Celidonia 14-16/VI/1616

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Celidonia 14-16/VI/1616



El nuevo virrey de Nápoles don Pedro Téllez Girón, III duque de Osuna creó una importante escuadra resultando modélica, siendo de las más profesionales de la época en nuestra Marina, dado que por la Real cédula podía escoger en todo el reino a sus capitanes y alféreces, predominando vizcaínos y castellanos. Al frente de una de sus divisiones puso al capitán don Francisco de Ribera, natural de Toledo, quien se había distinguido en ocasiones anteriores; su capitana era el galeón Concepción, de 52 cañones; la Almiranta, de 34, mandada por el alférez Serrano; la Buenaventura, de 27, al mando del alférez don Iñigo de Urquiza; la Carretina, de 34, por Valmaseda; el San Juan Bautista, de 30, por don Juan de Cereceda y el patache Santiago, de 14, por Gazarra; como era costumbre se alojaron en los buques 1.000 mosqueteros españoles.

Dispuesto a llevar la guerra a las aguas enemigas, Ribera recaló en Chipre y después de reconocer Famagusta y otros puertos permaneció cruzando sobre el cabo de Celidonia esperando al enemigo, éste se dejaría ver confiado en los pocos buques españoles y no tardarían en ser atacados. Efectivamente no tardaron demasiado y en forma de una gran escuadra compuesta por cincuenta y cinco galeras, la cual no dudarían en aplastar a los españoles, por solo contar con media docena de buques cristianos. Eran desde luego inferiores las galeras a los galeones pero la escuadra turca, reunía no menos de 275 cañones, frente a los 95 por banda que podían poner en juego los españoles; ellos llevaban unos doce mil hombres (aparte los bogantes) contra los mil seiscientos españoles.

La victoria no parecía dudosa. Cuando Ribera divisó al enemigo, ordenó a sus buques ceñir el viento con trinquete y gavia, de ellos cuatro en línea siendo los: Concepción, Carretina y Almiranta, siguiéndoles el patache Santiago, mientras dejaba en la reserva a su retaguardia los otros dos. Lo turcos al mando de Zafir inmediatamente adoptaron su clásica formación de media luna, pretendiendo envolver a los temerarios cristianos.

Sobre las nueve de la mañana del 14 de julio de 1616 se rompió el fuego, terminando el combate a la puesta del sol, retirándose los turcos muy maltrechos pues ocho de sus galeras estaban fuertemente escoradas por los efectos de la artillería española y sin haber podido llegar a ser abordados, pues no les dejaron acercarse y pasándolo muy mal por los estragos padecidos.

La noche se la pasaron los turcos entre recriminaciones, arengas y nuevos planes, para trata de devolver la moral a los suyos, al día siguiente los turcos se dividieron en dos grupos atacando a tiro de mosquete a la capitana y almiranta española desdeñando las más pequeñas, de ahí favorecerlas al no ser casi ni molestadas, no por ello dejaron de batirlos. Destacó especialmente la acción de la Carretina, pues batió a los turcos de enfilada con un eficaz y contundente tiro; se agravó mucho más la situación, pues los españoles tuvieron que entrar todos en fuego, retirándose al anochecer como era normal con diez galeras más escoradas por el mismo efecto anterior.

Por la noche volvió a repetirse la escena, proyectando nuevos planes y recriminaciones, incluidas las arengas, para alzar la moral de las tripulaciones y pensando que a la tercera iría la vencida, poniendo fin a la insolencia del enemigo cristiano, quien osaba combatirles en sus propias aguas. Al amanecer del 16 preparados y reforzados de moral arremetieron con renovadas fuerzas, lograron meterse debajo de la capitana, para aprovechar su ángulo muerto, pero Ribera que había previsto tal posibilidad, colocó al patache Santiago en la proa de la capitana, con ello al llegar las galeras turcas, comenzó a dispararles de flanco, provocando la huida de estos sobre las tres de la tarde, pero después de haber perdido una de sus galeras, hundida, más dos totalmente desarboladas y otras diecisiete gravemente dañadas, escoradas o dando a la banda.

En otras crónicas de la época se afirma fueron cinco las hundidas y dos más voladas; sea como fuere queda demostrado que la escuadra turca quedó deshecha, por la indómita postura adoptada por ellos, pues después de tres días de combates consecutivos y exponerse al fuego en corta distancia con los galeones, fue el resultado de tener que sufrir bajas innecesarias, estimándose en tres mil jenízaros y dos mil entre marineros y bogantes, pero lo peor fue verse vencidos por un enemigo inferior en buques y en sus propias aguas. Los españoles sufrieron treinta y cuatro muertos, y noventa y tres heridos graves, siendo muchos más los leves por astillazos y contusiones; la artillería enemiga había causado grandes destrozos en aparejos, especialmente sufridos por la capitana Concepción y el patache Santiago, viéndose forzados a ser remolcados por sus compañeros.


En todo caso era un coste mínimo para tan gran victoria, desde Lepanto la mayor de las armas cristianas sobre las de la Sublime Puerta.

Bibliografía:

Fernández Duro, Cesáreo: El Gran duque de Osuna y su marina. Madrid. 1885. Sucesores de Rivadeneyra.

Guardia, Ricardo de la.: Notas para un Cronicón de la Marina Militar de España. Anales de trece siglos de historia de la marina. El Correo Gallego. 1914.

Revista General de Marina. Misceláneas varias de varios cuadernos.

Rodríguez González, Agustín Ramón.: Revista General de Marina. Cuaderno de julio de 2000, pp. 85-92.

VV. AA.: Colección de documentos inéditos para la historia de España. Facsímil. Kraus Reprint Ltd. Vaduz, 1964. 113 tomos. Esta obra es conocida como el CODOIN. Abreviatura de Colección de Documentos Inéditos de la Historia de España.

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