Valparaíso bombardeo y consecuencias 31/III/1866

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1866 Bombardeo de Valparaíso y sus consecuencias

De nuevo la incansable Blanca con el bote a vapor de la Numancia, salen de la bahía de Arauco el 11 de marzo, con rumbo al puerto de Lota para verificar por recibirse un aviso y saber que en él estaban unos buques cargados con carbón, por otra parte muy necesario para la escuadra española, pues estaban muy lejos de sus bases y debían procurárselo para continuar la campaña, regresaron al puerto de partida dando remolque a dos brik-barcas, uno de nacionalidad prusiana y el otro italiano, entre los dos llevaban mil toneladas de carbón que los chilenos tenían de menos.

Al fondear en Valparaíso se encuentra fondeada una división naval norteamericana y otra británica, la primera al mando del comodoro Rodgers, compuesta por cuatro vapores y un monitor de dos torres y la otra al mando de lord Denman, con dos fragatas acorazadas y un vapor. Le llega a don Casto una carta del ministro de Estado señor Bermúdez de Castro, en ella entre otras cosas le dice: «…Confiando a Dios, a la virtud de nuestro derecho y al honor y bravura de nuestra Armada el triunfo de nuestra causa, en la firme inteligencia de que más vale sucumbir con gloria en mares enemigos que volver a España sin honra ni vergüenza.» Documento que llegó muy tarde, pues está fechado en Madrid el 26 de enero de 1866. Pero don Casto le contesta inmediatamente, estando su carta fechada el 24 de marzo seguido, en ella dice: «Si desgraciadamente no consiguiese una paz honrosa para España, cumpliré las órdenes de V. E., destruyendo la ciudad de Valparaíso, aunque sea necesario para ello combatir antes con las escuadras inglesa y americana, aquí reunidas, y la de Su Majestad se hundirá en estas aguas antes que volver a España deshonrada, cumpliendo así lo que Su Majestad, su Gobierno y el país desean; esto es; Primero honra sin barcos, que Marina sin honra.»

Tanto lord Denman como el comodoro Rodgers, hablan con don Casto ofreciéndose como mediadores, invitando al español a que haga un último intento, así que se puso a escribir: «1.ª Declaración de Chile de que no pretendió ofendernos, de que respeta nuestra dignidad y desea mantener con nosotros relaciones cordiales, devolviéndonos, en prueba de buena fe, la goleta Covadonga, apresada, con su bandera, cañones y tripulación, presa igualmente. 2.ª España declarará que no aspira a conquistas, que reconoce la independencia y autonomía de Chile, y devolverá, como demostración, los buques apresados por su escuadra. 3.ª Hechas ambas declaraciones, cambiarán los dos países un saludo de 21 cañonazos, que iniciaran Chile, y devolverá, tiro por tiro, uno de los buques de la escuadra. Si no se recibe del Gobierno chileno la nota a que se refiere la primera condición antes de las ocho de la mañana del día 27 del actual (marzo de 1866) daré un manifiesto al Cuerpo diplomático, en que señalaré un plazo fatal para el bombardeo de Valparaíso.»

Lo que casi nadie cuenta es que por estos días recibió una carta de su madre, en ella entre otras cosas le dice: «Cumple con tu deber, ya sabes que antes quiero verte muerto que cobarde, y tu madre quedará en este mundo para pedir a Dios por ti.» Durante la guerra de la Independencia se hizo famoso un casi cantar, diciendo: «La madre mata a su amor, / y cuando calmado está, / grita al hijo que se va: / ¡Pues que la Patria lo quiere, / lánzate al combate y muere, / tu madre te vengará…! »

En un claro ejemplo de prepotencia Rodgers visita a Méndez Núñez y le dice terminantemente que: «Él no puede permanecer impasible ante la destrucción de una ciudad indefensa, llena de extranjeros.» considerando que lord Denman será de su misma opinión. La digna y fulminante contestación al comodoro americano por parte del comandante general español, fue ésta: «Sensible me sería romper con naciones amigas…pero ninguna consideración en el mundo me impedirá cumplir con las órdenes de mi Gobierno. Éste me dice que preferiría ver hundida su Escuadra en el Pacífico a verla deshonrada en España y yo estoy resuelto a cumplir fielmente su pensamiento, sea cual sea la oposición que encuentre.» Ante ésta manifiesta determinación, Rodgers le expone: «Si nos encontramos frente a frente en este asunto, crea Ud. siempre en mi amistad y aprecio.» Mientras lord Denman le envía una nota diciéndole: «Para evitar el bombardeo, tendría que adoptar medidas, cuya extensión no podía precisar.» Recibiendo la respuesta de don Casto en estos términos: «Cualquiera que sea la actitud que tomen las fuerzas navales surtas en la bahía, por poderosas que sean, no bastarán a detenerme en el cumplimiento de mi deber.»

Pero como no, faltaba el toque perfecto del Gobierno chileno, quien escribe una propuesta que envía al comodoro Rodgers diciendo: «S. E. el Presidente de la República ha juzgado conveniente quitar a ese acto de guerra bárbara el más débil pretexto que pudiera servir para excusarlo. Con este fin me ha dado instrucciones para ordenar a V. S. lo siguiente: V. S, se dirigirá al jefe enemigo, D. Casto Méndez Núñez, proponiéndole un combate entre las fuerzas náuticas de que hoy disponen Chile y el Perú, y las que tiene el jefe español bajo su mando. Como estas últimas fuerzas son, por ahora, incomparablemente superiores a las primeras, tanto por el número de cañones como por el blindaje y demás ventajas de la fragata acorazada Numancia, esta nave no deberá tomar parte en el combate, y los elementos de agresión que se empleen en él deberán igualarse por una y otra parte. Con el objeto de que las nieblas y canales de Chiloé no sean parte a rehusar esta proposición, la refriega deberá tener lugar a 10 millas de distancia de este puerto, punto al que se trasladará sin demora la flota chileno-peruana. Por lo demás, los pormenores del combate serán reglados por el señor comodoro de la Estación naval de los Estados Unidos en estas aguas, que se presta bondadosamente a ser juez de la contienda. El resultado de este combate importará la terminación de la presente guerra. Si España desea sinceramente la paz, si el espíritu denodado y caballeresco de que blasona no son vanas palabras, mal podrá el Sr. Méndez Núñez negarse a admitir un duelo internacional, que consulta juntamente la lealtad de la guerra civilizada, los intereses de la paz y la humanidad, y que le evitará la perpetración del acto odioso de que se prepara a ser instrumento bombardeando a Valparaíso.»

Esto leído sin más, da la sensación que don Casto cometió algo así como un asesinato al bombardear Valparaíso por orden del Gobierno de España, pero hay que leerlo despacio y se verá que todo era una trampa, en la que don Casto estuvo a punto de caer, pues se negaba la asistencia al combate de la Numancia, entre otros falsos razonamientos, pero era por una sola razón, ya que Chile estaba a punto de recibir dos blindados los Huáscar e Independencia porque estos no eran enemigos para la Numancia, pero no estando ella la victoria chileno-peruana era segura, de ahí negar su asistencia al combate, puesto que los chilenos dispondrían de buques acorazados y España no.

De hecho era tan notable la trampa que el mismo lord Denman, le dirigió una nota a don Casto expresándose: «Señor brigadier: Esta carta justifica por sí sola el acto que va usted a llevar a cabo; usted se ha conducido de la manera más digna, y su generosidad ha sido muy mal correspondida por el Gobierno de este país.» El comandante general de la escuadra del Pacífico el 24 de marzo de 1866 comunica al Gobierno de Chile su decisión, no siendo otra que la ordenada por el ministro de Estado señor Bermúdez de Castro el 26 de enero pasado. El plazo otorgado se agota. Se remite el Manifiesto en el que se dice que los establecimientos diplomáticos sean vistos por su bandera desde la escuadra, así como señalar los restantes por su importancia como hospitales, iglesias y otros con banderas blancas, dándose un plazo de cuatro días para que la parte del pueblo que esté cercana a las zonas a bombardear, puedan abandonar la ciudad para evitar muertes que a nadie benefician. Éste fue el comportamiento de don Casto, ante una orden que consideraba fuera de toda regla del honor y de la guerra.

Se informa a la población y ésta abandona la ciudad en número de unos cuarenta mil, se arbolan banderas blancas en los hospitales, casas de asilo, iglesias y demás edificios que son respetados en semejantes circunstancias; en los primeros días del plazo se observó gran cantidad de movimiento a todas horas del día y de la noche; luego se supo que los habitantes, impidieron a los extranjeros pudieran retirar todos los efectos de comercio depositados en los almacenes del puerto, como venganza por no interponerse las fuerzas neutrales al bombardeo de la ciudad. Las dos divisiones británica y norteamericana incrementaron sus blindajes colocando las cadenas de las anclas de repuestos en sus costados y pintando éstos de negro, quitaron los tapabocas de los cañones quedando alistados, todo presagiaba un duelo total, por una parte contra las dos formaciones navales y por la otra intentar cumplir la orden del Gobierno. En medio de la violencia que lleva consigo un acto de esta naturaleza, es preciso confesar que no cabía mayor lenidad e indulgencia, y la historia no presenta seguramente otro ejemplo de bombardeo en que las miras humanitarias, hayan predominado a más alto punto en los jefes encargados de tan dolorosa misión.

Los buques del convoy, donde estaban los prisioneros chilenos, fueron conducidos al fondeadero de Viña del Mar, al Este de la bahía, bajo la custodia de la fragata Berenguela, donde fueron acompañados por los buques de las naciones neutrales, británicos y norteamericanos, quienes nada hicieron por impedir el bombardeo, sólo pintar sus buques y de negro, y enseñar sus dientes, pero se quitaron del campo de fuego para evitar que "algo" les cayera. Es casi seguro que lord Denman tuvo mucho que ver en esta forma de proceder. Fueron designadas para llevar a cabo el bombardeo las fragatas Villa de Madrid, Blanca y Resolución, más la goleta Vencedora, con la orden expresa de destruir los almacenes fiscales, los edificios de la Intendencia y la Bolsa, más la estación y material del camino de hierro; así todo el daño lo recibiría el Estado y no los ciudadanos en sus propiedades, mientras la Numancia se quedaría entre los buques y la mar para impedir cualquier intento de estorbar el bombardeo las escuadras enemigas, en el cual ordenó don Casto no utilizar granadas y sólo proyectiles redondos como eran los antiguos, para evitar que se produjeran incendios y que estos afectaran a propiedades privadas.

Amaneció el 31 de marzo, era sábado Santo, el plazo fatal espiraba, desde las seis de la mañana todos los buques estaban en movimiento, a las 08:00 la Numancia se aproximó al centro de la población y disparo dos salvas, anunciando como se había dicho que en el plazo de una hora comenzaría el bombardeo. Los buques encargados de realizarlo se fueron colocando en sus lugares predeterminados; Villa de Madrid y Blanca se aproximaron a los almacenes fiscales; la Resolución al ferrocarril y la Vencedora a la Intendencia y la Bolsa; a las ocho y media se tocó zafarrancho de combate y las banderas que se encontraban a media asta por la muerte del Redentor, se izaron al pico.

A las 09:00 se izó en la capitana la señal romper el fuego; el fuerte de San Antonio que se suponía debía defender la ciudad en tales circunstancias fue atacado sobre las nueve y doce minutos, silbó el primer proyectil disparado por la Blanca contra él pero no hubo contestación alguna, allí estaba el fuerte, ondeando la bandera tricolor de Chile pero los cañones obligados a afirmarla yacían desmontados, los hombres que debieron defenderla para cumplir la primera obligación para con su patria, no estaban; la estrella de la República luciendo en aquel pabellón abandonado, se debió eclipsar de vergüenza, por dejar de ser un símbolo de gloria.

El fuego se generalizó al momento en toda la línea de los buques españoles, se oía el ruido de los derrumbes de los edificios oficiales, levantando grande nubes de polvo, sólo quedaban amortiguados por los disparos de los proyectiles al explosionar la pólvora que los lanzaba, se alzaron algunas columnas de humo por existir en los almacenes productos inflamables, cuando ya casi todo se había conseguido la Villa de Madrid hizo un alarde de su habilidad, disparando por elevación contra la bandera chilena, todos sus proyectiles tangentearon el asta y roto por fin uno de los vientos, (que era mucho más fino que el asta) el peso de la bandera hizo que ésta se inclinarse, quedando el pabellón chileno y su estrella sobre el suelo de la fortaleza. Más tarde los buques intercambiaron sus posiciones, dirigiéndose la Resolución a los almacenes y la Blanca al ferrocarril, a las 11:55 horas izó la Numancia la señal de cesar el bombardeo.

La ciudad quedó sumida en la deserción, desde la bahía los buques se pusieron en movimiento con rumbo a Viña de Mar, en cuyo trayecto se cruzaron con los neutrales, los cuales en este acto fueron ejemplo de neutralidad. En el bombardeo sólo catorce proyectiles dieron en lugares no debidos, de ellos tres impactaron en la iglesia Matriz, dos en la de San Fernando, cuatro en un improvisado hospital y cinco en la iglesia de los P.P. Jesuitas, de los dos mil seiscientos disparados, ninguno ofendió en Consulado extranjero alguno, ni el asilo del Buen Pastor, ni el Arsenal, ni la plaza de abastos, ni el hospital inglés, ni en otro privado, ni en ningún otro excepto los nombrados de los muchos que tenía la ciudad, pero nada de esto se dijo, el bombardeo había causado muchos daños a los edificios oficiales, (evaluados después, se supo que en torno a los quince millones de pesos) si en cambio se corrió la voz de ser un ataque fuera de toda la lógica de la guerra (como si la guerra tuviera alguna), pero lo malo sí fue arrojado por todos contra don Casto.

El estado anímico de los hombres de armas no se ve complacido atacando a indefensas poblaciones; hay una carta del Mayor general de la Escuadra, don Miguel Lobo, a su esposa Elena, siendo muy reveladora, le dice: «2-4-66, Fragata Blindada Numancia, Valparaíso (…) Te aseguro que he pasado un rato desagradabilísimo por ser cosa en extremo bárbara y bien en contra de mis ideas (el bombardeo). Yo me alegraré no volver a presenciar semejante acto; y siento en el alma que los cañones hayan resonado para verificarlo. Méndez Núñez y todos han sufrido bastante en aquellos momentos (…) Era una vista terrible.»

He aquí a lo que dio lugar la obcecación de un Gobierno que con una palabra hubiera podido conjurar la tormenta, recordando se le pedían cinco millones de pesos y se negó a pagar, sufriendo con el bombardeo la pérdida de quince millones, sin mencionar el sufrimiento de su pueblo. ¡Sobre él recaiga toda la responsabilidad!

Bibliografía:

Alvargonzález, Ramón María.: Estudio biográfico del ilustre Marino gijonés Claudio Alvargonzález Sánchez (1816-1896). Separata facticia del Boletín del Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo, 1972.

Llabrés Bernal, Juan.: El contralmirante Lobo. Su vida. — Su obra. —Su biblioteca. Ministerio de Marina. Madrid, 1927.

Mendivil, Manuel de. Méndez Núñez o el honor. Madrid, 1930.

Novo Colson, Pedro de.: Historia de la Guerra de España en el Pacífico. Madrid, 1882.

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