Canete combate 17-18/VII/1615
De Todoavante.es
El 8 de agosto de 1614 zarparon de Texel seis buques de guerra al mando de Jorge Spielberg (Joris van Spilbergen), almirante alemán al servicio de los Países Bajos. Sus órdenes eran entrar en el océano Pacífico por el estrecho de Magallanes, saquear la costa española, dirigirse a las Filipinas para interceptar el Galeón de Manila e incorporarse al comercio holandés en Molucas.
Después de varios encuentros con los portugueses en la costa de Brasil, llegaron al estrecho de Magallanes el 28 de marzo de 1615. Cuando entraron en el océano Pacífico a mediados del mes de abril recorrieron la costa española hasta Acapulco. La escuadra holandesa había perdido al Meeuwe, que se separó en el estrecho de Magallanes. El 29 de mayo fondearon entre Punta Lavapié y la isla Santa María, en la costa chilena. Desembarcan unos 250 soldados y marineros con la intención de comerciar con los indios, pero saquearon la población de la isla Santa María al enterarse que una guarnición española se acercaba para atacarlos.
De nuevo a la vela el 1º de junio, llegaron a Valparaíso once días más tarde. Más de 200 hombres avanzaron en botes hacia el puerto, repelidos por los españoles con sus disparos. Para evitar su captura, los españoles hundieron al galeón San Agustín, que se encontraba cargado y listo para hacerse a la vela rumbo a Callao. Los holandeses desembarcaron y encontraron la ciudad vacía. Los españoles habían quemado sus casas y huido con sus pertenencias. Spilbergen, acosado por la milicia de la ciudad, ordena reembarcar y, con las manos vacías, puso rumbo norte, hacia el puerto de Callao.
El espionaje español en Flandes era tan eficiente que logró averiguar el lugar y momento del ataque holandés y así se advirtió a las autoridades del virreinato del Perú. En un primer momento se mostraron demasiado confiados, creían que la larga navegación causaría daños en la escuadra holandesa. Tras la campaña de los holandeses, se pudo comprobar que las defensas españolas no eran adecuadas, ni tampoco fueron correctas las decisiones que se tomaron para rechazar al enemigo. La Armada del Mar del Sur contaba a mediados de 1615 con cinco galeones. El virrey del Perú, don Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, dividió sus fuerzas. Este fue su primer gran error al enviar a Panamá a tres de los galeones, San José, Mercedes y Visitación, para escoltar a los buques que llevaban la plata, dejando en Callao a sólo dos galeones a pesar de conocer la llegada del enemigo.
Alarmado por las incursiones del holandés en las costas chilenas, el virrey del Perú ordena aprestar una escuadra. Pero sólo contaba con dos galeones, la capitana Jesús María y la almiranta Santa Ana. La escuadra española se puso al mando de don Rodrigo de Mendoza, sobrino del virrey y hombre valeroso pero poco entendido de asuntos de la mar. Como almirante y segundo al mando se nombró a don Pedro Fernández del Pulgar, que había sido general de la Armada del Mar del Sur y al que hubiera correspondido el mando por su experiencia y mayores conocimientos. La escuadra, compuesta por los galeones Jesús María, Santa Ana y un patache, llegó a las costas chilenas cuando los holandeses ya la habían abandonado. Ante el temor de que Spilbergen atacara Callao, Rodrigo de Mendoza pone rumbo al norte para defender el puerto y la ciudad. A los pocos días de llegar a puerto, recibe la noticia de la presencia de la escuadra enemiga en la costa del Cerro Azul, cerca de la población de Cañete, al sur de Lima. Al haber zarpado rumbo a Panamá los tres galeones ya mencionados, se tuvieron que aprestar a varios buques mercantes para acompañar a los galeones.
A comienzos del mes de julio zarpó la escuadra de Callao rumbo sur. En buques tan heterogéneos era difícil navegar unidos, los mercantes se rezagaban y para mayor desgracia la almiranta Santa Ana no se encontraba en las mejores condiciones y también se rezagaba. Al anochecer del 17 de julio se acercó la capitana y almiranta española a la escuadra holandesa, que dispararon un cañonazo sin bala y los españoles contestaron con dos disparos con bala, generalizándose al poco el combate. El patache Rosario recibió varios disparos a flor de agua y se hundió, salvándose muy pocos hombres, entre ellos su capitán Alberdín, que subió a bordo de la capitana. Era una noche muy oscura y ya no se distinguían unas de otras, disparándose a sus propios compañeros, lo que ocurrió en los dos bandos. Tan sólo el cansancio y la necesidad de reparar algunos daños, hizo que las dos escuadras se separaran.
Al amanecer del 18 de julio se encontraba los cinco buques holandeses unidos, mientras que en la escuadra española, los tres mercantes artillados seguían separados e indemnes y Rodrigo de Mendoza hizo muy poco o nada para que se unieran al combate. Rayando la temeridad, Mendoza ordena atacar de nuevo y consigue ponerse al costado de la capitana holandesa para abordarla, pero eran tantos los muertos y heridos que un abordaje hubiera fracasado. A pesar de ello y, en la confusión del combate, saltaron a bordo de la nave enemiga don Domingo de Loaisa, Juan Muñoz de la Fuente, Martín Flores y dos o tres soldados. Cuando los dos galeones se separaron quedaron a bordo estos hombres luchando por sus vidas y todos murieron, excepto Martín Flores, que fue a popa, arrancó el estandarte enemigo, saltó al agua y llegó a bordo del galeón Jesús María, a pesar de estar lleno de heridas. Este galeón, aprovechando una brisa fresca, logró retirarse del combate, no así el Santa Ana, que en solitario soportó los cañonazos de la escuadra holandesa e incluso intentó el abordaje del que se encontraba más cercano, muriendo en el asalto el capitán Bustinza. En varias ocasiones conminó Spilbergen al almirante don Pedro Álvarez Pulgar a que se rindiera, pero seguía combatiendo, hasta que a la ocho de la noche se hundió con toda la tripulación. Sólo cuatro hombres fueron rescatados, para ser exactos eran tres hombres y una mujer, Catalina de Erauso, la famosa “Monja Alférez”. Unos 500 hombres se perdieron en el combate y naufragio, mientras que en la capitana española hubo 60 muertos y 80 heridos.
Tras la batalla, Spilbergen se dirige a Callao y fondeó a la entrada del puerto el 21 de agosto y bombardeó la ciudad. El virrey convocó a toda la gente disponible y colocó un grueso cañón con el que alcanzó a los buques holandeses en varias ocasiones. Los holandeses se hicieron a la vela, llegando a Paita el 8 de agosto. Las tropas holandesas desembarcaron en Paita cuatro compañías y tomaron una trinchera española, la principal defensa. Los holandeses, tras incendiar el pueblo, se retiraron sin encontrar nada de provecho, al haber huido los ciudadanos con todos los objetos de valor. Lo mismo les ocurrió en Huarney. En el mes de octubre se dirigen a Acapulco, donde se intercambian prisioneros por carne, leña y agua, y capturan al mercante San Francisco. En el mes de noviembre llegan los holandeses a Salagua, Colima. La mañana del 11 de noviembre desembarcaron los holandeses, pero les estaban esperando las tropas al mando de Sebastián Vizcaíno. En los combates, que duraron todo el día, los holandeses son rechazados y se retiran a sus buques. La escuadra zarpa rumbo al sur pocos días antes de la llegada del Galeón de Manila. Posteriormente pusieron rumbo al oeste, hacia las islas Filipinas.
Bibliografía:
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