Cañoneros del fin del Mundo, Los

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Los Cañoneros del fin del Mundo

18 cañoneros para Filipinas, 1860.


A menudo se olvida que el gran renacimiento naval español durante el reinado de Isabel II tuvo un interés muy marcado por el escenario filipino. Aleccionados por sus propias y continuas experiencias en lucha contra los piratas y, tal vez también, por las obtenidas por los británicos durante las Guerras del Opio con China, se desplegaron en aquellas aguas buques que, aunque de modestas dimensiones acordes con sus misiones, estaban a la vanguardia de la tecnología naval.
Así, el 22 de enero de 1844 se autorizó la construcción de seis vapores para prestar servicio en aquellas aguas, aunque finalmente sólo se harían realidad el Reina de Castilla y la pareja Magallanes y Elcano, contratados estos dos últimos el 11 de noviembre de 1845 con la firma londinense Dichburn & Mare, entrando en servicio a comienzos de 1847, con sus 300 toneladas de casco de hierro, 100 caballos nominales, dos cañones y casi 90 hombres de dotación. El primero fue construido en el mismo astillero, algo mayor, con sus 425 toneladas y 160 caballos nominales, pero su casco aún estaba ensamblado con madera.
Aquello, evidentemente, era un paso en la buena dirección, pero no bastaba; y así, en 1859 se ordenó al astillero británico de Samuda Bros una serie de cuatro goletas de hélice de casco de hierro, 510 toneladas, 100 caballos de potencia y dos cañones. Eran la Santa Filomena, la Constancia, la Valiente y la Animosa, que tanto darían que hablar por aquellas aguas. Igualmente y aparte de otras muchas unidades de la Armada, se adquirieron en Gran Bretaña dos vapores mercantes, se les reacondicionó como transportes de la Armada y se les rebautizó con los nombres de Malaspina y Escaño.
Pero, aún mejor, se encargó una larga serie de 18 cañoneros de casco de hierro (de acero los cuatro últimos, lo que era toda una primicia y no solo en la Armada española) a la británica Rennie, de Londres (los de acero lo fueron a la Samuda). Allí fueron construidos por piezas y trasladados a Cavite, donde fueron montados y entraron en servicio.
Los ocho primeros, conocidos por sus nombres y numerales, entre los que se hallaba el número 2, Calamianes, desplazaban unas 54,5 toneladas, con 27,45 metros de eslora, 4,27 de manga y de calado sólo 0,67, ideales para operar en aguas someras. Treinta caballos nominales impulsaban su máquina de cilindros horizontales, con una caldera tubular y dos hélices, y les ponían en disposición de desplegar una velocidad de nueve nudos. Les artillaba una pieza a proa, en montaje giratorio o colisa, aparte del armamento portátil de su dotación, compuesta de dos oficiales y 34 hombres.
Los otros diez eran algo menores, con 24 metros de eslora y 45 toneladas, máquina de 20 caballos, análogo armamento y dotación de dos oficiales y 30 hombres.
El impacto de aquellos modestos pero revolucionarios barquitos en la lucha contra la piratería fue sencillamente demoledor, como confirman todas las fuentes que tratan los hechos.
(Impacto de una nueva tecnología naval: El caso de los cañoneros españoles de Filipinas en el siglo XIX. Agustín Ramón Rodríguez González)
Me habréis leído en innumerables ocasiones decir que, a fuerza de leer la historia de estas pequeñas unidades, uno las coge un cariño muy especial. Bien, no me voy a repetir, pero sí que quiero dejar plasmado los pensamientos que han recorrido mi mente a lo largo de todo este tiempo.
Me lo he imaginado varias veces, me imagino a bordo de uno de estos “pequeñajos” del siglo XIX, a bordo de esas minúsculas “cafeteras de vapor”, y me pongo en situación…, a miles de kilómetros de mí casa, en unos mares violentos y desconocidos, peleando contra un enemigo brutal y despiadado…, y no me queda más remedio que dar todo el crédito del mundo a aquellas tripulaciones y a aquellos buques. Su historia, sin duda ninguna, merece ser conocida…, su historia, sin duda ninguna, merece ser grabada en oro y figurar en los más altos escalones de la historia de la Armada Española.
Antes de comenzar con la historia de nuestros cañoneros me gustaría hacer una aclaración sobre lo que a continuación vais a leer. El trabajo no solo trata de la historia de estos pequeños cañoneros, también trata de desentrañar una polémica entre historiadores. Pido disculpas de antemano, y solicito vuestra compresión, por intentar, digamos…, “contradecir”, o por lo menos “corregir”, a autores que se han consagrado en la historia de la Armada Española.
Como el trabajo es largo, y tendré que publicarlo por partes, solicito vuestra colaboración por si en algún momento comprobáis que existe algún tipo de “error”, “contradicción”, o cualquier otra “cosa rara” que podáis advertir en el mismo.
En el “tema” abierto por nuestro compañero De la Rocha en el apartado Época Moderna, de 1834 a 1960, con el título Las Cañoneras en el siglo XIX, y en la página 2 del mismo, hago mención a una polémica entre historiadores navales acerca de si fueron una, dos o tres series diferentes de cañoneros (me refiero a los 18 primeros) los que sirvieron en el Apostadero de Filipinas. Pues bien, este es mi propósito, al mismo tiempo que escribimos del historial de nuestros buques, trataremos de dar “un poco de luz”, y ver, efectivamente, que hay de cierto en las posturas de los diferentes autores.
Para el propósito señalado voy a confrontar tres obras diferentes, las únicas que sobre esta materia figuran en mi biblioteca. La primera, que defiende la existencia de dos series, es Buques de Vapor de la Armada Española, del vapor de ruedas a la fragata acorazada, 1834-1885, de D. José Lledó Calabuig; las otras dos, que defienden la existencia de tres series de cañoneros, son El Buque en la Armada Española (Ediciones SILEX) y Buques de la Armada Española a través de la fotografía, 1849-1900, de D. Agustín R. Rodríguez González y de D. Juan Luís Coello Lillo.
Comenzaremos con don José Lledó. Pese a que es un poco largo, transcribiré literalmente todo lo que nos dice sobre este asunto, para una mejor comprensión del mismo:
« Por un error de transcripción seguramente, estos cañoneros que hasta el Estado General de la Armada de 1870, figuran como botados al agua en el año 1860, en el Estado General de la Armada correspondiente al año 1876, figuran el Filipino como del año 1862, los Manileño y Caviteño de 1865, los Prueba, Panay y Joló de 1866, el Mindoro de 1867 y los demás barcos como de los años 1870 y 1871, lo que representaría que todos ellos habían sido sustituidos a los pocos años por otros buques idénticos, cosa que consideramos imposible, ya que como se índica al detallar sus características, se trataba de buques con casco de acero, construidos en Inglaterra y montados en Hong Kong, para después ser armados o artillados en Cavite, pequeños pero sólidos y resistentes, producto de una donación de las Comunidades del Archipiélago.
En el Estado general de 1863, no tienen numerales, sirviendo de identificación el número que les ha correspondido en la serie. En el Estado general de 1870 los numerales son del 181 al 198 y como antes indicamos figuran entrados en servicio en 1860, y en el del año 1876, conservan los mismos numerales y es cuando se produce el cambio del año de construcción, que antes se detalla. El Estado de 1879, respeta las fechas y los numerales empiezan con el 200 y terminan con el 217, faltando el 207 que correspondería al Prueba, que desaparece. Y por último el Estado de 1885, los numerales empiezan con el 182 al 197, adjudicando el 203 al Callao, que en 1876 tenía el 210 y en 1879 el 217 correlativo con los demás.
Para que se pueda comprobar lo que antecede y todo el contenido de esta obra, se acompañan en la sección de documentos los Estados Generales de 1858, 1863, 1870, 1876, 1879 y 1885, y por no disponer del año 1860, se incluye la que figura en la obra de don Justo Gayoso, titulada “Estudios sobre la Marina Militar de España”, Ferrol 1860.
Hemos hecho esta aclaración, porque hasta la fecha todos los que han escrito sobre este tema dan la opinión de que han existido dos series de estos cañoneros, y como nosotros consideramos que hay error en ello y parte de lo consignado en los Estados Generales de la Armada, por ello mencionamos las diferencias existentes en los mismos y los transcribimos en el Apéndice de Documentos, para su comprobación, ya que todos los libros y folletos consultados y que obran en nuestro poder, citan la entrada en servicio de la serie y nadie habla de que se construyeran otros, cosa que estimamos natural se comentase, pues la sustitución de dos cañoneros, no tiene la misma importancia que la de los dieciocho de la serie antes de cumplir los diez años de servicio.
Don José Montero Vidal en su “Historia de la piratería malayo-mahometana en Mindanao, Joló y Borneo….”, Madrid, 1888, dice lo siguiente:
El año 1861 señala época fausta en los anales de la incesante guerra de España contra los piratas malayo-mahometanos, con motivo del establecimiento de cañoneros de vapor, con casco de acero y fuerza de 20 a 30 caballos, construidos en Inglaterra, cuyos buques por su ligereza y poco calado, han sido el elemento principal que de entonces al presente redujo la piratería a límites relativamente insignificantes”.
En la obra “Joló. Relato histórico-militar desde su descubrimiento en 1578 a nuestros días”, Burgos, 1879, por el teniente coronel, Comandante de Infantería del Ejército, D. Pio A. de Pazos y Vela-Hidalgo, se expresa de la siguiente forma:
Por fin, y tiempo era, se comprendió que las fuerzas sutiles, a pesar de sus servicios eminentes, no eran suficientes a extirpar una piratería ejercida en embarcaciones mucho más ligeras que las que les perseguían, las provincias filipinas ansiosas de tranquilidad y de ver sus costas seguras de un enemigo tan feroz, facilitaron las cantidades suficientes a la adquisición en Inglaterra de algunos cañoneros de vapor y casco de acero con la fuerza de 20 y 30 caballos”.
El contralmirante D. Ricardo de la Guardia en “Datos para un Cronicón de la Marina Militar de España, Anales de trece siglos”, Ferrol, 1914, en su sección de “Buques que se construyeron o fueron adquiridos, para la flota Española, en el transcurso del siglo próximo pasado” cita en el año 1860, los nombres de diecisiete cañoneros (se deja el Luzón) y en el 1861 los Manileño y Caviteño, y en 1863, el Prueba, se olvida en 1873 el Callao y en 1885, cita los tres primeros de la segunda verdadera serie que solo alcanzó los trece buques.
No creemos que el contralmirante De la Guardia, se olvidase o pasase por alto la existencia de esa supuesta segunda serie de los cañoneros de madera construidos en Cavite, repetimos que nosotros en eso estamos de acuerdo con él, ya que como indicamos en el párrafo anterior, cita uno y omite el otro.
Hasta entonces el peso de la lucha contra la piratería lo soportaron las falúas que en el año 1857 ascendían a 46, las cuales median 55 a 60 pies de eslora por 10 o 12 de manga y calaban de 4 a 6 pies, estaban armadas con un cañón de 12 o de 8 centímetros y 6 pedreros, pero como su construcción era más fuerte y sólida que la de las embarcaciones moras, el servicio resultaba pesado y de una eficacia más que relativa.
Pero volviendo a los cañoneros, diremos que al empezar a prestar servicio el Cebú, recibió el nombre de Filipino, debiendo añadir que al principio además del nombre, estaban numerados correlativamente del 1 al 18 y por el orden que los hemos citado.
A los pocos años los dos últimos, denominados Mactán y Taal, recibieron los nombres de Manileño y Caviteño; en cuanto al Luzón, por causas que ignoramos en 1863 dejó de figurar en la lista y su lugar fue ocupado por el denominado Prueba, construido en Cavite y con la máquina de su antecesor seguramente.
En 1872 desaparece también el llamado Balanguingui y es reemplazado por otro nuevo con el nombre de Callao, construido en Cavite en 1873, de 60 toneladas de desplazamiento y máquina de 24 caballos nominales de fuerza, con casco de madera y que pasa a ocupar el último lugar de la lista.
Estos cañoneros que prestaron muy buenos servicios en dicho archipiélago, intervinieron en todas las acciones navales, bien solos, bien acompañando a los buque mayores que formaban con ellos nuestras fuerzas navales en Filipinas y que con el fin de evitar repeticiones, en los historiales correspondientes a dichos buques mayores, se indican los cañoneros que participaron en cada acción.
En noviembre de 1879 se perdió el Mariveles y en el año 1885 solo quedaban en servicio los nueve siguientes: Mindanao, Paragua, Samar, Manileño, Panay (desarmado), Bulusán, Arayat, Pampanga y Albay, el sustituto Callao y un segundo Prueba, que por tratarse de un buque contrabandista capturado, su historial figura aparte.
Con lo reseñado anteriormente se puede deducir que una mitad de los buques de la serie llegaron a alcanzar una vida cercana a los 25 años de servicio, tres de ellos cambiaron de nombre y dos fueron sustituidos por buques construidos en Cavite, dándose la circunstancia de que el denominado Prueba por conservar seguramente la máquina de su antecesor, ocupó su puesto en el quinto lugar de la lista, mientras el Callao, por diferir todas sus características y máquina ocupó el último puesto.
La segunda serie (tercera según otros autores) no pertenece a nuestra historia, ya que los tres primeros Manileño, Mindoro y Panay, entraron en servicio en 1885, al año siguiente otros tres, Mariveles, Albay y Calamianes, en 1887 uno con el nombre nuevo, el Leyte, y en 1888, los seis Arayat, Bulusán, Callao, Samar, Pampanga y Paragua, que completaron los trece buques que la constituyeron, con un desplazamiento de 142 a 202 toneladas y que en 1898 dejaron de figurar en nuestra Armada, al mismo tiempo que desaparecía la soberanía española en Filipinas, habían sido construidos en Hong Kong »
D. Agustín R. Rodríguez, en su obra Buques de la Armada Española a través de la fotografía, 1849-1900, nos dice lo siguiente (página 101):
« El desafío que implicaban los rápidos pancos piratas llevó a la Armada a encargar en 1859 a astilleros británicos una serie de 18 cañoneros de hélice y casco metálico, pues las falúas raramente llegaban a dar caza a sus ligerísimos enemigos. Transportados en piezas hasta el Arsenal de Cavite, donde fueron ensamblados en 1860-1861, cuatro de estos cañoneros llevaron casco de acero, siendo así de los primeros buques de guerra en el mundo de este material. Sin embargo, la corrosión hizo estragos en sus finas planchas, y poco después, los todavía recientes buques debieron ser retirados. Para utilizar sus máquinas y pertrechos, se planeó construir en Cavite cascos de madera que los reemplazasen; así nacería el Prueba, que recibió la máquina de 30 cv nominales del anterior núm.5 Luzón. Su construcción se autorizó el 19 de febrero de 1862, colocándose la quilla el 9 de julio siguiente y siendo botado el 1 de marzo de 1863, quedando listo poco después. Con sus tres palos, una pequeña pieza y sus 76 toneladas escasas de desplazamiento, el animoso cañonero participó en los incesantes combates y campañas de aquella época, hasta ser dado de baja el 27 de julio de 1877 y vendido el 22 de agosto del año siguiente, siendo sustituido por otro que recibió su mismo nombre y algo mayor, el antiguo yate contrabandista Sultana, apresado en Joló el 22 de junio de 1875 »
Y más adelante, en la página 238, refiriéndose a lo que él considera cañoneros de la tercera serie, podemos leer:
« Hasta tres series sucesivas de cañoneros de hélice, aparte de algunas unidades sueltas, llegaría a adquirir la Armada entre 1859 y 1888 para la defensa del gran archipiélago filipino, compuesto por más de 7.000 islas. La tercera de ellas la integraron 13 buques, divididos a su vez entre cuatro subtipos…»

Como ya os habréis dado cuenta la polémica ha empezado. D. José Lledó nos dice: «…lo que representaría que todos ellos habían sido sustituidos a los pocos años por otros buques idénticos, cosa que consideramos imposible…,» mientras que don Agustín afirma: « Sin embargo, la corrosión hizo estragos en sus finas planchas, y poco después, los todavía recientes buques debieron ser retirados…»

La última fuente, El Buque en la Armada Española, señala, bien a las claras, tres series diferentes de cañoneros:






Hasta aquí las tres diferentes fuentes. A partir de este punto comienza nuestra historia, una historia que, en un primer momento o, mejor dicho, en una primera parte, abarcara hasta el año 1871, año hasta el que sirvieron, según los defensores de las “tres series”, los últimos cañoneros de la primera serie, esto es, el Mariveles, el Pampanga y el Balanguingui.

Continua

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