Fernandez de Navarrete y Ayala, Pedro Biografia

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Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.
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Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
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Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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Biografía de don Pedro Fernández de Navarrete y Ayala



Almirante general de la Armada del Mar Océano.
Caballero de la Orden de Santiago.
Comendador de Torres y Cañamares.
Gobernador de todas las Armas de la provincia de Guipúzcoa.

Orígenes

Nació en la población de Navarrete, provincia de Logroño, a lo largo del año de 1647, siendo sus padres, don Martín Fernández de Navarrete y de su esposa, doña Catalina de Ayala.

Hoja de Servicios

Realizó sus primeros estudios en la universidad de Valladolid, permaneciendo en ella hasta cumplir los veinte años de edad, unos meses después se le otorgó el grado de capitán de una compañía directamente por todos sus conocimientos, alistándose en la isla de Mallorca donde se estaban formando nuevas unidades en el año de 1667.

Siendo incorporada su unidad al Tercio del conde de Moncloa, con el que comenzó su vida militar realizando algunas campañas marítimas, pasando posteriormente a un Tercio de la Armada, siendo el de don Francisco Roco y Castilla, donde siguió prestando sus servicios, pasando su unidad al Tercio del príncipe de Montesarchio, con el que formó parte de las unidades que en Gibraltar se reunieron para pasar al socorro de Ceuta en 1672, a continuación tomó parte en las conquistas de las fortalezas de San Agustín y San Carlos del peñón de Alhucemas, al terminar aquí navegó a las aguas de la isla de Sicilia participando en el combate contra una escuadra francesa, frente al cabo de Rosocolmo, evitando con su acción la llegada de auxilios a la población de Messina.

En 1675 siendo capitán de Caballos Corazas, se le ordenó embarcar en la armada, pasando de nuevo al mando del príncipe de Montesarchio, con la que estuvo cruzando sobre las costas de la isla de Sicilia, estando en ello, sobrevino un fuerte temporal, en el que se impuso su serenidad y acierto en todas las acertadas disposiciones, que lógicamente no pasaron desapercibidas y pasó a ser muy distinguido por ello, pues no fue cosa de un instante, ya que solo se salvó el buque en el que él iba embarcado, yéndose a pique el resto que fueron siete.

Al pasar el temporal viendo el estado del buque dos naves francesas lo atacaron, con la intención de apresarlo, pero se puso al frente de la artillería y fue tal el fuego que se hacía contra los enemigos, que tuvieron que retirarse y no muy bien parados.

Estando de nuevo embarcado al mando de la batería de estribor del alcázar del buque en el que iba embarcado, mantuvo un duro combate contra fuerzas navales francesas, en el golfo de Catania, fue de tal velocidad y certero el fuego que hizo su banda que los franceses la abandonaron para buscar mejor lugar donde poder hacer algo, por ello y de nuevo fue felicitado por el mando.

Al regresar a España se le ascendió al grado de maestre de campo, dirigiendo algunos combates contra los franceses, en la zona del pirineo occidental, donde se pugnaba contra el Rey francés Luis XIV que quería hacerse con parte de los antiguos condados carolingios.

Al terminar estas acciones, se le destino con el mismo cargo al norte de África, participando en varios combates en defensa de nuestros presidios, recibiendo la orden de ocupar el cargo de gobernador interino de Alarache.

En 1688 durante el asedio de la plaza de Orán por los argelinos, se ofreció como particular con pérdida de su empleo y cargo, para ocupar un lugar de honor en la defensa del castillo de Rosalcázar, pues por ser la más cercana a la línea enemiga era la de mayor riesgo y siendo la más bombardeada por los enemigos.

Unos días antes de romper el asedio, fue reclamado por su general para regresar a tomar su puesto y por los muchos méritos conseguidos se le envió escrito al Monarca. El general gobernador de la plaza hizo una salida siendo acompañado por Navarrete, con tropas para volver a la obediencia a los alarbes y zafines, que estaban a las órdenes de Lazari. En toda esta campaña que duro varios meses, todos las víveres consistieron en dos panes diarios, al parecer no había ya reales ni para dar de comer a las tropas.

En 1692 por la acumulación de sus excelentes servicios y no sabiendo el Rey que otorgarle como premio a sus desvelos y aciertos, fue elevado a la dignidad de Almirante General honorario del Mar Océano, pero si se ausentaba el titular pasaba a tomar el mando con los mismos poderes que el propietario.

Poco después se le otorgó el mando de la Armada Naval de Flandes, pues ésta había venido a España y mientras permaneció en aguas de la Península, Navarrete estuvo al frente de ella.

Zarpó la escuadra al mando del conde de Fernán-Núñez y del almirante general don Honorato Bonifacio Papachino, por lo que se encargó del gobierno de la armada de Flandes, falleció el almirante Papachino por ello se le entregó el mando en propiedad de la misma escuadra.

En junio de 1699 se le entregó el mando de una escuadra con destino a las aguas de América, con la orden de devolver al mar a los escoceses que habían puesto su pie en las costas del Darien, para reafirmar su mando en el mes de septiembre se le nombró gobernador de mar y tierra de la zona, estando solo a las órdenes de los virreyes del Perú y Nueva España, en la escuadra con el cargo de piloto mayor de ella, iba don Antonio Gaztañeta. A su llegada el gobernador de Cartagena de Indias don Juan Pimienta ya los había devuelto a sus buques, solo le quedó tomar nota de lo corrido y remitir las órdenes del gobierno, regresando a la Península.

(Siguieron siendo independientes los escoceses hasta la unificación total del Reino Unido, producida por conquista de Inglaterra en el año de 1703)

Fue confirmado en su puesto de Almirante General efectivo de la Real Armada, pero por su carácter al parecer muy meticuloso y con el genio duro, le granjeó muy pronto grandes enemigos, que le dieron múltiples, graves y serios disgustos. Pero no cejó por ello de cumplir escrupulosamente cuantas órdenes recibía del Gobierno, alistando escuadras cuando la penuria de la Armada estaba llegando a sus mínimos, pero nada le detuvo para cumplir con su obligación.

Intentó embarcarse de nuevo en una de las escuadras que había organizado y entregado el mando al barón de Pointi, pero enterado el Rey se lo impidió por considerarlo demasiado valioso, ordenándole prosiguiera con su trabajo en tierra.

A la llegada de la nueva de dinastía y por más que lo intentó, nunca pudo adaptarse a los nuevos tiempos y cambios que se produjeron en la Real Armada, por la intromisión de los Ministros franceses en ella y a los que Navarrete, en tantas ocasiones había combatido, por el los consideraba enemigos y no amigos.

A tanto llegó su desafección de ellos, que la camarilla Real trató de convencerlo por otros medios, siendo uno de ellos negarle los sueldos a todo su departamento y escuadra, a ver si provocaban una rebelión en su contra, pero no tuvieron éxito. Y para abundar más en el tema también se le negó su petición de licencia, para intentar restablecerse de su delicada salud, tratando así de intimidarle y que no les causara problemas.

Tomó el mando interinamente de Cádiz, por ausencia de su propietario el conde de Fernán-Núñez, pero poco tiempo después el gobierno nombró a don Pedro José de los Ríos, el hijo del conde Fernán-Núñez, y como se le otorgó para el caso de que no regresará su padre, Navarrete pasó a estar en clase de soldado en la plaza, siendo firmada la orden por el mismo Rey. La misma orden, le confirmaba permaneciera en esa situación hasta terminar la guerra y solo entonces sería cuando el Rey le permitiría ponerse a sus Reales pies.

Por Real Orden del 17 de julio de 1707, por los grandísimos méritos contraídos con anterioridad el rey Felipe V, se dignó otorgarle el cargo de Gobernador de todas las armas de Guipúzcoa, porque así continuaría lejos de la Corte.

Elevó la petición de licencia para regresar a su casa y tratar de recuperar su salud, pero efectivamente no era un truco como pensaron en su momento los Ministros del nuevo Monarca, pues le sobrevino el óbito el 10 de julio de 1711, en la misma casa donde había venido a este mundo.

Bibliografía:

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1851.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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