Abtao combate 7-17/II/1866
De Todoavante.es
1866 Abtao 7 y 17 / II
Para la misión de buscar a la apresada Covadonga son escogidas sólo las fragatas Villa de Madrid y Blanca, primero reconocen de nuevo la isla de Juan Fernández, al no encontrar rastro de la escuadra enemiga, prosiguen al archipiélago de Chiloé llegando el 4 de febrero, fondean en Puerto Oscuro el 6, al siguiente la Blanca descubre a la fragata peruana Amazonas, de 40 cañones varada y totalmente pérdida; lo que puede dar una idea de las dificultades con las que se encontraban los buques españoles, pues si los propios habían perdido uno de sus mejores buques en aquel laberinto de escollos e islas, que no les podía pasar a ellos que ni si quiera llevaban un práctico de la zona; se les acerca un bote con naturales de la región quienes informan de la situación y fuerza de la escuadra aliada; esto ocurre porque los indígenas de estas islas aún reconocían al Rey de España y ellos como sus súbditos se vieron en la obligación de pasar la comunicación, a tanto llego el aprecio demostrado que se les entregaron unos retratos de la reina Isabel II, haciéndoles ver que no había Rey sino Reina en España en esos momentos.
Estudiado el estero se decide por desconocimiento de los fondos e inexistencia de cartas de navegación fiable, efectuar pasadas en línea de fila, sondando y disparando progresivamente en salvas cortas contra la escuadra enemiga. Ésta, avisada también de la presencia de parte de la española, forma su defensa en dispositivo de herradura formando de menor a mayor poder artillero hasta el centro y volviendo a disminuir quedando en cabeza el vapor mercante armado Lersundi, de 3 cañones, corbeta Unión de 16, fragata Ampurimac de 40, corbeta América de 16, goleta Covadonga de 4 y mercante armado Maipú de 2 en un fondeadero natural, para dar más poder de fuego al principio y fin de la línea se instalaron en tierra los cañones rescatados de la varada de la Amazonas algo más altos para tener mayor alcance. El intercambio artillero, a unos mil quinientos metros de distancia, no tiene consecuencias especiales, salvo pequeñas averías que son subsanadas con presteza. Sobre las 17:30 horas, don Claudio Alvargonzález comandante de la Villa de Madrid puso término al combate, porque apenas quedaba luz suficiente para salir de aquel dédalo de arrecifes, donde no era posible pasar la noche sin arriesgar la pérdida de los buques.
La Blanca se encontraba atracada un momento a la costa de Abtao para taponar un balazo a flor de agua, recibido en la aleta de estribor, estando en este trabajo apareció la Covadonga por haber navegado rumbo al Sur del estero, descargó sus cañones contra ella por encima de la isla, por ser en esta parte más baja, la Blanca le respondió con toda su batería y la goleta averiada se dirigió apresuradamente a su fondeadero, consiguieron salir los españoles de aquel laberinto con las debidas precauciones, cruzando entre los arrecifes de Carva y Lami.
Pero pasemos al comandante de la Villa de Madrid, don Claudio Avargonzález, quien en su parte dice:
Ya en mar abierto se aguantaron toda la noche con poca máquina, esperando al enemigo y disparando de vez en cuando algunos cañonazos para que salieran, pero no lo hicieron, de nada servía invitarlos al combate. A la mañana siguiente volvieron a presentarse a su vista, pero los enemigos sabiéndose a salvo en aquella situación inexpugnable, hicieron caso omiso de las pretensiones de llamada al combate por parte española, éstos viendo la inutilidad de lo acontecido el día anterior, tampoco volvieron a realizar ninguna acometida, decidiendo abandonar el archipiélago saliendo por el Sur de Chiloé, fondeando en el puerto de Valparaíso el 14.
El resultado de éste combate fue que la Villa de Madrid recibió siete balazos en el casco y cuatro en la arboladura, ninguno de importancia, no tuvo más que cuatro heridos, entre ellos el guardiamarina don Enrique Godines y tres contusos; por su parte la Blanca recibió ocho balazos en el casco y otros tantos en la arboladura y jarcia, pero con sólo dos hombres heridos. El mayor efecto de los disparos de los buques enemigos, fue el de las corbetas América y Unión, por ir artilladas con cañones rayados de dieciséis centímetros de calibre, siendo iguales a los que montaba la Villa de Madrid en la batería del alcázar, por ello quedó demostrada la superioridad de la artillería con ánima rayada para el combate a distancia.
En cuanto a los enemigos, de momento no se supo nada del resultado, pero poco después, porque no lo pudieron ocultar llegó la noticia de que la Ampurimac, había sufrido bastante daño en sus máquinas, y la América salió con averías de mucha consideración, al punto de dudarse si quedaría útil, habiendo sufrido algunos muertos y mayor número de heridos; al mando de la escuadra combinada estaba el capitán de navío peruano señor Villar, comandante de la Ampurimac, por la ausencia del jefe de la división, el capitán de la Esmeralda, señor Williams Rebolledo.
En el parte pasado por Villar a Rebolledo de lo sucedido en el combate, le decía con tono de cuya intención no se le ocultó a nadie «que esperaba tener el honor de combatir a sus ordenes, si se presentaba un nuevo encuentro con el enemigo.» Esto que a simple vista parece una cortesía, era casi un desafío, pues informado Rebolledo que con su buque estaba en San Carlos, sólo envió una lancha con un oficial para dar ánimos porque «él estaba muy ocupado con la contabilidad.» Lo que produjo un menoscabo en la reputación de los chilenos y originó graves disensiones entre las dos marinas.
Al llegar a Valparaíso las dos fragatas españolas, sus comandantes informaron a don Casto de la imposibilidad física de forzar la entrada de la rada, en la que estaba escondida la flota combinada. Éste resuelve hacer un nuevo intento en contra de la opinión de sus comandantes, pues piensa realizar el ataque arriesgando la fragata Numancia, acompañada por la Blanca, todo por su constante forma de entender el honor de España, siendo más importante que disponer de buques sin utilizarlos debidamente. Al mismo tiempo que se alistan los buques, don Casto escribe al Gobierno en estos términos:
Después de reparar bien las averías sufridas, la Blanca y Numancia se hacen a la mar a las órdenes directas de don
Casto, abandonando el fondeadero el 17 de febrero, yendo la Blanca de guía, se efectúa un completo registro de Chiloé; Hecho honroso escasamente conocido es el que a continuación se refiere: «Méndez Núñez se determina a librar combate con la huidiza flota combinada chileno-peruana y acude en su busca con la Numancia y la Blanca. La primera la acorazada, estaba provista de una torre acorazada para uso del comandante durante el combate. Méndez Núñez manifestó al comandante Antequera que él afrontaría la presumible acción desde el puente. Esta resolución sería más que suficiente para honrar la memoria de un marino que, poco después, en razón al (ordenado por el Gobierno) bombardeo de Valparaíso, sería ignorante e ignominiosamente acusado de cobarde y salvaje.»
El resto de la escuadra se quedó bloqueando Valparaíso al mando de don Manuel de la Pezuela y Lobo.
Los dos buques recorren incansablemente todos los canalizos y hallan a los aliados en Huito protegidos, pues sólo tenía un canal de acceso que además había sido obstruido, al serle imposible forzar la entrada, don Casto resuelve no arriesgar en balde sus buques y regresar a Valparaíso, en este viaje cerca de Lota se avista un vapor de ruedas y la Blanca pone rumbo de caza comenzando su persecución, el vapor iza bandera británica y huye a su máxima velocidad, pero la fragata efectúa varios disparos de aviso, al ver le caen muy cerca decide parar máquinas y permitir ser abordada por una dotación de presa, siendo incorporado a la escuadrilla española, al igual que posteriormente se apresa al Paquete del Maule, quien transportaba ciento veintiséis soldados y seis oficiales; en principio se hicieron pasar por súbditos británicos y como a tales vestidos, pero un oficial español de pronto les grita «¡De dos en fondo y alineación por la derecha!», orden que los simpáticos supuestos civiles cumplen con total rigurosidad, quedando al descubierto su pertenencia militar y entendían el español, siendo una más de las muchas ironías de esta guerra.
Bibliografía:
Alvargonzález, Ramón María.: Estudio biográfico del ilustre Marino gijonés Claudio Alvargonzález Sánchez (1816-1896). Separata facticia del Boletín del Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo, 1972.
Mendivil, Manuel de. Méndez Núñez o el honor. Madrid, 1930.
Novo Colson, Pedro de.: Historia de la Guerra de España en el Pacífico. Madrid, 1882.
Santiago y Hope, Javier de. Álbum de la Guerra del Pacífico 1863-1867. Museo Naval y la Fundación Alvargonzález. Gijón, 1997.
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