Zubiaurre de Ibarguren, Pedro de Biografia

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Biografía de don Pedro de Zubiaurre de Ilargüen
Dibujo de don Pedro de Zubiaurre. Capitán de Mar y Tierra de la escuadra del Mar Océano.
Pedro de Zubiaurre de Ilargüen.
Capitán de Mar y Guerra de la escuadra del Mar Océano.


Capitán General particular de la escuadra de Ferrol.

Contenido

Orígenes

Vino al mundo en 1541 en la población de Zenarruza, del señorío de Vizcaya, era el segundo hijo de Martín de Zenarruzabeitia, señor de la casa solar de Zubiaur, casa infanzona de la máxima calidad y nobleza y una de las más antiguas del Señorío, y de su esposa, doña Teresa de Ilargüen.

Hoja de Servicios

Se supone que sus primeras navegaciones, fueron realizadas entre las costas de su tierra y las de Flandes, comenzando como era normal en la época como grumete, por lo que siendo muy joven ya estaba en la mar.

En el año de 1568 zarpó del puerto de Bilbao con destino a Flandes, con una pequeña división de naves cántabras, que transportaban los fondos de pago de los Tercios, que se hallaban en aquellas tierras al mando del duque de Alba, al paso por las aguas de Francia, fueron atacados por no menos de cuarenta naves, que por estar en guerra con este país, intentaron capturar el cuantioso botín, pero las naves españolas consiguieron dejarlas atrás, logrando arribar con la preciada carga a los puertos flamencos.

Posteriormente se encontraba en un puerto de Inglaterra cuando sucedió, que la reina Isabel ordenó el embargo de ciento ochenta naves de propietarios españoles, para resarcir a sus vasallos de los bienes que a su vez el duque de Alba, había ordenado embargar en Flandes de estos, por esta medida, fue incautado el buque de Zubiaurre, a parte de hacerle prisionero, al igual que otros mil quinientos españoles, donde permanecieron encerrados por espacio de un año.

Al ser puesto en libertad, pasó a Flandes, donde estuvo al mando de unidades de Infantería, hasta que el duque de Alba, le comisionó para regresar a España, con despachos y correo reservado para entregar al Rey.

Por encargo del Rey, viajó en varias ocasiones a Inglaterra, entre los años de 1572 á 1580, poniéndose en contacto con nuestro embajador ante la corte de Inglaterra don Bernardino de Mendoza, para intentar recuperar los dos millones de ducados que el pirata Drake, había saqueado y robado en las aguas del sur de América, pero como el ladrón era un bienhechor de su patria, las gestiones resultaron infructuosas.

En el año de 1584, en combinación con el embajador y por orden de don Felipe II, trazó un plan para apoderarse de Fregelinga, para conseguirlo debía comprar dos naves, por lo que esperó a que se le diera el dinero, al fin llegó y se pudieron comprar los dos bajeles.

Al efectuar esta compra, salto a alarma en la corte inglesa, que temiéndose alguna argucia del español, ordenó la Reina, que fuera hecho prisionero y llevado a la Torre de Londres, donde se le sometió a tormento, situación que no cambió por espacio de dos años, durante los cuales nunca abrió la boca, a pesar de la crueldad de ellos, pero cansados de no poderle sacar nada, lo trasladaron a Flandes, donde todavía estuvo otro año preso, pero aquí fue liberado al ser tomada la ciudad por las tropas españolas.

En el año de 1588, permaneció en Flandes agregado a la Infantería, pasando al año siguiente al puerto de Dunkerque, desde donde zarpó con rumbo a Inglaterra, para repatriar a los españoles aun presos en aquella isla, por acuerdo del Rey de España y la Reina de Inglaterra, para transportarlos hasta el puerto de la Coruña.

Pero el llegar, se relata así en una de sus biografías este hecho: « Quitáronle los ingleses la artillería que llevaba; escribió a la Reina sobre ello y, sin esperar respuesta, recuperó su artillería; la embarco con los prisioneros que debía traer, sin que saliese del puerto hasta haber concluido todo, y aunque con cinco galeones que había allí intentaron los ingleses que saliese sin artillería, resolvió embestir contra ellos antes que abandonar aquélla, con intención de traérselos todos á España en caso de que prosiguieran en su intento, y sucediera, sin duda, si conociendo la resolución de su ánimo y el acierto de su prudencia, mandaba la Reina que se le dejase en paz su artillería »

Por lo que consiguió salir y arribar a la Coruña, con su nave y los prisioneros, que ya no lo eran.

En el año de 1590, se le dio el mando de una división de filibotes, con ella se dirigió a las islas de Bayona, en la costa de Galicia, transportando materiales, artillería y hombres, para guarnición de ellas, al estar en sus proximidades, se avistó una escuadra holandesa formada por catorce naves, contra las que se enfrentó y a pesar de ser inferiores en número y buques, consiguió tomar a siete de las enemigas, siendo las demás o hundidas o totalmente desarboladas.

Un tiempo después, tenía que regresar a las mismas islas, para transportar municiones y más artillería, y se volvió a repetir la historia, pero esta vez eran nueve galeras inglesas; por lo que pasamos a la descripción del combate hecha por don Alonso de Bazán, que vió el enfrentamiento:

« Embistió con ellas, trabándose la escaramuza tan fuertemente, que duró sin cesar desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde, peleando él solo lo más de este tiempo con un filibote á causa de haber arribado los demás, por estar desaparejados ó irse á fondo.

Duró el combate hasta que le hicieron pedazos y desaparejaron el navío en que estaba »

Don Alonso de Bazán, puso en conocimiento del Rey el caso tan asombroso que había presenciado, suplicando a Su Majestad le hiciera merced a don Pedro de Zubiaurre, por su extraordinario valor y destreza.

En el año de 1591, se encontraba al mando de una escuadra de cuatro filibotes, con las que mantenía un constante ir y venir cargado con hombres y materiales de guerra, entre España y la Bretaña francesa, donde en esos momentos se encontraba en ella el Maestre de Campo don Juan de Aguilar, que defendía a los católicos de esas tierras, por lo que mantuvo varios encuentros con naves inglesas, apresando a varias y compensando sus pérdidas anteriores, además de atacar a las flotas de cabotaje, que intentaban mantener ese territorio en su poder.

Por ello en una ocasión con solo seis filibotes a su mando, atacó a una flota de cuarenta naves inglesas que habían salido de Burdeos, no lo dudó y se lanzó sobre ellas logrando una gran victoria, pues aparte de los hundidos, regresó remolcando a diecisiete naves enemigas apresadas.

En otra ocasión, volvió a enfrentarse con otras cuarenta naves enemigas con rumbo a la Rochele, se enfrentó a ellos y dio al fuego a la capitana, los ingleses recibieron el refuerzo de seis buques de guerra al mando de Raleigh, pero se mantuvo firme, combatió contra ellos y les capturó tres naves. Su bajel tuvo que ser sacado del combate por estar completamente desarbolado.

No descansó, cambio de buque y se hizo a la mar de nuevo, esta vez eran pataches cántabros, avistando un convoy inglés al que apreso, estaba compuesto por seis buques cargados con vino de Gascuña, siendo valorados en diez mil escudos, al arribar a puerto le cargaron cuarenta mil ducados, siendo transportados sin problemas a Flandes.

En el año de 1592, con una escuadra de quince filibotes y zafras más transportando a quinientos soldados de infantería, puso rumbo al puerto de Burdeos, para desembarcar en el castillo de Blavet a los hombres, por estar sitiado por tierra y bloqueado por mar; pero pasemos mejor al relato de un testigo presencial:

« Embistió Zubiaurre con sola su capitana a la capitana inglesa, y, abordándola, la echó á fondo, sin que quedasen cuatro de cuantos iban en ella, por haberse dado fuego viéndose rendidos. Mataron en aquella refriega al general inglés, que se llamaba Wilkes. Tomosé la almiranta inglesa, quemándose cuantos iban en ella. Pasado esto y metido el socorro, recogió sus bajeles y la artillería del enemigo. Poco después se vieron catorce naves de la Rochela con 2.000 mosqueteros y se pusieron al paso por donde era fuerza que saliese Zubiaurre. Asimismo vinieron de Burdeos 6.000 tiradores con más de cuarenta bajeles, pero animándose el dicho general al paso que á otros se les cayeran las fuerzas por haber quedado muy mal parados los bajeles y ser tantos los enemigos, embistió con gran valor y se escapó de todos sin pérdida alguna »

La relación de este combate, omite ciertos aspectos que pensamos son importantes: los buques ingleses del bloqueo eran seis, al incendiarse su capitana los demás huyeron. La capitana era un galeón propiedad de la Reina y tres veces mayor que el de Zubiarrue, pero lo embistió, abordó e incendió. Los refuerzos mencionados, fueron transportados por diecinueve navíos de los protestantes franceses, más algunos más pequeños del puerto de Broage y se sumaron seis galeazas de La Rochelle, estando al mando del capitán Lamiraille.

Al terminar el combate anterior socorrió a la plaza asediada, recogió la artillería enemiga y de acuerdo con su segundo Joanes de Villaviciosa, se hace a la mar, pero de entrada se le interponen catorce buques de la Rochele, a su bordo dos mil mosqueteros cortándole la retirada, a estos se unieron otros cuarenta buques más de la misma población, pero una vez más el valor y decisión le dan la victoria, pues a pesar de que sus buques no estaban en buen estado, como consecuencia del combate anterior, vuelve a arremeter contra la línea enemiga, logrando romperla y pasarla todos sus buques no perdiendo ninguno en el combate. Al final en los dos combates con solo catorce filibotes, se había enfrentado a ochenta y tres buques enemigos.

Pero en el viaje de regreso en el año de 1593 no perdió el tiempo, pues se encontró con seis mercantes ingleses a los que también apreso y con ellos a remolque entró en Pasajes. Al parecer al comienzo del primer combate se había encomendado al Cristo de Lezo, por ello al arribar desembarcó con toda su gente, caminando llegaron al Santuario del Santo Cristo de Lezo, a quien dono una lámpara de plata en ofrenda por la victoria, acompañando la misa con el fuego de todos los mosquetes y arcabuces a su mando.

Estando en el puerto de Pasajes, le llegaron noticias de que en Bayona, una escuadra combinada de franceses y flamencos, compuesta de cuarenta naves, estaba causando daños en las costas españolas, por lo que se hizo a la mar con lo disponible que eran cinco filibotes, el día uno de junio se presenta y sorprendidos por su presencia les atacó con tal virulencia, que hundió a varios, pegó fuego a otros y apreso a ocho, regresando a su puerto de partida con las presas.

Vuelve a hacerse a la mar con rumbo a Bretaña, divisa una vela francesa la ataca solo un patache de su escuadra y la apresa, en ella viajaba un clérigo con tres estudiantes y un comerciante, a quienes se le requisan todas sus ropas y objetos de valor, que son llevados al buque de Zubiarrue, el clérigo le muestra un pasaporte firmado por el capitán Fontaniela, en el que se explica que viajan para llegar a España y realizar sus estudios en la Universidad de Salamanca, ante esto, ordena se les devuelva todo íntegramente y así se cumple.

En el año de 1594 recibió la orden del Rey de reunirse en la Mar de Cigarza con don Rodrigo de Orozco, que transportaba dos mil hombres habiendo salido de Lisboa para así darle escolta, estas tropas eran para fortalecer las dotaciones de los buques, tanto los del mando de Orozco como los suyos, se encontraron y todos juntos pusieron rumbo a Blavet, donde se repartió a la gente y se desembarcó a las tropas para reforzar la posición, mientras que los buques regresaron a sus costas.

En el mismo año, volvió al puerto de la Bretaña, donde permanecía don Juan del Águila para llevarle dinero y poder mantener sus posiciones en aquellas tierras. Al regresar se le unió don Diego Brochero desembarcando en Pasajes, zarpando con rumbo a Lisboa, por tener la orden de entregar a don Bernardino Avellaneda seis nuevos galeones, para realizar sus tornaviajes como Flota de Indias, siendo entregados además otros buques y poco después llegó don Diego Brochero, para tomar el mando de la galeras de Lisboa dando protección con ellas a la capital portuguesa.

Enterado el Rey de lo bien que había cumplido esta misión, en muestra de agradecimiento, le hace merced del título de General con un sueldo de doscientos escudos mensuales.

Pasó de nuevo a Rentería, para inspeccionar la construcción de seis galeones por orden de Rey, que eran de ochocientas toneladas y cuatro galizabras, de menor tonelaje pero con remos. En el mes de agosto del año de 1594 al estar listos embarco a dos mil soldados del Tercio del Maestre de Campo don Fernando Girón desembarcándolos en Bretaña, embarcando a su vez el mismo número de hombres del Tercio de don Juan del Águila, al que a su vez desembarca en Santander.

Zarpó con rumbó a las islas de Bayona, donde el Adelantado Mayor de Castilla y General del Mar Océano don Mendo Padilla, le esperaba para recibir órdenes, que eran las de mantenerse cruzando para limpiarlas de enemigos, apresa varios buques entre ellos unos cargados con trigo y otros respetos, siendo desembarcados por sus necesidad en la misma Bayona, en este tránsito le acomete un fuerte temporal, que dispersa su escuadra quedándose solo con su buque, en medio del mal tiempo, divisa una vela y hace por ella, siendo un filibote al que capturó, eran tan altas las olas que no divisó hasta estar muy cerca a un navío inglés, con el que entabló combate, siendo abordado y ganado, cuando pensaba que ya estaba todo hecho, se dio cuenta que había otro buque en las cercanías e igualmente se fue a por él, siendo una nao de setecientas toneladas, que la defendían ochenta hombres, volvieron al combate y la ganaron, resultado ser una nao que a su vez habían apresado a don Juan de Lozoya, al terminar de apresarlo, se dieron cuenta que había un cuarto buque, otro navío inglés por lo que aproaron a él y también fue capturado, pero todo esto dado el fuerte temporal, le costó tres días de combates sin dormir ni poder casi ni comer nadie a bordo.

Regresa a su puerto y vuelve a hacerse a la mar, por orden del Monarca fechada el día nueve de diciembre con dos urcas apresadas a los holandeses, acompañándolas a la ciudad de Lisboa.

Regresa a su puerto y siempre por orden del Rey, vuelve a hacerse a la mar con rumbo a Bretaña, por lo castigado que estaba su galeón, el San Agustín en el viaje se le parte el árbol mayor, lo que le obliga a regresar a Santander a reparar, pero no podía dejar de cumplir la orden Real, por lo que trasborda a dos navíos uno de doscientas cincuenta toneladas y el segundo de cien, para ello los armó fuertemente de artillería, teniendo un coste de cinco mil ducados el primero y dos mil el segundo, con ellos zarpa y cumplimenta la comisión Real.

Regresa a Ferrol a cumplir la orden del don Mendo Padilla, General del Mar Océano, vuelve a cruzar sobre las aguas de Cantábrico (Mar de Poniente), se desata otra fuerte tormenta que da con los dos buques en tierra, uno frente a Fuenterrabía y el segundo en la costa de Bayona, de los que no pudo salvar nada, ni recibir nada a cuenta de los sueldos que se debían a las dotaciones y a su persona.

En el año de 1595, regresó a Blavet para llevar fondos a don Juan del Águila, con una escuadra de doce filibotes, junto a las del mando de Bertendona y Villanueva que por ser cinco mil quinientos hombres tuvieron que unirse las escuadras, ante semejante fuerza no hubo problemas en el tránsito arribando y desembarcando al ejército, quedando de esta forma la fortaleza perfectamente guarnecida.

Después de una brava defensa las fuerzas enemigas lograron conquistar la fortaleza de Blavet, el castillo de León, en el cual había en una de sus puntas, la denominada « La de los españoles », que al ser conquistado por los protestantes, la hicieron desaparecer demoliéndola totalmente. Pero se renovaron los esfuerzos y fue reconquistada ya que en realidad lo único que habían tomado era las dos fortalezas, pero no el territorio circundante lo que facilitó a las tropas españolas volverlo a tomar.

Permanecieron en estas aguas la escuadra de Zubiaurre, compuesta de seis filibotes y cuatro zafras y la de Brochero, con cuatro galeras, siendo en total seiscientos ochenta hombres de mar y guerra. La galeras se veían obligadas a internarse en el puerto de Blavet para pasar el invierno, puesto que estos buques de bajo bordo no soportaban bien la mar del norte, pero al mantenerse en él prohibían el paso a cualquier intento de penetrar y atacar la fortaleza, al mismo tiempo sí realizaban salidas para la protección del tráfico marítimo, si la mar estaba en calma.

Viendo la imposibilidad de tomar de nuevo las fortalezas, en el año de 1596 se establecieron conversaciones en Vervins con Francia, llegando a un punto de encuentro los diplomáticos que fue aceptado por los respectivos Reyes, así España devolvía Calais y Blavet, a cambio la promesa del Rey francés, de impedir a toda costa que su país se convirtiera en calvinista. Firmado el Tratado se embarcaron todas las tropas y sus caballos, artillería, municiones, pólvora, pertrechos diversos y víveres, dejando tan solo hasta que se hicieran cargo las tropas del Rey francés ochenta hombres de mar y guerra españoles.

En el año de 1596, se produjo el saqueo de la ciudad de Cádiz, él se encontraba cruzando por la zona del noroeste español, en misión de interceptar cualquier ayuda que se enviase desde Inglaterra, a los que estaban en el Sur; divisó a una división de buques ingleses, compuesta por seis unidades con rumbo al Sur, les atacó, apresó a cuatro y hecho al fondo a dos, al revisar la carga, ésta estaba compuesta de municiones para los que se encontraban en el saqueo de Cádiz.

En el año de 1597, enfermó de tabardillo, llegando incluso los médicos a darlo por muerto, pero su fortaleza y la ayuda de ellos le permitió salir adelante, en cuanto se sintió repuesto, comenzó a realizar el corso por las costas.

En una de ellas, siendo de noche cerrada, se le separaron los dos buques que viajaban con él, de pronto se encontró con toda la escuadra inglesa que al mando del duque de Cumberland iba á tomar Puerto Rico, ante la magnitud del enemigo no podía hacerles frente, así que se escabulló, pero no cejó en su empeño y consiguió contar los buques de la escuadra enemiga.

Enterado el Rey le ordena que acuda a Cádiz, para organizar una escuadra y acudir a Puerto Rico a reconquistarla, cuando y la tiene preparada y a su bordo el Tercio de don Rodrigo Orozco, llega un buque con la novedad de que los ingleses habían abandonado la isla, por lo que entrega la escuadra a don Francisco de Colonna, por la orden recibida del Monarca.

Prepara de nuevo otra escuadra de treinta y cuatro velas y con ellas zarpa de Cádiz y llega de refuerzo a Ferrol, sin haberse encontrado con ningún enemigo en el rumbo. Acude a la llamada del Adelantado Mayor que iba a la isla Tercera, pero una fuerte tormenta deshace la escuadra, en la que se pierden dos galeones, más algunas carabelas y pataches, lo peor fue que vio en mal trance al galeón capitana y se acercó a él para tratar de mantenerlo a flote, lo que efectivamente consiguió al poder prestarle más manos para achicar el agua, pero a él le costo de nuevo una enfermedad por los días que estuvo sin poderse ni cambiar de ropa, siendo de nuevo desahuciado por los médicos, pero volvió a salir a delante.

Recuperado volvió a hacerse a la mar con siete velas, a cruzar sobre las aguas norteafricanas, pero no encontró enemigos, decidió cambiar de aguas por ello viró con rumbo a las islas Terceras, al llegar a la de Madera vió el tráfico que hacían los naturales con los ingleses, dando la orden de desembarcar y poner orden en aquellas tierras, al terminar pasó escrito al Rey de todo lo acontecido.

Agradecido don Felipe II del buen trabajo realizado por Real Cédula del día dieciocho de julio del año de 1597 lo eleva a la categoría de Capitán General particular de la escuadra de Ferrol.

En el año de 1598, al llegar a un acuerdo y firmar un convenio entre el reino de Francia y el de España, se convino en abandonar por parte de los españoles la posición de Blavet, para ello con una división se dirigió a ella, se embarcaron todas las tropas, bastimentos, así como la artillería del fuerte construido desembarcándolas en España.

Al perder esta posición los españoles, la mar de pronto se vió infectada de corsarios, pero Zubiaurre se quedó en las costas del Cantábrico, con una flota de cuarenta naves, entre filibotes y pataches, por lo que mantuvo varios encuentros con los corsarios, que siempre resultaron vencidos, siendo la mayor parte de los encuentros en las aguas de la costa de Galicia.

Posteriormente, pero en el mismo año de 1599, el problema se había desplazado al Estrecho, recibiendo la orden de bajar a proteger a nuestras costas y tráfico marítimo; reunió a once naves, puso rumbo al Sur y permaneció en aquellas aguas; en una ocasión de las muchas en que se enfrento a escuadras inglesas y holandesas, sucedió que atacó a una de éste último país, que resultó deshecha, pero apresaron a cinco de sus naves, consiguiendo tan rico botín, que después del reparto de la época a la Corona y a la Casa de Contratación, aún llegó para que cada uno de los miembros de la tripulación, se le dieran el equivalente a cinco sueldos y medio.

En el año de 1601, habiendo conseguido que el tráfico por el Estrecho, se viera libre de amenazas, se le encargó llevar refuerzos a Irlanda, para prestar apoyo a la insurrección que allí se había desatado, logrando arribar al puerto de Castelabón.

Los enemigos se enteraron de que se encontraba allí, con poca fuerza, lo que les pareció un buen momento para dejarlo fuera de combate, pues se presentaron en el puerto con más del triple de fuerzas de las que disponía, pero una vez más Zubiaurre no se arredró.

Presentó combate, después de unas horas de estar empeñado, le habían hundido a dos de su buques y su capitana, atravesada por más de trescientas cincuenta balas, totalmente mocha y habiendo sufrido entre las muchas bajas, la muerte de dos de sus sobrinos que iban a bordo.

Pero aún así, consiguió trasladar la artillería a tierra, con restos de los buques hundidos, formó una fuerte estaca, detrás de ella la artillería y comenzó a batir a sus enemigos, con tanta certeza, que los desarboló a casi todos, además de sufrir otros graves daños, ya que al estar la artillería en tierra, los tiros eran casi a ras de agua, al mismo tiempo, que les causó tantas victimas, que no pudieron por más tiempo hacerle frente, por ello decidieron salir del puerto, pero con cada buque medio servible, se daba remolque a varios de ellos, por lo que salieron huyendo.

Regresó a España después de un penoso viaje por culpa de nuevo de los fuertes temporales, y por la ayuda de un irlandés llamado O’Donnell, con su ayuda unida a la de otros naturales se embarcaron en un navío escocés, para poderlo traer y que pidiera ayuda, pero el temporal los desarboló por completo, no habiendo otra solución que arribar a un puerto enemigo, por lo que don Pedro se negó rotundamente y bajo su dirección a pesar de lo que aquello se movía, consiguió se montaran unas bandolas y con ellas arribó a Luarca, en Asturias, donde se terminó de componer el navío, zarpando con rumbo a Coruña.

Siguiendo la orden del Rey pone en servicio al galeón San Felipe, que junto a otros diez zarpan en busca de don Diego Brochero, al cual encuentran en las islas de Bayona, comenzando a cruzar sobre las aguas del Mar de Poniente, pero no encontrando enemigos arribaron en septiembre al puerto de Lisboa.

Al año siguiente de 1602, por noticias recibidas por el Rey, éste le ordenó aprestar en el puerto de Lisboa una escuadra, pero solo tenía once días de tiempo, pero lo logró y se hizo a la mar en la fecha prevista para reunirse con la Flota, que proveniente del Brasil, formada por galeras y algunas naos, venían con cargamento de plata, pues se preveía que fuera atacada, consiguió encontrarla y prestarle su protección, los enemigos efectivamente estaban a la espera, solo que en esta ocasión se desató un fuerte temporal que impidió a los ingleses atacar la Flota, a pesar de ello don Pedro sí que apresó a un patache inglés con cincuenta hombres.

A su vez el temporal les impidió llegar a destino, viéndose obligados a correrlo y el día catorce arriban a Lisboa, desde aquí se envía aviso al duque de Medina Sidonia de la presencia de los galeones ingleses en el cabo de Santa María, pero don Pedro no sabía estarse quieto, así requisó todos los buques que habían en el puerto que pudieran ser armados, trasladaron la artillería de los suyos a los nuevos, zarpando el día veintiséis (solo once días después), pero mientras don Pedro fue llamado a la Corte y le tuvo que entregar el mando a don Diego Brochero, que fue quien hizo el viaje arribando al puerto de la bahía de Cádiz sin sufrir ningún contratiempo, el día dos de diciembre siguiente.

A Primeros del año de 1603 lo encontramos a don Pedro en la ciudad de Valladolid, donde se encontraba la Corte de don Felipe III, el Rey le concede el privilegio de estar en una casa y como nada quería gratis, le ofreció al Rey construir un ingenio para llevar agua a la ciudad y fuentes desde el río. Al oírlo el Rey aceptó, por lo que el día veintitrés de julio comenzó la obra, que transcurridos ocho meses estuvo terminada, comenzado a subir el agua que en un primer momento surtía las fuentes y huertas en su camino hasta la casa del duque de Lerma.

Según nos cuentan el ingenio consistía en: « dos ruedas grandes y cuatro pequeñas con sus cadenas y cuatro tirinicas de bronce con cuatro baquetones de hierro y otras dos ruedas con poste de cañas » todo ello dentro de una torre que a su vez tenía una fuente y figuras de mármol con pinturas altas, bajas y mesa de jaspe costando el proyecto ochocientos treinta y seis mil cuatrocientos maravedíes. Pervivió hasta que don Carlos III lo donó a la Sociedad económica, a partir de ahí se fue desmoronando hasta desaparecer.

El día veinticuatro de mayo del año de 1605, zarpó de Lisboa al mando de ocho galeones y dos fragatas, con la misión de trasportar al Tercio del maestre de campo don Pedro Sarmiento, con dos mil cuatrocientos hombres todos ellos veteranos « viejos », con rumbo a Flandes.

Al encontrase en el Canal de la Mancha, le salió al encuentro una escuadra bátava, al mando del almirante Haurain (Hawtain), compuesta por ochenta buques. Al ver la desproporción de fuerzas, del puerto de Dunkerque zarparon otros cuatro galeones, pero aún así las fuerzas estaban muy desequilibradas, pero él otra vez no lo dudó.

Se fue con otra de sus naves de proa contra ellos, mientras el resto de su escuadra se retiraba, para proteger a la infantería que trasportaban, consiguió no solo frenar a los primeros dieciocho buques enemigos, sino que hundió a varios de ellos y otros quedaron desarbolados dando un tiempo precioso a los suyos, lo que permitió al resto arribar al puerto de Dover, que con su fortaleza y artillería los protegió e impidió que penetraran los holandeses, salvándose así todo el Tercio, pero a cambio Zubiaurre fue gravemente herido.

Fue llevado al hospital de heridos de la villa de Dobla, donde nada pudieron hacer los médicos por salvar su vida, falleciendo el día de San Esteban, dos de agosto del año de 1605.

Su muerte no puede ser más gloriosa y su heroísmo, no se puede ponerse en duda, fue quizás uno más de los muchos españoles, que permitieron a España alcanzar las grandes cotas de prestigio y al mismo tiempo de odio, de nuestros enemigos de siempre.

Pero al mismo tiempo, otro de los grandes olvidados por la Historia Naval Española.

Por orden suya ya que dictó testamento, se embalsamó su cuerpo el día seis de agosto, al terminar el trabajo fue metido en una caja de plomo que al efecto se había construido, pues sus deseos eran regresar a España, bien ser llevado a Bilbao y desde aquí a Bolívar, por yacer allí sus padres, o bien a su villa de Rentería donde le esperaban su mujer y sus tres hijas. Siendo conocedores de la noticia su esposa ordenó un funeral por su alma, que se celebró el día diecisiete de septiembre siguiente en la iglesia parroquial de la población de Rentería.

La familia se movió rápido y en el mismo año el almirante San Juan de Estala viajó a Dobla y cargó sus restos desembarcándolos en el puerto de Bilbao, desde donde se trasladaron a la iglesia parroquial de Rentería, siendo enterrado en la misma sepultura de sus suegros, en el centro de la nave del templo. Su embalsamamiento tuvo un coste de seiscientos noventa y tres reales, el traslado del cuerpo a su lugar de descanso eterno doscientos ducados, habiendo dejado a su confesor en Dobla trece mil setecientos treinta y seis reales, el enterramiento novecientos setenta y un reales, y por las misas por él encargadas, mil noventa reales.

Al parecer hay datos de estar enterrado en dos sitios, lo cual como es lógico es imposible, sabemos del primero donde seguramente grabaron su nombre en la lápida de sus suegros, pero posteriormente se sabe que su esposa doña María falleció en Irún, además en esta villa vivía su hija favorita doña Ana, que quizás allí se traslado la madre para estar con ella en los últimos años de su vida, por lo que no es de extrañar que los huesos de don Pedro fueran trasladados a Irún, ya que en la iglesia Parroquial se construyó un sepulcro de piedra más acorde con su hidalguía.

Lo malo es que el tiempo no perdona y la parte superior ha desaparecido, se sabe que era un gran escudo, primero se quedó la mitad y después se quitó o destruyó el resto; en la inferior hay tres mujeres vestidas con trajes de época, sobre las tres hay unos escudos, en la central una inscripción casi ilegible y a sus lados dos escudos de armas: el de la diestra tiene un arco y sobre él un árbol con dos lobos a los lados y seis banderas pendientes por orlas que salen fuera del escudo, tres a cada lado y el del lado siniestro, contiene tres corazones, un árbol y un torreón o castillo, que según dicen son los que corresponden a los apellidos de Zubiaur y Zurco. [1]

Lo bien cierto es que no se quedo en tierra extraña y se le trajo a la suya, porque en ella nació, por ella combatió y por ella murió, solo nos queda darle las gracias por esa vida de cuarenta años y su total entrega al servicio de España que más gloria no le pudo dar.

Notas

  1. Consultadas varias obras de heráldica, los actuales escudos pertenecientes a esos apellidos no son iguales a los descritos ni por casualidad, por ello no los acompañamos en este trabajo, pues desconocemos la exactitud de ellos. Quizás los tiempos lo cambian todo, aunque no nos demos cuenta.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 70, 1930, páginas 1468 y 1469.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

Ochoa Brun, Miquel Ángel.: Historia de la Diplomacia Española. Ministerio de Asuntos Exteriores. Madrid, 2002. 8 Tomos.

Olmedo Álvarez, Julio y Díaz Vallés, Joaquín.: Heráldica. Ediciones Libertarias. Madrid, 1998-2001. 6 Tomos.

Polentinos, Conde de.: Epistolario del General Zubiaur (1568-1605). Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1946.

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