Bahia de Todos los Santos Brasil I-VI/1625

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Combate de Bahía de Todos los Santos — Brasil — 1625. I a VI



El 9 de mayo de 1624 una flota compuesta por treinta y cinco buques, con tres mil hombres de infantería al mando del almirante Jacob Willekens, pertenecientes a la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, penetró en la Bahía de Todos los Santos atacando a la ciudad de San Salvador siendo saqueada y tomada, por ser el enclave más importante del comercio de azúcar portugués.

Al llegar la noticia a la Corte, se toma la decisión de nombrarlo Capitán General de Mar y Tierra de las fuerzas que son destinadas para su reconquista.

Para llevar a buen término la misión encomendada, da la orden de reunirse todas las fuerzas navales disponibles, a la cabeza su escuadra del Océano y la dependiente de ella del Estrecho al mando de don Juan Fajardo de Guevara, la de Vizcaya al mando de don Martín de Vallecilla, la de Cuatro Villas al mando de don Francisco de Acebedo, la de los galeones de Nápoles al mando de don Francisco de Ribera, que en un principio iba a formar parte de la expedición, pero por orden de don Fadrique se quedó en aguas de la Península para no dejarla desguarnecida.

A pesar de las prisas para reunir lo antes posible a tan gran escuadra, no pudo zarpar de la bahía de Cádiz hasta el día catorce de enero del año de 1625, arribando el día cuatro de febrero a las islas de Cabo Verde donde se le unió la escuadra de Portugal, que estaba al mando de don Manuel Meneses, el cual había perdido el galeón Concepción por un reciente temporal, terminando por ser un total cincuenta y dos buques bien artillados y bien dotados de tripulantes, además de llevar embarcados a cinco Tercios de Infantería española, sumando un total de doce mil hombres.

Las escuadras zarparon de las islas de Cabo Verde el día once de febrero, arribando por fin a San Salvador el veintinueve de marzo.

Al llegar a la altura de la entrada de la bahía de Todos los Santos, don Fadrique ordenó empavesar a todos los galeones y según nos relata Juan de Valencia: «tiró pieza D. Fadrique de Toledo, y con grande alborozo, armas en mano, lista y a punto entró la Armada dentro de la bahía, adornada de sus estandarte, flámulas y gallardetes, y la Real y Almiranta Real y Capitana de Portugal, con sus estandartes reales de damasco de la advocación de la Virgen Santísima»

Para impedir la salida de ninguno de lo enemigos, ordenó desplegarse en formación creciente, de forma que la primera línea era de varios galeones y en la última solo habían dos, pero de estos al estar ocultos por el bosque de árboles de los buques españoles que iban delante, se comenzó a desembarcar tropas, consiguiendo en poco tiempo poner en tierra a unos cuatro mil infantes.

Lo curioso de los holandeses, es que era tal la magnitud de la escuadra, que no llegaban a distinguir las banderas y flámulas, por lo que pensaron que eran sus refuerzos.

Las fuerzas desembarcadas pusieron sitio a la plaza, con el acostumbrado saber de los españoles se comenzó rápidamente a zapar el terreno con grandes trincheras, mientras la artillería de sitio hacía su trabajo y los mosqueteros protegían a los zapadores, los cuales consiguieron llegar al pie de la muralla, éste logro a pesar de sus fuegos ya les indicó a los holandeses que solo era cuestión de unos días para ser atacados de firme.

Con esta posición de ventaja, don Fadrique les envió un emisario con un pacto de rendición por el cual no salían muy mal parados y sospesando la situación aceptaron la capitulación siendo el día uno de mayo del año de 1625.

Los holandeses durante este mes de combates no estuvieron ociosos, pues muy prácticos con los brulotes estuvieron utilizando los buques que sabían que ya no tenían salvación y fueron lanzados como a tales contra la escuadra española, solo que los capitanes ya muy diestros en esta práctica consiguieron desviarlos todos y ninguno hizo el menor daño.

Cuando ya desalojaron la fortaleza los holandeses y entraron los españoles, se contaron a mil novecientos doce prisioneros, se capturaron dieciocho banderas, se encontraron con mercancías valoradas en trescientos mil ducados, otros siete mil doscientos marcos en plata, seiscientos esclavos negros y doscientas sesenta piezas de artillería con quinientos quintales de pólvora, a lo que se sumó que aún pudieron hacerse con seis de sus galeones, pues el resto estaba hundido o quemado y todo esto conseguido, sin que los españoles perdieran ningún buque, solo el de la tormenta.

Los holandeses que sabían que era pariente del Gran Duque de Alba III, no sabían muy bien si las promesas hechas en papel las iba a respetar, pero como mejor muestra de ello, dejamos al pastor calvinista Henoc Estartenius que nos lo diga: «Él ha sido el primero de su familia que durante nuestras guerras fue benemérito de los holandeses»

Al llegar la noticia a Holanda de haber zarpado la escuadra española, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales decidió ponerse a trabajar rápido para alistar una nueva armada, consiguiendo juntar otra compuesta de treinta y tres naves para acudir lo antes posible en socorro de la que ya había tomado San Salvador.

Enterado don Fadrique de la llegada de los holandeses, celebró un consejo con sus generales y capitanes para tomar las oportunas medidas de defensa pertinentes. En él se decidió mantenerse dentro de la bahía de Todos los Santos a esperar la llegada de los holandeses.

El día veintidós de mayo la flota holandesa arribaba a la boca de la bahía. En previsión de ser sorprendidos enviaron a dos buques rápidos de aviso, para que evaluaran la situación y aquí es donde se cometió parte del error táctico, ya que estos buques fueron apresados por los españoles, lo que alertó a los holandeses y les hizo tomar más precauciones.

Recuperación de Bahía de Todos los Santos, por Juan Bautista Maino.
Recuperación de Bahía de Todos los Santos.
Por Juan Bautista Maino. Cortesía del Museo del Prado.

Siguiendo el plan trazado don Fadrique ordenó, asegurar a los prisioneros en cinco urcas siendo fondeadas bajo el fuego de los castillos y a seis de sus buques que ganaran barlovento, mientras el resto de la escuadra estaba a sotavento, por lo que si estos primeros simulaban salir huyendo dándoles las popas, la escuadra holandesa entraría confiada siendo entonces cuando caerían en la trampa de verse atacados por ambos costados, lo que ya casi aseguraba la victoria.

Los galeones cumplieron su misión, pero los holandeses quienes venían formados en dos largas líneas, al ver lo fácil de la maniobra no les siguieron por desconfianza y lo peor fue, que al estar en la bocana de entrada divisaron en el fuerte de San Salvador las banderas y gallardetes del rey de España, cayendo definitivamente en la cuenta de que era una trampa, por lo que viraron y salieron rápidamente.

En la escuadra holandesa ya se habían declarado los primero casos de escorbuto, por lo que apremiaba arribar a algún punto para reabastecerse y muy rápidamente, por ello pusieron proa a la bahía de la Traición, pero como eran seguidos desde lejos por los avisos de la escuadra española, se comunicó inmediatamente a los Gobernadores de Pernambuco y Parayva, quienes organizaron inmediatamente una fuerza que por tierra se puso en camino a éste lugar, a lo que se sumó que don Fadrique quería acabar con ellos, por lo que la escuadra zarpó en su persecución, así se vieron atacados por tierra y al mismo tiempo avistando las velas españolas, lo que les decidió a abandonar el lugar y zarpar en franca huida con rumbo a mar abierto.

A lo largo de toda esta campaña los españoles, sólo perdieron un buque.

Para cerciorarse de que no regresaban, envío al más rápido de sus galeones para que durante unos días los mantuviera bajo vigilancia a distancia observando el rumbo de la escuadra holandesa, confirmando que el mantenido ya les llevaba de vuelta a su país, regresó para comunicar la buena nueva, por lo que ya don Fadrique en la confianza de no ver en peligro de nuevo a San Salvador, decidió terminar las obras de refuerzo de la fortaleza, disponiendo la instalación de parte de la artillería apresada a los holandeses para aumentar su capacidad de fuego y dejando asegurada la plaza con varias compañías de infantería. Se dio por satisfecho y dio orden de prepararse para regresar a la península.

Bibliografía:

Bauer Landauer, Ignacio.: Don Francisco de Benavides cuatralvo de las galeras de España. Madrid 1921.

Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1957. por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid. 1973.

Fernández de Navarrete, Martín.: Biblioteca Marítima Española. Obra póstuma. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero. 1851.

O‘Donnell y Duque de Estrada, Hugo.: Los Álvarez de Toledo el Mar. Junta de Castilla y León. María del Pilar García Pinacho (Ed.) Los Álvarez de Toledo Nobleza viva. 1998.

Silva, Alberto.: Dos españoles en la Historia del Brasil. Ediciones de Cultura Hispánica. Madrid, 1953.

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