Cañoneros del fin del Mundo, Los1

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BUQUES DE VAPOR DE LA ARMADA ESPAÑOLA

del vapor de ruedas a la fragata acorazada 1834-1885.

Con fecha sábado, 1 de junio de 1861, el periódico El Contemporáneo nos da esta interesante noticia sobre el número y plazas que han de componer las tripulaciones de los buques:

Con fecha 25 de mayo se ha dispuesto por el ministerio de Marina que las cañoneras de hélice de 20 y 30 caballos, destinadas al servicio del archipiélago filipino, se doten con el número y clases de plazas siguientes:

Cañoneras con máquina de fuerza de 30 caballos.- Comandante, teniente de navío 1; tercer contramaestre o patrón, 1; carpintero calafate, 1; maquinista segundo, 1; ayudante de máquina, 1; fogoneros, 3; paleadores, 1; condestable de tercera clase, 1; artillero de mar pañolero, 1; soldados de infantería de marina, 4; marineros preferentes, 2; marineros ordinarios, 3; grumetes, 14; total, 34.

Cañoneras con maquina de fuerza de 20 caballos.- Comandante, alférez de navío 1; tercer contramaestre o patrón, 1; carpintero calafate, 1; maquinista segundo, 1; ayudante de máquina, 1; fogoneros, 3; paleadores, 1; condestable de tercera clase, 1; artillero de mar pañolero, 1; soldados de infantería de marina, 4; marineros preferentes, 2; marineros ordinarios, 3; grumetes, 10; total, 30.

También se ha mandado que ínterin no se dé nueva forma a la marinería de las fuerzas sutiles, se embarcarán con el cargo de pertrechos y de bitácora un patrón en lugar de un tercer contramaestre, y cinco marineros en vez de los dos preferentes y tres ordinarios.

Como cada división ha de componerse de una cañonera de 30 caballos y otra de 20 caballos, estará asignada a ellas un practicante de primera clase, que residirá en tierra con el botiquín.

Como siempre ocurre con estos tipos de buques tan desconocidos, los diferentes autores no se ponen de acuerdo en las características de los mismos, pero esto es algo con lo que yo ya cuento. Entiendo que los datos que nos da D. José Lledó son los más aproximados.

Una primera polémica viene motivada por el material del casco de los buques. D. José Lledó, como habréis comprobado, en las características de los 8 primeros, señala que su casco es de acero (de los 12 siguientes no nos dice nada), mientras que D. Agustín afirma que: «… cuatro de estos cañoneros llevaron casco de acero, siendo así de los primeros buques de guerra en el mundo de este material. »

Como podremos comprobar más adelante, es D. Agustín el que lleva la razón, son solamente cuatro los cañoneros con casco de acero. Lo que me ha sido imposible averiguar es que cuatro cañoneros tenían el casco de este material.

Otra polémica viene motivada por el lugar donde se ensamblaron los buques, D. José Lledó asegura que fueron ensamblados en Hong Kong y armados y pertrechados en Cavite; D. Agustín señala que fueron ensamblados, armados y pertrechados en Cavite. Sin poder asegurarlo al ciento por ciento, todo parece indicar que la segunda opción es la más veraz, como más adelante veremos.


1859

El Clamor Público, jueves 5 de mayo de 1859.

En un artículo editorial del Times de Londres del 29 de abril, se quiere dar a entender que las 27 cañoneras de poco calado que por orden del Gobierno español se están construyendo en Inglaterra, servirán para ayudar a Francia en sus planes de dominación; porque el vecino Imperio ha considerado siempre a nuestro país como propiedad suya o como cómplice. Los buques que se están haciendo en Inglaterra son los que, según anunciamos hace algún tiempo, se mandaron construir para las atenciones del servicio en el archipiélago filipino, y es probable que tomándose en consideración las necesidades urgentes del servicio en todos los mares donde el comercio español va adquiriendo un constante desarrollo, se disponga la inmediata construcción de otras embarcaciones de guerra; pero podemos asegurar que los preparativos navales que hace el Gobierno, son completamente extraños a las cuestiones que hoy se ventilan en Europa. No es la primera vez que el Times falta a la verdad al tratar de nuestros asuntos.

La España, viernes 6 de mayo de 1859.

Si nuestros informes no son inexactos, en el año próximo pasado, poco más o menos en el mes en que nos encontramos, y cuando ni el Times ni nadie podía adivinar los actuales acontecimientos, se encargó a Inglaterra la confección de los planos de esas cañoneras, que habían de construirse para el archipiélago filipino, y con todas las condiciones marineras que exige la navegación en aquellas aguas. Así que una de las primeras circunstancias recomendadas para la construcción era, si mal no tenemos entendido, que solo hubiesen de calar dos pies, y poder entrar en los ríos para perseguir en ellos a los pancos de los piratas. No solo se hicieron los planos y vinieron, según nuestros informes, al ministerio de marina, sino que se trató del transporte y de lo que este costaría hasta dejarlos ya armados en la bahía de Manila; pues es de advertir que, a excepción de cuatro, que por su mayor porte harían la navegación a vela doblando el cabo, los demás irían en piezas y bien empaquetados por ser de hierro y prestarse fácilmente a esta operación.

Tan cierto es esto que, de haberse realizado el proyecto, las veinte y cuatro cañoneras, que este creemos que era entonces el número fijado, estarían desde mediados de abril próximo pasado navegando en Filipinas. Sea por lo que fuere, aquel proyecto se modificó a poco de salir del ministerio el señor Quesada; y los buques que habían ser de hierro, se dispuso que se construyeran de madera, aumentando también su número, pero conservando siempre las mismas condiciones marineras, y haciendo entender a los constructores ingleses que los buques se destinaban a los mares de Filipinas.

Del primero de los artículos dos cosas a remarcar: la primera, los británicos, en este caso, su “vocero” por antonomasia THE TIMES, tocando las narices como no podía ser de otro modo; la segunda, quizás por un exceso de optimismo, quizás porque el ministerio de Marina no se explico con claridad, el autor señala 27 cañoneras. No creo que debamos dar ninguna importancia al número señalado.

Con respecto al segundo artículo son varias las consideraciones. Cuando el articulista señala que son 24 las cañoneras, esta incluyendo (y al mismo tiempo le sobran 2) junto a los 18 reales las cuatro goletas de hélice (Santa Filomena, Constancia, Valiente y Animosa), de casco de hierro, y con un desplazamiento de 510 toneladas aproximadamente, que fueron encargadas al mismo tiempo, por el gobierno español, a los astilleros británicos. Fueron precisamente estos cuatro buques los que llegaron a Filipinas navegando por sus propios medios. Se señala asimismo que, «… se trató del transporte y de lo que este costaría hasta dejarlos ya armados en la bahía de Manila…» y más adelante que: «…los demás irían en piezas y bien empaquetados por ser de hierro y prestarse fácilmente a esta operación. » Estos dos párrafos, aunque no son todo lo precisos que uno quisiera, dan a entender que el ensamblaje de los buques se hará en Filipinas y no en Hong Kong, como señala D. José Lledó.

Del último parrado del artículo: « Sea por lo que fuere, aquel proyecto se modificó a poco de salir del ministerio el señor Quesada; y los buques que habían ser de hierro, se dispuso que se construyeran de madera, aumentando también su número, pero conservando siempre las mismas condiciones marineras, y haciendo entender a los constructores ingleses que los buques se destinaban a los mares de Filipinas.» solo decir que, este proyecto nunca se llevo a cabo, los cañoneros fueron 4 con casco de acero y 14 con casco de hierro, y señalar también que, este asunto no tiene absolutamente nada que ver con lo que posteriormente pasaría.

1860 Las tres noticias siguientes nos dan cuenta de la llegada y armamento de varios de los cañoneros:

La España, jueves 19 de abril de 1860.

Arribo.

El 20 de febrero anterior fondeó en el puerto de Manila el vapor Malaspina, pasando al siguiente día 15 al arsenal de Cavite, a recorrer las pequeñas averías que ha sufrido en su viaje desde Cádiz al referido puerto. Durante la travesía, no ha ocurrido, según escriben, novedad alguna.

También el 12 de febrero llegaron a Manila tres de las cañoneras de vapor que han de componer las fuerzas sutiles de aquel archipiélago.

La Época, miércoles 6 de junio de 1860.

El 4 de abril estaban armándose en Manila otras dos cañoneras de a veinte caballos, cuya habilitación y armamento esperaban quedaría terminado en unos quince días.

El número de cañoneras destinadas al archipiélago filipino es de 18, y además 4 goletas de hélice de a 100 caballos, que están llamadas a prestar interesantes servicios.

La España, jueves 9 de agosto de 1860.

Manila 2 de junio.

Tenemos ya en esta 11 cañoneras de vapor, las cuales se están armando en el arsenal de Cavite; estos buques y el aumento del personal de PP. Jesuitas, apoyados por tropas del ejército harán pronta y corta la completa posesión de Mindanao.

1861

La Época, viernes 5 de abril de 1861.

Fomento de la Marina.

…Con respecto a los 20 cañoneros propuestos para Filipinas, como ya tenemos 18, solo debemos desear que se observe si llenan bien el objeto apetecido para irlos aumentando y reemplazando de una manera oportuna y conveniente.

http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0000156374&page=4&search=Marina&lang=es

30 de abril de 1861. Mostrando el pabellón.

Nuestros pequeños barcos comienzan a mostrar el pabellón:

El día 30 de abril entraron en el río grande de Mindanao y tomaron posesión de Cottabato las fuerzas que, según dijimos en nuestra revista anterior, acompañaban al jefe político-militar de aquella isla, señor García Ruíz. A la salida del buque que ha llevado a manila esta noticia, quedaban en Cottabato tres compañías de infantería y dos piezas de montaña con su dotación correspondiente; y en el río se hallaban a disposición de la misma autoridad, el vapor Animosa, una cañonera de vapor y tres falúas, abundando los víveres frescos. Como este acontecimiento puede ejercer un grande influjo en el porvenir de la isla de Mindanao, que es la segunda del archipiélago filipino, haremos una reseña, siquiera sea ligera, de la expedición y de sus resultados inmediatos, extractándola de los partes oficiales y de las cartas que recibimos.

En la fecha que acabamos de indicar, entró en el Río Grande el jefe de marina, señor Salcedo con la goleta Animosa, el cañonero núm.2 (Calamianes) de 20 caballos, cuatro falúas, dos botes armados de la corbeta Narváez y dos pequeñas goletas mercantes con dos gubanes y lancanes, conduciendo al comandante general de Mindanao, su plana mayor, las compañías de preferencia del regimiento núm.4, la de cazadores del núm.6, una sección de artillería de montaña, compuesta de un oficial, 20 artilleros y dos obuses de a 5, y el material y víveres que fue posible embarcar para los primeros trabajos y manutención de la tropa, que en total componía 500 hombres.

El orden de marcha que llevaba la expedición a la entrada del río, que tuvo lugar a las ocho y media de la mañana del mencionado día, era el siguiente: la goleta Animosa a vanguardia conduciendo al comandante general, la plana mayor y dos compañías de preferencia de los núm. 4 y 6 y remolcando las cuatro falúas que igualmente transportaban la de cazadores del núm.4, a proporcionada distancia seguía el cañonero núm.2 (Calamianes) remolcando una de las goletas de transporte, los gubanes y lancanes y los dos botes armados de la Narváez por las aguas de aquel, remolcando a su vez la otra goleta. A las diez y media, después de largar los remolques, se dio fondo, conservando el mismo orden de marcha, frente al fuerte y pueblo de Cottabato, punto importante del río y residencia del sultán de Mindanao, rey feudatario de Tamontaca. A poco rato y observando que este no saludaba al cañón como provienen los tratados, si bien tenía arbolada en el fuerte la bandera de guerra española, se le hizo entender la extrañeza por medio de los intérpretes don Pedro Ortuoste y don Alejo Álvarez, añadiéndole pasase a bordo; ambas cosas cumplió, saludando con 25 cañonazos.

Después de la conferencia se practicó un escrupuloso reconocimiento del terreno de ambas orillas con el objeto de elegir el más conveniente para desembarcar y campar la tropa, bien de una manera estable o provisionalmente, según las operaciones que sucesivamente debían practicarse. Verificado aquel y no encontrando otro terreno más a propósito que uno lindando con el mismo pueblo de Cottabato, se eligió este que el sultán cedió con aparente buena fe, así como algunas casas en él situadas, abonándole por estas una cantidad insignificante, pero con la advertencia de que si en lo sucesivo no conviniese dicho terreno por carecer de las condiciones indispensables de salubridad o por otras causas, se trasladaría la tropa a la colina que domina el pueblo, y que es el paraje más favorable en todos los conceptos, pero que fue respetado por de pronto atendida la repugnancia que manifestaron el sultán y dattos a entregar un terreno en el que dicen tener depositados los restos de sus antepasados; pero se comprende muy bien que tal repugnancia la motivaba el temor natural de que establecida la tropa en la colina pudiera hacer mal uso de tan ventajosa posición. Resuelto definitivamente el punto de desembarco, se procedió a su ejecución en el día 1 de mayo con el mejor orden, ocupándose después la tropa y marinería de los buques en los primeros trabajos de nivelar el terreno, cortar la maleza, reparar las casas adquiridas, etc., por manera que en la noche del referido día quedo perfectamente alojada la tropa y a cubierto por consiguiente de la intemperie, objeto principal y más urgente. El día 2 a las ocho de la mañana se arboló en el campamento la bandera española, saludándola con 21 cañonazos disparados por los buques y las dos piezas de montaña, convenientemente situadas en el centro de aquel. Seguidamente se celebró el Santo Sacrificio de la Misa en un altar improvisado y pintoresco, colocado en una pequeña colina a orilla del río.

El recibimiento que los jefes de aquel país hicieron a nuestras tropas, fue afectuoso y sincero al parecer.

Veremos si se saca de esta expedición el partido que es de esperar.

(Publicado por el periódico El Clamor Publico el domingo 21 de julio de 1861, con el título Correo Colonial)

Un interesantísimo artículo dedicado a las cuatro goletas y a los 18 cañoneros:

La España, 21 de mayo de 1861.

Como continuación de lo que hace días, y con referencia a carta de uno de los comandantes; dijimos respecto a las cuatro goletas de hélice, construidas en Londres en 1859-1860, y enviadas a Filipinas, copiamos lo que sobre esos mismos buques escribe el jefe de uno de los dos últimos llegados a aquel apostadero:

«También he experimentado vientos atemporalados con los cuales tuve ocasión de probar la goleta, con la hélice suspendida; y puedo asegurar que recibe perfectamente la mar de todos modos, como el mejor buque de las mejores propiedades marineras. De bolina lo hace muy bien; vira por avante con viento muy flojo, y aguanta más aparejo que el que tiene; no trabajando nada por la arboladura »

Resulta, pues, por confesión propia de los oficiales que las mandan, que las cuatro goletas de hélice, y fuerza de 100 caballos, construidas en Inglaterra bajo la inspección del capitán de fragata don Miguel Lobo y del alférez de navío de ingenieros don Joaquín Fernández de Haro, y que forman ya parte de las fuerzas del apostadero de Filipinas, son buques de excelentes propiedades. Agréguese a esto, que sus pertrechos, tanto marineros como militares, son de primera calidad; y que tanto en ellos como en las máquinas, y en lo demás de los cuatro buques se notan todos los adelantos del día, siendo para más de quince días el carbón que pueden llevar en sus carboneras.

También se construyeron en la misma época, orillas del Támesis, y bajo la dirección de las dos citadas personas, las diez y ocho cañoneras de fuerza de 30 y 20 caballos , que se hallan en el apostadero de Filipinas; las cuales calando cuatro pies escasos de agua, llevan combustible para cuatro días las primeras y para tres las segundas, a fin de que en cualquier expedición contra los moros del sur del archipiélago puedan cooperar sin interrupción; con cuyo objeto, tanto estas cañoneras, como las cuatro goletas de 100 caballos, tienen destiladores para agua; pudiendo cada una de estas últimas destilarla para 300 hombres. De modo que los buques podrán, no solo abastecerse a sí propios, sino también a las tropas de la expedición; circunstancia muy importante, pues en las islitas de los moros no se encuentra agua ninguna potable.

Las diez y ocho cañoneras son muy capaces para la tripulación india que tienen, y llevan bien acondicionado, esto es, sin embarazar nada, un buen repuesto de pertrechos de guerra. Su andar llegó a 8 y 9 millas en las pruebas; siendo bastante su estabilidad. Tienen, como barcos de muy corto calado, dos hélices; y en algunas de ellas, cuando una de las hélices va hacia adelante la otra lo verifica para atrás; lo cual facilita y abrevia mucho sus evoluciones. En las pruebas hechas en Manila dieron muy buen resultado. Después, según tenemos entendido, olvidando la clase de buques que son, esto es, falúas con una maquinita, se les está dando cierta clase de comisiones, y se les ha puesto en tal estado de actividad, que de seguro no responderán ni pueden responder a lo que de ellas se quiere exigir, pues se les pone fuera de su objeto verdadero.


Al igual de las cuatro goletas de 100 caballos, sus pertrechos marineros y militares y todo lo demás de los buques está en completa consonancia con los adelantos modernos.

Una circunstancia haremos notar, y es, que a pesar de ser 22 los buques que para las Filipinas se construyeron a un tiempo bajo la inspección de Lobo y Fernández de Haro, y a pesar también de que a la par de esos buques se empezaron a construir cuatro dragas y cinco remolcadores, “no ha resultado más dificultad ni equivocación que la de demasiado viento en los proyectiles sólidos del calibre de a 9 de las cañoneras pequeñas”, o lo que es lo mismo, un perjuicio de “unos cuantos miles de reales vellón”, debiendo advertirse, que según nuestros informes, el jefe de la comisión en Inglaterra, que en aquella sazón lo era el señor Lobo, pidió al gobierno que fuese a Londres “un oficial de estado mayor de artillería de marina”, para que inspeccionase la construcción del gran material de guerra de las 22 cañoneras; y en vez de un oficial mandaron dos sargentos condestables.

Sin embargo de que la circunstancia expresada revela, cuanto menos, gran celo y actividad por parte de los que inspeccionaron la construcción de esos 22 buques y la de sus grandísimos repuestos de pertrechos, tenemos entendido que no ha faltado quien haya querido hacer mucho ruido por el ”terrible escándalo” de haber perjudicado al erario “en unos cuantos miles de reales” en cosa que subió a bastantes millones.

Concluiremos diciendo, que a los diez y siete meses de puestas las quillas de esas 22 embarcaciones, se hallaban ya, o en Filipinas, o en viaje para aquel archipiélago.

Las 18 cañoneras pequeñas han costado muy caras, porque ha sido preciso enviarlas en secciones.

Mayo-junio de 1861. Cañonero Panay, una campaña devastadora.

La prensa de la época se hace eco de los primeros combates, ¡y qué combates! En la introducción del trabajo, don Agustín R. Rodríguez nos señala que, «…el impacto de aquellos modestos pero revolucionarios barquitos en la lucha contra la piratería fue sencillamente demoledor. » Francamente, creo que D. Agustín se queda corto en adjetivar con la palabra “demoledor” aquellos hechos, y buena prueba de lo que digo lo podéis leer a continuación:

Consagramos hoy una parte de nuestras columnas a la inserción de las noticias, bastante importantes, recibidas del archipiélago filipino.

La persecución que se hacía a los piratas de aquellas aguas estaba dando buenos resultados.

Durante el mes de mayo la goleta Filomena y la cañonera núm. Joló, al mando de sus comandantes D. Vicente Carlos Roca y D. José Rodríguez Machado, lograron en la costa de la isla de Negros dar caza a varios pancos de moros, causándoles pérdidas de consideración, y rescatar a 14 cautivos. Además, como los que pudieron escapar con vida, que serían unos sesenta, se habían refugiado en un bosque reducido, el cual se hallaba resguardado por los buques referidos y los botes, se abrigaba la esperanza de poder apresarlos en la fecha que se daba el parte.

En el mes de junio tuvo lugar otro hecho. Los buques citados y la cañonera núm.6 (Panay), su comandante D. José Malcampo, tuvieron la fortuna de escarmentar en un segundo encuentro a los piratas moros, en las costas de IloIlo, causándoles también perdidas de consideración, entre ellas la de crecido número de fusiles y varias embarcaciones, habiendo logrado rescatar cuatro cautivos.

Pero el hecho de más importancia fue el que tuvo lugar en un encarnizado combate, de cerca de cinco horas, entre dos gubanes y un garay piratas, tripulados por 300 hombres. Fueron todos completamente destruidos, con la pérdida de 200 tripulantes, por la división de Iloilo, al mando del teniente de navío, el citado D. José Malcampo. Este combate tuvo lugar el 7 del corriente en los islotes de Unisan, de la provincia de Antique.

Las pérdidas de los piratas, así de gente como de armas, fue considerable, sin que por la nuestra haya que lamentar más desgracias que las insignificantes de un herido y un contuso, si se tienen en cuenta lo encarnizado del combate y las horas que duró.

He aquí el parte oficial publicado en la Gaceta de Manila sobre estos hechos de armas:

El Excmo. señor gobernador general ha recibido con esta fecha, del Excmo. señor comandante general de Manila, la comunicación siguiente:

Excmo. señor: El teniente de navío D. José Malcampo, comandante de la división de Iloilo, me dice desde este puerto, con fecha 5 del actual, lo que sigue:

«Excmo. señor: Un reñido combate de cerca de cinco horas contra dos gubanes y un garay piratas, tripulados con cerca de 300 hombres; su destrucción completa y la presa de sus embarcaciones y armas, ha sido el resultado del último crucero que con este buque de mi mando acabo de verificar.

Habiendo salido de Antique a la media noche del 3, con la máquina reparada, en parte, de grandes averías que había experimentado, recalé sobre Cabalacnán a mediodía del 4 para practicar un reconocimiento; y cuando recibía noticias de que se avistaban tres grandes pancos moros, veo a estos descabezar la isla Navay corriendo en popa al sur con viento fresco.

Emprendo inmediatamente la caza, tratando de proyectarme con la tierra, para retardar el ser visto, temeroso de que abordaran dicha isla, de la que se hallaban muy próximos; y cuando adquirí la seguridad de poderles dar alcance antes de que pudieran tomar tierra, doy toda fuerza de máquinas sobre ellos, que al vernos la hacen con vela y remo en dirección a los islotes Unisan.

Cuando entramos en tiro, les dirigí los disparos de colisa con objeto de desconcertarlos y aprovecharnos de su confusión para acercarnos más pronto, y habiendo tenido la suerte de hacer caer las velas del garay del Datto principal al segundo disparo, hubo en ellos un momento de suspensión que aproveché para acercarnos a menos de un cuarto de cable, a cuya distancia me propuse sostener la acción.

Hacía ya un cuarto de hora que el enemigo había roto el fuego sobre nosotros sin ser contestado, cuando logrando ponernos a esta distancia, en que era imposible perder ni un solo grano de metralla, di principio al combate, haciendo uso del cañón y de toda clase de armas portátiles con un éxito tan admirable que podía calificarse de horroroso. No era sólo la metralla la que los barría, era la fuerza expansiva de la pólvora, efecto de la cortísima distancia a que disparábamos, la que los arrebataba de sus buques; así es que cada disparo se veían volar masas de hombres que caían al agua destrozados a gran distancia de sus embarcaciones.

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