Martinez de Recalde, Juan Biografia

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Juan Martínez de Recalde Biografía


Retrato de don Juan Martínez de Recalde. Por Álvaro Alcalá Galiano.
Juan Martínez de Recalde.
Por Álvaro Alcalá Galiano.
Diputación Foral de Vizcaya.


Almirante


Caballero de la Real y Militar Orden de Santiago.

Contenido

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Bilbao, en año desconocido.

Hoja de Servicios

Se distinguió como buen táctico y marinero en los buques de la escuadra de Vizcaya, casi siempre en los que pertenecían directamente a la corona.

Por orden del Rey se le encargó que vigilase la construcción de los buques, que eran encargados por la corona en los astilleros de la costa cantábrica.

Fue destinado a dar escolta a las Flotas de Indias, para ello el punto obligado de recalada eran las isla Terceras donde sabedores los piratas solían ser atacadas, estando en su cometido sobre las islas Madera, se encontró a una Flota que por efecto de un temporal se habían ido a pique los buques, no cejó en el empeño y con la ayuda de los buzos de la escuadra, se logró rescatar el situado que transportaban, salvando así de la ruina a más de un comerciante.

Se le otorgó el mando de la escuadra que se formó por Real Orden en el puerto de Laredo, compuesta por cuarenta y cinco buques de guerra y transportes, con la que transportó a Flandes al duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, que iba de Gobernador General de los Países Bajos en relevo del Duque de Alba, más un Tercio de Infantería como refuerzo de las tropas allí destacadas, y por fin algún dinerario para pagar los sueldos de los Tercios, tuvo lugar esta alegría corriendo el año de 1572.

La expedición como otras muchas encontró por su proa un temporal, que puso a prueba la resistencia de los marineros y sobre todo la pericia de su jefe, el cual consiguió con sus acertadas órdenes desembarcar a todos en el puerto de destino.

Con fecha del día veintiuno de mayo del año de 1581 elevó al duque de Medina Sidonia un valioso informe, en el cual daba su opinión sobre el lugar de construcción de ocho galeones que querían, en él recomienda se construyan en Vizcaya, Guipúzcoa o las Cuatro Villas; entre otras cosas dice: «…por la experiencia que tengo de mi tierra, y por lo que he visto de armadas y fábricas que en ella se han hecho.»

Añade por la misma razón, que la gente de mar sea también de la zona, ya que estaban más acostumbrados y algunos y eran marinos de profesión, evitando en lo posible los que fueran de tierra adentro, para terminar dando la explicación de los sueldos a cobrar, para evitar problemas en la mar.

Al mando de su escuadra compuesta por veinte velas, debía de acudir a Lisboa y unirse a la escuadra del mando de don Álvaro de Bazán, pero él tenía que zarpar de la bahía de Cádiz, lo que realizó, dobló el cabo de San Vicente, pero encontrándose en aguas del Albarbe portugués los vientos fueron contrarios, lo que solucionó en parte por llevar en la escuadra doce galeras que dieron remolque a los navíos redondos, pero en esas condiciones no podía llegar a tiempo, que fue lo que ocurrió, por lo que el marqués de Santa Cruz en el año de 1582 realizó la campaña y el combate naval de San Miguel sin poder contar con sus buques.

Al año siguiente volvió la escuadra al mando de don Álvaro de Bazán a las mismas islas y ya fue con ella Martínez de Recalde, participando en la expulsión de la isla Tercera de los seguidores del Prior de Crato, conquistando esta isla y el resto de las del archipiélago de las Terceras.

La defensa del Catolicismo en Irlanda siempre fue un punto de mira de la monarquía española, por esta razón siempre que se podía se les ayudaba con voluntarios, por ello al concluir la conquista de todo el reino de Portugal, don Felipe II le encomendó una escuadra compuesta por ocho naos y cuatro pataches, donde se embarcaron mil quinientos católicos, bojeó las costas y al encontrar apoyo en tierra los desembarcó, aumentando así las fuerzas militares.

Para esta misión y dado que todos los buques eran casi iguales, los mercantes y los de guerra, quiso Recalde que los suyos se distinguieran, para ello elevó al Rey le autorizara a portar en su buques de guerra los estandartes Reales, para así ser diferenciados y que los enemigos no pensaran que vencían o perdían con buques mercante, anunciando de paso que eran de guerra. Lo que le fue autorizado. (Por esta razón y sin tener de momento datos de mayor antigüedad, podemos decir que fue el primero que pensó en ello y no se ha cambiado en nada a este respecto)

Hay una carta al Rey, fechada en Lisboa el día cuatro de julio del año de 1584, en la que participa su salida de Santander el veintiuno de junio con los galeones que le había entregado Cristóbal de Barros, así como su entrada con ellos el día veintinueve siguiente. Hablando de los buques dice:

«…son buenos, fuertes y bien labrados, la carga que traían, calidad de los masteleros, ajuste y pago de la gente, provisiones que se iban á embarcar, infantería que habia de ir, retardo de los galeones de Sevilla por falta de marineros, y que deseaba su pronta llegada para reforzar su gente y abreviar el viaje por estar la estación muy adelantada.»

En el año 1584 escribió una «Relación de las medidas que han de tener los mástiles y vergas para los galeones de su mando»

En el año 1588, la formarse por fin la expedición de la Empresa de Inglaterra y habiendo fallecido su creado, el marqués de Santa Cruz, el Rey tuvo que buscar a alguien con alta alcurnia para que nadie pusiera en duda su mando, lo que le llevó a decidirse por don Alonso Pérez de Guzmán El Bueno, duque de Medina Sidonia, el cual rehusó el cargo por ser inexperto en el mando de escuadras, lo que el Rey soluciono nombrando a don Juan Martínez de Recalde como su Almirante.

Tomó el mando de la escuadra de Vizcaya, por ser la que consideró mejor, como ya había demostrado cuando recomendó que los galeones de la corona se construyeran en esas costas, con la orden Real de aconsejar (no mandar) al Duque lo que debía de hacer en situaciones que necesitara el consejo. La verdad es que no le hizo mucho caso, porque a su vez el Monarca le había dado otras al Duque en las que le indicaba expresamente no salirse de la misión principal, que no era otra que alcanzar a las aguas de Flandes y dar guarda al ejército de don Alejandro Farnesio, para ser desembarcado en la isla de Albion.

Cuando se hizo cargo el duque de la expedición, está ya estaba formada por las Escuadras de Portugal, Castilla, Vizcaya, Guipúzcoa, Andalucía, Levante, la de Urcas, la de Pataches y Zabras, la de Galeras y la ligera de las Carabelas. En la capitana de la escuadra de Andalucía iba de jefe de ella don Pedro, con la nao de construcción cantábrica Nuestra Señora del Rosario, una potente nao construida en el año de 1585, con mil ciento cincuenta toneladas y se le denomina nao, cuando realmente era un galeón, pero menos armado que estos por ser un buque mercante, propiciando con ello llevar poca artillería pero mucha más infantería, como era el caso.

En la escuadra iban marinos de la talla de don Juan Martínez de Recalde, don Miguel de Oquendo, estos como ayudantes expertos de la mar del Duque, más don Pedro de Valdés, Hugo de Moncada, Alonso de Leyva, Martín de Bertendona, etc. etc. La escuadra zarpó de Lisboa el 18 de mayo de 1588. Pero al salir de puntas arrumban al Sur, por ser los vientos contrarios, tanto que solo pudieron arrumbar al Norte al estar a la altura del cabo de San Vicente, ya con buen rumbo volvieron a pasar por el paralelo de Lisboa y el día tres de junio estaban a la altura del cabo de Finisterre.

La escuadra penetro en el Canal como si fuera una muralla con una navegación que impresionaba a todos, formando tres cuerpos principales en la vanguardia, con el ala derecha al mando de Leyva y un poco avanzada al centro, formada por veinte buques de las escuadras de Levante y Guipúzcoa, le seguía un poco retrasado el centro al mando del duque de Medina Sidonia, con otros veinte buques de las escuadras de Castilla y Portugal, y en el ala izquierda algo más retrasada que el centro, al mando de Recalde, con veinte buques de las escuadras de Andalucía y Vizcaya. El resto de unidades de estas escuadras, iban a retaguardia de ellas dejando en el centro al resto de buques menores y para poder ocupar el puesto de algún compañero que fuera dañado o se perdiera.

El momento crucial del encuentro se produjo el jueves día diez de julio (estos datos son del calendario gregoriano, lo ingleses aún tardarían casi dos siglos en adoptarlo, por eso en las fuentes británicas, este día era el sábado veinte de julio), cuando se encontraron frente Plymouth sin ver ningún buque enemigo, lo que llevó a Recalde, Oquendo y Bertendona a intentar convencer al Duque de que se atacara este puerto tan principal, pues si lograban entrar podrían dar buena cuenta de sus enemigos, lo que a su vez dejaría el paso franco al desembarco, pero Medina Sidonia seguido de don Pedro fueron poniendo impedimentos y al final el Duque, se reforzó con la orden de Rey de no atacar si no le atacaban, pues su misión principal era dar escolta a los Tercios de don Alejandro Farnesio. (Aquí se perdió la ocasión de oro, ya que aunque bien protegido el puerto era factible desbordarlo y dentro estaba lo mejor de la escuadra inglesa, ya que estaban esperando que pasara la española para atacar como los traidores, por la espalda, en este caso por las popas)

Hay dudas al respecto, pero seguro es que si se hubiera realizado, la escuadra española no hubiera tenido enemigos por la popa, lo que ya de por sí era una clara victoria, que posteriormente se pago al impedir la libre navegación de la escuadra, añadiéndose, que la flota de Flandes al ver la mar más libre de enemigos, es posible que Farnesio se hubiera decidido a embarcar a sus Tercios e invadir la isla.

Unas líneas más arriba hemos dicho —en el ala izquierda algo más retrasada que el centro, al mando de Recalde, con veinte buques de las escuadras de Andalucía y Vizcaya—. Pero al mismo tiempo en esa ala izquierda, se dividía al igual que la derecha en las dos escuadras, así la de Valdés al mando de la de Andalucía, formaba a la derecha y a su izquierda la de Recalde con su capitana el galeón Santa Ana, con la de Vizcaya. La formación adoptada era la vieja y clásica de las galeras, (muy poco apropiada para buques con artillería en las bandas), es decir, que cada una mantenía a cinco buques en línea de fila, con sus compañeros a su banda diestra, y la escuadra de Oquendo, con el mismo dispositivo, pero algo más alejados de su ala derecha de [Valdes_y_Menendez_de_Lavandera,_Pedro_de_Biografia|Valdés]], por lo que éste quedaba casi sin posibilidad de movimiento, dado que detrás del centro, iban los buques menores solo protegidos por los grandes buques del resto de las escuadras a su retaguardia, lo que hacía muy complicado (por no decir imposible) salir de la formación y poder prestar ayuda a otro buque que la necesitara en otro lugar de ella.

Y precisamente esto es lo que pasó: Estaba arribando el galeón San Salvador de la escuadra de Oquendo, que incomprensiblemente se le había enviado de descubierta, cuando era el buque que transportaba al mayor parte de todos los fondos de moneda para asistir a la escuadra. Sucedió que un buque de la escuadra flamenca porque su capitán no había cumplido una orden superior, se le ordenó que regresara a puerto, éste enfadado decidió embarrancar el buque saltando así a tierra la dotación y por un dispositivo de mecha que le llevaba a la santabárbara hizo explosión, esto desorganizó un poco las línea de la escuadra, momento que el almirante Howard, viendo el desconcierto ordena a su buques atacar la retaguardia española.

Medina Sidonia y Recalde fuerzan vela y se arrumba a impedir que sea capturado el San Salvador, conocedores de su valor. Pero con esta maniobra el centro pierde poder, ya que a ellos les siguen unos cuantos galeones más, lo que aún produjo mayor debilidad en la línea, viendo esto Howard intenta meterse desde la retaguardia por el centro hasta la primera línea, como la escuadra de Valdés estaba más cerca recibe la orden de cortar el paso al almirante inglés, dada su situación (ya explicada) al intentar virar a la diestra aborda a otro buque, lo que le causa graves daños en la proa dificultando mucho que el buque hiciera caso al timón, de hecho el bauprés desapareció e incluida un ancla.

De esta forma en vez de servir de ayuda, pasa a necesitarla. El galeón San Salvador se ha prendido fuego, dándosele remolque se le lleva al centro de la formación, donde los pontones se encargan casi de vaciarlo, poniendo así a salvo gran parte del tesoro que portaba, haciendo explosión un tiempo después, pero todos advertidos no causó ningún daño a nadie. Caso parecido le sucedía al Santa Ana de Recalde, por lo que de nuevo se moviliza todo el centro para prestarle ayuda, pues estaba siendo acatado por siete enemigos, que abandonaron su segura presa al ver venírseles encima los refuerzos, consiguiendo incluso salvar parte de la artillería y casi toda la tripulación, ya controlado esto el Duque se queda mirando al Nuestra Señora del Rosario de Valdés, que al no poder gobernar bien está siendo arrastrado por la corriente justo en dirección contraria a la escuadra, por lo que a cada minuto estaba más lejos y más cerca de los ingleses.

Firma de don Juan Martínez de Recalde.
Su firma

Al perder Recalde su buque trasbordó y enarboló su insignia en el Santiago (almiranta de la misma escuadra), con el que permaneció siempre en su sitio y cuando le era posible, ante la continua tempestad, arrumbaba para ayudar a algún otro bajel por lo que siempre estaba donde se le necesitaba hasta que la expedición se descompuso y cada cual a su mejor saber y entender puso rumbo a España. Llevado por la necesidad de reponer la aguada, al encontrar el primer puerto de Irlanda entró en él, siendo precisamente uno de los que estaban en poder de los ingleses, viéndose obligado a disparar su artillería y desembarcar a la Infantería, consiguiendo por la fuerza el líquido elemento que daba vida a bordo, al terminar de cargar las pipas levó anclas y largó velas saliendo de aquel inesperado infierno.

Regresó a España [1] Entrando en el puerto de Coruña el 8 de octubre, donde se consagró al cuidado de los buques, enfermos y de las dotaciones en general; las fatigas y las preocupaciones de sus buques y hombres le adelantaron el óbito.

Falleciendo en la misma ciudad de Coruña el 23 del mismo octubre de 1588. Según fuentes dice que vivió cincuenta años. [2]

Martínez de Recalde no sólo se distinguió en la mar y en sus combates, sino en la construcción naval, a la que, como queda dicho, también se dedicó.

Notas

  1. El propio don Alonso Pérez de Guzmán, Capitán General de la Gran Armada contra Inglaterra, nos dice: «La artillería jugó un papel muy importante en los dos campos, pero la enemiga no nos afectó mucho, por disparar desde muy lejos…El San Juan sucumbió solamente al ser atacado por los tres mejores barcos de la flota inglesa…Es cierto que hubo día que el enemigo tiró cinco mil balas, aunque nunca hizo daño que se pudiese estimar…El San Salvador, fue destruido por un acto de sabotaje y no por los cañones enemigos. Aquí los ingleses prácticamente no intervinieron.» Recordando al mismo tiempo que la escuadra española al salir de Lisboa estaba compuesta por ciento veintisiete buques, de los que cinco se quedaron en Ferrol, entre ellos las cuatro galeras; tres, se perdieron por accidentes; cuatro, en combate y veintiocho por los temporales, regresando a la península en mejor o peor estado noventa y dos. Cifras contrastadas.
  2. Pero este dato nos hace dudar mucho, ya que si fuera así habría nacido en 1538, hasta aquí todo normal, pero se sabe con seguridad, que contrajo matrimonio el 8 de enero de 1585, con doña Isabel de Idíaques e Idíaquez, lo que le habría llevado a contraer matrimonio a los cuarenta y siete años (año arriba o abajo, dependiendo del mes de nacimiento, ya que se casa casi al comenzar el año) pero sabiendo que la esperanza de vida a finales del siglo XVI era de entre 20 a 24 años, nos hace dudar mucho que se casara tan mayor para la época y al mismo tiempo por su fecha de fallecimiento si se puede afirmar que estuvo casado sin descendencia, tres años y diez meses, lo que nos hace sospechar que no falleció a los cincuenta, si no que era mucho más joven. Hay ejemplos claros de otros marinos que se casaban entre los veinte y los veintiséis años, incluso a esa edad ya eran altos mandos en las escuadras, lo que no lleva dejar en el aire la pregunta de ¿Cuándo nació? pero por lo datos conseguidos hasta ahora, es muy posible que falleciera rondando la treintena, no es creíble otra posibilidad.

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