Bloqueo de Tarifa y Algeciras 1343
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Bloqueo de Tarifa y Algeciras 1343
A finales de agosto las galeras aragonesas abandonaron Tarifa por haber recibido una orden de su Rey, dejando solo al de Castilla. Pero un tiempo después, cuando pudo enviar otra parte de su escuadra lo hizo, incorporándose diez al mando del almirante Mateo Mercer llevando por vicealmirante a Jaime de Escribá.
En estos combates las galeras ordinarias eran las que más duro trabajo hacían, pues formaban parte de las fuerzas navales de bloqueo en su segunda línea, siendo las encargadas de transportar los víveres y pertrechos a los demás. La primera línea estaba formada por las naves redondas cántabras, y en la tercera estaban las zafras y pinazas, las cuales al anochecer se iban juntando para impedir el paso de las enemigas.
Era tan tenaz el bloqueo que durante él fueron cayendo en poder de los cristianos, ocho galeras, varias galeotas y fustas, todas ellas cargadas con trigo, lo que aún aumentaba la falta de alimentos en la plaza, produciendo a la larga los efectos en las fuerzas por no estar bien alimentadas.
En la Crónica de Alfonso XI se dice:
En el invierno de 1343 se desató un fuerte temporal típico del Estrecho, por su efecto embarrancaron en la playa dos galeras aragonesas y una castellana, no hubiera tenido mayor importancia de no haber sido porque los moros salieron a ver lo que podían meter de ellas en la plaza, a esta acción los cristianos respondieron tratando de evitarlo, de lo que resultó un enfrentamiento duro y fuerte, en el cual las armas castellanas se impusieron pudiendo salvar a las tropas y bogantes de las galeras.
Unos días más tarde, el mismo temporal arrastro a dos de las naos grandes, por ir repartiendo los víveres entre las de combate, yendo a parar a la misma costa dominada por los moros, lo que les alivió algo el hambre que estaban pasando. Pero al mismo tiempo y a la otra parte del Estrecho, se deshicieron contra las rocas veinte de las galeras moras, causando gran mortandad por el mal estado de la mar.
El Sultán Abu Alhaçan no cejaba en su empeño, para ello preparó otra escuadra de sesenta galeras con muchos cárabos, en ellos transportaba un ejército de doce mil hombres y caballos, poniendo toda esa fuerza en la confianza de su jefe, su hijo Abu Amir Abd Allad. Aprovecharon la noche cruzando hasta Estepona y muy pegados a tierra prosiguieron hasta Gibraltar, donde el ejército fue desembarcado y casi consiguen sorprender a la tropa cristiana que defendía aquella línea.
Pero surgió lo imprevisto, ya que don Gil al que se le debían cuatro meses del alquiler de sus galeras, en vez de atacar y defender la causa de la que era partícipe, ya que como genovés no le convenía que el Estrecho estuviera dominado por los moros, porque igual les atacaban a ellos; a pesar de esto aprovechó para hacerse a alta mar y enviar un emisario al Rey castellano comunicándole la presencia de los moros, advirtiéndole que si no le pagaba inmediatamente no se hacía responsable de lo que pudiera ocurrir.
El erario de Castilla estaba vacío, por ello el Rey no tuvo más remedio que pedir a todos sus grandes y caballeros contribuyeran para poder pagar al mercenario, pues de lo contrario la guerra estaba perdida. No habiendo monetario, se fue juntando la vajilla de todos ellos a lo que se sumo la del Rey, consiguiendo reunir varios kilos de plata que contentó a don Gil de Bocanegra y así se pudo evitar que la escuadra mora pudiera aplastar a la cristiana.
La presencia de tanta galera en el surgidero de Gibraltar preocupaba hondamente al Rey, por ello no se cejó en la construcción de más buques, una vez terminados y alistados se esperó un día con viento de Poniente, al darse las condiciones mencionadas fueron remolcados por las galeras, en la capitana de Castilla iba el propio rey don Alfonso XI que quiso estar presente, fue cuando a los buques remolcados se les pegó fuego yendo proa a los enemigos, pero estos al verlos venir, hicieron dos cosas al mismo tiempo, fueron subiendo a tierra las galeras más pequeñas, mientras que las más grandes se corrían a barlovento, al mismo tiempo un numeroso grupo de botes con gente muy experta iba desviando las naves incendiadas a sotavento, donde se fueron acumulando y se deshicieron entre ellas consumidas por su propio fuego pero no consiguieron el objetivo marcado, no causaron ningún daño de mención. (Para que alguien diga que los brulotes son invento francés)
Se sugirió la idea de terminar de bloquear la plaza, para ello se formó una cadena con mástiles y pipas cerrando definitivamente el acceso, pudiendo pasar solamente las barcas que a remo por su poco calado y menor manga conseguían aún aprovisionar la plaza, pero era tan pobremente que al fin aceptaron una rendición honrosa ofrecida por don Alfonso, entrando en la plaza conquistada el 27 de marzo de 1344, sábado, víspera del Domingo de Ramos.
Bibliografía:
Fernández Duro, Cesáreo.: La Marina de Castilla. Desde su Origen y Pugna con la de Inglaterra, hasta la Refundición en la Armada Española. Madrid, 1893.
Salas y González, Francisco Javier.: Marina Española de la Edad Media. Imprenta Ministerio de Marina. Tomo II, 1927. Edición póstuma.
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