Gamboa y de Leyva, Pedro de Biografia

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Pedro de Gamboa y de Leyva Biografía



Capitán general de las Galeras de España.

Caballero de la Militar Orden de Alcántara.

Con la Encomienda de Esparrosa y Lares, de la misma Orden.

Consejero del Virrey de Nápoles.

Orígenes

Era el segundo hijo de don Sancho de Leyva, que fue virrey de Navarra, pero se cree que el Señorío realmente pertenecía a su madre doña Leonor de Gamboa y Arteaga, por ello el hijo antepuso el apellido de la madre, como queda demostrado por los documentos que firmaba, aunque en la mayoría de los casos los historiadores, lo nombra como don Pedro de Leyva.

Debió de venir al mundo a mediados del siglo XVI y muy posiblemente en el domicilio familiar, pues se dice que habitaban en el castillo del virrey de Navarra.

Hoja de Servicios

Los primero datos que se tienen de él, es cuando se encontraba en las escuadra de las Galeras del Estrecho, con el encargo que el Rey don Felipe II dio a don Álvaro de Bazán de enviar a por el rescate de los cristianos portugueses que al mando de su rey don Sebastián, habían sido hechos prisioneros en el combate sobre Alcazarquivir en que pereció el propio rey, el día cuatro de agosto del año de 1578, siéndole encargada la misión por don Álvaro.

En 1595, ya como capitán general de las galeras de Sicilia, realizó una gran acción naval con el desembarco y toma de Patras, permaneciendo durante unos años más al mando de esta escuadra.

Estuvo presente con su escuadra de las Galeras de Sicilia, junto a las de España, al mando del Adelantado Mayor de Castilla don Martín de Padilla y las de Nápoles a las de don Pedro de Toledo, estando en jefe de todas ellas el príncipe de Melfi, don Juan Andrea Doria, donde destacaba la galera Real de su mando, para traer a España a doña Margarita para contraer matrimonio con don Felipe III, la escuadra compuesta en total por cuarenta galeras, las cuales zarparon el día dieciocho de febrero del año de 1599, para impedir las molestias del viaje a la futura reina de España, las galeras hicieron recaladas en Saona, Baya, Niza, Santa Margarita, Tolón, Marsella, Cadaqués, Rosas, Palamós, Barcelona y los Alfaques, de forma que al anochecer fondeaban para mejor descanso de la reina, pero al llegar a la reina pidió ser transportada a Vinaroz, donde llegó el día veintiocho de marzo y ya aquí quiso viajar al Grao de Valencia, donde embarcó el Rey su esposo, donde desembarcó pero al parecer les gusto lo de navegar, así en el mes de mayo a bordaron los reyes de nuevo la escuadra, pues la reina quería visitar el castillo de Peñíscola, por la fama de haberse encerrado en él el Papa Benedicto, prosiguiendo viaje a Barcelona donde arribaron el día catorce, desembarcaron los reyes y embarcaron los Archiduques de los Países Bajos, don Alberto y su esposa doña Isabel Clara, quienes embarcaron de nuevo para viajar a Génova, zarpando el día siete de julio, al desembarcar se pusieron en camino a su reino por tierra por el Camino Español.

En el año de 1599 pidió y se le otorgó, una licencia para regresar a la Península, por asuntos particulares.

En 1600 se le ordenó el regresar a tomar el mando de su escuadra, pero hizo oídos sordos y se le tuvo que repetir la orden por tres veces, pero aún así siguió sin acudir a ocupar su responsable cargo, respondiendo siempre que en cuanto sus asuntos se lo consintieran acudiría a ello.

La escuadra de su mando tuvo que acudir como el resto de las escuadras de galeras, para llevar a cabo la expulsión de los moriscos del reino de Valencia, pues el Rey había recibido constantes quejas del comportamiento de estos: «…eternos enemigos domésticos, tan pegados á los usos, á las creencias, á las tradiciones de raza; tan perseverantes en el odio á la sociedad cristiana, que no había que pensar en que jamás se asimilaran ni tuvieran de común con ella nada. En perpetua conspiración; en inteligencia con turcos, berberiscos y luteranos franceses, multiplicándose y creciendo mientras disminuía la población católica, tenían en constante peligro al orden y á la seguridad de la nación» Esta acción, nos la relata como un triunfo Novoa, quien dice: «…mereciendo el rey católico D. Felipe que le den las historias el nombre gloriosísimo de el último Pelayo de España, pues con celo tan verdaderamente católico arrojó los primeros y más crueles enemigos della…» En total entre 1609 y 1610, fueron sacados del Reino más que quinientos mil moros, cifra nada desdeñable y que en parte confirma lo que al Rey se le había comunicado, ya que su número indica que pasaba del 60% de la población.

Al terminar con esta comisión, participó en la toma de Larache y al encontrase cansado viajó a Madrid para pedir al Rey licencia para regresar a su casa y recuperarse, aprovechando para aclarar las cuentas de la familia. Pero fue llamado por cumplirse el plazo, para que se incorporara a tomar el mando de su escuadra, pero hizo oídos sordos lo que enfadó al Rey que después de tres correos reales enviados no se le hiciera caso, tomando la decisión de desterrarlo a Carabanchel alejándolo así de su persona. En vista de esto, el virrey de Nápoles don Pedro Téllez Girón decidió dar el mando de la escuadra interinamente a don Octavio de Aragón. Teniendo lugar todo esto en el año de 1612.

En el mismo año, por Gracia Real se le levantó el destierro, pero con la orden expresa de hacerse cargo de su escuadra, que mientras tanto y en ausencia de su propietario, ocupaba su lugar como interino don Octavio de Aragón.

Pero el Virrey a la sazón el Duque de Osuna tercero de su nombre, se sintió mal con su llegada, pues don Octavio, había conseguido varias y honrosas victorias contra los turcos, cosa que de él no esperaba, ya que solo al llegar reclamó el quinto de todo lo apresado, por ser el titular del cargo.

Como don Octavio mantenía la posición de que en nada había intervenido, nada le tocaba, por que las desavenencias se desataron y Gamboa puso pleito a don Octavio.

Don Pedro Téllez, el duque de Osuna, para que se tranquilizara, lo envió a las costas de Génova, por estar en guerra con los Saboya, pero a las órdenes del marqués de Santa Cruz, segundo de este titulo, al cual no pudo desobedecer, por ello participó en la toma de Oneglia, al término de la cual regresó a Sicilia.

A su llegada, le planteó la cuestión al Virrey, pero éste hizo como él oídos sordos a sus pretensiones, por lo que comenzó a enviar cartas a la Corte, quejándose de que el Virrey no le consentía el que mandara en las galeras de su “propiedad particular”.

Al ser nombrado el Virrey de Sicilia, del virreinato de Nápoles, aprovechó su ausencia para poder retomar el mando de sus galeras, pero no se le consintió.

Pero a cambio en 1617, se le dio el mando de la escuadra de galeras de Nápoles, lo cual produjo en el virrey duque de Osuna, una gran decepción, pues ya era conocida su forma y seguro que más servía de ancla que de vela, para los proyectos de don Pedro Girón.

Pero tampoco es que acudiera a tomar el mando enseguida, si no que hubo que esperarle durante ocho meses, pues seguí con los pleitos contra don Octavio, en la isla de Sicilia.

Empeñado en que se le reconociera lo que era suyo, no pudo acudir al mando de su escuadra en los combates del mar Adriático, por lo que encima perdió parte del botín al ser conquistada la plaza de Istria.

Pero consiguió el que se le diera el mando, y contra la voluntad del Virrey, se dedicó a saquear presas, lo que bien aprovechó en beneficio propio, por el buen reparto que hacía en su favor de ellas, desobedeciendo a su vez al Virrey y abandonando al resto de escuadras, poniendo rumbo a Sicilia, lo que impidió el buen progreso de la guerra contra Venecia.

El Virrey le llamó a su presencia, pero para que no se retrasase en acudir, se le envió una galera de las de España, con la orden expresa de ser conducido a su presencia, tanto si estaba a favor de ello como si no lo considerase oportuno, y ante la presencia de toda una escolta armada, no puedo negarse siendo trasladado a Nápoles.

Nada más estar en presencia del Virrey, le expuso sus quejas diciéndole «no honrarle como merecía», al mismo tiempo que le pedía licencia para regresar a la Península.

Con estos mismos argumentos, envío a la Corte las quejas y conocedor de ello, el Virrey le concedió el permiso, pero antes de partir recibió una R. O. de Su Majestad, en la que desaprobaba su proceder y que si abandonaba de nuevo la escuadra de su mando, sería como una dimisión de su cargo.

Al recibir el Virrey la R. O. contesto a Su Majestad, de la siguiente forma:

«Recibí las cartas de V. M. En lo que toca a D. Pedro de Leyva y al Conde de Elda, no pienso que se agraviara de nada, pues ha muchos años que tienen las orejas hechas a todo…Procuraré acomodar esto lo mejor que pueda, considerando que nada tiene tanto inconveniente como que D. Pedro de Leyva y el Conde de Elda manden; pues al fin se sabe que, cuando sean menester las manos, han de hacer lo de siempre: el uno se contenta con hacerse enfermo, y el otro con asistir a sus pleitos. Vuestra Majestad ponga en estas escuadras los que convienen para su real servicio y reputación… y a D. Pedro de Leyva y al Conde de Elda mucho tiene V. M. en que poderles hacelles merced…»

Pero en contra de la opinión del Virrey, se le nombro con fecha del 2 de julio del año de 1621, capitán general de las galeras de España.

Unos meses después Ya en el año de 1621, se unieron las escuadras de galeras, de Sicilia al mando de don Diego Pimentel, las de Florencia al mando del marques de Asiri y las de Nápoles al de Gamboa, tuvieron la suerte de sorprender a una caravana (convoy) turco, que procedente de Alejandría, iba con rumbo a Venecia. Pero pasemos al documento que Gamboa escribió con referencia a esta gran presa:

«Pasando ayer a mediodía sobre la isla del Zante, vino una feluca en que me remitió el Cónsul de S. M. un pliego de S. A., donde venía una carta vuestra de los 8 del pasado, que yo os prometo me consoló harto, así por saber las buenas nuevas que me enviáis de todo, como de que mi hija y nietos están con salud, y no menos de vuestra mejoría.
Los tiempos nos han ayudado tan poco, que no nos dejaron pasar adelante; pero habiéndonos llevado al canal del Ramo, fue Dios servido de que encontrásemos la caravana que venía de Alejandría y la tomásemos en este paraje, a la visa de veintidós galeras que la venían acompañando hasta el canal, donde por temor de la armada se pusieron guardadas de aquella fuerza.
De la caravana se han quemado, echando a fondo y restituidos a griegos que venían esclavos, eceto seis bajeles, los de más consideración, con que parto para la vuelta de Italia, aunque hallándonos en Portogualla, apretados del tiempo, fue necesario dejar los dos menores.
Por la prisa que tengo y ocupación no he escrito a Palermo, pero haréislo vos dando estas buenas nuevas y que voy con salud. De lo del capitán Ferrer estoy con cuidado; por la vida vuestra sabréis cómo está, y porque aquí va la relación que contiene el viaje, donde podéis ver lo que pasa, no digo más.
Yo quedo en el paraje de la Cefalonia, donde pienso ocuparme hoy en que se haga agua y no perder punto en llegar a Messina, como me manda S. A. Dios guarde, 8 de octubre de 1621.—Don Pedro Gamboa de Leiva.»

En el año de 1622, regresó a Levante por orden del príncipe Filiberto, reuniendo a todas las escuadras de galeras, las de España, Génova, Sicilia y Florencia, con las que se enfrentó a los turcos, obteniendo una resonante victoria.

Esta fue la última de su vida, pues le sobrevino el óbito el 10 de julio de 1622. (Aunque otros autores la sitúan en la misma fecha pero de 1626)

En su testamento dejó escrito se enviaran al Señorío de Vizcaya, doce piezas de artillería de su propiedad como regalo para la defensa de su ciudad.

A pesar de ser un controvertido comportamiento, siempre se le consideró un valeroso, entendido y práctico marino.

Era caballero de la Orden de Alcántara, comendador de Esparragosa y Lares y del Consejo colateral del Reino de Nápoles.

Bibliografía:

Enciclopedia General del Mar. Garriga, 1957. Sin iniciales del compilador.

Fernández Duro, Cesáreo. El Gran Duque de Osuna y su Marina. Madrid, 1885. Sucesores de Rivadeneyra.

Fernández Duro, Cesáreo.: La Armada Española, desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón. Museo Naval. Madrid, 1973.

Fernández Duro, Cesáreo.: Viajes Regios por Mar en el transcurso de quinientos años. Sucesores de Rivadeneyra. Madrid, 1893.

VV. AA.: Colección de documentos inéditos para la historia de España. Facsímil. Kraus Reprint Ltd. Vaduz, 1964. 113 tomos. Esta obra es conocida como el CODOIN. Abreviatura de Colección de Documentos Inéditos de la Historia de España. En esta ocasión, tomo XLVI, pág. 122 y tomo LXVI, pág. 558.

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