Serrano, Antonio Biografia

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Antonio Serrano Biografía



Medio cuerpo, de frente; mano derecha ortopédica (de madera); bajo el brazo izquierdo sombrero, y en la mano, bastón de mando. Uniforme de teniente general de la Real Armada creado por Real Orden de 5 de diciembre de 1717. Es el retrato más antiguo que se conoce de un general de la Armada con uniforme.
Antonio Serrano.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.



Teniente general de la Real Armada Española.

Orígenes

Para empezar se desconoce su lugar de nacimiento, cosa nada anormal con estos marinos a caballo de los siglos XVII y XVIII, pero esa es una más de la Historia. Pero el año es más aproximado, pues al conocer la fecha exacta de su fallecimiento nos la sitúa a finales de 1648, noviembre a diciembre o de enero a septiembre del de 1649.

Hoja de Servicios

El día seis de octubre del año de 1676, comienza a prestar servicio en la Real Armada, como soldado de la escuadra de galeras de Sicilia embarcando en la capitana. En el de 1678 estuvo en el socorro de la Mola, pasando a la entrada de Messina al ser abandonada por los franceses, unos años después pasa a la Península y otros tantos más tarde a la escuadra de galeras de Génova, en ésta ya era alférez, por lo que su experiencia marinera y militar, la adquiere al estilo antiguo, o sea pisando los tablones de las cubiertas de los vasos.

En el año de 1688, toma parte en el socorro de la plaza de Orán. Al siguiente y a costumbre de la época, se le destina ya con el grado de capitán de Mar y Tierra, a la Provenza frontera con Francia, donde el día veintiuno de agosto del año de 1689, tuvo una actuación destacada en la toma de Camprodón, continuo en la guerra contra los franceses hasta el año de 1694.

En el posterior combate sobre Hostalrich, de la que se habían apoderado los franceses, fue al frente de sus hombres a cuerpo descubierto, abriendo brecha en la trinchera enemiga a golpe de espada, desde la fortaleza los enemigos batían el campo y fue cuando recibió un proyectil de cañón que fue desahuciado por lo médicos, pero se recuperó lentamente.

Al incorporarse en 1695, participa en el socorro a la plaza de Ceuta que duró hasta 1699; el 6 de mayo del mismo año, efectúa una salida con su unidad, enfrentándose a los enemigos y según se certifica, mató a muchos moros entre ellos a uno muy destacado en duelo personal, recibiendo en el enfrentamiento una herida. El día treinta de julio siguiente, un ataque de los moros su vanguardia estaba a punto de alcanzar la Plaza de Armas, atacó con tanto vigor con su gente que les obligo a desalojarla. El día diecinueve de agosto siguiente, se encontraba dando protección al baluarte de San Pablo, cuando fue abandonado por parte de las tropas, fue cuando comenzó a lanzar granadas y una de ellas le explotó en la mano derecha la cual perdió, pero impidió que fuera conquistado el baluarte, a pesar de su herida a los pocos días salió de nuevo al mando de su tropa y conquisto el baluarte de San pablo el Nuevo, consiguiendo así ocupar esta posición que era intermedia. Continuó al frente de sus fuerzas sin descanso, ya que el enemigo no lo daba, hasta que el 26 de julio de 1699, salió de nuevo con sus tropas logrando conquistar la Lengua de Ciervo, siendo uno de los últimos combates en la defensa de Ceuta.

Por la pérdida de la mano, el Rey le concedió una pensión vitalicia de quinientos escudos anuales.

Al mando de una compañía del Tercio de don Barrientos, participa en la defensa de Cádiz, al ser esta plaza atacada por las escuadra unidas de británicos y holandeses, logrando desalojarlos de los Cañuelos y del Puerto de Santa María, prosiguiendo con los combates hasta el Puente de Suazo, en el que habiendo sido cortada su fuerza por los enemigos, ordenó levantar de arena una trinchera, tras de la cual soportó el empuje de los intrusos, hasta que reforzado por las tropas del marqués de Villadarias consiguieron desalojarlos.

En 1700 en la expedición al Darién al mando de Fernández de Navarrete, para expulsar a los escoceses de nuestra tierras, iba embarcado, al mando de una compañía del Tercio de don Antonio Alejandro Barrientos, con el que participó muy activamente en la liberación y reconquista de los territorios. Que todavía era un reino separado del de Inglaterra, (no fue conquistado hasta el año de 1703).

Al terminar esta expedición, se desplazaron a Cartagena de Indias, donde se le ordena regresar a España, para ello se le otorga el mando de la urca Santa Rosa, con la que realiza el viaje, sin mayores sobresaltos, de los que ya de por sí da la mar.

Combate del Mary con el Catalán de Rafael Monleón. Cortesía del Museo Naval. Madrid.

En 1721 ya con el grado de jefe de escuadra, al mando del navío Catalán, del porte de 62 (en otras fuentes lo dan de 60) cañones, mantiene un combate contra el navío británico Mary del porte de 80 (en otras fuentes lo dan de 60) cañones, al mando del capitán Edward Vernon, sufriendo éste el castigo de tan obstinado enemigo, que terminó con la retirada del británico, dejando las aguas libres al español, el encuentro tuvo lugar en la latitud 23º y 30’ Norte, longitud 294º y 10’ de Cádiz. (Hay que tener en cuenta, que la medida era total, ya que los españoles no partieron el mundo en dos con 180º a Oeste y los mismos al Este.]

En junio de 1725, se encontraba al mando del navío Cambi, que era el insignia de la Flota de Nueva España, se encontraban en Veracruz cuando se le avisó de una posible ruptura con el Reino Unido, por ello zarpó de este puerto el 3 de junio de 1726 con rumbo a la Habana, para desde este puerto salir con rumbo a la península, pero al estar en la Sonda de Campeche, el navío comenzó a arder, saltó la alarma y se intentó apagar el fuego, pero viendo que era imparable y cuando alcanzará la santabárbara explotaría, se dio la orden de saltar al mar, don Antonio Serrano se ató a una tabla y saltó, cuando pensó que ya no había más solución, de hecho él y otros muchos se salvaron, pero otros cuatrocientos murieron en la explosión que se produjo, haciendo desaparecer el buque de la superficie de la mar en minutos hecho astillas.

Fue rescatado por otro de los buques de la escuadra y continuó viaje a la Habana, al arribar se desembarcó el situado que transportaba, que ascendía a quince millones de pesos fuertes, para seguridad y libertad de acción en caso de ataque. Al saberse que ya nada ocurría decidió regresa a la península, pero ya estaba al final del verano del mismo año, al encontrarse en el canal de Bahama, ya casi en su desembocadura, la escuadra sufrió un fuerte temporal, que obligó a la dispersión de los buques de la escolta y el convoy, pero la pericia marinera, que años después se dejaría sentir en el seno de la Real Armada, en está ocasión evitó la pérdida de la escuadra, pues quedo demostrada la no perderse ningún buque y todos arribaron a la bahía de Cádiz, de mejor o peor forma.

Ya contaba con setenta y seis años de edad a su llegada a la bahía de Cádiz con la escuadra al completo, pero enfermo y algo desilusionado, envía notificación al Rey, pidiendo su separación del servicio, S. M. le contesta:

«El Rey ha visto la carta de V. S. de 5 de este corriente, escrita en esa bahía de Cádiz al ancla, y ha quedado muy gustoso del celo que ha manifestado V. S. en su conducta, arreglada á las órdenes y deseos de S. M., y queda con el cuidado de los demás navíos de la conducta de la flota, así de guerra como mercantes, por no expresar V. S. el juicio que hace del viaje de ellos, aunque expresa lo acaecido en la separacion que ocasionó el huracan despues de montada la isla de la Bermuda.
Se ha hecho S. M. cargo de lo que refiere V. S. en su esquela tocante á las indisposiciones que le han sobrevenido, y aunque quisiera que V. S. se aliviara con todos los posibles remedios, será de su más especial complacencia el que V. S. procure ejecutarlo sin perder de vista todos los navíos de S. M. que están en esa bahía y puerto, los cuales tiene ánimo de poner á cargo de V. S., para lo que precisamente se ofrezca de su Real servicio, sobre cuyo asunto podrá V. S. responder directamente con este mismo extraordinario portador de la presente.
También quiere S. M. que V. S. exponga su dictámen sobre lo que podrá practicarse para conducir ó asegurar los galeones, segun las últimas noticias que V. S. habrá tenido en la Habana del estado de ellos, para en su vista tomar S. M. la determinación correspondiente con la brevedad que requiere, y á este intento informará V. S. con la mayor reserva lo que en ambos puntos se le ofreciese, porque la gravedad de ello lo requiere así.
Dios guarde á V. S. muchos años como deseo. — Madrid 9 de marzo de 1727. — D. José Patiño. — Sr. D. Antonio Serrano»

Como se puede apreciar S. M. don Felipe V, necesitado de hombres como él se la deniega, pero eso sí muy laudatoriamente, lo que obviamente le obliga a seguir en el servicio activo. De hecho, era tanto el aprecio del Rey por sus servicios prestados, que le ascendió a teniente general. Decidiendo continuar al mando de la escuadra hasta 1730.

En esta fecha pasó a intentar recuperarse de las dolencias que padecía, pero poco fue el tiempo que pudo dedicarse así mismo, ya que de nuevo el Rey lo reclama a pesar de ser ya octogenario, ordenándole que se pase al puerto de Cartagena.

La Real Orden dice:

«El Rey se ha dignado destinar á V.E. para mandar los cinco navíos que se están armando en ese puerto, y para que se ejecute lo mismo con las demás escuadras luego que V. E. se incorpore con ellas, como corresponde á su grado. Y de órden de S. M. lo participa á V. E. para que se halle en esta inteligencia.
Dios guarde á V. E. muchos años. — Sevilla 28 de marzo de 1733. — Don José Patiño. — Sr. D. Antonio Serrano.»

Don Antonio Serrano le contesta al Rey, aunque se la dirige a Patiño:

«Excmo. Sr.: Con carta de 28 me dice V. E. que el Rey se ha dignado destinarme para mandar los cinco navíos que se están armando en este puerto, y para que ejecute lo mismo con las demás escuadras luego que yo me incorpore con ellas, como corresponde a mi grado. Y en inteligencia de esto digo á V. E., que no obstante mis males me embarcaré, en la conformidad que V. E. me lo manda, pues tanto vale morir en la mar como en la tierra. Y se ha de servir V. E. de mandar se le de mesa al capitán del navío dé mi insignia.
Dios guarde á V. E. muchos años como deseo. — Cádiz 1º de abril de 1733. — Antonio Serrano. — Excmo. Señor D. José Patiño.»

En mayo siguiente se dirigió a Cartagena, donde organizó la escuadra, y en el mes de septiembre se hizo a la mar con los veinticinco navíos que la componían, estando en ella hizo repartir a todos los capitanes impreso un plan de señales para comunicarse entre ellos con las órdenes y disposiciones, que eran tanto para la permanencia en puerto, como en la mar. Esto no tendría mayor importancia ya que otras marinas ya disponían de algo parecido, pero él lo dio como reservado y lo más curioso se encuentra en la página 17 en la que entre otras cosas se dice:

«Si se ofreciese combate de noche, donde solo obra el valor y lo muestran los que lo tienen, si hay muchos de estos, pocas luces; si pocos, muchas.»

Puso rumbo a Berbería con las escuadras, llevando a cabo las campañas sobre las costas de Argel, Túnez y Trípoli, al dar por terminadas estas acciones de castigo, provocadas por el intenso corso que estas naciones empleaban contra las costas de España; en el mes octubre siguiente fondeo con sus escuadras en la ciudad de Alicante.

Poco antes de sufrir el fatal desenlace de la muerte, los médicos y el virrey de Valencia, príncipe de Campo Florido y todos sus compañeros, le invitaron a desembarcarlo a tierra, pero él se negó rotundamente, por cumplir hasta el último aliento la orden de su Rey, por ello se produjo estando en la mar, además de hacer honor a su formación de marino en la mar; ¡sí!, esos que precisamente se marean cuando ponen el pie en tierra, sobreviniéndole a bordo de su buque insignia, el navío Príncipe de Asturias, el 16 de octubre de 1733 entorno al medio día.

Contaba con ochenta y cuatro años de edad y setenta de ellos al servicio de la Real Armada y de España.

Bibliografía

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa. Tomo 55. 1927. página, 594.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Est. Tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra» 9 tomos. Madrid, 1895—1903.

González Canales, Fernando. Catálogo de pinturas del Museo Naval de Madrid. tomos II y IV. Madrid, 2000 y 2001, respectivamente.

Martínez Guanter, Antonio Luis José.: Análisis del combate naval entre el navío español Catalán y el británico Mary. Revista General de Marina. Cuaderno de noviembre de 2007. Págs.647 á 652.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.

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