Centeno y Ordonez, Roque Biografia
De Todoavante.es
Biografía de don Roque Centeno y Ordóñez
Capitán general de las Flotas de Indias.
Orígenes
Vino al mundo en la población de Calatayud por 157?
Hoja de Servicios
Comenzó sus navegaciones como soldado de los Tercios de Mar en el año de 1585, prestando sus primero servicios a las órdenes de don Álvaro de Bazán, formando parte de la guarnición de sus galeones.
Participó en la Jornada contra Inglaterra en el año de 1588, estando de guarnición de uno de los buques de la escuadra a las órdenes del capitán Bertendona.
Pasó a formar parte de la escuadra de galeones al mando de don Alonso de Bazán, con la que participó muy distinguidamente en el combate naval de las Flores, donde se enfrentaron a una escuadra inglesa al mando de Thomas Howar conde de Suffolk, en la gran ofensiva que realizaron al fracasar y pensar que después del desastre anterior estaban en desventaja, pero una vez más un general español los puso en fuga, teniendo lugar el enfrentamiento el día nueve de septiembre del año de 1591.
Siendo el primero de los que tomaron al abordaje al único galeón que hizo frente a los españoles, el Revenge al mando de Greenville, como consecuencia de ello, al finalizar el encarnizado combate con la rendición del enemigo, estaba herido por cinco golpes de pica en diferentes lugares del cuerpo.
Se encontraba don Diego Brochero guardando la boca del Tajo con dieciocho bajeles a su mando en el año de 1596, consiguiendo evitar el pretendido desembarco de una fuerza inglesa al mando de lord Charles Howard of Effingham, que viendo fracasar su acción, se desentendió de ella dirigiéndose al sur cayendo sobre Cádiz.
En el año de 1600, con quince buques estuvo por dos veces de protector de las Flotas de Indias en aguas de las islas Terceras, consiguiendo hacerlas llegar sanas y salvas, sin que los ingleses se atrevieran a atacar a pesar de estar a su vista.
Los ingleses no descansaban siendo sus ataques continuos a las Flotas de Indias, en esta ocasión eran los ingleses Monson y Lewson, Brochero consiguió hacerlas llegar a España, en la misma situación que la anterior vez. Escribe Barrow « . .fueron el año 1602 á la espera de las Flotas de Indias, pero al verlas no se consideraron con fuerza suficiente para el ataque. La escolta era muy respetable »
En el cabo de San Vicente en el año de 1603, otra vez al mando de don Diego Brochero derrotó a una escuadra anglo-holandesa, a la que se le apresaron siete de sus buques y liberando a una Flota de Indias que estos habían apresado a su vez.
En el año de 1604, al fallecer don Alonso de Bazán (hermano de don Álvaro y sucesor en la capitanía general del mar océano), fue nombrado capitán general del Mar Océano don Luis Fajardo, pasando don Roque a estar a sus órdenes.
En el año de 1605 cruzó la escuadra el océano para perseguir en aguas de las Antillas y seno mejicano a los corsarios, donde se mantuvieron varios combates y por un tiempo acabando con la plaga constante de éstos.
González Dávila en su historia del reinado de Felipe III, dice que en el mismo año (1605) en las salinas de Araya, en la costa de Cumaná, rindió la escuadra del océano a diecinueve urcas que estaban cargando de contrabando, se le dio fuego a los buques, fueron degollados sus capitanes y dotaciones, por último a uno que se auto denominaba ‹ Príncipe de las Salinas › se le puso un cabo al cuello, siendo ahorcando. Terminó con esto el bloqueo que los holandeses tenían puesto a la costa de Cumaná e isla Margarita, impidiéndoles continuar con la pesca de perlas.
En el mes de junio del año de 1606, se enfrentó la escuadra del Océano, formada por veinte galeones y naos, contra una holandesa al mando del almirante Hautain con cuatro buques más, tras duro combate resultó vencida la escuadra bátava, consiguiéndose que dejaran libres las aguas de la costa portuguesa por un tiempo.
Al ser decretada en el año de 1609 la expulsión de los moriscos, se concentraron en Mallorca, como primera medida las escuadras de galeras de Nápoles, Sicilia, Milán, Portugal y Castilla. Parte de la armada del Océano quedó al mando de don Antonio de Oquendo en servicio de guarda de las costas de Andalucía, Portugal y África y el resto con don Luis Fajardo, tomó como base de operaciones el puerto de Cartagena.
Zarpó de este puerto con rumbo al de Cádiz, pero de nuevo los corsarios berberiscos le obligaron a tomar la acción, para ello en el junio de este mismo año se adentró en el Mediterráneo, en busca del corsario argelino Simón Dancer, con doce buques divididos en tres cuerpos. El de la derecha, al mando de su hijo Juan, con la orden de navegar barajando la costa de Berbería, el de la izquierda fue en la misma situación pero en las costas de España hasta la altura de la ciudad de Málaga, donde tomó un refuerzo de tropas yendo después hasta Almería. Fajardo se reservó el mando directo del cuerpo central.
Ya revisados todos los posibles escondrijos de los berberiscos, puso rumbo con toda la escuadra reunida a la plaza de Orán, fondeando en Mazalquivir el día veintiocho. Dio orden a su hijo Juan de poner rumbo a Tremecén, donde divisó y apresó a un corsario inglés, despejadas las aguas continuó la armada rumbo a la regencia de Túnez, al arribar se divisaron velas, era el día treinta de julio, no lo dudó un instante pasando al ataque inmediatamente, por su inesperada aparición penetro en el puerto dando fuego a veintidós buques de alto bordo y una goleta grande, a pesar de estar bajo el tremendo fuego de cañón que se les hacía desde el castillo de La Goleta.
Puede considerarse esta operación como un magnífico ejemplo de ataque con botes a cubierto por el fuego y humo de los buques; ya que la escuadra española sólo sufrió la pérdida de veinte muertos y algunos heridos. Al día siguiente hizo una presa turca y otra a los pocos días. Reparadas las averías del combate se dirigió a Cartagena.
El día uno de agosto del año de 1614 zarpó de la bahía de Cádiz con noventa y nueve velas, entre buques de guerra y de transporte, con muchos bastimentos y transportando a siete mil soldados y dos mil quinientos, « con bombas de fuego para la mar y abrojos y otros artificios para tierra »
A los dos días avistó Larache y después de soportar un fuerte temporal, desembarcaron en la Mámora el día cinco, al sur de Larache (hoy Port Lyautey) a la boca del río Sebú, donde tenía su guarida el corsario Muley-Cidán con su escuadrilla y proporcionaba apostadero a los holandeses; puerto que ya se había cegado sin resultado definitivo.
Esperó Fajardo un día de calma para poder forzar sin gran esfuerzo para sus hombres una barra y en una pequeña playa desembarcó a dos mil al mando del maestre de campo don Jerónimo Agustín, con el apoyo artillero de las galeras de España mandadas por el duque de Fernandina y las de Portugal por el conde de Elda, que con sus cañones de proa barrieron a los moros de a pie y de a caballo; se distinguió también en esta acción su hijo Juan.
Habían fondeados cuatro buques de guerra holandeses mandados por el almirante Evertsen que, muy atento a la situación, saludó al cañón y a la voz al estandarte de España, declarándose neutral de esta forma, lo que lo libró de ser destruido.
La posición enemiga era muy fuerte, pero solo de cara a la mar dándose cuenta de esto dio la orden de tomarla del revés; los corsarios, que no esperaban esa forma de ataque se vieron perdidos, por lo que incendiaron sus buques y clavaron su artillería. De esta forma tan sabía quedó la Mámora para España y Fajardo regresó a Cádiz dejando de gobernador al capitán Cristóbal Lechuga.
En el año de 1621, se terminaba la tregua de los doce años con las Provincias Unidas, lo que significaba volver al combate y para ello nada mejor, que siendo conocedor de que una flota mercante holandesa con protección iba cruzar el Estrecho, ordenó prepararse para zarpar y situar su escuadra en la bahía de Cádiz, al mismo tiempo pidió se le unieran las escuadras de las Cuatro Villas y la de Portugal.
Se situó don Fadrique cruzando el estrecho de Gibraltar y el día diez de agosto del año de 1621 aparecieron en el horizonte las velas enemigas, todavía no habían llegado los refuerzos demandados, por lo que solo contaba con siete de sus galeones más dos pataches, contra la escuadra holandesa compuesta por no menos de veintiséis (1) galeones bien armados y unos treinta mercantes algunos de ellos armados.
El almirante holandés al ver la poca fuerza que se le ofrecía no dudo en adoptar la formación de media luna, dejando a su popa a los mercantes, con la orden de que con el fragor del combate todos los enemigos estarían ocupados y ellos aprovechar para pasar fuera de su alcance para ponerse a salvo.
Don Fadrique dispuso a sus galeones separados para evitar que escaparan los enemigos, advirtiendo a sus capitanes y tripulaciones que el combate sería muy duro por la inferioridad, pero que se les podría parar o al menos hacer mucho daño.
La capitana de España era conocida por su alias de La Doncella, ya que eran un galeón nuevo y todavía no había entrado en combate y otro de sus galeones, conocido por el alias de El Atalaya, por ser uno de los más veleros y hermosos, tanto que era siempre el encargado de separarse de la escuadra y servir de aviso de ella.
Por la diferencia de número cada buque español pronto se vio rodeado de dos o tres enemigos, pero la capitana en poco tiempo echó al fondo a dos de los más poderosos enemigos, mientras La Atalaya no quiso quedarse atrás prosiguiendo por el mismo rumbo y también muy pronto echa a pique a otros dos, mientras el resto de la Armada consiguen hacer dos asaltos y tomar a otros dos que fueron rendidos, al ver esto los holandeses decidieron salir cada uno por donde pudo, ya que los españoles solo habían sufrido daños pero ninguna pérdida, con sus dos presas y los cuatro hundidos, arribó en olor de multitud a la bahía de Cádiz.
En el año de 1623 se le otorga a don Roque la escuadra de galeones de la guarda del Estrecho, a parte de la constante vigilancia ejercida, como buen devoto y católico, en agradecimiento a una de sus distintas victorias, en el peñón de Gibraltar mandó construir un Calvario, para su eterno agradecimiento.
El día uno de noviembre del año de 1625, se presentó una escuadra combinada de holandeses e ingleses, que con diferencias en el número según autores, no bajaba en total del centenar de naves, en las que se transportaba a un ejército de diez mil hombres.
Por los repetitivos ataques a esta ciudad, desde el año de 1598 se había ido reforzando sus defensas, construyendo unas nuevas siendo las existentes reforzadas con mayor fuerza artillera y tenían como base en su bahía las galeras de España, que en esta ocasión eran doce al mando del duque de Fernandina y la escuadra de galeones de la Guarda del Estrecho, que en éste momento disponía de catorce unidades al mando de don Roque Centeno.
Por orden de los dos jefes y viendo la superioridad enemiga, decidieron poner a resguardo sus respectivas escuadra, siendo trasladadas a la Carraca, al mismo tiempo se avisó al duque de Medina Sidonia, que era el capitán general de la guarda de Andalucía.
Pero a su vez las dotaciones de los buques formaron la primera línea de defensa, retrasando con sus fuegos todo lo pudieron a los enemigos, de forma que le dio tiempo a ir llegando los refuerzos, que poco a poco se iban incorporando procedentes de las fuerzas del ejército, consiguiendo formar una autentica muralla ya infranqueable.
Los enemigos desembarcaron muy rápidamente al lado del fuerte de Puntales, pero al ver las fuerzas que les esperaban estuvieron dubitativos a pesar de ser superiores, pero nada más poner pie en tierra fueron recibidos con descargas cerradas de arcabuces, lo que causó grandes pérdidas a los asaltantes, esto todavía les hizo dudar más y en vez de mirar a los españoles se miraban entre ellos, este detalle visto por su jefe lord Wimbledon, le forzó a tomar la decisión de convocar Consejo de Guerra y se acordó realizar el reembarque, ya que las esperanzas depositadas en la sorpresa, no fueron tales y al parecer esto los acobardó, pues ya daban por segura la victoria y lo que tenían enfrente se lo impedía, precisamente al estar todas las dotaciones de los buques, la reacción fue mucho más rápida en formar y proteger la zona, con esta circunstancia no habían contado los enemigos siendo la causa principal de abandonar el terreno y las aguas.
A lo que se sumó, que el fuego de los diferentes castillos y fortalezas, les causaron la pérdida de al menos cincuenta buques a los ingleses y otros doce a los holandeses, a esto se sumaba la gran cantidad de muertos y heridos en el cuerpo expedicionario. No es de extrañar que ante semejante recibimiento quedaran desalentados a las primeras de cambio. Y es que siempre España no ha perdido.
En un alarde de valor, don Roque ordenó regresar a los buques a sus dotaciones, consiguiendo en muy poco tiempo darse a la vela, cuando los enemigos comenzaban a abandonar la bahía, en su huída se habían apoderado de once carabelas de transporte que se encontraban fondeadas, pero al ver los anglo-holandeses la salida de la escuadra española bien formada y ellos en su desordenada marcha, les acortaban la distancia por minutos y para no caer en manos de los españoles, decidieron abandonaron las presas para poder huir más aprisa.
Ante esta reacción don Roque se dio por satisfecho al poder ir represando a todos los buques, a los que trasbordaron pilotos y marineros, regresando con ellos a sus puntos de fondeo, llevándose una gran acogida por el pueblo y el agradecimiento sobre todo, de los capitanes y mercaderes que en ellos tenían sus intereses.
Un tiempo después fue nombrado Capitán General de la Flota de la Carrera de Indias, con la que estuvo varios años cumpliendo con su obligación a la perfección. Teniendo diferentes encuentros con los holandeses en aguas de las Antillas, así como en la recalada de las Terceras, al igual que con los sempiternos piratas y corsarios ingleses, que siempre estaban al acecho, pero en ningún momento pudieron hacerse con ninguno de sus buques.
Su último viaje fue a principios del año de 1641, cuando zarpó con la Flota a rumbo a Tierra Firme, llevando como insignia o capitana al galeón San Pedro y San Pablo, arribó a Cartagena de Indias y de allí zarpó con rumbo a Veracruz, al llegar se sintió enfermo y otorgó el mando de la flota a su almirante don Juan de Campos.
El año anterior (1640) había tomado el mando del virreinato de Nueva España don Diego Pacheco, duque de Escalona y marqués de Villena quien viendo la posibilidad de agradar al Rey ordenó se construyeran unos galeones por su cuenta en San Juan de Ulúa y en la desembocadura del río Alvarado, consiguiendo que se botaran cinco galeones, tres naos y un patache (2), entregando el mando de esta escuadra a don Fernando de Sosa y como almirante de ella a don Antonio de la Plaza.
El día veintitrés de julio del año de 1641 zarpó la escuadra y la flota, dando aquella más protección a ésta y sabiendo ya con certeza que en la fecha citada de zarpar don Roque Centeno ya había fallecido, pusieron rumbo a la Habana, donde después de cargar el numerario se hicieron de nuevo a la mar los treinta y un buques que la componían siendo el día veinte de septiembre del mismo año, con rumbo al canal grande de Bahamas lugar de no pocos siniestros por causa de los huracanes.
A los pocos días de zarpar rolaron los vientos amenazadores, que en pocas horas se convirtieron en huracanados, lo que deshizo el convoy y disperso a la escuadra, (por datos posteriores se sabe), que como siempre unas lograron salvarse y otras fueron arrojadas a las costas de Florida (3); de las naves se abrieron varias, quedaron desarboladas otras, tres se fueron a pique y otras cuatro fueron a dar contra unos acantilados donde quedaron totalmente destruidas.
Una de las que peor lo pasó fue la almiranta de la Flota, que estaba por capitán de ella don Juan Villavicencio, que llegó a tirar al mar toda su artillería incluidas las anclas aliviando así de pesos el buque, al final para poder arribar cortó su palo mayor, trabajando denodadamente consiguieron aproar a la isla de la Española, donde consiguieron varar en la playa de los Abrojos, de los más de quinientos hombres de su dotación no llegó a doscientos los que salieron vivos de este desastre climatológico.
De la escuadra, solo se perdió una nao y la nombrada Nuestra Señora de la Peña de Francia, del resto unos consiguieron arribar de nuevo a la Habana y otros directamente a la Península. En cuanto a las pérdidas de la Flota que ya se han comentado, siguió persiguiéndoles la mala suerte, ya que el galeón San Pedro y San Pablo capitana de ella consiguió arribar a la barra del Guadalquivir, pero por llegar abierta por completo allí mismo se fue a pique, el día dieciocho de diciembre del mismo año.
De los buques hundidos en las costas se recuperaron al año siguiente la mayor parte del situado que transportaban y solo no se pudo recuperar, los que se fueron a pique en profundidades mayores.
Sabemos que falleció en Veracruz, en la primavera del año de 1641. Dándose el caso, que fue tanta su dedicación a su Rey y a España, que en varias ocasiones tuvo que pagar de su peculio particular las reparaciones de los buques, lo que le llevó a la ruina total y en este estado dejó a su familia al fallecer, ya que les fue embargada hasta la casa, por lo que tuvieron que buscar donde vivir entre los familiares.
(1) Y la que lleva el título « Victoria que el Armada Real de que es general D. Fadrique de Toledo tuvo en el Estrecho con nueva Naos de su escuadra contra 26 de olandeses, que venian de Levante. . . . » Sevilla, 1621, relacionado en la Colección de Navarrete, en su tomo XXXVIII. Existe en la misma relación otro libro pero que aumenta el número de bajeles enemigos con el siguiente título: « Relación verdadera de la victoria que tuvo D. Fadrique de Toledo Ossorio, Capitán General de la Armada y del exército del mar Océano, contra treynta y un navíos de Olandeses en el Estrecho de Gibraltar »
(2) Capitana; Santísimo Sacramento, de 350 tn. y 26 cañones: Almiranta; Concepción, de 350 y 20: Galeones; Candelaria de 300 y 20, San Antonio, de 300 y 16 y Rosario, de 300 y 16: Naos; San José, de 200 y 12, Santa Ana, de 200 y 11 y Nuestra Señora de la Peña de Francia, de 170 y 10, más el patache; Presa de 100 y 6.
(3) Aclarar que por la Red de redes, o sea Internet, hay una página que al respecto de este capitán de mar, se dice lo siguiente: « En el año 1641 desaparecieron al norte de Santa Clara por el canal de Bahamas once buques de la flota de Indias, al mando de don Roque Centeno » Como se puede comprobar por lo relacionado (que me extendido por ello) ésta es una afirmación gratuita que como muchas vienen a menospreciar la épica conquista, colonización y mantenimiento de nuestros virreinatos americanos y ya va siendo hora, que se vaya sabiendo la verdad de nuestra Historia Naval y no crear falsas expectativas de recuperación de grandes tesoros.
Bibliografía:
Casado Soto, José Luis.: Barcos españoles del siglo XVI y la Gran Armada de 1588. Editorial San Martín, 1988. Premio Virgen del Carmen 1988.
Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.
Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid. 1973.
O‘Donnell y Duque de Estrada, Hugo.: Los Álvarez de Toledo el Mar. Junta de Castilla y León. María del Pilar García Pinacho (Ed.) Los Álvarez de Toledo Nobleza viva. 1998.
Ullivarri, Saturnino.: Piratas y Corsarios en Cuba. Facsímil de la edición de 1931. Renacimiento, 2004.
Compilada por Todoavante.