Magallanes, Fernando de2

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La escuadra estaba compuesta, por las naos, capitanes y demás personas de cargo y responsabilidad, que se relacionan:

Trinidad: Del porte de 110 toneles y un coste de 270.000 maravedís. Capitana. Capitán Mayor de la Armada; don Hernando de Magallanes, portugués. Piloto Mayor de S. Alteza, don Esteban Gómez, portugués. Escribano, don León de Ezpeleta, Maestre, don Juan Bautista de Punzorol, genovés. Alguacil, don Gonzalo Gómez de Espinosa. Contramaestre, don Francisco Albo. Axio, de Rodas. Cirujano, don Juan de Morales, Sevilla y Capellán, don Pedro de Valderrama, Ecija.

San Antonio: De 120 toneles y un coste de 330.000 maravedís. Capitán y veedor de la Armada, don Juan de Cartagena. Contador, don Antonio Coca. Escribano, don Hierónimo Guerra. Piloto de S. M. Andrés de San Martín. Piloto de S. A. don Juan Rodríguez de Mafra. Maestre, don Juan de Elorriaga, Guipúzcoa y Contramaestre, don Diego Hernández, Sevilla.

Concepción: De 90 toneles y un coste de 228.750 maravedís. Capitán, don Gaspar de Quesada. Escribano, don Sancho de Heredia. Piloto de S. A., don Joan López Caraballo, portugués. Maestre, Joan Sebastián de Elcano, Guetaria y Contramaestre, don Joan de Acurio, Bermeo.

Victoria: De 85 toneles y un coste de 300.000 maravedís. Capitán y tesorero de la Armada, don Luis de Mendoza. Piloto de S. A., don Basco Gallego, portugués. Escribano, don Martín Méndez, Sevilla. Maestre, don Antón Salomón, Trápana, Sicilia. Contramaestre, don Miguel de Rodas, Rodas.

Santiago: De 75 toneles y un coste de 187.500 maravedís. Capitán, piloto de S. A., don Joan Serrano, Sevilla. Escribano, don Antonio de Costa. Maestre, don Baltasar Ginovés, rivera de Génova y Contramaestre, don Bartolomé Prior.

Hay que considerar aquí, que no hay que confundir el tonel vizcaíno, con la tonelada de los buques de la Carrera de Indias, por que la diferencia está, en que la proporción era de cinco a seis, o sea, que diez toneles eran igual a doce toneladas.

Entre las distintas fuentes hay diferencia de tripulaciones, pues mientras Fernández de Navarrete, con los nombre y oficios de todos, da un total de doscientos treinta y nueve, en la de Pigaffeta se dan doscientos setenta, afirmando éste que los que fueron en ella no estaban todos enlistados, bien por ser personal de servicio a sueldo de sus amos o bien, simples enrolados que sin sueldo se incorporaron a ella, pues Magallanes siempre consideró que el número máximo marcado por el Rey era insuficiente, por eso se les facilitó el embarque.

Así Pigafetta, nos da unos datos reveladores, pues nos cuenta que iban a bordo de las cinco naos, treinta y un portugueses; entre genoveses y venecianos, veintinueve; franceses, diecisiete; griegos, seis; flamencos, seis; alemanes, cinco (siendo estos, los encargados de la artillería); ingleses, cuatro; malayos, dos; un morisco, más cuatro negros esclavos y los ciento sesenta y cinco restantes eran castellanos, siendo la inmensa mayoría de origen o procedencia del señorío de Vizcaya o vizcaínos, hombres duros de costa brava y mares agitados, por ello muy buenos navegantes.

Entre todos los buques, su artillería era la siguiente:

Con el coste mencionado de construcción, llevaban incorporados sesenta y dos bersos de hierro con un peso de dos quintales cada uno, diez falcones de hierro y diez lombardas de hierro gruesas con tres servidores cada una.

Pero considerando que era poca, se le añadieron; cincuenta y dos bersos; siete falcones; tres lombardas gruesas y tres pasamuras.

Siendo el total de ellas como sigue:

120, Bersos; 17, Falcones; 13, Lombardas y 3, Pasamuras.

Siendo el armamento de los tripulantes, el siguiente: cien coseletes; cien petos con barbotes y casquetes; sesenta ballestas con trescientas sesenta docenas de saetas; cincuenta escopetas; un arnés y dos coseletes, con todo completo para el capitán; doscientas rodelas; seis hojas de espada que se quedó el capitán; noventa y cinco docenas de dardos; diez docenas de gorguces; mil lanzas; doscientas picas; seis chuzas y seis astas de lanzas; ciento veinte ovillos de hilo para las ballestas; siete piezas de dantas; cuatro cueros para proteger las armas y seis libras de esmeril para su limpieza.

Zarparon desde el punto donde se encuentra el puente del Guadalquivir, fueron bajando aguas y pasando por San Juan de Alfarache, posteriormente arribaron a Coria y otras poblaciones, hasta alcanzar la de Sanlúcar de Barrameda, donde lanzaron las anclas y permanecieron más de un mes en espera de buenos vientos, tiempo que aprovecharon para continuar abasteciéndose de las últimas y más frescas vituallas, por estar ya a bordo consumiendo las embarcadas en Sevilla.

En estas fechas redacta Magallanes un memorial para don Carlos, fechado en el mes de septiembre del año de 1519, que transcribimos por su importancia.

Memorial que dejó al Rey don Carlos, don Fernando de Magallanes cuando partió a su expedición, declarando las alturas y situación de las islas de la Especiería, de las costas y cabos principales que entraban en la demarcación de la Corona de Castilla. (Original en el Archivo de Indias, en Sevilla. Legajo 1º de papeles del Maluco, desde 1519 a 1547)

«Muy poderoso señor == Porque podría ser que el Rey de Portugal quisiese en algún tiempo decir que las islas de Maluco están dentro de su demarcación, y podría mandar enviar las derrotas de las costas y acortar los golfos de la mar, sin que nadie se lo entendiese, así como yo lo entiendo, y sé cómo se podría hacer, quise por servicio a V. A. dejarle declarado las alturas de las tierras y cabos principales, y las alturas en que están, así de latitud como de longitud; y con esto será V. A. avisado para que, si subcediendo lo dicho yo fuese fallecido, tenga sabido la verdad.

Iten. La isla de Sant Antón, que es una de las del Cabo Verde en la costa de Guinea, donde se hizo la repartición de estos reinos con los de Portugal, está la dicha isla a 22 grados al oriente de la línea de la repartición.

Iten. Está la dicha isla, conviene a saber, la punta del occidente a 17 grados de latitud.

Iten. El cabo de Sant Agustín, que es en la tierra del Brasil en la demarcación de Portugal, a 8 grados de latitud y a 20 de longitud de la línea de repartición.

Iten. El cabo de Santa María, que es la misma tierra del Brasil de Portugal, está en 35 grados de latitud, y seis grados y cuarto de longitud de la dicha isla.

Iten. El cabo de Buena Esperanza con el cabo de Santa María se corre Leste-Oeste, y está el cabo de Buena Esperanza en 35 grados de latitud y a 65 grados de longitud al oriente de la línia.

Iten. El dicho cabo de Buena Esperanza está en derrota con Malaca Les-Nordeste, Oes-Sudueste, y hay 1.600 leguas de camino del dicho cabo de Buena Esperanza al puerto de Malaca.

Iten. El dicho puerto de Malaca está al Norte del equinoccial un grado, y hay de ella a la otra línia de la demarcación, que está a oriente, 17 grados y medio.

Iten. las islas del Maluco son cinco, conviene a saber, las tres que están, más allegadas a la segunda línia de la demarcación, que están todas Norte-Sur a dos grados y medio de longitud, y la isla de en medio está debajo del equinoccial.

Iten. Las otras dos islas están de la manera de las dos primeras que es de Norte-Sur, y a cuatro grados al oriente de la segunda línia, conviene a saber, dos al Norte del equinoccial, y dos al Sur del equinoccial asentadas por los pilotos portugueses que las descubrieron.

Y esta membranza que a V. A. doy mande muy bien guardar, que ya podrá venir tiempo que sea necesaria, y excusará diferencias; y esto digo con sana conciencia, no teniendo respeto a otra cosa sino a decir verdad.»

Al mismo tiempo redactó su testamento, con fecha del día 24 de septiembre en Sevilla, a donde se desplazó para hacer entrega del memorial anterior.

Y con la misma fecha, escribió a don Carlos una súplica, por estar haciendo una aportación, desde el día 15 de junio anterior, fecha en que se le otorgó el hábito de la Orden de Santiago, por importe de doce mil quinientos maravedís al convento de nuestra Señora de la Victoria en Triana, para que tuvieran un disfrute mientras él estuviera vivo, y para que rogasen a Dios, por el buen término de la empresa, por lo que le suplicaba a S. A., que en su ausencia mandase a la Casa de Contratación el que hiciera efectiva esa cantidad, al mencionado convento, mientras él disfrutase de esa donación, que era la misma cantidad que se le pagaba por su pertenencia a la citada Orden.

Al llegar a Lisboa los informes de sus múltiples espías, se dice que don Manuel entró en cólera, pues para nada había servido todo su esfuerzo y que al final la empresa iba a realizarse, estando ya en Sanlúcar de Barrameda lista a zarpar en cuanto tuvieran vientos favorables.

Dando la orden, de que se enviasen buques a avisar a los que ya estaban, con la orden expresa de interrumpir todo lo posible el buen navegar de la escuadra española, así se recibieron éstas y se enviaron naos al cabo de Buena Esperanza y al de Santa María, situado en el río de La Plata, con el fin de cortarles el paso.

Pero pasado un tiempo, se le notificó que no habían cruzado por estos cabos, por lo que nada se podía hacer; esto le afectó aún más y ordenó el envió de seis naos armadas, a las órdenes de don Diego López de Sequeira, que era el Gobernador de la India, para que zarpara al Maluco e intentara inutilizar la escuadra española, pero esto tampoco se pudo llevar a efecto, porque tuvieron graves problemas y no pudieron arribar al punto convenido.

Lo peor de todo, era la discordancia de los españoles, al ser mandados por un portugués, pues en aquellos días nuestro enemigos eran ellos y esto hacía desconfiar a los españoles de casi todo, además de seguir a ciegas a un portugués, pues solo al Rey le había dado las distancias y situación de varios puntos, pero mucho se guardó de que nadie en la expedición pudiera averiguar nada, siendo la causa principal de la discordia.

Quedando de manifiesto la fortaleza de carácter y espíritu de Magallanes, puesto que demostró a pesar de todas las trabas e inconvenientes que, le fueron surgiendo a lo largo de la preparación de la expedición al fin a todos venció y consiguió su objetivo, que no era otro que hacerse a la mar y así fue para su gloria y la de España.

Estando a la espera de que se levantara un viento favorable, al amanecer del día 20 de septiembre del año del Señor de 1519, se levantó y con alguna fuerza, dando al orden de levar ancla y largar el trapo, así se cumplieron haciéndose a la mar desde el puerto de Sanlúcar de Barrameda.

Al salir de puntas, se puso rumbo al SO., sin más problemas, éste les llevó a arribar a la isla de Santa Cruz de Tenerife, el día 26, en ella se cargaron las naos, con más agua y carne fresca cargándose más leña.

El día 29, zarparon con rumbo al puerto de «Montaña Roja», que está en la misma isla, donde volvieron a lanzar las anclas en espera de una nao, que sabían venía detrás de ellos, cargada con más pez como provisión para la conservación de los vasos en aguas más cálidas.

El día 2 de octubre, volvieron a levar anclas y ganar el viento, cosa que se pudo hacer habiendo sucedido el ocaso, manteniendo el rumbo al SO., hasta alcanzar sobre el medio día siguiente, el paralelo 27º de latitud Norte, virando al Sur y con variaciones al mismo rumbo, más un cuarto.

Pero fue recriminado por Juan de Cartagena, porque en las instrucciones de navegación, que el mismo Magallanes había registrado y entregado al Rey, y a todos los capitanes, con sus pilotos, decía que se mantendría al SO hasta alcanzar el paralelo 24º Norte.

Esta variación y el enfado de Juan de Cartagena, capitán de la San Antonio, es porque como ya queda dicho, al no poder ir en el viaje Rui Falero, el propio Magallanes había elegido a Juan, como su segundo y que en nada se podía variar lo escrito, si no estaban los dos de acuerdo, y este cambio de rumbo, se había realizado sin consultarle.

Ya que además este nuevo rumbo, les llevaba directos a Cabo Blanco en la costa de Guinea en poder de los portugueses, lo no demostraba la conveniencia de hacerse presentes en aguas portuguesas, ante las dudas planteadas Juan de Cartagena demandando saber el porqué de ese cambio de rumbo, pues nadie estaba al tanto de él.

Magallanes a la voz le contestó: «que de eso él no se preocupase, por que no entendía, que se limitase a seguir el estandarte Real de día y el farol de noche, y que nada más le contestaría, pues no pensaba darle cuenta de estas alteraciones.»

Vaya juzgando el lector los acontecimientos, pues no son nada baladíes, por las funestas consecuencias que vendrían o traerían ciertas actitudes, de un insigne marino, pero quizás algo engreído y poco favorable a explicar al menos con quien se había comprometido, esto provocaba las dudas que ya tenían los españoles de ir a las órdenes de un portugués, algo que quizás a Magallanes ni se le pasó por la mente, pero a partir de aquí surgen las diferencias de comportamiento, entre los españoles y don Hernando, que se había mostrado muy convincente con los más poderosos, dando toda clase de explicaciones, pero no así con los que estaban a sus órdenes siendo la realidad que quienes se jugaban la vida eran estos.

Mantuvieron el nuevo rumbo y al tener un buen viento la escuadra navegaba a buena velocidad, por lo que pasados quince días avistaron y cruzaron las islas de Cabo Verde, hasta alcanzar el paralelo de Sierra Leona, donde los vientos se calmaron durante veinte días y al levantarse estos, fueron contrarios al rumbo, que tuvieron que navegar dando bordadas, para poder avanzar algo, a lo que se sumo, un fuerte temporal y varios días de lluvia, pero aún así se consiguió cruzar la equinoccial.

Esto les llevó como estaba previsto por Juan de Cartagena a las costas de Guinea, donde además volvieron a encontrase con calmas y estando en esta situación, Juan ordenó a un marinero, que saludara al capitán de la escuadra, pues así estaba mandado por el Rey.

Pero Magallanes, se sintió ofendido por ser un marinero el que lo hiciera y no el capitán de la nao, que era el obligado, por lo que contestó; que no quería ser saludado de esa forma y que se le llamara «capitán general», esta respuesta, fue respondida por Juan, diciéndole; «que con el mejor marinero de la nao le había saludado y que quizás otro día lo hiciera un paje», y además estuvo tres días sin volverlo a saludar.

De momento nada pasó, pero las calmas proseguían, por ello Magallanes unos días más tarde ordenó, que se presentaran a bordo todos los demás capitanes y pilotos; en la reunión con los ánimos algo alterados, se discutió fuerte y alto sobre la derrota, y la forma de saludar a la nao capitana.

Al parecer la disputa fue tan agria, que Magallanes agarró del pecho a Juan y le dijo; «Sed preso», Cartagena demandó a los demás capitanes y pilotos que lo defendieran, pero ninguno le hizo caso, por lo que fue encepado de los pies y quedo preso.

Los demás compañeros, le rogaron a Magallanes que les fuera entregado Juan, pero solo consintió entregárselo al tesorero don Luis de Mendoza, con la condición, de que cuando él lo demandara se le devolviera en el mismo estado.

Para suplir a Juan de Cartagena al mando de la nao, nombró al contador don Antonio de Coca, unas horas después se levanto el viento, prosiguiendo el viaje.

El día 29 de noviembre seguían rumbo SO., en demanda del cabo de San Agustín, restando otras veintisiete leguas para alcanzarlo, por lo que se volvió a cambiar el rumbo al SSO.

Hay que decir aquí, que a partir de esta fecha, da comienzo el diario de Navegación de don Francisco Albo, que es un muy apreciable documento, además de ser único, pues constan todos los rumbos para poder seguir paso a paso, la derrota de Magallanes, pero con las consabidas advertencias, de que por los instrumentos de la época, son siempre aproximativos y no exactos, pues solo tenía a su disposición la aguja de marear.

Así que pasamos a ir redactando lo mejor posible, todos estos datos para que se pueda apreciar lo costoso y sufrido de navegar de aquellos días, lo que inevitablemente aumenta el valor de la expedición y sus diestros mandos.

El día 1 del mes de diciembre, se mantuvo el rumbo al SSO., hasta que el día 4, para pasar en este día al del SO., un cuarto al Sur, con variaciones según lo vientos hasta el OSO., y SO., hasta el día 8, siendo este día cuando se avistó la costa del Brasil, la cual era siempre de arenas planas o playas, estando en latitud 19º y 59’ Sur.

Se mantuvieron barajando la costa, siendo reconocida sin desembarcar y levantándose planos de ella, hasta que el día 13 se arribó y penetró en la bahía de Geneiro, la que los españoles bautizaron con el nombre de Santa Lucía, desembarcando en ella y hablando con los indígenas.

Magallanes, antes de que desembarcaran las tripulaciones, advirtió que esos territorios eran pertenecientes al reino de Portugal, por lo que bajo pena de muerte, en ningún momento consentiría ningún desmán, para no increpar los ánimos del monarca y que provocara a la larga al Rey de España, así como no intentar que abordaran las naos ningún nativo, pues no se debía de cargar con más bocas para consumir víveres.

Al mismo tiempo y ya en tierra, decidió hacer un cambio de mando, pues relevó al recién nombrado capitán de la nao San Antonio, don Antonio de Coca, poniendo en su lugar a su sobrino, que viajaba de sobresaliente en la nao de su mando, don Álvaro de la Mezquita.

Y estando en esta bahía, el día 17 del mes de diciembre, el piloto don Andrés de San Martín, por la conjunción del planeta Júpiter con la Luna, sacó la latitud en la que se hallaban, pero por estar mal las tablas de Zacuto y el almanaque de Juan de Monte-Regio, se pudo comprobar que era errónea, pero no cejó en su empeño y al día siguiente sí consiguió la demarcación correctamente, dando sus mediciones los 23º 45’ de latitud Sur.

Durante estos días consiguieron hacer intercambios, por lo que se pudieron añadir a los víveres frescos, como frutas conocidas, aves y otros tipos de frutas, (que entre ellas se ha podido distinguir después, que era la piña), desconocida hasta entonces siendo un fruto nativo de esta zona.

Al terminar los intercambios estuvieron más pendientes del viento, el cual el día 27 se levantó favorable, aprovechando para levar anclas y zarpar, continuando su viaje costeando y reconociendo la costa, con un rumbo con pequeñas variantes, al OSO.

Fueron descubriendo varias islas, al parecer siete en total, y al final de una de ellas sobre la costa con una gran bahía, a la que llamaron «De los Reyes», por lo que al verla tan franca decidieron fondear en ella, pasando allí la noche del 31 de diciembre del año de 1519.

Al día siguiente, 1 de enero del año de 1520, aprovechando otra buena racha de viento, levaron anclas e izaron velas, zarpando de la bahía y perdiendo de vista la tierra, pues se mantuvieron con rumbos, del SSO., SO., O., SO., un cuarto a Sur y SO., un cuarto al Oeste, con estos cambios de rumbos arribaron el día 7, en el cual ya se había arrumbado SO., un cuarto al Sur, acercándose de nuevo a la costa alcanzando en estos momentos, la latitud de 32º 56’ Sur.

Por estar tan cerca de tierra, se iban lanzando las sondas, siendo el día siguiente, 8, cuando al lanzarla marcó una profundidad de cincuenta brazas, dando por segura la derrota pero por ser aguas no conocidas el trabajo era de no confiarse mucho, lanzando el escandallo cada pocos minutos, gracias a ello el día 9 al lanzar el escandallo les dio quince brazas y al observar la latitud se marcó la de 34º 31’, se aproximaron más a tierra y sondearon de nuevo en doce brazas.

El día 10, se encontraban en 35º de latitud Sur, estando a la vista el cabo de Santa María, desde el cual la costa corría en dirección Oeste, pero siendo toda ella arenosa; divisaron un monte que anotaron en los planos y por su forma le dieron el nombre de Monte Vidi, a partir de aquí se notó que el agua era dulce y los fondos iban disminuyendo con rapidez, pues en pocos cabos de distancia dio cinco, cuatro y tres brazas, pero como las obras vivas de las naos lo permitían fueron penetrando en el río, que no era otro que el después conocido como De La Plata.

Fondearon y Magallanes trasbordo a la nao San Antonio, para navegar en demanda de ribera a ribera del río, así supo que su anchura era de veinte leguas, teniendo a la vista el cabo de San Antón y en demora al Sur, corriendo en dirección Norte-Sur con la montaña recién bautizada como Monte Vidi, se hallaba a una distancia de veintisiete leguas; estos trabajos duraron hasta el día 7 de febrero.

Después de averiguadas todas esta medida, distancias y situado el lugar en las cartas náuticas, levaron anclas y se hicieron a la mar, pero al llegar a la altura del cabo de Santa María se levantó un temporal, lo que les obligó a virar regresando a las aguas dulces, lo que aprovecharon para volver a hacer aguada y durante unos días consiguieron realizar una abundante pesca.

Los lugareños, se quedaron prendados de aquellas grandes naves, por lo que navegaban en sus piraguas alrededor de ellos, pero sin atreverse a abordarlas.

Pero una noche, un solo indio se acercó y sin miedo alguno abordó la capitana, iba cubierto con una piel de cabra, al verlo Magallanes ordenó entregarle una camisa de lienzo y otra de color rojo; se le enseñó (suponemos que a propósito) una taza de plata, colocándosela en el pecho comentando que de eso había mucho en su tierra, descansó en la nao y a la mañana siguiente desembarcó y abordó su piragua con rumbo a tierra, no volviendo nunca más.

El día 8 levaron anclas y se hicieron a la mar, corriendo la costa desde cabo San Antón hasta el de Santa Polonia, el cual fue medido y se encuentra en latitud de 37º Sur; entre los dos cabos la costa llevaba dirección Sur, pasando poco después al SO., por lo que se siguió ese rumbo, barajando la costa y levantando planos de ella, aunque pocas variaciones había con la anterior, pues seguía siendo arenosa y muy baja, como si fueran playas; estando a dos leguas de ella la sonda marcó un fondo de entre ocho a diez brazas.

Continuaron la navegación, el día 9 se encontraban en la latitud 38º 30’ Sur, aquí era hondable (se podía fondear pero también navegar), la costa era igual, solo que algo más alta y corría al Oeste un cuarto al NO., llegando al final de ella, en la que a forma de cabo terminaba, pero por lo ya dicho a esta punta o cabo, se le bautizó como «De las Arenas»

Las anotaciones se iban a veces alargando en el diario y otras no tanto, por eso ocurre que algunos días por no tener nada que destacar, solo se dan las posiciones.

El día 10, se encontraban en latitud 38º 48’ Sur y la costa corría en dirección de Este a Oeste, pero con mucho fondo. El día 11, en la de 38º 47’ de latitud Sur, seguía en dirección Este-Oeste, viéndose en la costa arenas como ya era habitual y varios montes pequeños algo más al interior.

El día 12 se viró el rumbo a OSO., y al llegar el ocaso se lanzaron las anclas en un fondo de nueve brazas, pero casualmente al bornear la nao, se lanzó la sonda y marcó trece brazas, lo que indicaba que habían lanzado las anclas en algún bajo fondo y desde aquí, vieron como a unas leguas de distancia, se desataba una tormenta con relámpagos, truenos y rayos, más mucha agua, al parecer se encontraba ésta sobre el río Colorado.

El día 13, levaron anclas y se hicieron a la vela, pero tuvieron que navegar por un espacio de tiempo con rumbo al Norte, hallándose en un lugar que al parecer había otros falsos fondos, de hecho la nao Victoria tocó varias veces, cambiando algo la posición fondearon en siete brazas, permaneciendo en este lugar hasta el amanecer del día siguiente, en que se midió la latitud marcándose 39º 11’ Sur.

El día 14, se hicieron a la vela, levaron anclas y poniendo rumbo al Sur fueron navegando, variando el rumbo según mandaba la costa, pasando al SO., SO., un cuarto O y ONO., esto por espacio de varios días, pues ya el 24, en el que se midió la latitud, dando ésta 42º 54’ Sur.

En esta posición divisaron lo que parecía una entrada, con rumbo al NO., para comprobar que si era o no lo que se buscaba penetraron en ella y se encontraron con una gran bahía, que la bojearon por completo teniendo unas cincuentas leguas su costa y lanzando el escandallo, se encontraron con profundidades de ochenta brazas, así que descubierta y anotada se le bautizó con el nombre de San Matías, siendo su nombre actual el de Bahía Nueva.

Pero como no existían correderas, las distancias recorridas en estos últimos días no son correctas, pues se debieron de navegar algunas leguas más, por que por los nuevos medios, se sabe que está mucho más distante desde el lugar mencionado el día 14.

Sucediendo además, que conforme se iban acercando a latitudes más al sur, solían desatarse temporales mucho más continuos, lo que obligaba a correrlos como cada capitán sabía, por ello había veces que incluso se perdían de vista entre ellos, pero al tornar las calmas volvían a reunirse, porque la capitana siempre enviaba su marcada señal con las banderas y los faroles, lo que al resto le permitía seguirla a pesar de los malos tiempos.

El día 27 se midió la latitud y está marcó 44º Sur, se encontraron con otra bahía, que distaba como unas tres leguas y en cuya entrada, como si estuviera marcada se encontraban dos grandes piedras.

Intentaron hacer aguada pero nada encontraron, al igual que tampoco se pudieron abastecer de leña, a pesar de que los lindes marcaban unos campos muy ricos, pero que nada crecía en ellos, dentro de ella encontraron una isleta, en la que pudieron cazar a muchos patos por esto fue bautizada como; «Bahía de los Patos»

Al intentar levar las anclas después de la buena cacería, se levantó de pronto un fuerte temporal que les impidió volver a hacerse a la mar, volviendo a fondear para soportar mejor la fuerza de los vientos y la mar, permaneciendo durante tres días, durante estos la capitana estuvo a punto de perderse, ya que le saltaron en varias ocasiones los cables, que se volvían a ser aferrados por los buzos quienes se lanzaban al mar con un cable nuevo, volviendo a asegurar el ancla al buque evitando que éste se fuera contra la costa; gracias a estos trabajos la nao pudo soportar el temporal sin perderse.

Cuando se calmó el temporal y los patos a buen recaudo, Magallanes ordenó que Juan de Cartagena, que hasta ese momento había estado bajo la custodia de don Luis de Mendoza, le fuera entregado a Gaspar de Quesada, que era el capitán de la nao Concepción.

Así todo ya a su gusto se hicieron a la mar, con rumbos al S., SSO., OSO., y ONO., alcanzaron otra bahía, con estrecha entrada pero muy amplia en su interior (al parecer fue la de puerto Deseado), pero en ella volvieron a sufrir los temporales, que aún eran más fuertes, por lo que para no olvidar los grandes esfuerzos realizados para poderse mantener dentro de ella, la bautizaron como; «La bahía de los Trabajos»

El día 31 del mes de marzo, entraron en el puerto de San Julián, así bautizado por ellos estando en latitud de 49º 30’, que por ser un buen lugar Magallanes quiso hacer la invernada y dejar de sufrir los grandes temporales propios de aquellas tierras en esos meses de invierno para ellas, pero ordenó una cuestión que a nadie sentó bien, que no fue otra que el racionamiento de las comidas.

Pero justo por el frío y los temporales cada vez las dotaciones estaban más débiles, razón por la que comenzaron a increparle, para que o bien aumentara estas ó bien se hiciera a la mar con rumbo Norte, dejando atrás estás inhóspitas latitudes y se pudieran recobrar las fuerzas, puesto que nada se había descubierto ni encontrado el deseado paso.

Pero Magallanes les dijo, que hasta ese momento y en este lugar, tenían pesca y caza en abundancia, que el vino se seguía repartiendo por igual, no faltaba leña ni agua, y que les recordaba, que él le había jurado al Rey de España, que no regresaría y antes perdería la vida que hacerlo sin encontrar el paso, pues estaba convencido de que así era, siendo al final cuando dijo, que los castellanos siempre habían demostrado un gran tesón y que no era hora de perderlo, para el bien de su Monarquía.

Al día siguiente, 1 de abril y festividad del Domingo de Ramos, por lo que llamó a todos los capitanes, oficiales y pilotos, para que trasbordaran a la nao capitana, para acudir a la celebración de la Santa Misa, sirviendo después una agradable comida.

Pero a oír misa, acudieron solo Álvaro de la Mezquita, Antonio de Coca y casi toda la gente, pero no fueron, ni don Luis de Mendoza, Gaspar de Quesada ni Juan de Cartagena, lo que le sirvió de excusa a Quesada, de que no podía dejarlo solo, pero es que además, al terminar la misa Antonio de Coca, regresó a su nao, quedándose a comer con Magallanes solo Álvaro de la Mezquita. (Dato que no deja de ser significativo).

Esa misma noche, Gaspar de Quesada y Juan de Cartagena, en compañía de unos treinta hombres de la dotación de la nao Concepción, trasbordaron a la San Antonio, donde Quesada demandó se le entregara al capitán Álvaro de la Mezquita, dirigiéndose a la tripulación, les comunicó que ya las dotaciones de las naos Concepción y Victoria estaban con él, que ya veían como los trataba Magallanes a todos, pensando que era el único que quería servir al Rey, que no sabían dónde estaban ni se encontraban, y que solo quería su apoyo, para reconvenir al capitán general, o si se oponía hacerlo prisionero.

Fue el maestre de la nao, quien se dirigió a Quesada, diciéndole: «Requiéros de parte de Dios y del Rey don Carlos, que vos vais a vuestra nao, porque no es éste tiempo de andar con hombres armados por las naos, y también vos que soltéis nuestro capitán.»

A lo que don Gaspar de Quesada contesto: «Aun por este loco se ha de dejar de hacer nuestro hecho» y al terminar de decir esto, empuñó su puñal y le dio cuatro pinchazos en el brazo; con este acto la dotación de la nao se quedo convencida y con ello se hizo prisionero a Mezquita.

Una vez hecho esto, mando curar a Elorriaga; Juan de Cartagena trasbordó a la nao Concepción, quedándose Gaspar de Quesada al mando de la San Antonio, mientras que Luis de Mendoza se quedaba con el mando de su nao Victoria.

Estos enviaron un bote para comunicar a Magallanes que la situación era la que era, pues estaban en su poder tres de las cinco naos de la expedición; al mismo tiempo que le requerían que hiciera caso a las provisiones del Rey; que no era un motín, a pesar de los malos tratos recibidos y que si quería llegar a un acuerdo pacífico, que se hiciera llegar a la nao y si hasta entonces le habían dado el trato de Merced, en adelante se lo darían de Señoría y le besarían las manos y pies.

Pero Magallanes, les envió mensaje de que si querían reunirse se vinieran a la capitana, pues en ella se decidían las grandes ocasiones, pero se negaron a ir temiéndose ser apresados, devolviéndole el mensajero, de que él se viniera a la nao San Antonio, en ella a pesar de no ser la capitana, se decidiría lo que había que hacer, siempre con las prevenciones del Rey a la vista.

Magallanes, ya sabemos que era un hombre decidido y astuto, además de muy constante, planificó un ataque por partes para no asustar a todos, con sigilo y eficacia contrarrestar aquella situación que no parecía tener solución, volviendo a tomar el mando y unificar la expedición.

Así el día 2 de abril se apresó al bote de la nao San Antonio, que era el que iba y venía trayendo comisiones de sus respectivos jefes, una vez a bordo de la Trinidad, se arrió el esquife de ésta, con el alguacil don Gonzalo Gómez de Espinosa y seis hombres armados, pero a escondidas y con el pretexto de entregar una carta al tesorero don Luis de Mendoza capitán de la Victoria, subieron a bordo.

Les hicieron pasar a la cámara del capitán y le entregaron el documento, en el que le pedía que se hiciese llegar a la capitana, pero estando con la mirada fija en el papel y aprovechando ese instante, Gómez de Espinosa le propinó una puñalada en la garganta, al mismo tiempo que un compañero le daba otra en la cabeza, cayendo prácticamente muerto en el acto.

Pero previsor Magallanes, entre tanto ya había enviado con el bote de la capitana a Duarte Barbosa con quince hombres, estaban subiendo a bordo de la Victoria, casi al mismo tiempo que sucedían los hechos anteriores, los tripulantes no se opusieron, así Duarte se dirigió al asta y enarboló el pabellón, quedando por ellos la nao.

Por orden de Magallanes se levaron anclas y tanto la nao Victoria como la Santiago, se acoderaron a la capitana, formando así un cuerpo difícil de ser tomado al abordaje.

El día 3 y sabedores de lo que ya había ocurrido, en las naos San Antonio y Concepción, levaron anclas pretendiendo salir de la bahía, pero como la capitana y ahora las otras dos formaban un solo cuerpo, además de encontrarse en el rumbo de salida, no tenían más remedio que pasar junto a ellas.

Por lo que Quesada indicó al estar ya casi a su altura y lanzando de nuevo un ancla, que soltaría a don Álvaro de la Mezquita, para devolverlo a Magallanes y que así se podría llegar a un acuerdo, pero el mismo Mezquita le dijo a Quesada, que aquello no le iba a librar de nada; esto convenció a Quesada, quien ordenó ponerlo en la proa de la nao, para evitar que les tirasen con artillería, pero nada más se movió durante la tarde y quedaron en estas posiciones hasta llegar el ocaso, quedando muy juntas las naos.

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