Reggio y Brachiforte Saladino y Colonna, Miguel Biografia

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Biografía del Baylío Frey don Miguel Reggio y Brachiforte Saladino y Colonna

Teniente general de la Real Armada Española. Segundo Cabo General de la Armada de Galeras de España. Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro. Comendador y Prior de la Orden Militar de los Caballeros de San Juan de Jerusalén.

Gran Cruz de San Genaro, del Reino de Nápoles y Sicilia.

Vino al mundo en la ciudad de Palermo el día seis o siete de enero del año de 1682, hermano mayor de Andrés, siendo una de las primeras familias de Sicilia, su padre era hijo de los Príncipes de Aci, San Antonio, San Felipe y Campo Florido y su madre de los Príncipes de Carini, teniendo su padre la Grandeza de España, lo que ya no dejaba dudas del fácil acceso a la Real Armada Española.

Siendo de los últimos que por no haber escuelas o academia de náutica para oficiales de la Armada, hizo sus primeras letras en los mejores colegios de la isla, pasando posteriormente a ser cruzado caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén, pero al contrario que su hermano sí profeso en ella, por ello alcanzó el grado de Baylío, Gran Cruz de la Orden y por último Comendador de ella, razón por la que comenzó su carrera naval militar en las galeras de la Orden y con ellas estuvo varios años corriendo caravanas.

Al concluir la guerra de Secesión en España, don Felipe V quiso impulsar la Real Armada, sabiendo el gran comportamiento de esta familia por su influencia en la isla de Sicilia a favor de la Casa de Borbón, llamó a don Miguel para que se acercara a Palermo a tomar el mando de una de las dos galeras que había comprado para el reino de Sicilia el cardenal Aguaviva, llegó a la ciudad el día catorce de noviembre del año de 1718, tomando el mando de la llamada Milicia de Sicilia como su gobernador, siéndole asignado un sueldo de veinte mil doscientos cincuenta reales de vellón por año.

Por sus denodados esfuerzos con su galera en aguas de Sicilia, por Real Título del día siete de junio del año de 1720 se le otorgó el de jefe de escuadra de las galeras de España, pasando a Cartagena a tomar el mando de las dos que le correspondían.

A finales del año de 1720, se le llamó urgentemente para asistir a la defensa de la ciudad de Ceuta, que aprovechando la incertidumbre aún reinante en España los magrebíes intentaron tomarla; lo antes que le permitió el viento y las fuerzas de sus bogantes se presentó en Cádiz con su escuadra a su comandante en Jefe el marqués de Lede.

Aquí recibió la orden de efectuar un desembarco en la playa Benítez, con la intención de que al verse sorprendidos los sitiadores destinaran parte de sus tropas a evitarlo e impedir ser atacados por la espalda, en ese instante sería el momento en que las tropas de la ciudad saldrían a hacer frente al resto, así cogidos entre dos fuegos acabarían con la situación tan apurada y precaria que mantenían a la ciudad.

El día quince de noviembre del año de 1720, se llevó a efecto el desembarco y la salida de las tropas de Ceuta, lo que se tradujo en una victoria resonante, ya que los magrebíes huyeron en desbandada en dirección a Tánger y Tetuán, pero el mando español había previsto que se explotara el éxito, intentando tomar Tánger acción que se comenzó y era cosa casi fácil por lo desordenado de la huída, pero surgieron los británicos, que al ver la maniobra, no la aceptaron como viable para sus intereses y amenazaron con destruir a la flota española si se llevaba a término, así el general al mando ordenó que se paralizase la ofensiva.

Por esta razón a principios del año de 1721 regresó la escuadra a Cartagena. Desde aquí se hacía a la mar en cruceros de protección del tráfico marítimo, en una de sus salidas ya entrado el año de 1722, con sus dos galeras llamadas San Genaro y Soledad navegó hasta aguas de la Ciudad Condal, en las que se divisó a una saetía de la Regencia de Túnez, la cual fue perseguida y capturada, entrando en el mismo puerto el día cinco de octubre, con el buque por nombre Colorada y setenta y siete moriscos prisioneros.

En otro de sus cruceros, pero esta vez al mando de la Capitana, Patrona, Soledad y Santa Teresa, sobre aguas del cabo de Gata en las proximidades de la ciudad de Alicante volvió a encontrase con un navío de la misma Regencia, para que el enemigo no pudiera hablar de superioridad numérica de buques, él sólo con la Santa Teresa le atacó, abordó y apresó, capturando a noventa y seis moriscos, que entregó como prisioneros en el puerto de Cartagena.

Por el fallecimiento del Papa Inocencio III, se le confió la comisión por Real Orden del día veintisiete de marzo del año de 1724, de trasladar a Civitta-Vechia a los cardenales Borja y Belluga, para que pudieran acudir a Roma al entierro del Pontífice, haciendo el viaje con las galeras Soledad y San Genero. Lo peor de esta orden, es que él se encontraba en Madrid, por lo que tuvo que viajar en postas hasta Alicante, para hacerlo más rápido tuvo que enjugar al cochero y así pudo llegar antes, pero teniendo que dormir en la misma diligencia para que ésta mientras tanto hiciera camino.

Transportó sin problemas de mención a los dos cardenales, haciendo el viaje de vuelta solo con prelado Belluga, a quien desembarcó en Alicante y de aquí puso rumbo a Cartagena donde lanzó las anclas el día dieciocho de agosto. Nada más arribar se le entregó de nuevo el mando de otras dos galeras, la Capitana y Patrona, para realizar la comisión de transportar tropas a la Ciudad Condal y Málaga.

Por tanto tiempo casi sin tocar tierra enfermó, lo que le obligó a pedir licencia al Rey y ya en el año de 1725 se le otorgó por cuatro meses, pero no se encontraba todavía restablecido al concluir el tiempo, por lo que tuvo que elevar a S. M. un relief, siéndole prolongado hasta el día quince de septiembre, pero encontrándose mejor se presentó en Cartagena el día cuatro de septiembre, con cuatro galeras y a su bordo el Capitán General de las Galeras de España, el conde de Fernán Núñez, quien desembarcó y aprovisionadas las naves, se hizo a la mar a cumplir con su trabajo de protección del tráfico marítimo en aguas del Mediterráneo.

Estando de descanso de las dotaciones, se presentó una urgencia que no era otra que dar escolta a un pingüe cargado con ochocientos quintales de pólvora, para ello a finales del mes de abril del año de 1726 levó anclas con las galeras Soledad y San José en misión de escolta y protección hasta dejarlo en su destino, que lo era el puerto de Málaga donde arribó sin mayores contrariedades.

Por orden superior se quedó en éste puerto, ya que el día siete de mayo siguiente sus galeras fueron cargadas con tropas del regimiento Barcelona para ser transportadas al puerto de Melilla, pero al estar un par de días de navegación se levantó un fuerte temporal de Levante, que le impidió arribar a la ciudad africana, resolviendo regresar al puerto de partida, en el cual fondeo seis días después de su salida.

Al calmar el temporal volvió a hacerse a la mar y esta vez sí pudo cumplir la orden, regresando de nuevo al mismo puerto, donde se le incorporaron otras dos galeras con la orden de navegar hasta la bahía de Cádiz, al arribar abordaron las galeras y unos buques de transporte, el regimiento de infantería de África al completo, cumpliendo las galeras la doble misión de carga y guarda de los mercantes, siendo desembarcado también en la ciudad melillense, al terminar el desembarco se hizo de nuevo a la mar y arribó al puerto de Málaga en el mes de agosto siguiente, pero ya tenían preparado otro viaje y de nuevo cargado con tropas, regresó a Melilla y los diferentes presidios de la costa norteafricana, quedando todos reforzados con nuevas tropas, arribando de nuevo al puerto de partida el día trece siguiente.

Al dar comienzo el sitio de Gibraltar, se le dio el mando de seis galeras permaneciendo en la bahía de Cádiz, realizando cruceros en aguas del Estrecho el tiempo que duró el intento de retornarlo a la corona de España, éste tuvo lugar entre los meses de enero y junio del año de 1727.

Posteriormente regresó a su base en el puerto de Cartagena, donde comenzó con sus cruceros de guardacostas, por ello en uno de ellos al mando de las galeras Patrona, San José y San Felipe, ya en el año de 1728 sobre las aguas del cabo de Gata, en la zona de los Corraletes siendo el día trece de junio se divisó a una goleta de la Regencia de Túnez, la cual fue apresada y marinada hasta el puerto de Cartagena, donde nos dan un dato que pocas veces sale en las biografías, ya que fueron capturados treinta y ocho tunecinos, pero curiosamente ellos fueron valorados en mil doscientos ducados, mientras que el buque en tan solo ochenta.

Encontrándose en descanso de dotaciones en su base de Cartagena, recibió un Real Título con fecha del día treinta de mayo, por el cual el Rey le nombraba teniente general y Segundo Cabo General de las galeras, y por agradecimiento personal del Monarca, se le concedió el sueldo de cuatrocientos treinta y siete y medio escudos, cuando el sueldo en realidad estaba fijado en trescientos cincuenta.

Ya en el año de 1729 se le comisionó de nuevo para transportar a Mallorca el regimiento de infantería de Francia, por lo que levó anclas toda la escuadra de galeras compuesta por siete, con rumbo a Almería donde se embarcó a las tropas del ejército, cruzando hasta la isla sin mayor novedad y desembarcando a la unidad militar.

Zarpó de Mallorca por orden con rumbo al puente de Suazo en la ciudad de Cádiz, donde embarcó la Familia Real el día ocho de marzo, siendo transportada por el río Guadalquivir a la ciudad de Sevilla, donde desembarcó la Familia Real y visitó la ciudad, permaneciendo la escuadra de galeras en su puerto, hasta que el día cuatro de junio embarcaron de nuevo y fueron transportados a Sanlúcar de Barrameda. Al terminar el viaje se incorporó a la comitiva Real, llegando con ella hasta la Villa y Corte, donde se le entregó una Real Orden con fecha del día veintiocho de marzo del año de 1730, por la que debía pasar a Cartagena a preparar la escuadra completa, para dirigirse después al puerto de Barcelona.

Pero permaneció poco tiempo, pues recibió una Real Orden del día uno de mayo del año de 1731, por la que se le ordenaba unirse, a las órdenes en la escuadra del marqués de Mary, pero permaneció en el puerto a la espera de la escuadra británica, que al mando del almirante Bagner debía arribar para unírsele con dieciséis navíos, al hacerlo zarparon de la Ciudad Condal el día diecisiete de octubre, con rumbo a Liorna donde desembarcaron a las tropas el día veintisiete siguiente, éstas avanzaron sobre los ducados de Parma y Toscana que fueron tomados. La escuadra de don Miguel estaba formada por las siete galeras de España, más cuarenta y ocho transportes, en los que iban siete mil quinientos hombres, encuadrados en cinco regimientos de Infantería y uno de Caballería.

Mientras transcurrían los combates en tierra don Miguel Reggio se hizo a la mar con seis de sus galeras más cuatro del ducado de Toscana, para arribar a Antives en el mes de diciembre siguiente, donde embarcó don Carlos VII (después Carlos III de España) en la galera Capitana del mando directo de don Miguel, zarpando el día dieciséis con rumbo a Liorna, pero fue tan rápida la navegación que arribaron al día siguiente, eso a pesar de encontrase con un duro temporal del N. que obligó a cada capitán a maniobrar a su entender, lo que se tradujo en la dispersión de todas ellas pero se evitó que ninguna se perdiera, poco a poco fueron incorporándose todas ellas, al quedar reunidas y la zona ya conquistada regresó con sus siete galeras a Cartagena.

En su viaje de regreso a la Península no perdió el tiempo, pues encontrándose en aguas del cabo de Creux siendo el día dieciséis de abril del año de 1732, se divisó a una saetía de la Regencia de Argel del porte de dieciséis cañones y doce pedreros, de nuevo él solo con la galera Capitana se enfrentó al buque corsario, al que se le enfiló por su popa y batió, por lo que le partió el timón quedándose sin gobierno, a fuerza de remo terminó por ponerse a su costado y saltó la gente al abordaje, siendo tomado el bajel capturando ochenta y tres tunecinos, que fueron dejados en su base de Cartagena.

Recibió la orden don Miguel Reggio de zarpar de su base, para incorporarse en Sicilia a las órdenes del general de mar don Francisco Cornejo, el cual arbolaba su insignia en el navío San Felipe, que junto a otros cuatro dieron escolta a un convoy de treinta y cuatro buques mercantes, zarpando el día doce de mayo del año de 1732 de la bahía de Cádiz, con rumbo al puerto de Alicante puerto designado para la reunión de la expedición, los malos tiempos y sobre todo los vientos contrarios retrasaron la arribada, consiguiendo lanzar las anclas el día dieciocho.

Permaneció a la espera de que fueran acudiendo buques, tanto los de guerra como los mercantes que en su mayoría eran fletados para la ocasión, tardando en completarla veintinueve días, quedando formada por doce navíos, dos bombardas, siete galeras de España al mando de su Segundo Cabo don Miguel Reggio, dos galeotas de Ibiza y cuatro bergantines guardacostas de Valencia, siendo el segundo en el mando el general don Blas de Lezo que enarbolaba su insignia en el navío Santiago. El ejército estaba compuesto por veintiséis mil hombres, que fueron embarcados en quinientos treinta y cinco buques. Quizás la mayor concentración naval del siglo XVIII.

Durante su estancia en la ciudad, al ir llegando los buques y el jefe del ejército el duque de Montemar, eligió a tres capitanes de navío los señores don Francisco Liaño, don Juan José Navarro y el conde de Bena Masserano, para entre todos tomar las decisiones de lo necesario a cargar en los mercantes y por informaciones de bajeles, el mejor lugar para llevar a buen término el desembarco, planificando cuidadosamente éste y los lugares de encuentro de cada unidad, para una vez todos en tierra formar las pertinentes columnas, sabiendo por donde debían desplazarse para alcanzar los objetivos, con todo tipo de previsiones y formas para adoptar con conocimiento tanto para la artillería como la caballería y la infantería, así se evitarían sorpresas. Con todo esto se puede decir, que quizás fue el inventor del Estado Mayor que ha pervivido hasta hoy al menos en España.

El día quince de junio comenzó a zarpar la escuadra desde el puerto de Alicante, ya en la mar se encontraron con diferentes problemas, los malos tiempos que producían retrasos y a ello se sumaba, las diversidad de buques fletados en diferentes países que cada uno tenía un andar distinto, aparte de ceñir mejor ó peor los vientos lo que en algunos momentos preocupó y no poco, por ocasionar una gran dispersión de ellos por toda la mar, lo que obligaba a los que tenían la responsabilidad de guardarlos, tener que navegar incluso de vuelta encontrada para hacerlos regresar al convoy.

A pesar de ello, no se perdió ninguno de los buques, gracias a las normas establecidas y dadas a conocer con sus prioridades a los buques de escolta, así arribaron y lanzaron las anclas en las Aguadas en la costa de Orán el día veintitrés.

Los enemigos al ver aquel bosque de árboles y sus velas se dispusieron a proteger su capital, ya que Cornejo había dado la orden de pasar la noche a bordo para desembarcar al día siguiente y de paso que descansaran los soldados y marineros al menos unas horas.

Al amanecer del día veinticuatro y siempre siguiendo las normas, las fragatas por tener menor calado se aproximaron a tierra y comenzaron a batir la artillería enemiga, esto produjo un gran intercambio de disparos, que tuvo la consecuencia por falta de viento que se fuera concentrando la consabida humareda que entorpecía mucho la visión, lo que a su vez consiguió que su persistencia facilitara el trasbordo de las tropas a los botes, a esperar la orden de remar para dirigirse a la playa escogida, donde a su vez los navíos desde algo más lejos comenzaron el fuego aumentando así la oscuridad producida por los disparos y protegiendo a los que iban a desembarcar.

Se había previsto, que todos los botes alcanzarán la playa más o menos al mismo tiempo, por esta razón fueron formando detrás de las fragatas y cuando todos estaban preparados se dio la orden de arrumbar a la playa, la sorpresa del enemigo fue rayana en la incredulidad, ya que de pronto comenzaron a aparecer cientos de botes que se les venían encima, en uno de ellos iba Arriaga al mando; mientras seguía el fuego de toda la escuadra en protección de los pequeños botes y como complemento a ello, aparecieron las galeras al mando de don Miguel Reggio que llevaban a remolque a los botes más grandes y pesados por ir en ellos las piezas de artillería, al mismo tiempo que ellas abrían fuego terminando de abrir las brechas en el dispositivo de defensa de los enemigos y sobre todo, ellas cargadas al máximo de su capacidad de hombres, que a su vez también iban disparando, consiguiendo embarrancar en la playa saltando los infantes.

La operación fue tan rápida y con tanta sorpresa, que en muy pocas horas estaban en la playa veinte mil hombres, más de la mitad de la caballería y varias baterías de artillería, consiguiendo ya formar un frente muy bien preparado para afrontar cualquier contraataque.

Los enemigos reaccionaron e intentaron tirarlos al mar, pero la fortaleza de la cantidad ya lo hacía impensable, aparte de que las galeras ya descargadas a fuerza de remo volvieron a la mar y desde allí maniobraban protegiendo con sus fuegos a los desembarcados embarazando a los enemigos, a lo que hay que añadir, que por orden de Cornejo el navío Castilla del mando de don Juan José Navarro, se había colocado en una posición muy segura, que le permitía cubrir con sus fuegos lo que no podían cubrir las galeras, frustrando en todo momento los intentos de contraataque de los enemigos.

Al obligar a retirarse al enemigo al interior, los siguientes días se dedicaron a fortalecer a los desembarcados, primero terminando de hacerlo con todos y después proveyéndolos de agua, municiones y víveres para varios días.

Hubo varias escaramuzas por parte de los enemigos, pero siempre recibían mucho fuego y se retiraban maltrechos, hasta llegar el día uno de julio en que ya habían sido reforzados por más hombres y caballos formando un buen ejército decidiendo atacar a viva fuerza a los españoles, pero los desembarcados ya había construido estacadas de madera con la artillería bien dispuesta y protegida, lo que unido al fuego de los buques les causó un gran descalabro y viendo que nada podía oponer a aquel formidable dispositivo, decidieron abandonar a su suerte toda la zona huyendo al interior, la guarnición de la ciudad de Orán al ver el abandono en que quedaban siguieron su ejemplo, siendo tomada la plaza sin resistencia.

La única posición que no abandonaron fue la de Mazalquivir, por ello el día tres se propuso el mando conquistar esta fortaleza, para lo que se destacó a los buques que la bombardearon, pero fue tanto el estrago que realizaron que al final se decidió dejar solo a dos navíos al mando del conde de Bena Masserano casi atracados a la misma, la corta distancia causaba graves daños y de hecho los muros ya casi no soportaban más el peso del fuego, esto les convenció de que la defensa era inútil y enarbolaron bandera blanca, momento en el que fuerzas del ejército entraron y la tomaron.

Se verificó el estado de las fortalezas y Cornejo ordenó reponerlas para su mejor defensa, aparte de desembarcar artillería de sus buques para reforzar la disponible por el ejército, dejando una buena guarnición de seguridad.

Finalizados los trabajos, dio orden de embarque al resto, que se realizó rápidamente zarpando el día uno de agosto con rumbo a la Península, para cumplir la orden recibida de distribuir a los efectivos embarcados, por ello arribó primero a Málaga donde dejó a parte de las tropas, en el rumbo entraron las seis galeras de don Miguel Reggio en el Arsenal de Cartagena, zarpando de nuevo el resto de la escuadra y arribando a Alicante, donde se realizó la misma operación y por último zarpó con rumbo a la Ciudad Condal, donde ya desembarcó al resto; cumplida la Real Orden zarpó de esta ciudad con rumbo a la bahía de Cádiz arribando el día dos de septiembre el general Cornejo.

El día cuatro de diciembre del año de 1733 zarpó de la Ciudad Condal una escuadra al mando del conde de Clavijo, formada por dieciséis buques de guerra y varios mercantes cargados con siete mil hombres. En esta expedición iban de subordinados don Andrés Reggio ya con el grado de jefe de escuadra, don Juan José Navarro y como subalterno don Jorge Juan, y como segundo del ejército, el marqués de Santa Cruz de Marcenado. A su vez hay una apreciación a resaltar, ya que esta escuadra en principio estaba al mando de teniente general don Antonio Serrano, pero en el intervalo de su preparación le sobrevino el óbito de muerte natural encontrándose en la ciudad de Alicante el día dieciséis de octubre, pero ya había hecho una previsión que dice: « Si se ofreciese combate de noche, donde sólo obra el valor y lo muestran los que lo tienen, si hay muchos de éstos, pocas luces; si pocos, muchas » Las acciones estaban costando vidas y se avanzaba poco, ello decidió al Rey don Felipe V a enviar refuerzos que acabaran con el problema.

Se le ordenó a don Miguel Reggio que acudiera con sus galeras a la Ciudad Condal, a ellas se incorporaron otros cinco navíos y un alto número de mercantes, pues el ejército al mando del conde de Montemar estaba formado por veinte mil hombres, zarpando el día seis de febrero del año de 1734, para unirse en principio al ejército de Nápoles, con este refuerzo la conquista fue mucho más rápida.

Al quedar el territorio peninsular pacificado, se volvió a embarcar a la tropas, quedando al mando de la escuadra don Miguel Reggio, compuesta por sus siete galeras, cinco navío, tres fragatas y dos bombardas, más los doscientos veinticinco mercantes con los veinte mil hombres, como reserva de esta expedición se añadieron los dos navíos al mando de don Gabriel Pérez de Alderete.

Cruzaron a la isla de Sicilia y el día veintinueve de agosto de 1735 en la cala de Solanto, en las cercanías de la ciudad de Palermo, se realizó el desembarco sin oposición lo que permitió formar rápidamente el ejército en tierra, el primer punto a tomar fue Messina que no ofreció mucha resistencia, sobre todo por haber transportado parte de la artillería de sitio utilizada por el conde de Clavijo en Génova, la cual efectuaba verdaderos estragos en las murallas y ante esto resistir era un simple suicidio, posteriormente pasaron a tomar Trapani y por último Siracusa, en estas dos últimas, como en la primera las tropas alemanas cedieron muy rápidamente.

A pesar de estar ya todo tranquilo, don Miguel Reggio permaneció en estas aguas dando guarda a sus costas, ya que las rapiña de la regencias norteafricanas no cesaba, lo que convenció al nuevo Monarca que era vital tener una armada propia para defender sus aguas, por lo que en principio se mantuvo hasta el mes de abril del año de 1737.

Al poco de llegar a España don Miguel Reggio, el Rey don Felipe V recibió una petición de su hijo el Rey don Carlos VII de Nápoles y Sicilia, siendo respondido por su padre con el siguiente texto:

« Habiendo manifestado el Rey de las dos Sicilias por medio del Conde de Santisteban, deseaba que se quedase D. Miguel Reggio en su Real servicio, en calidad de General de las galeras y Comandante general de todas las fuerzas marítimas de S. M. S. y solicitado al mismo tiempo que S. M. le permitiese nombrar en calidad de tal General y Comandante al espresado D. Miguel Reggio, mandando á este que pasase á servir á S. M. S., se ha dignado S. M., en vista de esto conceder á D. Miguel Reggio el permiso de que pueda pasar á servir al Rey de las dos Sicilias.

Y lo participo á V. para que se anote en la Contaduria de galeras. — Dios guarde á V. muchos años, Madrid 25 de junio de 1737. —El Marques de Torrenueva. — Sr. D. Andrés Gimenez Carrera »

Por esta Real Orden causó baja en la escuadra de Galeras de España con la misma fecha de la Orden, pasando a servir al Rey de las dos Sicilias, quién le otorgó el máximo cargo y título de Capitán General de la escuadra de este reino, que en estos momentos estaba bajo el reinado de Carlos VII de Nápoles y Sicilia, posterior Carlos III de España.

Fue el creador de la Armada de este reino, comprando unos vasos al Pontífice siendo rearmados y aparejados en Nápoles, a estos se incorporó en el año de 1735 una galera Real, en el año de 1736 ya se existían cuatro galeras, y este mismo año se encargaron otras cuatro. Entre los años de 1750 a 1752, se compró una fragata a España, la cual fue copiada y se construyeron dos más en el Arsenal de Nápoles.

Se preocupó mucho de ampliar el puerto de Nápoles, hasta conseguir ponerlo casi a la cabeza de todo el Mediterráneo, con diques donde en vez de fondear se atracaba los bajeles, para ello se dragó todo él para que pudieran entrar buques de mayor calado. Fue nombrado por el Rey, como virrey, o su segundo en el mando del reino y al salir de Nápoles don Carlos para ser proclamado Rey de España como Carlos III, se quedó en el reino como ayo y virrey del futuro Fernando IV, ya que solo contaba con ocho años, permaneciendo en su puesto hasta la mayoría de edad del nuevo Rey.

Don Miguel Reggio falleció en la ciudad de Nápoles a los noventa años, corriendo el mes de febrero del año 1772.

Su sepulcro, está en la iglesia de San Juan a la Mar en la ciudad de Nápoles, iglesia de la orden de San Juan de Jerusalén, en la que don Miguel Reggio fue Prior.

En la lápida que preserva sus restos mortales, hay una inscripción en lengua latina, que traducida al español, más o menos dice:

 Fotografía de la lápida.
Lápida, Iglesia de San Juan de la Mar, Nápoles.

« Lo que fue mortal de Miguel Reggio, aquí es sepultado El cual, nacido de príncipes de Campoflorido, consagró su adolescencia según las reglas de la religión jerosolimitana y la parte de su vida que restaba a los tiempos de Felipe V Rey de España, del hijo Carlos y del nieto Fernando IV, Reyes de las dos Sicilias, por los cuales consiguió todos los testimonios de honor y de reconocimiento, el supremo mando de la marina, el escaño del Toisón de Oro en el más santo consejo, y las enseñas reales de S. Jenaro. A la providencia y eficacia del cual (Miguel Reggio) la ciudad de Nápoles debe la nueva vía Marina y un puerto más extenso y protegido. A pesar que en el año 1744, una funesta pestilencia había alcanzado las poblaciones del Reino en las ciudades de Messina y Reggio y que una gran fuerza enemiga había invadido el territorio de los Abruzos, de modo que el Rey Carlos fue obligado a salir directamente a campaña con el ejército, Miguel Reggio, su vice, dirigió con feliz éxito las poblaciones del Reino, por todos lados perturbadas. A pesar de las enormes dificultades de aquellos tiempos, nada fue de él más adelante por virtud y sabiduría. Se mostró a los ánimos de los Napolitanos como muy raro e imperecedero ejemplo. Vivió 90 años 1 mes y 7 días Fue sepultado el día XV de las calendas de febrero 1772 »

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa-Calpe. Tomo 50. 1923, pág. 156.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2008.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

Reggio d’Aci, Franco. Descendiente de la familia. Sin su eficaz ayuda no hubiera sido posible detallar tanto.

Rodríguez de Campomanes, Pedro. Conde de Campomanes.: Itinerario de las carreras de postas. Facsímil de la edición príncipe de 1761. Ministerio de Fomento. Madrid, 2002.

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