Hermione (1797)

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Dibujo de una fragata de treinta y seis a cuarenta y cuatro cañones eran por su mayor velocidad las que solían ir en cabeza, descubierta, de las escuadras, también se les utilizaba como buques correo y de transporte, no siempre llevaban la artillería descrita, pues dependía de la comisión y mucho el armamento que llevaban. La diferencia más notable entre un navío y una fragata, era que éstas solo llevaban una batería o puente, de forma que eran mucho más bajas que aquellos, pero a su vez eran mucho más rápidas y por su menor calado, profundidad del casco en el agua, les permitía acercarse mucho más a tierra y batir mejor ciertos lugares, como fortalezas o castillos. Su arboladura era igual a la de un navío, tres palos que salían de la cubierta y un bauprés que salía hacia proa.

Construcción:

Fragata británica construida en Bristol en 1782, armada con 40 cañones, seis obuses y tripulada por unos 200 hombres.

En 1797 pertenecía a la escuadra del vicealmirante Hyde Parker y es destacada el 16 de agosto desde el puerto de San Nicolás, Haití, para patrullar entre las islas de Santo Domingo y Puerto Rico.

Historial:

El capitán Hugo Pigott mantenía a bordo una férrea disciplina. El 20 de septiembre ordenó arrizar las velas, amenazando con azotar al último en bajar a cubierta. Se desató el pánico y tres marineros murieron al estrellarse sobre la cubierta y mandó arrojarlos por la borda sin ninguna ceremonia. Al día siguiente azotó a seis de los marineros. Hartos de sus atrocidades, decidieron amotinarse a las once de esa misma noche. Irrumpieron en la cámara y apuñalaron al capitán, después mataron al primer, segundo y tercer oficiales, al contramaestre, al guardiamarina, al teniente de infantería de Marina, al contador, al cirujano y al secretario del capitán, salvándose sólo el carpintero y el condestable.

Los marineros decidieron dirigirse a La Guaira y entregar la fragata a las autoridades españolas. Llegaron al puerto el 27 de septiembre y el brigadier Mateo Pérez, gobernador de la plaza, recibió a los marineros, los cuales contaron que habían abandonado al capitán y oficiales en una lancha a unas diez leguas de Puerto Rico. El gobernador receló de su historia, confirmando sus recelos al comprobar que la fragata tenía todas sus lanchas, además de que uno de los marineros, de los cinco que no habían participado en el motín, relató al gobernador la verdadera historia. Los marineros amotinados se dispersaron, pero la Marina británica los persiguió sin descanso y a los nueve años había logrado capturar y ahorcar a veinticuatro de ellos. Mientras tanto, el gobernador mandó al teniente coronel de artilleros don Antonio López Chaves y a sus hombres para tomar posesión de la fragata. El 23 de diciembre de 1797 se decide su incorporación a la Armada para servir de guardacostas en la zona, siendo rebautizada como Santa Cecilia, aunque siempre se le conoció por su nombre original.

La fragata es enviada a Puerto Cabello para ser carenada y reparada. Se envió desde la Habana una tripulación y un comandante, el capitán de fragata don Ramón Echalar, que tomó posesión del mando en agosto de 1798. Se encontró que estaba mal reparada y faltaba carenarla y la tripulación era de leva forzosa y presidio. Al intentar repararla se enfrentó al contador de a bordo y las autoridades del puerto. Sin conseguir repararla adecuadamente y con una tripulación desastrosa, se le ordenó zarpar rumbo a Veracruz en octubre de 1799. Echalar decidió fondear a poca distancia de los cañones del fuerte y para entonces tenía noticias de la presencia de una fragata británica que vigilaba el puerto.

El vicealmirante Hyde Parker llevaba dos años sin ningún éxito en el Caribe y necesitaba un golpe de efecto que devolviera la moral y la confianza a sus hombres. Mandó al capitán Edward Hamilton, comandante de la fragata de 28 cañones Surprise, que vigilara las cercanías de Puerto Cabello. Conocidas las buenas relaciones entre la burguesía venezolana y los británicos de Trinidad, es de suponer que Parker y Hamilton supieran la situación de la fragata Hermione, su pésima tripulación, las defensas del castillo y las disposiciones tomadas por Echalar para la defensa. Una prueba de ello es que Hamilton no llevaba sólo las tres lanchas reglamentarias, sino que cargó con varias más, siendo sus intenciones las de abordar la fragata, plan muy arriesgado si se desconocían las defensas.

En la noche del 24 al 25 de octubre de 1799, Echalar estaba en su camarote, mientras el teniente de fragata don Manuel de Avellaneda se encontraba de guardia, aunque no se encontraba en su puesto, que será la clave para la rápida captura de la fragata. Entre las doce y la una de la madrugada, siete lanchas británicas comenzaron el asalto. Algunos soldados de guardia fueron reducidos, y ocuparon el castillo de proa y la cubierta, mientras otros cortaban los cables y comenzaron a remolcar la fragata hacia alta mar. Los soldados británicos vestían de azul oscuro, mientras los soldados españoles, vestidos de blanco, eran perfectamente visibles. Al darse la alarma, algunos oficiales como el guardiamarina Mariano de Mendoza y los pilotines Vigausti, Ribalta y Crespo abandonaron la lucha, e incluso veinte hombres escaparon hacia la costa en un bote. Los atacantes consiguen cerrar las escotillas, dejando a la mayor parte de la tripulación encerrada, aunque hicieron grandes esfuerzos por salir. También fueron reducidos varios soldados que intentaron oponer resistencia desde la arboladura.

Cuando la fragata se encontraba en alta mar y con gran número de bajas, comprendieron que era inútil seguir la lucha y se rindieron. Hamilton redactó un informe, publicado en la “Gaceta de Jamaica”, en el que mencionaba, entre otras cosas, que 98 hombres habían reducido a 392 y habían tenido sólo doce heridos. También relató que al entrar en la rada son descubiertos por dos lanchas cañoneras españolas. Dos de sus lanchas abordaron a las cañoneras, mientras otras cuatro lanchas avanzaron hacia la fragata. Con la refriega de las lanchas, los artilleros de la Hermione dispararon sus cañones a ciegas creyendo que el castillo era atacado y no se enteraron que los hombres de Hamilton habían conseguido subir por la proa de la fragata. Los 392 españoles abandonaron sus cañones y se lanzaron sobre los asaltantes, produciéndose una lucha horrorosa. Habían conseguido desplegar el trinquete y romper los cables, con lo que la fragata se dirigía remolcada hacia la bocana del puerto, reforzados por los compañeros de las dos lanchas, que habían destruido a las cañoneras españolas. La fortaleza no dejaba de disparan sus doscientos cañones sobre la fragata y apenas salió del puerto, los marineros y soldados españoles se rindieron.

A este relato, bastante fantástico por parte de Hamilton, habría que matizarlo en varios puntos. Incluso en versiones posteriores se dijo que sólo participaron tres lanchas, unos 45 hombres, que se enviaron refuerzos españoles a la fragata y que los tripulantes de las cañoneras habían optado por abandonarlas antes de enfrentarse a los británicos. Por eso no es de extrañar que el historiador Dudley Pope calificara el rescate de la Hermione “entre las más bravas, mejor planificadas y más exitosas operaciones en la historia naval británica…”. El pequeño castillo de Puerto Cabello disponía de apenas una veintena de cañones, las lanchas no eran seis, como afirma Hamilton, sino siete, según lo declarado por Echalar. Otra cuestión es cómo fue posible que entre los españoles hubiera 119 muertos y 97 heridos graves cuando la mayoría se encontraban encerrados. La razón es que intentaron salir por todos los medios, siendo contenidos con fusilería y a sablazos, sin contar la ya mencionada nula instrucción de la tropa y que la marinería no era de fiar. No era necesario que Hamilton y los historiadores británicos, como James y Clowes o el venezolano Rojas, tergiversaran la historia de esa manera tan burda para la mayor gloria de la Royal Navy.

La fragata, de nuevo en manos británicas, fue rebautizada como Retaliation y antes de ser desguazada en Deptford en 1805 se la volvió a cambiar de nombre por el de Retribution. El capitán Hamilton fue nombrado caballero y colmado de honores, mientras el capitán Echalar es juzgado en la Habana por no preparar a la fragata de forma adecuada para la defensa. Permaneció tres años en prisión y en 1802 fue expulsado de la Armada, mientras el teniente Avellaneda y otros oficiales no fueron expulsados y se les castigó levemente.

Se demostró en el consejo de guerra que la fragata había sido entregada a los británicos por traidores españoles. No se puede olvidar que Echalar era de ideas liberales al igual que Mazarredo y Barceló, con los que había servido, por lo tanto repudiado por Godoy, además de no ser de origen noble. Echalar pidió su ingreso en la Armada en varias ocasiones y sólo pudo conseguirlo en 1820 con el triunfo de Riego, aunque en 1823, con el regreso de Fernando VII, quedó cesado de nuevo.

Bibliografía:

Atienza Peñarrocha, Antonio.: “La leyenda de la Hermione”. Revista La Aventura de la Historia”. Año 2. Número 16. Febrero 2000.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tomo VIII. Museo Naval. Madrid, 1973.

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