Martinez de Leyva, Alonso Biografia

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Fue nombrado por don Felipe II, el segundo jefe de la escuadra en caso de que algo le pasara al duque de Medina Sidonia, a su vez era uno de jefes más popular y apreciado, de la Gran Armada contra Inglaterra o Empresa de Inglaterra (como la denomina en sus documentos el rey Felipe II), del año de 1588, con el propósito de llevar a cabo la invasión de éste reino no católico.
Fue nombrado por don Felipe II, el segundo jefe de la escuadra en caso de que algo le pasara al duque de Medina Sidonia, a su vez era uno de jefes más popular y apreciado, de la Gran Armada contra Inglaterra o Empresa de Inglaterra (como la denomina en sus documentos el rey Felipe II), del año de 1588, con el propósito de llevar a cabo la invasión de éste reino no católico.

Revisión de 15:52 19 jul 2011

Biografía de don Alonso Martínez de Leyva
Capitán de Mar y Tierra español del siglo XVI.
Capitán General de la caballería de Milán.
AlMtezLey1.jpg

Fue nombrado por don Felipe II, el segundo jefe de la escuadra en caso de que algo le pasara al duque de Medina Sidonia, a su vez era uno de jefes más popular y apreciado, de la Gran Armada contra Inglaterra o Empresa de Inglaterra (como la denomina en sus documentos el rey Felipe II), del año de 1588, con el propósito de llevar a cabo la invasión de éste reino no católico.

En la escuadra que formó la expedición, Leyva iba al mando de la nao Rata Encoronada, que formaba parte de la división de vanguardia, correspondiente a la escuadra de Levante, buques muy poco marineros para los mares del Norte, desplazaba 820 toneladas, armada con 25 cañones y cuatrocientos diecinueve hombres a su bordo, contando a los miembros de la dotación y los infantes.

Fue muy distinguido en los combates, en uno de ellos estuvo a punto de poder abordar a una de las capitanas inglesas, pero en el enfrentamiento fue herido en una pierna.

Al terminar los combates y los vientos del Sur les obligaron a bordear la costa de Escocia, cuando ya comenzaron a poder virar en dirección a España, a la altura de las costas de Irlanda, se apoyó en los conocimientos prácticos de Fitzgerald, quién con su ayuda lograron salvar a la Santa Ana, que estaba a punto de irse a pique, para con ella a remolque entrar en el primer puerto o ensenada que se pudiera, que no fue otro que el de Blasksod, pero el buque se encontraba en muy mal estado y con tan sólo un ancla a bordo, para más desgracia al intentar fondear el cable de ésta se zapó, obligándole a lanzar un calabrote, que fue fijado a las rocas, pero el continuo movimiento transcurrido un tiempo también faltó, lo que hizo inevitable que la nao se fuera contra la playa, en la que varo.

Ante esta situación de inminente vuelco, ordenó a sus hombres que abandonaran el buque, logrando hacerse con un pequeño castillo, al que puso en estado de defensa, con algunos cañones que se habían desembarcado.

A muy poca distancia de ellos, permanecía en la misma situación, pero en bastante mejor estado, la urca flamenca Duquesa Santana, de 900 toneladas, 23 cañones y doscientos treinta hombres, correspondiente a la escuadra de Andalucía, ordenando se intentara ponerla a la banda, para ser reparada y con ella hacerse a la mar.

Una vez reparadas las averías del casco, se romanearon los pesos y la urca recuperó su posición normal, pero al estar mermado de facultades, por la pérdida de sangre de la herida en la pierna, tuvo que ser trasladado en una silla a bordo, desde donde lo revisaba todo.

Fue reparado el timón, se repararon algunas juntas y colocado un aparejo de fortuna, suficiente para retornar a España, por lo que revisada la galeaza, se hicieron a la mar, tuvieron que sortear los peligrosos pasos de Rossan Point y Foyle Lough.

Pero una vez ya superados, el viento roló, (el dios Eolo no quería que se tocase a la divina Albión) encima se les volvió a inutilizar el timón por un fuerte golpe de mar, lo que provocó la pérdida de control del buque.

Por efecto del viento y de la marea fueron arrastrados, hasta Lougt Erris una zona rocosa donde embarrancaron, siendo destrozado el casco de la urca Duquesa Santana casi hecho astillas.

De éste infortunado desenlace fueron victimas, prácticamente todos los que a bordo iban, pues de mil quinientos, sólo se salvaron nueve hombres, triste final para tan aguerridos y sacrificados hombres.

El duque de Medina Sidonia escribió a don Felipe II a su regreso dando un informe de todo lo ocurrido y con referencia a las buques de la escuadra de Levante una vez leído el mismo Rey dice: « Bien veo que, como decís, las naves levantiscas son menos sueltas y más tormentosas para estos mares que las que se hacen por acá »

La descripción que tenemos de don Alonso dice así: « Era alto, delgado, con cabello largo; hablaba bien y en tono moderado; todos le respetaban, según declaración de uno de los que se salvaron »

Para intentar destruir el mito de la gran derrota española por las armas de los ingleses, aportamos datos recientes que aclaran mucho la verdadera situación de las pérdidas: La escuadra que zarpó de Lisboa estaba compuesta por 127 buques, al arribar a Ferrol y zarpar de nuevo, quedaron en él las cuatro galeras y una nao de la escuadra de Vizcaya; por accidentes entre los mismo buques se perdieron tres; perdidos en combate, cuatro; por temporales, veintiocho, regresando a la Península en diferentes puertos noventa y dos, bien es cierto que los que se perdieron eran de los más grandes, lo que significó la pérdida del 39'20 % del tonelaje, regresando el restante 60'80 % a España.

Para lo que cuentan otros, hay una gran diferencia, ya que realmente en combate solo se perdieron cuatro. No sabemos donde se encuentra la gran victoria inglesa. Añadiendo, que desde el principio fue una operación que ra casi imposible que saliera bien, sobre todo que los Tercios de Alejandro Farnesio pudieran cruzar el canal, ya que iban en buques planos y tenían que ser remolcados, lo que impedía lanzar cabos a ellos desde los grandes galeones y buques, por no tener acceso dada la falta de profundidad o demasiado calado de los buques de guerra, por esta razón Farnesio nunca movió un dedo para conseguir el salto a la isla, puesto que no quiso en ningún momento arriesgar el gran valor que tenían esos Tercios. Además de que las comunicaciones siempre llegaban con días de retraso, lo que ya convertía la operación en casi imposible. Fue sencillamente una gran demostración de poder, que en definitiva no sirvió para nada.

Bibliografía:

Casado Soto, José Luis.: Barcos españoles del siglo XVI y la Gran Armada de 1588. Editorial San Martín, 1988. Premio Virgen del Carmen 1988.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. sin iniciales de identificación del autor.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

González-Arnao Conde-Luque, Mariano.: Los náufragos de la Armada Invencible. Anjana Ediciones, S.A. 1988.

VV. AA.: La Armada Invencible. Círculo de Amigos de la Historia. Madrid, 1976.

VV. AA.: La Batalla del mar Océano. Ediciones Turner, 1988-1993, 4 tomos 5 volúmenes.

VV. AA.: La verdadera Historia de la Invencible. Extra de Historia 16. Agosto, 1988.

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