Cristianos vencen a turcos 4/X/1623

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Cristianos vencen a turcos 4/X/1623




«Famosa victoria y grandiosa presa que algunas galeras de Nápoles, Florencia y Sicilia alcanzaron de un renegado morisco natural de Osuna, general de ocho galeras del Turco. Miércoles 4 de octubre, día de San Francisco de este año de 1623. Con licencia en Montilla, por Pedro Navarro. Año 1623.

Por muerte de Nisuf-Bajá, general de la mar (casado con hermana del Gran Turco, que por émulos y envidiosos murió degollado en su misma casa y le quitaron gran suma de hacienda), entró en el generalato Mahomat Betico Sabiaco, morisco renegado español, natural de Osuna, que acá se le llamaba Lázaro de Osuna, uno de los valientes que se hallaron en aquella gran peleona que se armó entre mucho número de rufianes que se desafiaron el año de 1603 en Málaga, donde este morisco se señaló de forma que él solo bastó para poner en huída a los contrarios, dejando en tierra seis de sus compañeros.

Echáronle en galeras, sirvió y libróse, y fue con los demás de su casta y granjeó tan gran suma de dinero, que con él subió de otros oficios que primero tuvo al de general de ocho galeras, porque el Turco cuantos oficios da son por interés, sin mirar méritos y quien más da se lo quita al que lo tiene y posee, y si este desposeído da mayor suma que el que le desposeyó, al punto le vuelven el oficio, y así andan todos unos con otros, hasta que suele el Gran Turco con pequeñas ocasión quitárselo todo con la vida y hacienda, y con todo no escarmientan, y viven a dure lo que durare.

Este morisco de Osuna, así como tomó la posesión, dio de reparar sus galeras y proveerlas de bastimentos y gente de guerra y remo; y esto así dispuesto salió de Constantinopla a los primeros de septiembre, y rompiendo los mares de Sicilia, Nápoles y España, sin parar en ninguna parte, hizo muchas presas de barcos, carabelas, gente y ropa. Con el ruido que causó corrió la fama por todas partes, y en unas se decía tría 20 galeras, en otras 16 y en otras 12 y en otras ocho, y estas últimas fueron las ciertas.

Finalmente salieron en su busca las de Malta, en cuya tierra comenzó a hacer robos y sacos; luego las de Florencia y las de Nápoles y Sicilia, sin que en muchos días pudiesen dar con él, hasta que dos galeras de malta y cuatro de Sicilia, cabo el capitán Lezcano dieron vista a un navío que aquella noche se había escapado del renegado (que iba cargado para Nápoles desde Barcelona, con muchos pasajeros y entre ellos algunos frailes de San Francisco que iban a Roma al capítulo general que allí se ha de celebrar el día de Pascua de Espíritu Santo): de este navío supieron el número cierto de galeras del enemigo, y cómo estaba cerca escondido en una caleta, y cómo había cautivado el día antes un navío que venía con ellos con mucha gente pasajeros, entre los cuales iban clérigos y frailes; tomaron bien la razón y fueron en su busca, y poco antes de mediodía, por parte de tierra echaron un hombre que sabía bien aquel paraje y buen corredor de a pie, el cual volvió dentro de dos horas diciendo estaban descuidados, y que no habían salido en seguimientos del navío que se les escapó, y se alejaron en el alcance tanto por diferente camino del que llevaba el navío, que dieron en manos de cuatro galeras de Nápoles y seis de Florencia que las tomaron (como después se dirá)

Don Frey Ludovico de Antalor, capitán de las galeras de Malta, quería se dejara la batalla para la mañana del día siguiente, dando razones como soldado experimentado, y porque decía había poca tarde y no harían nada; pero a Lezcano no le sufrió el corazón aguardar, pareciéndole que si el enemigo los sentía se les había de escapar, y así determinándose de acometerle le hubo de seguir D. Frey Ludovico, y llegaron como una hora antes de la oración adonde estaba Betico Sabiaco desconocido, que en conocimiento las cruces se puso en arma y les saló al encuentro; pero tuvo mala suerte, que antes de pelear le echaron a fondo con la artillería una galera, quedándole sólo cuatro y el navío dicho y otros vasos pequeños, que no dejaron de hacer su figura y pelear su parte, que duró poco, respecto de venir tan en breve como vino la noche, muy oscura, que los departió, sin que este día hiciesen de una ni otra parte cosa considerable, más de la galera que se echó a fondo.

Luego los nuestros, hechos media luna con las galeras, los cercaron de modo que aunque hicieron diligencias por huir, no pudieron, hasta que otro día por la mañana, 4 de octubre, miércoles día de San Francisco, volvieron a la batalla, que duró hasta las diez del día; tanto por el tesón del morisco, pero los nuestros se dieron tanta prisa a matar y desbaratar, que no se escapó turco menos de muerto o preso, y echaron otra galera a fondo y le tomaron las tres, y más el navío que también hizo un poco de daño, por traer artillería española.

Pelearon con valor unos y otros, haciendo cosas notables el moro Osuna; pero al fin fue preso con algunas heridas, llevándole con prisiones y a buen recaudo el capitán Frey Ludovico de Antolot con determinación de darle muerte; y conociendo el moro el desastrado fin que le aguardaba por mano de los cristianos, quiso él darse a sí mismo muerte, y así amaneció otro día por la mañana ahorcado con un cabo de la cadena de que estaba amarrado; y visto esto, no quisieron echar su cuerpo a la mar, por no ser digno de tal sepultura por mano de los cristianos, antes saltaron a tierra unos soldados e hicieron su cuerpo ceniza, y así acabó un nuevo perseguidor que hacía notables daños.

El que más se señaló en esta refriega fue Lezcano y Antolot, y un soldado de Écija llamado Antonio Castaño y otro de Burgos, Francisco de Carrión; estos dos pusieron pie en el navío y rindieron al moro. Murieron dos de los nuestros y seis heridos. Pusieron los cristianos en libertad y la presa se estimó en más de trescientos mil ducados, que cada uno llevó su parte.»


Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo: El Gran duque de Osuna y su marina. «Sucesores de Rivadeneyra». Madrid. 1885.

Transcrito por Todoavante.

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