Domonte y Ortiz de Zuniga, Antonio Biografia

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Antonio Domonte y Ortiz de Zúñiga Biografía

Jefe de escuadra de la Real Armada Española.


Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Sevilla en el año del Señor de 1719. Fueron sus padres don Francisco Domonte y Córdoba, marqués de Villamarín y caballero veinticuatro de Sevilla, y su esposa, doña Ana Ortiz de Zúñiga, hija a su vez de don Juan Ortiz de Zúñiga, Caballero de la Orden de Santiago, I marqués de Montefuerte y también caballero veinticuatro de Sevilla.

Hoja de Servicios

Al ser descendiente de una familia aristócrata de marinos, pidió y se le concedió la Carta-Orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarinas del Arsenal de Cádiz, sentando plaza el día 10 de febrero del año de 1734. Expediente Nº 186.

Cursó todos sus estudios con buena nota y abandonó la Compañía al ser ascendido a alférez de fragata el día 1 de septiembre del año de 1740. Estuvo destinado como oficial subordinado en varios bajeles que realizaban el corso contra las regencias norteafricanas.

Fue ascendido al grado de alférez de navío por Real orden del día 3 de julio de 1747, y en estos grados de oficial subordinado navegó por casi todo los mares del planeta en diferentes buques, misiones, destinos y comisiones que le proporcionaron grandes conocimientos de náutica.

Se encontraba en la ciudad de la Habana embarcado en la escuadra al mando del general don Andrés Reggio, cuando a éste le llegaron noticias de que la escuadra británica del almirante Knowles navegaba al acecho de la Flota de Indias, al mando del capitán de navío don Juan de Hegues, que debía arribar a la Habana procedente de Veracruz.

Zarpó inmediatamente la escuadra española en busca de la enemiga y cuando arribó, el día 4 de octubre del año de 1748, a la sonda de la Tortuga se avistó una goleta británica que fue apresada. Al ser interrogado su capitán se supo que la fuerza de la escuadra del almirante enemigo que era muy superior a la propia, por lo que Reggio decidió poner rumbo a la Habana sin llegar a entrar en el puerto y quedar a la vela en espera.

El día 12 de octubre del año de 1748 se presentaron los británicos y al divisar sus velas, el general Reggio ordenó formar la línea siendo el navío insignia español el África, de 70 cañones que inició el fuego hacia las dos de la tarde; a las tres ya era general la contienda, llegando a enfrentarse los dos almirantes con sus respectivos buques.

Antes de las cuatro el insignia británico había sido puesto fuera de combate pero también los buques españoles habían sufrido daños, pues el Conquistador, de 66 cañones ardía accidentalmente por una falsa maniobra de la fragata Galga, del porte de 30 cañones, y el África estaba siendo atacado por tres enemigos por lo que hacía las ocho de la tarde se encontraba desarbolado de los palos mayor y mesana, aunque aún seguía respondiendo al fuego enemigo con tanto ímpetu como al principio por lo que llegadas las diez de la noche los enemigos se vieron forzados a dejarlo en paz quedando como dueño de la mar aunque muy mal tratado.

Estaba en tan malas condiciones, que tras acercarlo a la playa de Sijiras, donde desembarcaron en botes cuantos estaban con vida más equipajes y documentos de a bordo, Reggio dio orden de incendiarlo. El general, el comandante del buque, capitán de navío don Juan Antonio de la Colina, los oficiales y tropa tuvieron que hacer a pie el largo camino de regreso hacia la Habana.

Los navíos Invencible, de 70 cañones, el Dragón, de 66, Real Familia y Nueva España, de 60 y la fragata Galga, de 30 arribaron por sus propios medios al puerto. Por parte española hubo ciento seis muertos, de los que cincuenta y cuatro eran oficiales y doscientos cuatro heridos, de ellos catorce oficiales. No hay datos sobre el número de bajas sufridas por el enemigo.

Tras ser reparados los buques zarparon con rumbo a la Península protegiendo una Flota que transportaba doce millones de pesos fuertes (plata amonedada) que fue puesta en franquicia en la bahía de Cádiz, desde donde virando, la escuadra prosiguió su navegación hacia el puerto de la Coruña donde lanzaron las anclas ya entrado el año de 1749.

Quedó don Antonio Domonte desembarcado en este mismo puerto y un tiempo después realizó un tornaviaje al Río de la Plata, quedando a su regreso desembarcado de nuevo.

Se le ascendió al grado de teniente de fragata por Real orden del día 28 de diciembre de 1751. Con este empleo navegó por el Mediterráneo en misiones de corso durante las que mantuvo varios encuentros con naves berberiscas y tunecinas, de los que siempre su buque salió bien parado, lo que significó una aportación más a su formación. Realizó también dos viajes a Tierra Firme y a los mares del Sur, así como visitas a las plazas de soberanía española en el norte de África y transportó en varias ocasiones tropas a las islas Afortunadas.

Fue ascendido al grado de teniente de navío por Real orden del día 20 de marzo del año de 1754 mientras continuaba sus navegaciones por el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. Posteriormente por sus grandes dotes se le otorgó el mando de una fragata, el 8 de julio de 1762 hallándose en misión de corso en el Mediterráneo divisó dos velas hacia las que puso rumbo y al llegar a la vista supieron por el pabellón que eran dos jabeques de la Regencia de Argel. Decidió entonces cortarles la proa para lo que se lanzaron tras ellos, y aunque resultaron ser del porte de 30 cañones cada uno, sin arredrarse y tras un duro combate, consiguió ponerlos en fuga.

Después de doce años en el grado de teniente de navío, por Real orden del día 15 de enero del año de 1766 se le ascendió a capitán de fragata.

Con este grado primero pasó a destinos en tierra y posteriormente, por los años de 1768 ó 1769, fue destinado a los mares del Sur.

Informado el virrey del Perú, don Manuel de Amat, de la presencia de británicos y franceses en las costas e isla de la actual de Pascua, ordenó al capitán de navío don Felipe González de Aedo, que con su división se acercará a la isla para tomar oficialmente posesión de ella.

Por esta razón zarparon del Callao, el día 10 de noviembre del año de 1770, el navío San Lorenzo del porte de 70 cañones, al mando del comandante de la división y la fragata Santa Rosalía, de 26, al mando de Domonte. Arribaron a la isla el día 15 siguiente siendo muy bien recibidos por la población, ante cuyos jefes pidieron presentarse, y con los que llegaron al acuerdo de aceptar la autoridad y protección de la corona de España y por ende pasar a depender del virreinato del Perú.

La isla fue bautizada con el nombre de San Carlos, se levantaron tres grandes cruces bien visibles desde cualquier punto y se firmó un documento en el que entre otras cosas dice: «…y para mayor corroboración de este acto firmaron ó signaron algunos indios concurrentes, gravando en el documento testimonial ciertos caracteres, según su estilo».

Lo curioso es que había sido ascendido, por Real orden del día 22 de octubre del año de 1770, al grado de capitán de navío, pero al estar en los mares del Sur la noticia aún no había llegado cuando zarpó del Callao, por lo que se enteró de su ascenso al arribar de nuevo, una vez hecha ya la toma oficial de la isla que después pasó a llamarse de Pascua, y en todas las fuentes figura como capitán de fragata, cuando ya lo era de navío.

Al ser ascendido se le notificó que se presentara en la Península, por lo que de nuevo tuvo que navegar por el cabo de Hornos, haciendo escala en el Río de la Plata y desde aquí a la bahía de Cádiz, donde al llegar quedó desembarcado.

En el año de 1775, al mando de navío Oriente que pertenecía a la escuadra del mando del general don Pedro Castejón, participó en la expedición a Argel protegiendo con sus fuegos el desembarco y participando después pie a tierra en los diferentes combates.

Tras pasar por el mando de varios navíos, dada la costumbre de desarmarlos cuando no se estaba en guerra declarada, recibió el mando del San Eugenio, del porte de 74 cañones, perteneciente a la escuadra del general don Luis de Córdova con la que zarpó de la bahía de Cádiz rumbo al puerto de Cartagena uniéndose allí a la francesa del conde D’Orvillers, pues de nuevo España y Francia, aprovechando el levantamiento de las Trece Colonias, se aliaban contra el Reino Unido en la Segunda Guerra del Tercer Pacto de Familia, declarada el 16 de julio de 1779, por lo que ambas escuadras zarparon de este puerto con rumbo al canal de la Mancha, adonde llegaron a mediados del mes de agosto, ahuyentando con su formidable presencia a la armada real británica que buscó refugio en sus arsenales y puertos, por lo que solo se pudo apresar a un desprevenido navío, el Ardent del porte de 74 cañones, además de cuatro fragatas, seis bergantines y dos convoyes.

Se había iniciado un bloqueo del peñón que cada vez ahogaba más a sus habitantes por lo que Gran Bretaña preparó una escuadra al mando del almirante Rodney con socorros. Enterados los aliados prepararon un complejo plan de interceptación que no llegó a ejecutarse a causa de los temporales y la desidia francesa, por lo que el 16 de enero de 1780 la pequeña escuadra del general Lángara, compuesta por once navíos, entre ellos el San Eugenio de Domonte, intentó enfrentarse, en choque desproporcionado, contra los 22 navíos y 19 fragatas de Rodney, que iba además acompañado de unos 200 mercantes, en el llamado combate naval de cabo de Santa María.

Después de caer gravemente herido, Lángara hubo de franquear el paso no pudiendo así evitarse que los socorros llegaran a Gibraltar.

Como consecuencia de su comportamiento en este combate, Domonte fue ascendido a brigadier por Real orden del día 3 de febrero del año de 1780, en muestra de agradecimiento del rey don Carlos III.

Al mando del general don Luis de Córdova zarpó la escuadra combinada y en ella el San Eugenio de Domonte, ya que a pesar de haber sido ascendido mantuvo el mando del buque. Avistaron sobre el cabo de Santa María, el día 9 de agosto del año de 1780, un gran convoy británico que fue apresado con todo su rico cargamento, ya que estaba compuesto por más de cincuenta y cinco velas, a pesar de ser buques mercantes, por reunir condiciones aconsejables algunos de los apresados pasaron a formar parte de la Armada después de ser mejorados, sobre todo los cinco fuertes y marineros indiamen, convirtiéndose: la Helsbrek, de 30 cañones, en la Santa Balbina, de 34 cañones; la Royal George, de 28, en la Real Jorge; de 30; la Monstraut, de 28, en la Santa Bibiana, de 34, y las Geoffrey y Gatton ambas de 28, fueron respectivamente la Santa Paula, de 34 y Colón, de 30.

Aunque protegido a cierta distancia, todo el convoy enemigo fue apresado y conducidos sus barcos a la bahía de Cádiz.

En esta captura fueron hechos prisioneros tres mil hombres de las dotaciones, más mil ochocientos soldados de las compañías reales de las Indias Orientales y Occidentales, valorándose el botín capturado, de mercancías y municiones, en un millón de duros, moneda de ocho reales

En el año de 1782 formó parte de las fuerzas navales combinadas que cercaban la plaza de Gibraltar, cuando el general Barceló mandaba el ataque de las lanchas cañoneras empleadas a corta distancia y después, cuando el día 13 de septiembre se produjo el desgraciado ataque de las baterías flotantes, diseñadas por el francés D’Arçon, al mando del general Ventura Moreno, apoyando primero la operación con los fuegos de sus buques y después cuando fueron incendiadas éstas por las balas rojas de los defensores, envió sus embarcaciones menores a apagar los fuegos y salvar a las dotaciones.

En los incendios y voladuras de estas pesadas baterías, en teoría insumergibles e incombustibles al estar dotadas con un sistema de circulación de agua, «como la sangre por el cuerpo humano», hubo trescientos treinta y ocho muertos, seiscientos treinta y ocho heridos, ochenta ahogados y trescientos treinta y cinco prisioneros, rescatados del agua por los ingleses, quedando así demostrado que sus efectos eran muy inferiores a los producidos por el bombardeo de las lanchas cañoneras inventadas por Barceló, más seguras y efectivas. Mientras en Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot.

La plaza llegó a estar en gran necesidad y enterado el Almirantazgo británico envió un nuevo convoy con aprovisionamientos, escoltado por una escuadra de treinta navíos al mando del almirante Howe.

Le salió al encuentro el general don Luís de Córdova con sus fuerzas, entre las que de nuevo se encontraba el navío San Eugenio, al mando de Domonte, pero el convoy enemigo, aprovechando un fuerte temporal, consiguió arribar al Peñón y descargar los tan esperados auxilios, perdiéndose en esta operación el navío español San Miguel, arrojado por la tempestad bajo los mismos muros de Gibraltar.

Cuando lord Howe volvía al Atlántico, Córdova le salió de nuevo al encuentro trabando combate el día 20 de octubre del año de 1782 frente al cabo Espartel.

Los británicos admiraron: «el modo de maniobrar de los españoles, su pronta línea de combate, la veloz colocación del navío insignia en el centro de la fuerza y la oportunidad con que forzó la vela la retaguardia acortando las distancias».

El combate duró cinco largas horas. Los buques enemigos que llevaban su obra viva forrada de cobre tenían más andar, lo que les permitió mantener en todo momento las distancias convenientes para ellos y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al fuego, el almirante británico decidió, al encontrarse en inferioridad numérica, rehuir a los navíos españoles, por lo que sus naves cazaron el viento y enseñando la popa se fueron alejando del alcance de la artillería española.

Al año siguiente de 1783 quedó desembarcado, siendo destinado a servicios en tierra, hasta que le llegó una Real orden, con fecha del día 16 de enero del año de 1789, por la que era ascendido al grado de jefe de escuadra.

Continuó sus servicios con este grado hasta que el día 14 de enero del año de 1792 le sobrevino el óbito. Contaba con setenta y tres años de edad, de ellos cincuenta y ocho años de servicios a España.

Bibliografía:

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Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. Madrid 1895-1903.

Martínez-Valverde y Martínez, Carlos.: Gloriosas efemérides de la Marina de Guerra Española. Ministerio de Marina. Madrid, 1968.

Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid 1873.

Rodríguez González, Agustín Ramón.: Trafalgar y el conflicto naval Anglo-Español del siglo XVIII. Actas. Madrid 2005.

Válgoma, Dalmiro de la. y Finestrat, Barón de.: Real Compañía de Guardia Marinas y Colegio Naval. Catálogo de pruebas de Caballeros aspirantes. Instituto Histórico de Marina. Madrid, 1944 a 1956. 7 Tomos.

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