Bazan y Benavides, Alvaro de Biografia

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Álvaro de Bazán y Benavides Biografía



Retrato al oleo de don Álvaro de Bazán y Benavides. Teniente general de la Mar. Grande de España. II Marqués de Santa Cruz. I Marqués del Viso. Caballero de la Real Orden de Santiago. Comendador de la misma Orden de las poblaciones de Alhambra y Solana. Señor de las villas de Valdepeñas y el Viso. Gobernador de Milán. Maestre de Campo General de Flandes, al servicio de la Archiduquesa Isabel Clara Eugenia. Mayordomo Mayor de la Reina Isabel de Borbón. Consejero de Estado. Gentil hombre de Cámara de don Felipe IV.
Álvaro de Bazán y Benavides.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Teniente general de la Mar.

Grande de España.

II Marqués de Santa Cruz.

I Marqués del Viso.

Caballero de la Real y Militar Orden de Santiago, cruzado en 1584 en ella alcanzó el grado de Trece de la Orden.

Comendador de la misma Orden de las poblaciones de Alhambra y Solana.

Señor de las villas de Valdepeñas y el Viso.

Gobernador de Milán.

Maestre de Campo General de Flandes, al servicio de la Archiduquesa Isabel Clara Eugenia.

Mayordomo Mayor de la Reina Isabel de Borbón.

Consejero de Estado.

Gentil hombre de Cámara de don Felipe IV.

Contenido

Orígenes


Vino al mundo en la ciudad de Nápoles el día trece de septiembre del año de 1571, por ser su padre el Capitán General de las Galeras de ese Reino y justo al nacer, se encontraba en Messina de Consejo de Generales con todos los de la escuadra, la cual zarparía el 16 con rumbo al golfo de Lepanto al encuentro con la turca y donde consiguió la victoria en éste glorioso combate. Siendo el cuarto Álvaro de Bazán, continuando el gran trabajo de sus ilustres ancestros, pero en una época más dura, por encontrase ya en el principio de la decadencia de la Armada.

Poco se sabe de su niñez y formación, pero sabiendo lo que su abuelo hizo con su padre, no es de extrañar que los pasos fueran parecidos, en esa época no habían otra forma de conseguir ser un buen marino, así muy pronto estuvo a bordo de las galeras del mando de su padre, comenzando como él de aprendiz de marinero.

Hoja de Servicios

Se tiene la primera noticia fehaciente cuando el Rey don Felipe II le envía una carta de condolencia a la muerte de su padre; en ese momento contaba con dieciséis años de edad. «Por vna carta de 9 deste he entendido el fallecimiento del Marqués vro. Padre q lo he sentido mucho por las causas q para ello ay.

Sus seruiçios tengo muy presentes y de vos quiero creer q haueys de procurar pareçerle, y que correspondereys a vras obligaciones; de mi podeys esperar que en lo q se offrezçiere terné con vos y vros her.nos y las cosas que os tocaren la quenta y mem.ª q merezcen los seruiçios de vro padre.

De Madrid a 16 de Hebr.º 1588»

El reciente Marqués de Santa Cruz le contesta: «Señor: Para aliuio de la falta que mi padre a hecho en su casa bien ha sido menester lo que V. M. d la ha honrrado y merced que a mi me ha hecho, porque beso los pies a V. M. d humildemente que, dejado aparte la estimacion que dello tengo, quedame gran satisfacion de la que V. M. d a tenido de los seruicios de mi padre a quien para merecer la confiança que V. M. d hace de mi espero imitar y recibir de su Real mano otras honrras y mercedes.

Dios guarde la catholica persona de V. M. d — De Lisboa a 20 Hebrero 1588. — El Marques de S.ta Cruz. (Rubrica)»

Todo lo que le dice el Rey en su carta comienza a hacerse realidad el día treinta y uno de marzo del año de 1597, con esta fecha le extiende un Real Título, como Capitán general de las Galeras del reino de Portugal y aquí es donde comienza la vida naval autentica, en la que ya era un experto pero sin mando de escuadra, puesto que había ido ascendiendo a capitán de una de ellas y luego a cuatralbo, pasando ahora al mando de una escuadra, que no era precisamente la más importante.

No obstante el la revalorizó, pues las utilizaba pegadas a tierra, lo que impedía a sus enemigos se le pudieran acercar al tener mucho más calado y en ocasiones, al intentarlo se quedaban sin viento, momento que aprovechaba para lanzarse sobre ellos y conquistarlos. Realizó en varias ocasiones la protección de las Flotas de Indias, hasta dejarlas en custodia de la escuadra del Estrecho o bien cuando ésta comenzó a decrecer, acompañándolas hasta la misma barra de Sanlúcar de Barrameda.

Falleció el Rey don Felipe II y subió al trono su hijo don Felipe III, quien al poco tiempo le favoreció, siéndole entregado el título de Capitán General de las Galeras de Sicilia, escuadra algo más numerosa y de mayor importancia, realizando la custodia y protección del tráfico marítimo sobre las costas norteafricanas en las que, mantuvo varios encuentros con naves berberiscas saliendo siempre vencedor, lo que le confirmó como un buen general de Mar.

No se le pasó por alto al Rey, por ello firmó un Real Título con fecha del día cinco de agosto del año de 1603, por el cual se le nombra Capitán General de las Galeras de Nápoles, [1] de las que su padre ya lo fue, razón por la que él había nacido en la capital que le da nombre a la escuadra. Cargó que recibió con mucho agrado por las coincidencias que le acercaban un poco más a su casa natalicia, pues de hecho en ella vivió mientras estuvo al mando de ésta escuadra.

En 1604 desembarca en diferentes islas del archipiélago griego, entonces estaban en poder de la Sublime Puerta, siendo una de ellas la isla de Longo, donde repitió la hazaña de su padre en la Tercera, ya que lo hizo en la madrugada (de noche) del día seis de julio, para entrar a la fortaleza pusieron una carga de pólvora en la puerta principal, que al hacer explosión se les abrió de par en par, entrando en avalancha de ciudad conquistada, los turcos intentaron guarecerse en la segunda línea de muralla, pero por la rapidez con la entraron los españoles les impidió levantar el puente levadizo, a partir de ahí la conquista fue total.

El ataque tuvo un duro coste de vidas a pesar de la sorpresa (lo que nos lleva a pensar, que hubiera ocurrido si no utiliza la estratagema de atacar cuando estaban casi dormidos) basándose en ello dio permiso a sus fuerzas para saquearan lo conquistado, así los hombres al conseguir un buen botín recuperaron sus fuerzas, al terminar ésta devastación ordenó pegarle fuego a lo poco que quedaba en pie. Solo fueron capturados ciento ochenta y nueve esclavos y esclavas, muriendo en la refriega Fátima, nieta de Alí-Bajá el que iba al mando de su ala izquierda de la escuadra turca en el combate de Lepanto, que fue casi destruida precisamente por las escuadra de su padre.

Para dar una idea aproximada de lo duro del combate anterior, decir que de los caballeros y personas de alto rango que cayeron en aquel asedio y conquista, se encontraban el capitán don Francisco Ginés, el alférez don Diego de Ayala y el ayudante de sargento mayor don Alonso de Cardona, hijo del marqués de Guadalest, y fueron heridos de mucha gravedad, los capitanes don Antonio de Velasco, don Diego de Alderete, Juárez, Caño, Villalobos y el secretario general don Francisco Ruíz Villegas, por lo que se puede sacar razón de la cantidad de bajas que hubo. Pasó después a cruzar sobre las aguas de la isla de Malta, para impedir cualquier atrevimiento de los turcos.

Al año siguiente de 1605, atacó las fortalezas de las ciudades de Usali y Estanchoy, las cuales fueron tomadas sin tantas pérdidas como en la campaña anterior, por lo que se dirigió a la ciudad de Durazo en la actual costa de Albania, protegida por sus diferentes fortalezas que la custodiaban y en ellas se disponía de cuarenta piezas de sitio, pero como era el punto de estadía y refugio de los corsarios turcos, enfiló a sus veintiséis galeras para hacer un fuego tremendo, que en vez de dirigirlo a las propias piezas, lo era a las murallas que las soportaban, por lo que unido su gran peso a los constantes impactos, se logró que se derrumbaran arrastrando las piezas y sus sirvientes, así fue como se pudo desembarcar a los Tercios y darles un buen escarmiento, en el cual ocurrió lo mismo que a Longo, solo que de aquí se llevó toda la artillería como trofeo de guerra en vez de destruirla por su alto valor, de esta forma limpió aquel nido del que zarpaban impunemente para castigar las costas de Calabria.

En el año de 1606 don Álvaro pidió al Rey que le permitiera armar en corso buques a su costa, para mejor poder combatir a los turcos y moros, pero como siempre en la monarquía de los Austrias, se le negó el permiso, por considerarlo « contrario al empleo de un medio de guerra abusivo é inmoral en la práctica »

En el año de 1609, se produjo la expulsión de moriscos de las costas Mediterráneas, ya que el Rey había recibió constantes quejas del comportamiento de estos: «…eternos enemigos domésticos, tan pegados á los usos, á las creencias, á las tradiciones de raza; tan perseverantes en el odio á la sociedad cristiana, que no había que pensar en que jamás se asimilaran ni tuvieran de común con ella nada. En perpetua conspiración; en inteligencia con turcos, berberiscos y luteranos franceses, multiplicándose y creciendo mientras disminuía la población católica, tenían en constante peligro al orden y á la seguridad de la nación.» (No han cambiado la situación mucho, ¿verdad?)

Se tomaron todas las prevenciones, de hecho primero se reunieron en Palma de Mallorca, las escuadra de Galeras de España, al mando de don Pedro de Toledo; Portugal, al de don Luis Colonna, conde de Elda; Nápoles al de don Álvaro de Bazán; Sicilia al de don Pedro de Leyva; Génova al de don Carlos Doria, duque de Turssi y se incorporaron cuatro al mando de don Ramón Doms, que acababan de serles entregado el estandarte con todas las solemnidades, para ser una escuadra permanente de Galeras en Barcelona, siendo su primer servicio a la corona y como comandante de todas ellas don Pedro de Toledo, cuando ya estuvieron reunidas fueron zarpando poco a poco para no llamar la atención y solo enderezaban el rumbo al perder de vista la isla, para ir a situarse en la mar desde el puerto de Vinaroz al de Alicante, para impedir cualquier ayuda del exterior.

A su vez se movilizó al ejército, para que cubriera desde la línea del Ebro hasta Alicante, al mismo tiempo se ocuparon las plazas de los Alfaques, Peñiscola y Onda, principales focos con habitantes moriscos, siendo dirigidos a los puertos de Denia y Alicante, donde eran embarcados lo antes posible para ser transportados al norte de África.

El día doce de septiembre se lanzó la proclama de expulsión en la ciudad de Valencia, comenzando ese mismo día el embarque en el mismo puerto, utilizando para ello todo buque que sirviera para transporte, los primeros fueron desembarcados en Mazalquivir, siendo un total de unos veinte mil, en el segundo viaje se desembarcaron en Argel y Tetuán, siendo en total unos cincuenta mil, y desde Cartagena salieron unos quince mil doscientos.

Al mismo tiempo se reunieron los más belicosos en la sierra de Aguar, siendo en total unos veinte mil los que se negaron a embarcar, pero para impedir el paso en su ayuda el total de las sesenta galeras que formaban las distintas escuadras, se concentraron en la costa en las cercanías de la sierra, gracias al corte total de apoyo desde el exterior fueron siendo vencidos y embarcados a la fuerza, dejando la costa Mediterránea limpia de moriscos.

Esta acción, nos la relata como un triunfo Novoa, quien dice: «…mereciendo el rey católico D. Felipe que le den las historias el nombre gloriosísimo de el último Pelayo de España, pues con celo tan verdaderamente católico arrojó los primeros y más crueles enemigos della…» [2]

En el año de 1610, reunidas el resto de escuadras de galeras arribaron a Larache, donde a viva fuerza se desembarcó a los Tercios quienes tomaron la plaza, siendo una vez más muy costoso en vidas, pero no tantas como se pensó previamente, dada la fuerza y energía que pusieron en empeño las tropas, consiguiendo que el enemigo ante su presión fuera cediendo al principio, para convertirse al final en una franca huída, pero de nuevo los imponderables actuaron en nuestra contra, ya que la zona era un lugar abierto a los vientos y con ellos la mar entraba con mucha fuerza, siendo la principal causa de muertes y pérdidas.

En 1611 se reúnen las escuadras de Nápoles con sus doce galeras, Génova, con diez, Sicilia con siete y Malta con cinco, con un gran ejército a bordo de las galeras, siendo atacada la fortaleza de Querquenes el día veintiocho de septiembre, en la que los turcos se defendieron como era su costumbre, pero tras duro combate fueron vencidos y la fortaleza conquistada, hundiendo once velas turcas y berberiscas, capturando a quinientos turcos puestos al remo y llevándose a todo animal vacuno que cupo en las galeras.

Al llegar el nuevo virrey de Sicilia don Pedro Téllez Girón, III duque de Osuna, quiso poner en marcha una operación ofensiva, para ello encomendó el mando de sus galeras, que eran seis a don Antonio Pimentel, siendo guiadas por un renegado inglés, con rumbo al puerto de Túnez, arribaron el día veintitrés de mayo del año de 1612, sin ser advertidas a la boca del puerto donde lanzaron las anclas, dejando caer al agua los botes y esquifes, que fueron abordados por unos cien soldados, quienes portaban unos ingenios incendiarios con los que le pegaron fuego a siete de los buques allí fondeados, las explosiones convirtieron el puerto en un laberinto, nadie sabía que estaba pasando, aprovechándose de esta confusión levaron las anclas de tres navíos, que fueron remolcados fuera del puerto, a pesar de que ya caídos en la cuenta desde la fortaleza comenzaron a abrir fuego, pero ya era tarde y en poco tiempo estuvieron fuera de su alcance.

Justo al salir del puerto se encontraron con siete galeras de las de Nápoles al mando de don Álvaro, por lo que duplicada la fuerza y el gran ánimo de la reciente victoria, se lanzaron juntos a otras conquistas, por lo que arrumbaron al puerto de Bizerta, porque en él los berberiscos habían terminado de construir unas atarazanas y no era aconsejable tener al enemigo tan cerca con medios de construcción y reparación de embarcaciones, así que también de noche atacaron el puerto, pegándole fuego a los almacenes de la jarcia y velamen, como no hallaron resistencia arrasaron el pueblo y como despedida lo abrasaron, al ver las primeras llamas fue cuando lo vigías de la fortaleza alertaron a sus compañeros y comenzaron a abrir fuego, pero ya las galeras estaban comenzando a salir del puerto. Tuvieron diez muertos, calculando que los enemigos debieron de pasar de los quinientos. (Puede que fuera ya una especie de ataque de guerrilla naval, nocturno, rápido y eficaz)

Y por Real Cédula del día trece de agosto del año de 1616, se le confiere el cargo de Capitán General de las Galeras de España, el máximo en el Mediterráneo.

Llegan noticias a la Corte corriendo el año de 1617 por las que los venecianos han hecho causa común con los holandeses, para establecer negocio y de paso atacar a las escuadras de galeras de la monarquía española, que eran inferiores en poder de fuego. Comunicado al virrey de Nápoles don Pedro Téllez Girón, III duque de Osuna, envía a don Álvaro al mando de las de España a cortarles el paso en el Estrecho y las de Sicilia junto a las de Nápoles, para combatirlas si intentan alcanzar el Adriático. Pero le llega una carta del Rey, en la que le dice: «…que con los bajeles redondos que tenía hiciera la facción como cosa suya, sin dar á entender que el Rey lo supiera»

Por esta razón, don Álvaro recibió comunicación de que no interceptara a los buques bátavos, ya que él no podía arriar el pabellón de España, poniéndose con rumbo a Cartagena para al menos no verlos pasar impasiblemente, así mismo las dos escuadras regresan a sus puertos base y don Pedro Girón le escribe al Rey de este tenor: «Si hallasen las naves ocasión de pelear con igualdad, lo harán; pero si la ventaja fuese demasiada (en los venecianos), mostrarán que van en busca de corsarios, por cuyo respeto no me ha parecido arbolar el estandarte de V. M.; y porque formen la queja de mi, con que V. M. quedará más desempeñado para lo que fuese servido ordenarse»

(Nos parece de muy poco recibo esta orden y aún peor sabiendo como acabó la carrera del duque de Osuna. Una más de las muchas de la Historia Naval de España)

Ya en esa época los galeones formaban una parte muy importante de las escuadras incluido el Mediterráneo, recibe una Real cédula fechada en Madrid el 6 junio de 1621 por la que se le otorga el título de Teniente General de la Mar, a las órdenes del príncipe Filiberto de Saboya y como su consejero.

En 1623 se enfrentó a un galeón holandés, al que abordó y hundió con toda su carga. Este mismo año, persiguiendo a unos corsarios tunecinos, estos buscaron refugio en el mismo puerto a cubierto de la fortaleza, pero sin temor penetró en él y los incendió, resultando todos destruidos.

En 1624 a don Álvaro se le otorgó el mando de una escuadra formada por cuatro galeras de España, cuatro de Sicilia y seis de Malta, en su Real iba el príncipe Filiberto de Saboya, zarpó de Palermo rumbo a Túnez, en su ruta a la altura de la isla de Faviñana, se cruzó con un galeón bátavo del porte de 20 cañones, el cual fue capturado pasando a formar parte de la escuadra española, continuando su crucero a los pocos días se encontró con tres grandes galeones turcos.

Frente a él se encontraba Alí-Arráez-Rabazin, un renegado de Ferrara y que ya había sido cautivo de don Álvaro, por esta razón conocía muy bien las costas de España y las norteafricanas. Debió pensar que a costumbre de los combates de galeras sería inmediatamente abordado, pero don Álvaro no era tan fácil de vencer, tenía la mala costumbre de ¡pensar! Primero ganó barlovento y fuera ya del alcance de la artillería turca, comenzó a dispara con el cañón de crujía de sus galeras, (solía ser uno de á 24 libras o incluso superior) logrando en poco tiempo desarbolar a los enemigos y hacer algún impacto en la línea de agua.

Viendo esto el Arráez, quiso ponerse en fuga, pero sus daños ya eran considerables y sus galeones no avanzaban tanto como las galeras, que a su vez seguían disparando sobre ellos, por lo que tomó la decisión de embarrancar en la costa y ponerse a salvo. Arribaron las galeras y maniobrando con los remos pusieron sus popas junto a las de los galeones, siendo abordados sin bajas por haber sido abandonados, pero Alí-Arráez estaba a bordo herido y fue hecho prisionero, y con él un gran botín de todo lo que a su vez había conseguido.

El capitán don Simón Costa con la ayuda de los carpinteros y calafates en muy poco tiempo puso a flote los tres galeones, donde pasó una dotación española y con ellos entraron en el puerto de Palermo, donde tuvieron uno de los grandes recibimientos, pues no solo se aumentaba la escuadra, sino que se tenían más brazos, ya que los huidos fueron todos capturados. Siendo su entrada la normal, arrastrando los estandartes principales capturados al enemigo por el agua.

Esta victoria queda cantada en una obra que se titula: «Octavas rimas a la insigne victoria que la Serma. Alteza del Príncipe Filiberto ha tenido, conseguida por el excelentísimo señor Marqués de Santa Cruz, su Lugarteniente y Capitán general de las galeras de Sicilia, con tres galeones del famoso corsario Alí-Arráez-Rabazin, compuesta por Diego Duque de Estrada. Dirigida a Su Alteza mismo»

Comenzando así:

«Cíñase Europa la cabeza de oro

si de flores la dorna a quien imita,

que ella burlada, burlador el Toro,

nombre a la parte da que el cielo habita.

Provincia en sí se encierra a quien adoro,

de Ispalo fundación, que el nombre quita

al África y a Asía ¡oh grande España!

sustentada con una y otra hazaña.»

No se quedó aquí el año, pues le llegó una comunicación de haber visto pasar una escuadra compuesta por seis galeras de Bizerta, cinco de Argel y dos de Rodas, con rumbo al Adriático y costa de Dalmacia.

Zarpó con sus galeras y las persiguió, descubriéndolas en una ensenada al ancla y muy poco apercibidas, comenzó a dispararles y en muy poco tiempo se fueron a pique siete, las restantes seis fueron abordadas ya con superioridad y tomadas, así como sus tripulaciones y la alegría de los cristianos puestos al remo que fueron liberados. Pero la gran sorpresa de este día trece de julio, fue que entre las seis últimas se encontraba la galera capitana de Barcelona, que había sido capturada en el año de 1620 por los argelinos, siendo así recuperada.

Al sobrevenir la muerte de don Felipe III en 1621, con la llegada de su sucesor don Felipe IV con fecha del 24 de septiembre de 1624, se le ratifica en el cargo. Poco tiempo después falleció el príncipe Filiberto de Saboya, quedándose España sin capitán general de la mar.

En 1625, se le ordena socorrer a la plaza de Génova, que se encontraba asediada por tropas del ejército francés y del reino de Saboya, consiguió meter en la fortaleza a los Tercios que transportaba en su escuadra compuesta por veintitrés galeras, quienes vencieron a los enemigos, aprovechando la victoria los persiguió por mar, mientras por tierra avanzaba el duque de Feria al mando del ejército.

Puso rumbo para verificar que no dejaba enemigos sueltos a las islas Hieres, en ellas encontró escondidas (como imaginaba) a tres galeras francesas, que fueron batidas y hundidas, regresó a la costa y continuó apoyando al ejército, apoderándose de las poblaciones de Alvenga, Puerto Mauricio, Ventimiglia, Lovan, Casanova, Oneglia, Triola, Castelfranco, Bigran, San Remo y Campo Roso, consiguiendo devolver a sus fronteras a los enemigos, vencidas todas las posiciones y tomadas, regresó a Génova entrando en su puerto con los estandarte enemigos arrastrando por el agua, siendo recibido con gran alegría de todos por el triunfo.

En 1635 al mando de una escuadra de treinta y cinco galeras y diez naos que transportaban a siete mil hombres, tomó las islas de Santa Margarita y San Honorato, pasando a desembarcar tropas en la Provenza para ayudar a la rebelión, que se había alzado en contra del Rey de Francia. Pero al estar muy avanzada la época de otoño, sobrevino un fuerte temporal que se llevó al fondo a nueve galeras y dos naos, razón por la que tuvo que abandonar la misión, en ese momento recibió la ayuda de la escuadra del marqués de Villafranca, pasando al ataque de nuevo tomando las islas Lerín, en las que se apresaron a dieciséis naves mercantes cargadas. Esta fue su última acción de mar.

Pero continuó en la guerra a pie, pues fue nombrado Gobernador de Milán, donde mantuvo varios encuentros con los franceses, a los que siempre les gano, no dejando de añadir laureles a su Rey y a España, permaneciendo unos años en éste puesto, pasados unos años se le dio la orden de viajar a Flandes con el cargo de Maestre de Campo General, al servicio de la Archiduquesa Isabel Clara Eugenia, teniendo una gran ocasión que no desperdició. Estaba sitiada por los enemigos la ciudad de Brujas, nada se podía hacer según sus generales, pero él vio la posibilidad de llevar socorros, se puso al frente de las fuerzas y dirigió su operación, consiguiendo un gran triunfo al poder atravesar y romper el sitio de la ciudad siendo abastecida.

Un tiempo después el rey don Felipe IV, le ordena regresar a la Corte, al llegar después de un penoso viaje de postas, lo nombra Consejero de Estado y al mismo tiempo, para que no tenga que ir de una lado a otro y disponga de sus propios alojamientos en la corte lo nombró Mayordomo Mayor de la Reina Isabel de Borbón, primera esposa del Rey, quien falleció el 6 de octubre de 1644.

Continuó en el puesto de Consejero de Estado y en cumplimiento de su alto cargo, le sobrevino el óbito el 20 de agosto de 1646.

Notas

  1. A lo largo de ese año se nombraron a todos los capitanes generales de las escuadras de galeras: con fecha del día veintiocho de febrero, se le dio el título de las de España a don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, conde de Niebla. Fue curioso que sin haber tenido mando alguno anterior ascendiera directamente al más importante, pero no hay que olvidar que era hijo del duque de Medina-Sidonia y yerno del duque de Lerma. Unos meses después las de Sicilia se le entregaron a don Juan de Padilla Manrique de Acuña, conde de Santa Gadea y Adelantado Mayor de Castilla, ya en septiembre las de Nápoles a don Álvaro de Bazán, II marqués de Santa Cruz, y por último las de Portugal a don Pedro Antonio Coloma, II conde de Elda.
  2. El número varía según autores, llegando don Manuel Danvila a asegurar que al final no bajó la cifra de quinientos mil.

Bibliografía:

Bauer Landauer, Ignacio.: Don Francisco de Benavides cuatralvo de las galeras de España. Madrid, 1921.

Cervera Pery, José.: La Estrategia Naval del Imperio. Auge, declive y ocaso de la Marina de los Austrias. San Martín. Madrid, 1982. Premio Virgen del Carmen de 1981.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: El Gran Duque de Osuna y su Marina. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1885.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895-1903.

González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Tomo II. Ministerio de Defensa. Madrid, 2000.

González-Doria, Fernando.: Las Reinas de España. Editorial Cometa. Madrid, 1981.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

VV. AA.: Colección de documentos inéditos para la historia de España. Facsímil. Kraus Reprint Ltd. Vaduz, 1964. 113 tomos.

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