Combate con el destructor Jose Luis Diez 1938

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1938 — Combate con el destructor José Luís Díez

Al terminar la campaña del Norte por haber sido vencido el ejército Popular de la República, el destructor José Luís Díez salió del puerto de Gijón, con rumbo a Falmouth, donde el gobierno británico solo le permitió permanecer un mes, lo aprovechó parte de la dotación entre ellos su comandante el teniente de navío García Presno, para desertar e incorporarse al bando nacional todos, salió el día veintisiete de septiembre de 1937 con rumbo al francés de La Havre, donde llegó una primera partida de nuevos tripulantes y su nuevo comandante el alférez de navío don Juan Antonio Castro Izaguirre, siendo recibido por el Comandante de Marina del puerto el capitán de navío d’Harcourt, quien le ordenó que en vista del mal comportamiento de la dotación no desembarcaran sino era de paisano. Pero de esta primera partida volvieron a desertar muchos, viéndose obligado a pedir más gente, por dos veces más se le enviaron más hombres, pero al final no llegó a cubrir todos los puestos.

Mientras el buque estuvo atracado en espera de la llegada de dinero para poder ser reparado, a principios del año de 1938 se le pudo dejar en seco en el astillero de Le Normand, para comenzar los trabajos a realizar, que consistían en repasar el sistema de propulsión, la artillería y adecuar las superestructura, siendo el trabajo más costoso el reentubar la caldera N.º 1 totalmente, para poder dar el máximo de velocidad. Como ya eran en sí “hermanos” del tipo británico Admiralty, se le cambio o rectificó toda la superestructura para que fuera igual a ellos, para ello el montaje central del quinto cañón que le había sido desmontado para instalarlo en otro de su misma serie en Cartagena, se le montó uno nuevo de 76 m/m, quedando igual que los británicos, el hueco dejado en la misma plataforma se aprovechó para montar cuatro cañones dos por banda de 40 m/m, a forma de los que llevaba otra serie de destructores británicos se le pintaron unos zunchos (rayas negras) en las chimeneas, igualmente la D con el n.º 19 que correspondía al británico Malcoln de la misma clase en las amuras, concluyendo la mimetización al serle pintada la bandera británica en los manteles de la artillería de 120 m/m, terminando el trabajo al arbolar la bandera británica, por lo que no había ninguna diferencia con el mencionado.

Se previó el traspasar combustible en dos ocasiones, para ello zarparon los petroleros Celta y Saturno, con la orden de navegar al puerto ruso de Murmansk, para ello lo esperaría el Celta al N., del Canal de la Mancha, así confirmado zarpó a las 2030 horas del día veinte de agosto del año de 1938, para terminar de hacer creíble la trama, en el mismo buque del práctico al ir a separarse del Díez saltaron el cabo fogonero José Sánchez y el marinero preferente José Seigido, indicando al práctico que no querían ir a la U. R. S. S. Todo esto se realizó para confundir a los servicios de inteligencia nacionales, pero no lo consiguieron, puesto que supieron que debía de encontrase con el petrolero Saturno a 210 millas del cabo de San Vicente en la demarcación del rumbo 240, por lo que el almirante jefe de las fuerzas de bloqueo don Francisco Moreno no altero un ápice el dispositivo de bloqueo del Estrecho.

Enterado de ello, se activó el dispositivo para evitar que pudiera burlar la vigilancia, de hecho fue visto por el crucero Canarias ahora al mando de don Ramón Agacino Armas, ya ascendido a capitán de navío; como el destructor tenía más velocidad que el crucero, éste le fue dejando acercarse y al arrumbar hacía él comenzó una serie de movimientos dando giros y bordadas, ya que el destructor intentaba ponerse en posición de lanzamiento de torpedos, mientras el crucero solo quería apresarlo, pero viendo que se le iba con rumbo al Peñón, en una de la giñadas abrió fuego, pero lo hizo con la torre 2 blanca (la de proa más alta) casi al límite de su capacidad para tirar hacía popa, más con el primero y segundo cañón de la secundaria, teniendo el acierto de abrirle un gran boquete en la aleta de babor proa, pues llevaba un impacto de 203 m/m casi a flor de agua y uno de 120 m/m algo más alto y hacía popa del primero. Sucediendo todo el día veintiocho de agosto del año de 1938.

El parte que le pasó el contralmirante Basterreche al almirante jefe de las fuerzas del bloque don Francisco Moreno dice así: « J.L. Díez no apercibido por el Almirante Cervera. Cruzó de vuelta encontrada con la Flotilla de destructores; V. Ceuta le disparó diez salvas sin alcanzarlo y lo perdió de vista antes de llegar al meridiano del Faro de Punta Europa. Fue avistado por Canarias, que lo cañoneó con 203 y 120 mm, alcanzándolo por dos veces, impidiéndole paso Estrecho; Canarias lo vio a 8 horas, asegurándose de los impactos por babor proa. Elevadas velocidades destructor y Canarias y obscuridad noche impidieron captura »

Los británicos como siempre muy amables, ya que permitieron la estancia del destructor más de tres meses, tiempo que les llevó reparar las averías, ya que eso sí, los británicos no les prestaron ni una grúa y todo el trabajo se tuvo que hacer con los medios de abordo, siendo lo más importe el tener que romanear el buque para que la proa quedara casi fuera del agua, lo que obligó incluso a desmontar artillería ligera y trasladarla a popa. Pero todo esto quedaba a la vista de la marina nacional, por lo que en ella no hubo alteración alguna, ya que el buque estaba inmovilizado y los cruceros que se habían dispuesto para su caza volvieron a sus tareas de protección del tráfico marítimo propio y estorbar al máximo el enemigo.

Cuando a mediados de octubre se observó que el destructor estaba regresando a su posición de flotabilidad normal, se dio la alarma de que en cualquier momento podía zarpar. Pero al parecer también estaban informados en Cartagena de cómo iban las cosas, así que comenzaron a emitir informaciones falsas, como un intento de desembarco en la costa de Motril, que aunque no era creíble en principio, el almirante jefe del bloqueo persona nada partidaria de jugar, por si acaso dio la orden de zarpara a la división de cruceros, formada con los Canarias, Cervera y Navarra, acompañados de los destructores, Huesca, Teruel y Velasco-Ceutahaciéndolo de la bahía de Palma de Mallorca.

A su vez se pide información a la zona y efectivamente se desmiente que eso esté ocurriendo, pero ya en la mar la división se les da la orden de cruzar sobre las costas de Argelia, ya que las autoridades de francesas les daban auxilio a los mercantes que abastecían a la zona de la oficialmente reconocida como República, de esa forma los fijaban en los puertos y no podían salir a dar el salto final. Pero todo esto fue provocado para dar una posibilidad de zarpar al destructor, ya que las unidades restantes que le podían frenar, eran solo los cañoneros y minadores que todos eran inferiores en velocidad, incluso alguno a la mitad de la que podía desarrollar el destructor.

Por eso a las 2300 horas del día veintinueve de diciembre, visto que las calderas del destructor estaban encendidas, Bastarreche emite un comunicado al comandante del minador Marte, que dice: « Ante casi seguridad de que José Luís Díez saldrá esta noche ordenado al Vulcano salga de Ceuta antes de las 2200 horas. Vigilará Norte-Sur Punta Europa, navegando Norte-Sur también, a cuya línea no deben llegar ni Marte ni Júpiter durante la vigilancia. Si no hay novedad se retirará Vulcano a las 0400 horas, haciendo relevo mañana, 30 a las 12 horas »

Informado a su vez el almirante jefe del bloqueo, desde su cuartel general en Palma de Mallorca emite al jefe de la división la orden de: « Ante eventualidad salida José Luís Díez esta noche conviene que la Escuadra navegue hacía Alborán, para estar en condiciones de intervenir »

Por lo que todo el dispositivo para evitar cruzara el Estrecho el destructor de la Marina Revolucionaria Roja, queda de la siguiente forma: el cañonero Calvo Sotelo al mando de capitán de corbeta don Alejandro Molins, en la bahía de Algeciras vigilando al destructor; del límite de la misma bahía a Punta Europa con rumbo EW. a NS., el minador Júpiter, al mando del capitán de fragata señor Fernández de Henestrosa; vigilando del NS. al NE. terminando en punta Europa, el minador Marte al mando del capitán de fragata don Luís Vierna y el Vulcano como se ha dicho, al mando del capitán de fragata don Fernando Abarzuza, con rumbo N. a S. dividiendo la zona en dos; navegando con rumbo al N. quedaban el Jupiter a babor y el Marte a estribor de su rumbo.

Efectivamente, a las 0045 del día treinta, el comandante del cañonero Calvo Sotelo avisa a todos que el destructor está con todas sus calderas encendidas y a las 0110 lanza al éter la señal de alarma  ‹ PPP. . . ›, el destructor en esos momentos con toda la presión en sus calderas da una arrancada y se encara a salir de puntas del pantalán del puerto de Gibraltar, con rumbo a Punta Europa, pero le da tiempo al cañonero de encender su reflector consiguiendo alumbrarlo y marcar a sus compañeros el punto exacto donde se encuentra, pero no satisfecho su comandante, porque al zarpar a tan alta velocidad ya lo había dejado atrás, lo sigue iluminando con las balas trazadoras de sus ametralladoras.

El Júpiter es ahora el que tiene que intentar frenarlo, lo alumbra con su reflector y el Díez le abre fuego, al que contesta el Júpiter, pero de pronto se da la orden de cesar el fuego; las dos salvas que le ha lanzado iban bien centradas pero cortas. ¿Pero porque no sigue abriendo fuego?. El Vulcano se acerca a diecinueve nudos, el buque no tiene la velocidad del destructor, pero si le logra cortar la proa su desplazamiento es más del 50% del de su enemigo y esa baza hay que jugarla, pero queda cegado el buque por un reflector, esto les impide apuntar y por lo tanto disparar, pero mantiene el rumbo ya que a pesar de la oscuridad se consigue ver la espuma de la proa del destructor, de pronto el Díez vira de vuelta encontrada, pero los dos mantiene el rumbo hasta que él minador cae a estribor para evitar la colisión frontal, que es lógicamente la que menos le favorece por la diferencia de velocidad, pero el destructor vuelve a virar a su estribor para colocarse de nuevo en posición de lanzar sus torpedos, lo que evita el comandante del Vulcano dejándose caer esta vez a babor, llegando a estar casi abarloados, por esta razón el Júpiter a dado la orden de no abrir fuego, ya que podría haberlo recibido el Vulcano, ya que el reflector era del primero y sí sabía la posición de su compañero.

Ahora ya no valen los cañones, solo hablan las ametralladoras y los fusiles de los infantes de marina y de la marinería del destructor, viéndose tan agobiado el Díez lanza un torpedo, el cual pasa por la toldilla del minador sin tropezar con nada, pero al caer al mar se deja parte de su sistema de propulsión, al tropezar éste con la regala de estribor, pero por el rumbo que ambos llevaban, al ser superado el minador por el destructor le disparó con su artillería, pero al mismo tiempo para no encallar, paró la máquina de estribor y metió el timón a la banda pues ya se encontraba a menos de doscientos metros de la arena de la playa de los Catalanes en el mismo Peñón, acción que le evitó seguir el destino del Díez que sí se quedó varado en la playa.

El Vulcano encajó cinco impactos enemigos, los cuales hirieron a cinco hombres y otras averías de menor importancia. El Díez recibió un proyectil en la cámara de máquinas, otro que le cortó las tuberías de vapor principales, otro que arrancó una pieza antiaérea matando a todos sus sirvientes y al embarrancar, sufrió un desgarrón de sus fondos en la banda de estribor así como desperfectos en los tanques número 4 y 5.

Las bajas fueron en el combate de cuatro muertos, un desaparecido, dos que se lanzaron voluntariamente al mar y trece heridos, pero hubo uno anterior que no se sabe su final, ya que al virar los montajes de los torpedos cuando aún estaba en el puerto de Gibraltar un hombre cayó al agua, en el momento de dar avante a toda.

Se cuenta que al terminar el combate y salir la dotación del Vulcano a la cubierta para verificar daños, se encontró un zapato, se preguntó a toda la dotación de quien era, pero no lo reclamó nadie, lo que hizo pensar que algún marinero del José Luís Díez, al tener tan cerca al minador y no poder defenderse de él, se lo arrojó.

Bibliografía:

Alcofar Nassaes, José Luis.: Las Fuerzas navales en la Guerra Civil Española. Dopesa. Barcelona, 1971.

Benavides, Manuel D.: La Escuadra la manda los cabos. Ediciones Roca. México, 1976.

Cerezo Martínez, Ricardo.: Armada Española del siglo XX. Ediciones Poniente. Madrid, 1983.

Cervera Valderrama, Juan.: Memorias de Guerra. Editora Nacional. Madrid, 1968.

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Moreno de Reyna, Fernando y Salvador.: La Guerra En el Mar. Hombres. Barcos y Honra. Editorial AHR. Barcelona, 1959.

Moreno de Alborán y de Reyna, Fernando y Salvador.: La Guerra Silenciosa y Silenciada. Historia de la campaña naval durante la guerra de 1936-39. Impreso en Gráficas Lormo. S. A. 1998.

Revista General de Marina. Cuaderno de marzo de 1999. En el apartado de Historias de la Mar, en su página 268, se narra el comentario del zapato. Escrito por el entonces Capitán de Corbeta don Luís Jar Torre.

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