguiente, para cumplir la misma comisión, regresando a la había el 23 de marzo de 1811. Estando fondeada su goleta en la bahía, en la noche del 28 posterior se desató un fuerte temporal, siendo su buque hundido por los golpes de otras embarcaciones que rotos sus cables se fueron contra ella, entre otros la fragata Hermosa Americana, por ello pasó embarcado a la fragata Rufina. Se le formó el consabido Consejo de Guerra por la pérdida de su buque, pero oído y leído el informe, S. A., sentenció por Real decreto del 9 de abril, no era culpable en absoluto siéndole devueltos todos sus méritos, dando expresa orden de serle abonadas todas sus pertenencias personales, perdidas en el desgraciado suceso ocasionado solamente por los elementos.

Por Real orden del 18 continuo se le otorga el mando del bergantín Tigre. Por otra Real orden del 24 de mayo siguiente se le comunica su ascenso al grado de teniente de navío, pero al poco tiempo enfermó por ello se le autorizó a desembarcar el 4 de junio, pasando a restablecerse en el hospital. No tardó mucho en recuperarse, presentándose de nuevo a sus superiores el 20 de agosto siguiente, se le destinó a las lanchas cañoneras y obuseras que proseguían la defensa de la Isla de León, particularmente desde los Apostaderos de la Avanzada y la Cantera, participando de esta forma en múltiples apoyos a las tropas de tierra, así como bombardeos sobre las fuerzas enemigas y transporte de pertrechos, de boca y guerra a las propias fuerzas. Permaneció en estas misiones hasta serle notificado haber sido elegido Diputado a Cortes por la provincia de Cádiz el 13 de mayo de 1813. Cuando a las Cortes llegó la noticia de poder regresar a la Villa y Corte, se traslado con ellas a Madrid a finales del mismo año.

Al regresar el Rey por haber expulsado de la península a los ejércitos napoleónicos, lo hizo sobre la ciudad de Valencia, donde dicto la Real orden del 4 de mayo de 1814, quedando abolida y declarada nula la Constitución, dando la orden de poner en prisión a todos los que en esos momentos y antes había usurpado su poder. Para notificarlo a todos, envío a la Villa y Corte al general don Francisco Ramón de Eguía, posteriormente conde del Real Aprecio, donde fueron detenidos y encarcelados en el establecimiento de la misma Corte, entre ellos Capaz. El 18 de noviembre de 1815, se le notificó su traslado al castillo de San Sebastián por espacio de dos años, llegando a esta nueva cárcel el 5 de enero de 1816. El 18 de diciembre de 1817 se le concedió la libertad, por Real orden el Rey disponía se presentara en el Departamento de Cádiz y por otra del siguiente 26 ordenaba que este oficial no saliera de la ciudad de San Fernando, antigua Isla de León.

Se encontraba en el Departamento cuando recibió la orden del 27 de febrero de 1818, de pasar como segundo de la fragata María Isabel, la cual zarpó dando escolta a un convoy con rumbo al mar del Sur, pero a la altura de las islas Canarias el comandante de la fragata y jefe del convoy, don Manuel del Castillo se puso muy enfermo, viéndose obligado a retornar a la bahía de Cádiz, donde se decidió entregarle el mando al segundo y zarpar de nuevo. Por la falta de noticias de los avances y retrocesos de las tropas realistas e insurrectas, el convoy se vio en situaciones muy peligrosas, pues el antiguo virreinato de Buenos Aires en gran parte estaba independizado, por ello algunos de los buques al entrar en sus aguas fueron apresados, la misma fragata de su mando dio fondo en Talcahuano el 24 de octubre, donde fue atacada por fuerzas inferiores, siendo capturada junto a otros transportes, de estos solo dos arribaron doblando el cabo de Hornos fondeando en el Callao.

A su llegada el 22 de junio de 1819, quedó desembarcado hasta el 27 de septiembre siguiente por otorgarle el mando de fragata Resolución, buque armado con 8 cañones de á 18; 8 de á 8 y un hornillo para preparar las balas rojas. Al poco tiempo se encontró en el segundo bloqueo de la escuadra chilena al mando del almirante Cochrane, participando activamente en los combates de la noche del 2 de octubre, pues el apostadero fue bombardeado por dos bergantines, uno con planchas donde montaban los cohetes a la congreve, mientras el otro utilizaba un obús de nueve pulgadas, cuyos proyectiles llegaban muy cerca del fondeadero de los buques. Todas las noches siguientes estuvieron lanzando los cohetes, hasta la del 5 en que a parte de ellos, lanzaron un brulote, era el casco de una fragata preparada al efecto, al verla acercarse las fueras sutiles la desviaron explosionando como a dos cables de distancia de los buques fondeados.

El 27 de agosto de 1820, se dio por concluida la causa contra Capaz por la pérdida de la fragata María Isabel, recibiendo la orden de regresar a la península. Pero el 19 de septiembre, el virrey del Perú, don Joaquín de la Pezuela, lo comisionó con el título de Diputado junto al conde del Villar de Fuentes y el médico de Cámara don Hipólito Unanue, para tratar de llegar a un acuerdo con el general insurrecto don José de San Martín y conseguir la paz con el traspaso de poderes. Comisión llevada a efecto pero sin resultados positivos. El 24 de octubre estaba a punto de embarcar para regresar a la península, pero de nuevo las fuerzas navales de la naciente nación se presentaron el 29, por ello desembarcó y pidió se le entregara el mando de su anterior fragata, concediéndoselo permaneciendo en ella hasta el 5 de noviembre, por haber regresado momentáneamente la tranquilidad.

Aprovechó la calma y zarpó de transporte en un buque, doblando el cabo de Hornos arribó a la bahía de Cádiz el 30 de marzo de 1821, donde estuvo unos días, pero siendo portador de pliegos importantes para S. M., partió lo antes posible con dirección a la Villa y Corte. Por Real orden del 3 de junio siguiente se le notificó su ascenso al grado de capitán de fragata, con la antigüedad de la promoción del 5 de noviembre de 1819. Todo porque con fecha del 5 de julio siguiente, se le remitió una nueva Real orden, como resultado de su inocencia en la pérdida de la fragata Santa María, a cuyo dictamen había llegado S. M., tras informarse de la resolución del Consejo de Guerra, por ello mandaba por su buen proceder facultativo y militar, quedase absuelto de culpa y pena.

Don Francisco de Paula Pavía en su biografía, al respecto dice: «Hemos tenido á la vista la causa en cuestión y otros antecedentes oficiales y extra oficiales; y el deber de historiador biográfico, nos impone el dejar consignado que en el Consejo de guerra de Generales que se celebró en Madrid, obró sobre los jueces la presión de partido y no se consultaron los fueros de la justicia y de la razón; por lo demás, en el lance de que tratamos y en la navegación desde Canarias á Lima, el Comandante Capaz cometió faltas de suma gravedad, que no debieron quedar sin el correspondiente correctivo.»

Por Real orden del 5 de septiembre siguiente, el Rey le concedió la Cruz de la Marina de Diadema Real y por otra del 7 seguido, la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Por gusto de S. M., pasó el 26 de octubre siguiente con la comisión encargada por los Ministros de realizar un viaje a París, permaneciendo hasta mayo de 1822 por regresar a Madrid.

Al crearse el Almirantazgo el 11 de julio se le nombró secretario de la Junta. Teniendo en cuenta que solo era capitán de fragata eran muy alto el cargo, pero no se paró aquí la buena influencia del Rey, pues por Real orden del 5 de agosto, fue nombrado Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina, el más alto puesto en la administración de la Real Armada. Formaron parte de este Gobierno, los señores don Evaristo San Miguel, don José Manuel Valdillo, don Felipe Benicio Navarro, don Francisco Gasco, don Mariano Egea y don Miguel López Baños, quien ocupaban el resto de Secretarías. Este gabinete tuvo un gran éxito, pues en poco tiempo y por sus formas, los Gobiernos de Austria, Francia, Prusia y Rusia rompieron sus relaciones diplomáticas con España, el mismo Rey los llegó a llamar ‹Los siete niños de Ecija›, en sarcástica comparación con una banda de bandoleros de esta población de igual número de miembros que, tenía a la ciudad de Sevilla en ascuas en cuanto los ciudadanos se alejaban unos kilómetros de la protección, pues sufrían sus desbastadores efectos.

Durante este tiempo sobrevino la segunda invasión francesa al mando del duque de Angulema, «Los cien mil hijos de San Luis» la cual obligó al Rey al mismo Gobierno y las Cortes a abandonar Madrid para buscar refugio en Sevilla. A pesar de todo esto, con fecha del 27 de diciembre de 1822, recibió una Real orden con la notificación de su ascenso al grado de capitán de navío; el 28 de febrero de 1823 cesa en la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Marina encontrándose en Sevilla, pero continuó a su lado y cuando el Gobierno tuvo que buscar refugio en la ciudad de Cádiz les acompañó. Al llegar a la ciudad se le nombró Mayor General de la escuadra del Océano y Comandante de las fuerzas sutiles, una vez más tuvieron que alistarse rápidamente para combatir al invasor, participó personalmente en el combate del 16 de julio, cuando todas las lanchas disponibles atacaron al ejército francés, estando situadas en el Caño del Trocadero, con sus fuegos protegieron el avance del ejército, así como al ser rechazado los protegió en su retroceso.

Permaneció en el mando participando en todas las acciones que se dieron hasta el 1 de octubre, fecha en que el Rey se trasladó al cuartel general del duque de Angulema, por estar asentado en la población del Puerto de Santa María, donde se le ratificaron sus poderes absolutos, aboliendo los constitucionales, por esta razón no solo dejó el mando, sino que tuvo que emigrar al extranjero y por Real orden se le dio de baja en la Real Armada. Pudo subsistir mejor que el resto de compañeros exiliados, porque había tenido la precaución de vender todo su patrimonio que no era mucho, pero no se le pudo embargar nada por la Real orden emitida al respecto por el Rey a principios de octubre.

Permaneció en el destierro hasta que la reina María Cristina de Borbón, por enfermedad del Rey decretó la amnistía general en octubre de 1832, aprovechó el momento y retornó a España, al presentarse se le reconoció su grado de teniente de navío, el que tenía antes del levantamiento del general Riego en Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820. Queda manifiesto ser más político que militar, pues fue consiguiendo en poco tiempo los ascensos, llegando el 21 de mayo de 1835, a obtener el ascenso a capitán de navío, pero no se quedó aquí, pues consiguió se le reconociera su empleo de Ministro cesado, recibiendo así a parte de los honores correspondiente a su empleo de Secretario de Marina, una pensión de cuarenta mil reales anuales como a tal.

No cejó un instante para ir aumentando su categoría, después de los sucesos de la Granja entre el 12 y 13 de agosto de 1836, se le ascendió por Real orden del 11 de noviembre seguido al grado de brigadier, pero no se quedó el último (como correspondía), pues sin saberse la razón quedó en el escalafón detrás de don Luis Coig, siendo la primera posición para el grado superior.

Se promulgó la nueva Constitución en 1837, lo que aprovechó para presentarse al Senado en las primeras elecciones, saliendo elegido Senador por la provincia de Toledo, formando parte del partido progresista donde estaban todos sus compañeros de gobierno formado en 1822.

Recibió la Real orden del 20 de noviembre de 1838, por ella se le confirmaba su ascenso a jefe de escuadra y por haber cumplido el tiempo correspondiente, recibió el 15 de diciembre siguiente otra con la concesión por tener cumplidos los requisitos, la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. Por Real orden del 4 de agosto de 1840, la Reina Regente le nombró Vocal de la Junta Superior de Gobierno y Dirección General de la Armada, pasando a tomar posesión de su cargo el 12 siguiente. Encontrándose la Reina Gobernadora en la ciudad de Valencia, se redactó un Real decreto el 11 de septiembre de 1840, nombrándole Secretario de Estado y del Despacho de Marina, Comercio y Gobernación de Ultramar, pero renunció no llegando a tomar posesión del cargo.

Al parecer no lo admitió por estar al corriente del nuevo levantamiento, llevado a efecto por el general Espartero duque de la Victoria, consiguiendo ser nombrado Regente de España, siendo expulsada de España la Reina Regente. Por eso Capaz al cambiar la Junta Superior de Gobierno, sólo de nombre y regresar al recién creado Almirantazgo, fue nombrado su vice-presidente aparte de ser nombrado uno de los comisionados para el examen y formación de los inventarios de la Casa Real.

Hubo un conato de guerra en estas fechas con el vecino país de Portugal, se le nombró comandante de la escuadra que se estaba armando en el Arsenal de Ferrol, pero una vez más los británicos intercedieron por su verdadero aliado de siempre y no se llegó al enfrentamiento. Como Capaz debía trasladarse de Madrid al Arsenal, la noticia de la Paz llegó antes de partir, razón por la que no abandonó la Corte. Alternaba su cargo en el Almirantazgo con el de Senador, por haber sido elegido consecutivamente en varias legislaturas. En octubre de 1841 tuvo lugar el levantamiento del general don Leopoldo O’Donnell en la ciudad de Pamplona, el cual se fue extendiendo por la toda la península, llegando a Madrid el 7 del mismo mes, donde lo secundaron el general don Diego León, Conde de Belascoain y don Manuel de la Concha, y en Pamplona don Manuel Montes de Oca y el general Piqueo.

Este levantamiento en Madrid fracasó y fueron detenidos los responsables, por ello el Regente decidió nombrar un Consejo de Guerra Permanente para ir juzgando a todos los responsables, nombrando a Capaz Presidente de este organismo. Es sabido que renunció a él, tanto de palabra como por escrito, pero el general Espartero le envío una orden para ocupar el puesto, ante esto no pudo evadirse de la responsabilidad y aceptó el cargo. Todos piensan debió dimitir pero no fue así, sumándose por primera vez en la Historia que un general de Marina fuera juez de los generales del Ejército, algo fuera de lugar pues militares había más que suficientes para ocupar el puesto, con esta decisión se rompió toda norma hasta entonces vigente. No quedaron aquí los desaciertos, pues siendo el Presidente no debía tomar partido al impartir justicia, siendo el caso de ser juzgado el conde de Belascoain, dándose un empate en votos con respecto a aplicar la pena capital ó la inmediata inferior, siendo su voto el que decidió el ajusticiamiento de tan honroso y noble general, por ello en opinión de todos, incluso llegó a manchar su honor con sangre.

Por este hecho fue el punto de mira de la prensa y aceradas críticas, el Regente quiso acallarlas ascendiéndolo a teniente general por un Real decreto del 19 de febrero de 1842, pero Capaz vio no era el momento de aceptarlo y renunció a él, defendiendo su postura, explicando había más generales y más antiguos merecedores de él. No obstante el Espartero le nombró Ministro de Marina por Real decreto del 17 de junio seguido, siendo el Presidente del consejo el capitán general marqués de Rodil. Bien es cierto que en estos momentos la situación no era muy adecuada y las circunstancias adversas parecían seguirle, por ello presentó la dimisión el 9 de mayo de 1843.

Sobrevino por este tiempo el derrocamiento del Regente del Reino, viéndose obligado Capaz de nuevo a emigrar, volvió a ser dado de baja en el cuerpo General de la Armada, permaneciendo en esta situación hasta recibir la Real orden del 3 de junio de 1847, autorizándole a regresar, al hacerlo pasó de nuevo a lucir los entorchados de su grado como jefe de escuadra, más todas sus anteriores condecoraciones, por ello era rehabilitado en todos los aspectos y como si nada hubiera pasado. No tardó mucho en presentarse, pues lo hizo en la Corte el 22 siguiente, no se hizo de rogar teniendo en cuenta que diecinueve días después de emitir la Real orden y con el servicio de correo de la época, más viajar a Madrid no era cuestión de unos días, lo que algunos interpretan estaba ya preparado para regresar, por estar en su conocimiento ser perdonado.

No se quedaron aquí sus reconocimientos, pues por Real orden del 7 de agosto siguiente, se le notifica su ascenso al grado de teniente general, a lo que se sumó, hacer valer presentando el Real decreto fechado el 19 de febrero de 1842 el cual no había aceptado, pero el Gobierno de S. M., doña Isabel II no se lo aceptó. No se arredró, sabía que la época era para listos y los Gobiernos iban y venían como las olas de la mar contra un dique, permaneció cerca de la Corte, hasta producirse el nuevo levantamiento de 1854, siendo nombrado Presidente del Consejo el duque de la Victoria, éste sí le reconoció la antigüedad mencionada, por ello pasó a ser el general más antiguo del escalafón.

Para redondear su éxito, fue nombrado Vocal de la Junta Consultiva de la Armada, cargo anexo al ser el teniente general más antiguo, pero aún consiguió más, pues le fue concedida la Gran Cruz de Real y Muy distinguida Orden Española de Carlos III. No dejaba nada al azar. De nuevo los vaivenes de la política causó la disolución de la Dirección General de la Armada, pasando a ser activado de nuevo el Almirantazgo en 1855, fue nombrado por Real Decreto del 6 de septiembre su Vicepresidente. A esto se unió en noviembre el fallecimiento del capitán general de la Real Armada don Francisco Javier de Ulloa, por ello recibió una nueva Real orden del 28 de noviembre seguido, por ella era elevado a la máxima dignidad de la Real Armada nombrándole capitán general de la Corporación.

El destino quiso que no pudiera disfrutar mucho tiempo de su nuevo cargo-grado, pues le sobrevino el fallecimiento el 27 de diciembre siguiente en la Villa y Corte, cuando contaba con setenta y cinco años de edad, de los cuales cincuenta y siete fueron de servicios. No llegando a un mes el tiempo de permanencia en la más alta dignidad de la Real Armada.

Como epílogo de este marino transcribimos literalmente la opinión de don Francisco de Paula Pavía, mucho más autorizada que la nuestra quien dice: «En pocas personas se demostraba más prácticamente la máxima constante de que la opinión del hombre está en analogía con su temperamento, y la que preconiza y acoge en su proceder, es la que conviene á sus intereses, que en el General D. Dionisio Capaz, era violento y despótico y no tenia ninguna condición de verdadero liberal; las vicisitudes de los tiempos y el turbión de las pasiones políticas, lo arrastraron á figurar en la parte mas avanzada del partido constitucional, y allí ocupó el puesto que le correspondía por su buen talento, su vasta instrucción y su osadía. Siendo su último periodo el que más lastimó su nombre; la Armada no puede presentarlo en el catálogo de sus dignos y notables Capitanes Generales, con los títulos y virtudes de la mayor parte de los que llegaron á esta elevada altura.»

Nos parece suficiente con esta aclaración, quedando demostrado que no fue muy apreciado por sus compañeros, quienes como marinos deben y normalmente cumplen sus obligaciones como a tales. Por eso no es de extrañar que don Francisco con mucha educación deje bien claro no fue un marino, sobre todo en la última parte de su carrera y mucho más un político, dañando con su forma el buen criterio de la Corporación.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 11. 1911, páginas 415 y 416.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

González de Canales, Fernando.: Capitanes Generales de la Real Armada. Artículo en la Revista General de Marina, cuaderno del mes de octubre del año 2002. Página 511.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

Compilada por Todoavante ©

Herramientas personales
Espacios de nombres
Variantes
Acciones
Navegación
Hª NAVAL de ESPAÑA
Estado Mayor
Ordenes Militares
Flotas
Buques General
De 1248 a 1514
De 1515 a 1700
De 1701 a 1833
De 1834 a 1957
Herramientas