Bodega y Quadra y de Mollinedo, Juan Francisco de la Biografia

De Todoavante.es

Saltar a navegación, buscar


Biografía de don Juan Francisco de la Bodega y Quadra y de Mollinedo


 Retrato de don Juan Francisco de la Bodega y Quadra y de Mollinedo.
Juan Francisco de la Bodega y Quadra y de Mollinedo.
Cortesía del Museo Naval. Madrid.


Capitán de navío de la Real Armada Española.
Caballero de la Orden Militar de Santiago, cruzado en el año 1776.

Orígenes

Vino al mundo en la ciudad de Lima, el día 22 de mayo del año de 1744 siendo bautizado el día 3 de junio siguiente, en la parroquia del Sagrario de la Catedral de la capital.

Tuvo una preparación especial por ser descendiente de familia noble, pues su padre, don Tomás de la Bodega y de las Llanas, era descendiente de familia de la población de Somorrostro, en la actual provincia de Vizcaya, quien se casó con una criolla doña Francisca de Mollinedo, también de familia noble limeña. Su padre al fijar la residencia en la ciudad, unió su apellido al de su tío don José de la Quadra y Sandoval-Rojas, pasando a ser conocido como don Tomás de la Bodega y Quadra.

Hoja de Servicios

Viajó a la Península en compañía de su hermano Manuel, éste siguió los estudios de Derecho, pero Quadra con sus credenciales solicitó y se le otorgó Carta orden de ingreso en la Compañía de Guardiamarina de Cádiz (única existente entonces) sentando plaza el 21 de septiembre de 1762. Expediente N.º 937.

Al aprobar los exámenes de los temas teóricos se le ordenó embarcar en el navío Terrible siendo destinado a realizar el corso sobre las regencias norteafricanas, recibiendo la orden de trasbordar al navío Princesa, con el que viajó a Nápoles y Palermo, regresando a su base en el Arsenal de Cartagena. Permaneció en la Compañía hasta el 12 de octubre de 1767, cuando al aprobar todos los exámenes se le otorgó el grado de alférez de fragata.

Pasando como oficial subordinado a la fragata Garzota el 21 de abril de 1767, visitando los puertos del Mediterráneo de Civitavequia, Córcega y Génova, regresando a su puerto base, donde al arribar se le ordenó trasbordar al jabeque Ibicenco el día 30 de octubre del mismo año, para cumplir la misión de corso, arribando y desembarcando el 1 de diciembre del propio año. Quedando desembarcado y destinado a Servicios en el mismo Arsenal.

El 15 de octubre de 1768, se le ordenó embarcar en el navío Septentrión del mando del capitán de navío don Antonio de Arce, con el que zarpó con rumbo a Buenos Aires, Concepción y Lima, permaneciendo un tiempo en aquellas aguas, para retornar a la Península, siguió destinado en este navío prestando diferentes comisiones y servicios, hasta el 17 de agosto de 1772, quedando desembarcado en el Arsenal de Cartagena. Aclarar que es una de las más largas estancias en un mismo buque.

Se le entregó una Real orden del 11 de enero de 1773, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de alférez de navío, pero él seguía teniendo a su familia en la ciudad de Lima, por ello se decidió a escribir al Ministro de Marina por carta fechada el día 20 de abril del mismo año, para aprovechar el viaje de la Flota cargada con azogues con destino a Veracruz, siendo la respuesta negativa, pero le vino a su medida la petición del mismo Gobierno de marinos que quisieran ir a la costa del Pacífico, para realizar exploraciones y aquí se apuntó, llegando así por fin a donde quería y necesitaba, ya que las cuentas en su casa no salían por no estar él presente.

Para mejor realizar los trabajos a que se vería obligado, se le destinó un tiempo al Real Observatorio de Cádiz, donde a la sazón estaba de director don Vicente Tofiño, éste tenía escrito y entregaba a los alumnos el texto siguiente: «Para levantar planos de las costas, puertos etcétera, se necesita un semicírculo graduado de un pie de radio y una plancheta, cuyos instrumentos serán sólo bastantes para el reconocimiento y diseño de una costa de corta extensión.»

Pero Bodega y Quadra no estaba de acuerdo por ser insuficientes por lo que escribió a Tofiño: «Pero si la comisión fuese de descubrimiento de costas dilatadas, de quienes se hayan de formar carta para el gobierno en lo sucesivo, deberán hacer observaciones exactas de la longitud y latitud en sus principales puntos, y para esto se necesitan instrumentos de astronomía, como son un péndulo astronómico, un cuadrante de dos y medio pies de radio y dos telescopios de 24 pulgadas de focus.» Se conoce esta carta, porque a su vez Tofiño le escribe al general don Andrés Reggio, con fecha del 24 de septiembre del mismo año de 1773 en la isla de León, para que se compren estos instrumentos. Original en el Archivo General de Simancas, legajo de Marina, nº 37.

Por el informe que dio el general don José de Rojas Comandante de Cartagena al Secretario de Marina señor Arriaga, fechado el día 21 de agosto del mismo año de 1773, en el que se dice: «…He nombrado al referido don Juan de la Bodega, en quien me hallo informado concurren ventajosamente las circunstancias de un genio quieto, dócil, bastante aplicación y demás requisitos convenientes al intento.» Cuyo documento está en el Archivo General de Simancas, legajo de Marina, nº 37. Fue la razón principal de que fuera admitido para las exploraciones designadas.

El secretario de Marina señor Arriaga proveyó de todo los materiales que se le pidieron a la expedición, así fueron embarcados los siete cajones que contenían los instrumento en la urca Santa Rita preparada al efecto, zarpando el día 13 de junio de la bahía de Cádiz, con rumbo a San Juan de Puerto Rico, de donde pasó a la Habana y por último el día 26 de agosto arribaron a Veracruz, dando parte al virrey Bucareli quien les facilitó transporte por tierra, llegando a su destino en San Blas a finales de 1773.

A lo que se añadió que con este viaje terminaba con las navegaciones naturales que nada extraordinario aportaban a su carrera, de hecho al apuntarse para el viaje, al año siguiente de estar en el virreinato de Nueva España, recibió la Real orden del 28 de abril de 1774, por la que se le ascendía al grado de teniente de fragata.

El 16 de marzo de 1775, se formó una expedición al mando del teniente de navío don Bruno Heceta, zarpando con la fragata Santiago de su mando, la goleta Sonora [1] al mando de Juan de Ayala y de segundo Bodega y Quadra más un paquebote, el San Carlos, con rumbo al Norte, pero el día 18 el San Carlos toco fondo, por lo que enarboló la bandera roja acompañada de dos cañonazos, avisando así a los otros dos buques que se quedaron al pairo y Heceta envío su canoa para saber que pasaba, a su regreso vino con su comandante don Migue Manrique, que dio la sensación de estar fuera de sí, pues llegó con seis pistolas cargadas ajustadas a la cintura, diciendo que lo querían matar, por lo que se quedó en la Sonora custodiado, pero se arrimó a uno de los frailes franciscanos y se pasó la noche llorando.

Ante esta nueva situación, Heceta ordenó que don Francisco de Ayala pasara a tomar el mando del paquebote y Juan Francisco de la Bodega tomara el mando de la goleta, recibiendo un sobre cerrado para abrir sólo en caso de separación del resto de la expedición.

La misión de esta expedición era muy concreta, dejar el rastro de la propiedad de España de aquellas costas y aguas. A pesar de ir bojeando la costa, en el transcurso de la navegación se desató el escorbuto acompañado de otras diversas enfermedades, lo que fue mermando las dotaciones y como consecuencia de ello, hubo intentos de insubordinación y desobediencia que tuvieron que ser cortados de raíz, no obstante prosiguieron subiendo paralelos. De hecho descubrió la bahía que lleva su nombre en la baja California entonces perteneciente al virreinato de Nueva España y hoy a México.

El 14 de julio de 1775, alcanzaron la actual población de Point Grenville, en el actual estado de Washington donde desembarcaron, al principio como siempre los indígenas se sorprendieron, pero los españoles consiguieron llevarse bien con ellos e incluso fueron ayudados los recién llegados, con frutas y comida que fue aliviando a los enfermos sobrevivientes. Se enviaron unos hombres a realizar la aguada y nadie se explica porque, los indios les atacaron y los mataron a todos. Todo esto fue visto desde los buques, que realizaron fuego con sus piezas pero por estar muy lejos de la costa no tuvo ningún efecto.

El que si sufrió el efecto fue Heceta, que dio la orden de regresar al virreinato de Nueva España, pero Bodega y Quadra le dijo que si no le importaba él proseguiría solo el viaje con el rumbo al Norte, Heceta no tuvo inconveniente en dejarlo marchar por si lograba que todas las muertes y el gasto de la expedición no fuera en vano.

Así Bodega continuo solo con su goleta, alcanzando la latitud Norte de 58º 28’, que corresponde a la actual de estado de Alaska, donde arribo el día 15 de agosto del mismo año, en el bojeo que realizaron no encontraron a ningún europeo, pero si dejaron señales, sobre todo la Cruz que identificaba en todo el planeta la presencia de los españoles, quedando por España el puerto de los Remedios y el de Bodega, más la rada de Bucareli, como el invierno se les echaba encima decidió regresar a San Blas.

A su arribada y desembarcada la marinería, escribió en su diario «…solo miraba el deseo de corresponder con honor al encargo a que he venido, sacrificando mi salud y aún mi vida por Su Majestad.» a los pocos días se le entregó una Real orden del día 16 de marzo del año de 1776, por la que se le comunicaba su ascenso al grado de teniente de navío.

En esta relación que redactó del viaje incluye un «Método», que dice: «Método de la navegación que conjeturo convendrá se observe para seguir los descubrimientos de la costa septentrional de la California; pues no obstante que por los acaecimientos del DIARIO se puede colegir, me ha parecido conveniente extraer una breve recopilacion de lo que juzgo mas conducente para el acierto y brevedad de los viajes.»

Era un constante escritor, nada dejaba de anotar y por ello su trabajo es casi una enciclopedia, que abreviamos por no alargan indebidamente su biografía, pero era tan meticuloso y exacto como muestra esta nota, realizada al arribar al puerto de Trinidad con referencia a sus habitantes, que dice: «Son sumamente dóciles, de mediana estatura, bien hechos y encarados, sin que se les note la fealdad de los demás indios de la América.» entrando en detalles como: «…y una hierba a que son muy afectos que en el reino del Perú llaman cochaivio.»

Y para completar de confirmar su forma de ser, existe una relación del viaje dirigida a don Carlos III, fechada el 25 de junio de 1784, con respecto a éste primer viaje, que está escrita en tercera persona y se halla en su Expediente personal del Archivo del Viso del Marqués y dice así:

«Conducido desde Cádiz al puerto de Veracruz, se puso en marcha con la mayor aceleración para el departamento de San Blas (situado a la costa Sur), despreciando las incomodidades que ofrece un camino de más de trescientas leguas y, animado de la justa idea de este empeño, tomó el mando de la goleta Sonora y en conserva de la fragata Santiago se hizo a la vela con la orden de subir todo lo posible al Polo del Norte de la California; más, poco le duró este auxilio, pues sobre los cuarenta y nueve grados, en una tenebrosa noche, se separó el comandante y arribó al puerto más cercano contagiada la tripulación.

Avanzada ya la estación propia para estos viajes, escaso de aguada, amenazando escorbuto, falto de cirujano, sin capellán que sirviese a los consuelos espirituales y, para decirlo más breve, expuesto a las decisiones de una suerte difícil, se resolvió a continuar la expedición por sí solo, poniendo su confianza en el Todopoderoso y sus esfuerzos en el honor, y en la conducta y modo de manejar aquel corto número de hombres de su mando, que miró como unas víctimas del valor, desamparados de todo recurso humano, y hecha esta resolución, ella, la constancia y el deseo de servir a V. M. hacían posible lo imposible, resistiendo con la mayor firmeza de ánimo los desvelos, los conflictos y los continuos riesgos que a cada momento ofrecía un buque de 18 codos de quilla y 6 de manga, tripulado por diez hombres, de suerte que con la mayor admiración veía que se iba granjeando altura lidiando con los más furiosos huracanes en la mar, con los mayores riesgos en la costa y aún más que todo con el siempre temible escorbuto que apartaba la total ruina de los que iban entregados a la fortuna en la goleta.

Ni estos trabajos, ni la incertidumbre del fin que tanto mortificaba la imaginación vencieron la constancia de este vasallo de V. M., porque, convencido ya en morir antes que retroceder, y habiendo logrado poner en los corazones de aquellos infelices un heroísmo que les hacía disputar la preferencia en los peligros, consiguió llegar a los 58 grados. Tampoco pudieron estos conflictos ocupar su ánimo de modo que no dejasen hueco para atender a otras partes demasiado interesantes, y así, en medio de estos afanes, que jamás podrán manifestarse adecuadamente, tuvo bastante serenidad para advertir los defectos padecidos en las más célebres cartas que quisieron dar idea de esta navegación, levantando exactos planos de la costa y de los puertos de los Remedios, Bucareli y Bodega, que descubrió y tomó posesión en nombre de V. M., haciendo que éste lo pronunciaren sus habitantes, y que resonase en aquellas nuevas regiones tan respetable y glorioso eco con visibles demostraciones de júbilo y gustosa aclamación de los naturales.

Este buen suceso, Señor, se consiguió a los (borrón) meses, 12 días de navegación. Los 6 se vio precisado a mantenerse a media ración del caldero del equipaje, su ropa tuvo que repartirla entre los más necesitados y enfermos, y sólo de este modo y el halago pudo sostener su resolución. Si fueron grandes los trabajos, desvelos y cuidados que sufrió, mayor en la satisfacción de haber aumentado a V. M. sus dominios, y satisfecho la confianza en suma, logró volver al puerto cuasi valdado de escorbuto, con siete hombres menos que le mataron los indios y con el corto resto ya enferma y postrada.»

Pero el Virrey Bucareli, siendo conocedor de lo ganado y con tan pequeño buque, envío una recomendación de su comandante y piloto a la Corte en estos términos: «La goleta en que éste ha practicado su expedición hubiera acobardado en San Blas el ánimo de otro cualquiera al considerar la empresa. Al teniente de fragata Quadra, ni esta consideración, ni el haberse embarcado primero en calidad de segundo de otro oficial igual grado, pudo retraerle de entregarse al mar y, con el propio bizarrón celo con que se dedicó a servicio tan recomendable, le ha evacuado feliz y dichosamente.»

Con esta expedición España había conseguido alargar sus dominios otras quinientas leguas más al Norte, lo que impulsó al Rey don Carlos III a dar las órdenes oportunas para que se prosiguieran las expediciones hasta donde el mundo llegara.

Leído además el informe del Virrey, dio la orden que de fueran al menos buques no inferiores a fragatas, para mejorar en lo posible la estancia a bordo, por lo que se comenzó a pensar en que buques se llevaría a buen término la siguiente expedición. Pero por encargo Real, se había dado la orden de construir dos fragatas en Lima, para ello zarparon de San Blas don Ignacio Arteaga y Bodega y Quadra, aprovechando que debía llegar al mismo puerto al visitador real don Juan José de Arechea, a bordo de la fragata Santiago con rumbo al dicho puerto.

Al arribar al puerto de Acapulco debía abordar el buque el visitador, pero justo en ese momento hacía su entrada en el puerto una fragata mercante, por lo que el Virrey ordenó que pasaran todos a éste buque y prosiguiera su rumbo, que era el mismo puerto de destino, con lo que se ahorraba dislocar uno de guerra que siempre eran más necesarios, pero el buque debía descargar y dar permiso a la dotación, razón por la que permaneció noventa días en él.

No se pudo estar quieto, así que junto al piloto don José de Cañizares, se dedicó todo este tiempo a levantar una carta náutica del mismo puerto, para así facilitar el acceso y saber exactamente en qué lugares podía fondear cada tipo de buque, consiguiendo una mejor distribución de ellos por su calados.

Zarparon con la fragata mercante el día 21 de marzo del año de 1777, arribando al puerto de Paita después de cuarenta y cinco días de navegación, pasando a la ciudad de Lima por tierra. Permaneció tres meses a la espera de que llegara un buque que reuniera las condiciones que eran necesarias para navegar por los mares del Norte, al hacerlo una fragata llamada Favorita que fue la elegida, la cual tuvo que ser embonada, carenada y artillada, teniendo un coste total incluida la compra (moneda de ocho reales y veinticinco gramos de plata de 900 milésimas), de ciento siete mil setecientos cincuenta y siete pesos, que adelantó el virrey del Perú, pero le pasó la factura al de Nueva España.

Ya reparada y revisada zarpó el día 19 de diciembre, arribando sin problemas a San Blas el día 21 de febrero del año de 1778. Pero una vez más nos dice mucho de su carácter, que no podía estar quieto ya que levantó toda una carta náutica, única en su género desde el puerto del Callao a San Blas y que él mismo refiere en su diario así:

«No sólo logré la satisfacción en esta comisión de haber conducido una fragata que con dificultad se encontrará otra de iguales propiedades para el destino; sino que conseguí ser el primero que desde el puerto de Callao de Lima hiciese viaje a San Blas sin más noticia que mi vigilancia y continuo cuidado; pues la carta construida por Monsieur Bellin tuve que corregirla en todas sus partes y dar a luz una desde el Callao hasta el cabo San Lucas con la derrota que debe practicarse y los planos de los puertos de Acapulco, Paita y Lima, donde estuve con la discreción que consideré más útil y necesaria.»

Permaneció en San Blas, hasta que en el año 1779 en que se formó otra expedición, compuesta por las fragatas Nuestra Señora del Rosario alias Princesa, ésta construida en el mismo puerto de San Blas en quince meses y la Nuestra Señora de los Remedios, aunque más conocida por la Favorita [2], a las que acompañaba de exploradora la goleta Activa, al mando todas del capitán de fragata don Ignacio de Arteaga y la segunda al de Bodega y Quadra.

Zarparon con rumbo al Norte desde San Blas el 11 de febrero de 1779, la navegación por ir con buques superiores fue más normal y soportable, ya que los vientos y mares duros del Norte no le afectaban tanto como a la goleta anterior; esta vez con más conocimiento de la zona, se navegó más cerca de la costa con la intención de levantar los planos de todo su contorno, arribando a los 61º Norte, donde desembarcaron y señalaron el punto hasta donde habían alcanzado, tomando a su vez posesión de los territorios en nombre del Rey de España.

Fue sin duda la mejor preparada de las expediciones al Norte, con un gasto importante, pero en cambio no obtuvo los beneficios de la anterior con peores medios, regresando al puerto (que nunca lo fue) de San Blas.

Una nota en su diario que corresponde al final del viaje dice: «Estos documentos y todos los pertenecientes a la exploración pasé a manos del excelentísimo señor virrey frey don Antonio Bucareli y Ursúa, por cuya intercesión tuve el honor de que llegasen a los reales pies, cuya soberana aprobación me fue comunicada y añadió nuevo émulo a mis deseos para no desmayar jamás en continuar con mi empeño en el servicio de Su Majestad.»

La documentación consistía en los ocho diarios que Quadra había ido escribiendo con todos los sucesos, en los que se daba cuenta de haber tomado otras dos posesiones para España y un cajón con regalos de los jefes indios para el Rey de España, todo esto lo remitió el virrey a don Carlos III siendo transportado en la fragata Águila, a su entrega al Monarca éste se sintió muy halagado y se publicó el hecho en la Gazeta de Madrid, al mismo tiempo escribió al Virrey advirtiéndole que de momento se abstuviera de enviar nuevas expediciones, ya que de nuevo la guerra con el Reino Unido se había declarado, al mismo tiempo que daba instrucciones para que San Blas fuera protegido contra algún ataque de éstos.

En uno de sus diarios, encontrándose en la latitud Norte 61º, dice: «En los días primeros que tuvimos en este puerto concurrieron tres canoas de indios, que por su figura construcción nos llevaron la mayor atención. Éstas son de la misma hechura que un arpa, de manera que no se examina diferencia (entre ella) y este instrumento, pues hasta su misma proa hace la curvitud que en aquél se necesita para afianzar las cuerdas. Ellas son tan livianas que cualquier hombre las toma con una mano, por cuya razón parece que vuelan cuando navegan. Para formarlas, preparan de delgadas varas las ligazones que sirven de tales a lo interior del buque; éstas están ligadas las unas a las otras con bordones de mediana consistencia, dejando bastante claro entre cada una. Formaba la canoa en esqueleto, la forran por fuera con pieles de animales, de suerte que sólo dejan una claraboya en la parte superior de la misma hechura que la boca de una tinaja, con la precisa atención a que sólo quepa la cintura del que la maneja y, a fin de que no pueda entrarles agua alguna, usan unas camisas de vejiga particularmente cosidas, las que lían al borde de la claraboya, quedando de modo que es imposible que, por la mucha mar que se levante, les entre agua.» Documento en la Biblioteca nacional de Madrid. AGN, Historia, 64, expediente, 2, folio, 86. En el que figura el dibujo de un kayak. Existiendo otra carta igual, pero con un dibujo de un kayak con dos personas a bordo.

Los constantes ataques impidieron seguir con las exploraciones, recibiendo la Real orden del 4 de febrero de 1780, por la que se nombra comandante del Departamento (mucho nombre y pocas posibilidades), cumpliendo la orden Real de reforzar el puerto, se inició la construcción de una fortaleza en la entrada de éste, al mismo tiempo que se levantaba y ordenaba un batallón de milicias provinciales, con sus uniformes y armamento reglamentario del ejército, llegando a un acuerdo con los nativos, que por una cantidad se le unían los efectivos de dos compañías de indios flecheros, muy importante, no tanto por su armamento, pero si por el gran conocimiento del terreno, factor de gran importancia en toda guerra.

Este puerto tenía el inconveniente de su insalubridad, a pesar de ello don Juan Francisco de la Bodega siguió en su cargo, recibiendo la Real orden del 10 de mayo de 1780, por la que se notificaba su ascenso al grado de capitán de fragata. Pero no estuvo mucho tiempo al mando, ya que por Real orden del 4 de noviembre seguido se le daba licencia para regresar a la ciudad de Méjico por estar enfermo. Donde presentó el estado de armamento de la zona de San Blas y las difíciles condiciones para su defensa en caso de ataque frontal, ya que casi no había tropa suficiente y aún menos artillería para frenar a un enemigo decidido.

Al recuperarse, ya entrado el año 1782 volvió a San Blas, donde tomó el mando de la fragata Santiago, con la que zarpó el 5 de junio con rumbo al Perú, arribando y dejando caer las anclas el 17 de julio siguiente, donde cargó azogues para San Blas, una vez cargado el buque, se hizo a la mar el 19 de marzo de 1783, pero por la larga estancia en el puerto, al estar de regreso se dieron cuenta que llevaban un lastre de agua que había entrado en el casco de noventa y seis pulgadas, lo que les obligó a arribar a Panamá para reparar, una vez recorrido el casco y calafateado, volvió a zarpar arribando a San Blas el 29 de junio. Aprovechó el viaje y cargo también armas y algunas piezas de artillería para reforzar el fuerte ya casi terminado.

Como era su costumbre, volvió a bojear la costa levantando nuevos planos con mayor detalle que los anteriores, al mismo tiempo que escribía al Virrey de Nueva España y entre otras cosas le decía «…Más, la escasez de azogues que padecen en la actualidad las minas de aquel reino, me han privado la satisfacción de socorrer la necesidad en que se hallaba éste a mi partida…»

Al arribar se encontró con una nueva Real orden, para que pasase a la ciudad de la Habana a prestar allí sus servicios, porque las expediciones seguían paradas. Se puso en camino a Veracruz, donde el 2 de diciembre del mismo año embarcó de transporte en el navío Santo Domingo con rumbo a la Habana arribando el 20 siguiente, Permaneció tres días a bordo, hasta recibir la orden del Comandante del Departamento para que trasbordara al navío Dichoso, que servía de depósito de oficiales sin destino.

Continuó en su — sin destino — hasta recibir la orden del 15 de marzo de 1784, en el que pasó como segundo comandante del navío San Cristóbal alias Bahama, estando aquí recibió la Real orden del 15 de noviembre de 1784, por la que se le notificaba su ascenso a capitán de navío [3]. Permaneciendo en este mando hasta que el buque zarpó el 14 de enero de 1785 con rumbo a la bahía de Cádiz, donde arribó el 2 de marzo seguido.

Consiguiendo esto, porque él había escrito al Rey en varias ocasiones, una que sepamos le dice: «La aplicación de instruirse en ello prácticamente sobre una buena teórica y el lleno que ha dado a sus ejercicios y funciones, con la satisfacción plena de los jefes, lo ha puesto en regulares conocimientos de la náutica…» Carta fechada el 25 de junio de 1784. Bodega al Rey. Expediente personal en el Viso del Marqués.

Y otra fechada el 18 de octubre de 1784, en la que entre otras cosas le dice: «…la gracia de pasar a España, le atienda en sus ascensos y le proporcione nuevos empeños en que sacrificarse y poder manifestar su inclinación a servir y morir en servicio de Su Majestad.»

De su estancia en la Península hay pocos datos, una carta a la Corte para que se le concediese licencia de viajar a Alcalá de Henares y de esta estancia una carta a su hermano Manuel, que estaba de oidor de Guatemala, en la que entre otras cosas le dice: «…que tratemos de nuestros asuntos y liquidemos nuestras cuentas…»

Notas

  1. La goleta era de dieciocho codos de quilla por seis de manga, tripulada por un piloto, un contramaestre, un guardián, diez marineros, un paje y un criado.
  2. La fragata tenía treinta y nueve codos de eslora de quilla, por trece de manga, con un calado a proa de trece pies y de catorce a popa.
  3. Por carta fechada el día 6 de octubre del año de 1783, entre otras cosas dice: «La justa idea del ascenso es el estímulo que alienta a todo oficial de honor en los mayores trabajos, estimando por gratas las ocasiones más peligrosas del servicio.» Se encuentra en el Archivo General de Indias. Guadalajara, 520.

(Seguir leyendo)

Herramientas personales
Espacios de nombres
Variantes
Acciones
Navegación
Hª NAVAL de ESPAÑA
Estado Mayor
Ordenes Militares
Flotas
Buques General
De 1248 a 1514
De 1515 a 1700
De 1701 a 1833
De 1834 a 1957
Herramientas